Wednesday, June 27, 2012

SIRIA Y "EL CALENTAMIENTO GLOBAL" DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES.


En el contexto actual de las relaciones internacionales (definición que parece atenuante, a pesar de que sigue siendo diplomáticamente la manera correcta de expresar coincidencias y desavenencias) cabe pensar en un actual “calentamiento” de la situación política planetaria. Estados Unidos, la Unión Europea e Israel y la mayoría de los países de La Liga Árabe, junto a la ONU; frente a una situación desencadenada por un país, la República Socialista Siria y quienes apoyan en diferentes grados la gestión de su presidente heredero Bashar Al Assad.
De nuevo el Oriente Medio vuelve a ser el escenario de una situación altamente combustible y con visos de explotar bajo los efectos de una conflagración bélica. Localmente ya es así en el escenario inmediato de los acontecimientos. El problema allí generado tiene múltiples vertientes que en algunos casos suelen dejarse de lado a la hora de poder entenderlo. Como en cualquier lugar donde la tosudez de un dictador impide la influencia de la democracia –aun limitadamente- Siria no es excepción. Existe coincidencia con la coyuntura de la que se habla como “Primavera Árabe”, pero el asunto no es tan sencillo. Creo recordar que en Siria, por ejemplo, existe el estado de sitio decretado por más de treinta años, el partido de gobierno es el único con acceso al poder y los procesos de sucesión han sido decretados por intermedio de convocatorias a plebiscitos en los que, naturalmente, se ha ofrecido una única opción: el imperio de la familia Assad y del Partido Baath.
Del padre (que gobernó con puño de hierro por más de treinta años) al hijo, que lleva ya doce y no manifiesta intención de abandonar el poder, ni reformarlo –ello implica en última instancia renunciar a su ejercicio- y que han acudido al mismo recurso para paliar las crisis: el asesinato masivo, basado en la acusación a los opositores de terroristas y elementos desestabilizadores; se ha desenvuelto la historia. Se suma aquí una especie de contrasentido cuando se tiene en cuenta que la dinastía Assad –alawita- constituye el 12 % de los islamicos en el territorio, cuya población es mayoritariamente sunií –alrededor del 75%, el resto chiitas y muy pocos cristianos cuya mayoría viven un exilio semisecular en el vecino Líbano. Bashar Al Assad es en consecuencia, no sólo un tirano político con todos los atributos, es también visto  al interior de su propio país como una especie de impostor desde el punto de vista religioso.
La historia contemporánea de Siria, tempranamente vinculada a los avatares del socialismo islámico en tiempos de Gamal Abdel Nasser y su propuesta de panarabismo, que la URSS respaldó en aquel entonces, frente a la presencia de Israel y el apoyo de occidente al estado judío; creo las condiciones para la creación del Baath –partido de la revolución islámica y socialista Siria- de inspiración muy parecida al Baas Irakí de Saddan Hussein. La vigencia del panarabismo que culminó con los sucesos posteriores a la guerra del Yonki Pur en 1967 y la presencia desde entonces de los israelíes en los Altos del Golán, constituyó el catalizador para que Haffez Al Assad diera comienzo en Siria a su larga y terrible dictadura de treinta años que comenzó a sepultar las aspiraciones, religiosas incluídas, del pueblo sirio. He ahí los antecedentes de la actual situación, muy diferente a la del resto de los países que han protagonizado episodios de rebeliones populares en el área recientemente; tanto en los casos de Egipto o de Libia, los más sonados, y cuya proyección acusa, en cada uno de ellos, notables diferencias.
El apoyo a Siria de la desaparecida Unión Soviética, único territorio del área en que  la actual Rusia mantiene una base naval de operaciones (la única en el exterior y en el álgido mediterráneo oriental) y las componendas habidas entre el difunto padre del actual tirano y el extinto país, han determinado la posición tomada por los actuales dirigentes rusos, que alegan entre otras cosas, el cumplimiento de obligaciones que datan de la época de la existencia de la URSS para con el actual gobierno sirio en lo relacionado con los abastecimientos de pertrechos militares caracterizados por niveles de sofistificación que han sido capaces de mantener un considerable nivel técnico de las fuerzas armadas sirias; helicópteros, tanques, cohetería reactiva y pertrechos para la infantería que sin sonrojo la tiranía alawita de Assad –hijo- utiliza hoy para diezmar a los opositores.
Aquí, evidentemente, no se trata de una gestión de simple trámite como en el caso de Libia; las consecuencias pueden ser muy peligrosas y los dos bloques de países que evalúan el conflicto no son ajenos a los posibles resultados. El trabajo de la diplomacia ha sido, hasta el momento, el camino escogido: el Plan de Paz de Naciones Unidas encabezado por Koffe Anán y cuyos resultados se han estrellado contra la férrea voluntad guerrerista y tiránica de la familia Assad en el poder, así como las posiciones asumidas por Rusia, China, Irán y otros contertulios en apartadas regiones (cuyas conocidas manifestaciones de “solidaridad” no vienen ahora al caso) han contribuído a la internacionalización del conflicto, que todavía, poniendo solamente de manifiesto la debilidad de esas relaciones internacionales a las que aludía en principio, han impedido un éxito ostensible de la diplomacia sin encontrar respuesta a su gestión.
En medio de la campaña electoral en Estados Unidos, el grupo de contendientes a favor del statu quo en Siria es consciente de que puede capitalizar a su favor y, Putín a la cabeza, lo sabe. Si bien los norteamericanos han logrado disminuir la temperatura del conflicto con Irán mediante la aplicación de sanciones aprobadas en Naciones Unidas, la crisis Siria no ofrece visos de paliativos mediante sanciones y de alguna manera ello ha provocado algún desencuentro entre las posiciones de Francia, Inglaterra y Alemania desde el seno de la OTAN con los norteamericanos, más aún tras el deerribamiento del F-4 turco en días recientes  y  con relación a la evaluación de posibles soluciones; militares incluídas. El gobierno de Obama está en cierto modo contra la pared y mientras debe enfrentar la alternativa diplomacia versus intervención de fuerzas militares de la OTAN, tiene ante si la evaluación que hacen sus opositores republicanos, encabezados por su  virtual candidato Mitt Romney y otras prominentes figuras del republicanismo y cuya opinión manifiesta no coincide exactamente con la postura de Obama, ni de su secretaria de exteriores la señora Hillary Clinton. Lo cierto es que ni de las reuniones de Clinton con Anán, ni de Obama con Putín se desprende ningún resultado para despejar el futuro inmediato de la situación en Siria. Tan complicado es el asunto que Al Qaeda –y esto no es muy conocido- enemigo jurado de la nación norteamericana, ha coincidido con la posición de la Liga Árabe en el conflicto en contra de Siria y su gobierno y, como era de esperarse, se ha manifestado por una solución radical al respecto en contra de Asaad; razones evidentemente amparadas en el trasfondo de carácter religioso y que en el mundo de la ortodoxia islámica, tienden a tener un carácter prioritario.
Hay, por último, otro factor sui géneris: el apoyo de los ayatolas persas y de Mahumud Admadhineyad –que en este caso coinciden- apoyados por los jihadistas de hezbolá y amén de la influencia shia en estos dos componentes, al sostenimiento de la dictadura siria. Aquí el interés de armar un fuerte valladar ante el estado de Israel, abiertamente manifiesto en ambos casos, presupone una actitud "antiimperialista" que los obliga a dejar de lado un afán de coexistencia que no les interesa en absoluto,  a diferencia del caso de otros países de la Liga Árabe. El entretejido de la cuestión sigue dejando el campo abierto y las manos desatadas a la tiranía de Assad para, siempre utilizando el mismo mecanismo que aprendió de su difunto padre, ahogar en sangre las aspiraciones del pueblo sirio. El mundo sabe que, apesar de lo qu se diga, lo que ocurre hoy en ese país no es nada nuevo y entre masacres de opositores se ha desenvuelto allí la historia más reciente.
¿Cuál ha de ser la solución? Es muy difícil conseguir una respuesta cotejando argumentos tan diversos. Nadie quiere ni pretende sentarse a negociar con Assad y sus cercanos colaboradores; el presidente vitalicio de los sirios, tampoco quiere hacerlo, sus oídos están cerrados a críticas relacionadas con la necesidad del respeto a los derechos humanos, la guerra civil de la que hoy el país es escenario parece un argumento mayúsculo y terrible para argüir semejantes “nimiedades” Assad sabe además que su vida y la de su familia y sus acólitos le va en la decisión que ha tomado y de seguro no abandonará el poder. Mientras y como es de rigor en estos casos, los menos merecedores pagan las consecuencias.
José A. Arias.  

