VIVIR LA CUBANIA.
Cuando los sentimientos atacan sin permiso e irreverentemente la sensibilidad, no existen excusas válidas para dejar de expresarlos y quienes nos sentimos compelidos a ello, no debemos dejar de hacerlo.
Hay un motivo que rebaza los límites de un mero deseo personal: la obligación de convertirse en intérprete del mal juzgado sin razón y el ejercicio de su defensa. Todos viven de alguna manera entre la huella de los recuerdos y la añoranza de lo que han perdido. Darle voz al silencio de tantos, no sólo es gratificante, es también una necesidad que nos debemos los que podemos hacerlo.
Es posible que en ese juicio a priori al que me refiero, muchos olviden que desde otra perspectiva son víctimas de la misma situación. Hay en nuestro pasado y nuestra experiencia una evidencia y una advertencia. Esa parte aleatoria de la conciencia humana que no es tangible, pero demasiado importante para dejarla a un lado, es la gran motivación.
¿Qué debe ser entonces para nosotros vivir la cubanía? Ante todo debe encontrarse una repuesta cuyo contenido no tiene una expresión singularizada. Entre destierro y exilio, remembranzas y esperanzas, defectos y virtudes, errores y aciertos, éxitos y fracasos puede andar la solución al gran dilema.
La cubanía no puede ser el ejercicio deprimente y sistemático de una malsana influencia acomodada en intereses espurios y personales. Tampoco el convencimiento de que por estar en contra de un enemigo común puede asistirnos el derecho a desconocer el criterio de los que piensan diferente, ateniéndonos a un patrón, no a cánones, en defensa de confusos argumentos. No es, la socorrida idea de vindicar tiempos y nombres cuyo valor se desconoce en la práctica. La cubanía no es, por último, un acto de demagogia política; es, y según deberíamos saber, la entrega total para alcanzar elevados propósitos que algunos, los menos, han sabido demostrar.
Hace mucho más de un siglo nos fue trazado el camino que debimos recorrer. Imponderables del destino histórico válido para cualquier nación, además de nuestros propios errores, dilaciones y flaquezas nos apartaron de esa ruta. La convicción de todos acerca de retomar la verdadera vía tendrá que encarrilarnos de nuevo en el sendero de ese derrotero.
La anterior convicción nos impone no vivir la cubanía como un simple argumento vinculado a sentimientos pasados o presentes. Ser cubano no significa la auto designación a través de una apariencia, tampoco la exclusión de pocos o de muchos, porque entre todos, no siempre los argumentos pueden ser inclusivos. Ya sabemos que la uniformidad es perniciosa, se impone descubrir entonces cuales son los puntos de contacto y proceder en consecuencia.
Una interpretación equivocada acerca de dónde encontrar coincidencias, puede revertirse en la prolongación de circunstancias adversas. Para lograr lo anterior, y desde mi punto de vista, la acción política que se manifiesta por intermedio de la cubanía, no puede ser atomizada hasta el infinito evadiendo la necesidad de la unidad en lo positivo.
El efecto del error descrito suele confundirse con el ejercicio de la democracia que para muchos pasa a ser ideología y no una doctrina, por demás, imperfecta. El presupuesto es lograr el mejor resultado por intermedio de lo que nos identifica que es bastante y meritorio. Por supuesto que en la mayoría de los casos resulta más fácil la crítica por aquello de ver la paja en el ojo ajeno, la unidad en la diversidad es posible y debe imponerse; el concepto de origen nacional -la cubanía, en nuestro caso- ha de ser el patrón, el canon histórico. La elaboración de estrategias construidas a partir de ideas diversas y no excluyentes es aún una imperiosa necesidad no resuelta.
Después de tantos años y haber vivido una experiencia irredimible tendríamos que saber de qué lado está lo peor y haber aprendido la elemental lección de lo pernicioso que resulta aplastar y desconocer la opinión ajena haciendo de ello un baluarte escudado en el patriotismo cuando en verdad se trata de un vil patrioterismo. Esa imposición que no debemos aceptar bajo ningún ropaje, ha sido y es la principal causa de nuestros males.
Producir la demostración plena de nuestra cubanía, aislando el error cometido por los que consideramos y son sin duda, nuestros enemigos, es la única alternativa posible para regresar al camino que otros hombres en circunstancias históricas disímiles, pero no esencialmente diferentes, nos trazaron y del que aún hoy seguimos apartados.
José A. Arias.
NOTA.- Para los interesados que quieran encontrar una respuesta singular a estas ideas propuestas sobre el concepto de cubanía, puedo sugerirles la lectura del discurso de José Martí en conmemoración del 10 de Octubre de 1868 pronunciado en el Hartman Hall de Nueva York en 1892. Comienza con estas palabras:
“Cubanos:
No venimos aquí como sinsontes vocingleros a empinarnos sobre el sauce heroico, ni a tañer en la patriótica mandolina serenatas a balcones que no se quieran abrir…”
Vivir la cubania sin el autoderecho de conquistar la cubania humillada ,ultrajada y disceminada o esparcida por un sistema inmoral como el sistema castrista mas aun existiendo una ley antigua dentro de EE.UU que prohibe a todo nacional o residente cubano entrar directamente en Cuba .
ReplyDeleteEl sistema comunista cubano ha sido la destruccion existencial incluso espiritual que jams ninguna nacion de Occidente ha padecido incluso aun por debajo de niveles de indijenismo masificado dentro de la poblacion cubana actual
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