En 2013 y mediante la promulgación de un decreto
en la Gaceta Oficial, el gobierno cubano trató de encontrar una alternativa a
la forma tradicional de utilizar las migraciones masivas que periódicamente se
habían venido produciendo: se eliminó la famosa “carta
blanca” y todos los que obtuvieran una visa de entrada en los países dispuestos
a concederla, pagaran el pasaje y el pasaporte, además de otros trámites de
rigor; estarían en condiciones de viajar al destino escogido en una lista
bastante exigua de posibles -los menos- y otros lejanos territorios, algo que probablemente fuera un desafío para el conocimiento de la geografía global en relación con éstos últimos y entre una buena parte de la población.
Posiblemente pensaban que la “medida” era
doblemente redituable. Por un lado suavizaba la imagen en lo tocante a la
intolerancia que impedir la libertad de movimiento representa en cualquier orden
(inclusive en el de los derechos humanos) y por el otro, sería una forma de
deshacerse de personas que, al menos potencialmente, eran y siguen siendo
consideradas como “inadaptados” y capaces de incubar una situación explosiva
desde el punto de vista sociopolítico.
Tampoco creo que fuera casual que al socaire de
tal cambio, se aprobaran otros como aquello de comercializar “legalmente” propiedades
inmuebles, vehículos y otras cosas de valor personal. Al hacer posible todo eso, muchos –como ha sucedido- se apresuraron a vender desde la casa, el vehículo,
la motocicleta y hasta las bicicletas para obtener el dinero y poder viajar.
Si Estados Unidos había reiterado que cualquier
emigración masiva y desordenada iba a ser considerada como un “acto de guerra”
y debía tener consecuencias en ese sentido, parecería que en Cuba encontraron la
manera de darle la vuelta al traído asunto de abrir o cerrar la “válvula de
escape” según les resulta conveniente.
Pero como suele suceder; cualquier visión, en
cualquier sentido, desde una óptica de orientaciones que “bajan desde arriba”;
siempre resulta superada por las circunstancias reales e ineludibles de la
inmediatez; todo el que no quiere permanecer adentro y sueña, desde la
perspectiva de su realización personal en alcanzar la meta (EE.UU.) se amparó
en la “legalidad” de los estatutos y puso proa al logro de su más caro
objetivo, reforzado además por mecanismos legales de vieja data y origen
históricamente no relacionado: la Ley de Ajuste de 1966 y el Decreto Clinton de
“pies secos, pies mojados”
Inclusive, en las versiones lanzadas desde Cuba y
atizadas en el exterior por extremos que a veces se tocan al hacerse
coincidentes, está la intención de empujar a todo el que quiere salir
definitivamente de la Isla. Ello tiende a precipitar la actuación, de cualquier
manera y por cualquier vía, de aquellos a los que no les interesa otra cosa que
largarse y a cuyos oídos se les hacen inaceptables otras alternativas.
Es así que hemos llegado a encontrarnos –en tanto
cubanos- frente al actual escenario. La pregunta es reiterada y se escucha por
doquier: ¿por qué estos grupos cuya cifra crece y disminuye como por arte de
magia entre los confines sur y centro americanos, protesta y exige que “los
dejen pasar, continuar el camino a su destino…” y nunca lo hicieron en Cuba
contra el gobierno, razón de sus propósitos incluida?, algo, que además, no es
inédito. Tanto los sucesos de la Embajada del Perú y su consecuencia, el Mariel;
como el 5 de Agosto en el 94, concluyeron con emigraciones masivas, inclusive,
el leiv-motiv en ambos casos fue el
propósito de abandonar la Isla.
A mí, al menos, la respuesta me parece evidente:
porque aunque las cosas cambiaran del día a la noche, estas personas no quieren
vivir allí y tampoco les interesa enfrentarse a una disyuntiva que representa
una especie de opción perder-perder. La oferta que buscan a corto plazo, en
Cuba no existe, ni ahora; ni en la inmediatez del tiempo por venir y pensar que
de oponerse públicamente al sistema –como un reducido número lo hace sin la pretensión de irse- les puede
granjear la represión, la cárcel –algo que observan en silencio y en aras de
conseguir sus propósitos- o en el mejor de los casos basar sus expectativas en
plazos dilatados (lo que por experiencia les suena cacofónico), les hace optar
por la vía más corta, no importan los riesgos que puedan esperar y si lo que
poseen alcanza para armar una precaria embarcación o encarar los trámites de un viaje incierto, ponen los huevos en una sola canasta.
ALTERNATIVAS
PARA JUGAR AL CONFLICTO
Desde la autoridad de un régimen totalitario
resulta fácil caminar sobre cáscaras de huevo sin triturarlas y eso es lo que
hacen. No importa que se digan falsedades mientras se ofrezca como la imagen de la verdad lo que se ampara bajo la letra de comunicados oficiales supuestamente avalados por el
respeto a la autodeterminación, la democracia socialista y cuanto argumento
pone la dermis del totalitarismo a salvo de cualquier conjetura. Al menos,
eso es lo que pretenden; que alguien les crea, es otra cosa.
Pero los planes no parecen haberle salido del todo
bien a los estrategas del Minrex (Ministerio de Relaciones Exteriores) y a los
“compañeros” del Partido que orientan y fiscalizan el control de los vaivenes
migratorios. Ecuador, aliado, miembro del Alba, militante del socialismo del
siglo XXI y otras causas comunes, era y es, en la lista de países que otorgan
visado a nacionales cubanos, el destino más atractivo y, en consecuencia,
mayoritariamente elegido. Hacia allí fueron a dar los protagonistas de este
nuevo capítulo en la historia -aunque solo de la más convencional- de las oleadas migratorias desde Cuba.
Luego, el periplo conocido y sus secuelas al comenzar
a cerrarse fronteras y aparecer las concentraciones de irregulares que, si
vamos al caso, tendrían categoría suficiente para recibir de parte de
organismos internacionales el mismo tratamiento que se da a refugiados en otros
confines y a pesar de que no medie la razón de una guerra o la persecución
religiosa. Estos países no están en condiciones de suministrar un mínimo de
requerimientos a un grupo de personas atenazadas entre la decisión de huir y
tal incapacidad; en razón, se produce el caos que internacionaliza el conflicto,
lo dimensiona y lo hace peligroso.
Era lógico y previsible que nada había concluido
después que Costa Rica limpió su territorio y cerró la frontera con Panamá, el cuello de botella está en el istmo, e irá retrocediendo hasta regresar
al punto de partida que con tan “buena voluntad” ofreció Ecuador (ahora dan marcha
atrás aumentando el precio del visado a $400.00 dólares por aquello de que “el
banco pierde y se ríe y el punto gana y
se va”) y si algo así llegara a suceder, prescindiendo de la mala suerte de los
que queden dispersos en el camino y en manos de coyotes, ya se prepara “la
acogida” de regreso en su país de origen para los que quieran regresar, al
menos, es lo que leyó el vocero en uno de esos "comunicados" siempre contentivos
de una sentencia inexorable.
Pero el gobierno cubano habla desde el que
considera su imbatible bastión: un país donde no se dice, ni puede decirse otra
cosa que no sea lo que ellos dicen. ¿Por qué no asisten a las convocatorias de
los países de la región involucrados en la crisis? Allí, no dan la cara; evitan ser
cuestionados sobre temas que no pueden responder; ¿qué tal si alguien se
atreviera a preguntarles por qué hay tanta gente que quiere abandonar el “paraíso”?
o les instaran a tratar de evitar que así sea, conminándoles a la aplicación de
medidas en ese orden. La soberbia se lo impide.
Se han cansado de repetir que los movimientos
migratorios son un signo de los tiempos y que Cuba no es una excepción, pero
olvidan que en torno a esas versiones la excepción que Cuba pretendió, e
inexplicablemente pretende sostener, es que la revolución eliminó el orden de
factores que provocan las causas que, y según ellos, motiva a los emigrantes
desde otras latitudes. Aquí; es el ajuste cubano, los pies secos o mojados y el
imperialismo que asume una postura preferencial con relación a los migrantes
cubanos. ¿Estarían en condiciones de materializar la estafa ante los afectados?
Es evidente que prefieren no correr el riesgo, ni siquiera “a puertas cerradas”
Es cierto que desde Méjico, pasando por Centroamérica
y más al sur, hasta el mismísimo Ecuador, nadie ve con buenos ojos lo que
consideran la ventaja que Estados Unidos se empeña en seguir brindándole a los
cubanos, pero para ellos la razón es otra y si pudieran conseguir algo
parecido, la gran panacea. Mientras; Cuba habla de “ley asesina”, exige su
eliminación, pero atenidos a su letra, bien que han orquestado planes para
deshacerse de quien no les conviene.
Tienen que pensar muy bien las cosas,
porque de atorarse la válvula sobre la olla el efecto puede convertirse en
boomerang y las cáscaras de huevos se pueden tornar en la tabla del fakir. ¿Discutirán estos asuntos en el Congreso del Partido, o se seguirá
resolviendo “desde arriba”? Para el caso, es lo mismo; ya, hasta los propios
cubanos en la Isla lo comentan.
José A. Arias-Frá