Friday, June 15, 2012

EL INCOSTEABLE PRECIO DE LA REVOLUCION SOCIALISTA.


Aunque se ha escrito bastante al respecto a veces se vuelve tedioso para el lector encarar un tema, que sin embargo, es de vital importancia. El planeamiento, desarrollo y posterior establecimiento de la revolución social cuya base ideológica ha sido el socialismo marxista, es un producto político incosteable.
No se trata de denostar una teoría cuyo balance histórico está escrito en números rojos, tampoco de herir la idílica sensibilidad de los gestores de una justicia inexistente, aún en el plano puramente sociológico. La mayoría de los intentos que se encuadran en el marco de una filosofía cuya corroboración pone en evidencia sus errores, parece tener “a priori” posibles argumentos justificables; en ese sentido el problema se evidencia al dejar a un lado la mecánica dictada por los argumentos de carácter económico y pensar que producir, a partir de la centralización, la equidad; es sinónimo de la abolición, entre muchas cosas, de las clases sociales.
El ariete de los revolucionarios en su denodado empeño contra los cánones de la sociedad que consideran injusta, es pensar que mediante la aplicación práctica de la eliminación de las estructuras anteriores al estallido de la revolución social, se puede conseguir la igualdad que para ellos es sinónimo de la abolición de las clases sociales, a las que ven en un natural y permanente enfrentamiento en medio del cual se incrusta la idea de la revolución. Evidentemente el recurso ideal es conjurar el resultado de esta idea en el ámbito que parece idóneo: el establecimiento del socialismo.
En el caso de todas las revoluciones socialistas e independientemente de cómo se hallan producido, la ignorancia implícita de la influencia de la economía en la vida de una nación (algo que suele suceder aún en contra de la propia teoría) anatematiza el pensamiento, tiende a confundir la realidad y termina devorando los recursos disponibles para financiar, a cualquier costo, la revolución.
Explicar la necesidad de la equidad, a partir de un proceso revolucionario radical, no suele tener en cuenta los resultados a mediano y largo plazo que la inserción en el plano de las relaciones económicas internacionales crea a todo país, no como piensan y creen los revolucionarios argumentando siempre relaciones de supeditación –que también tienen una lógica incómoda, pero real- y que sólo se ventilan en el plano del enfrentamiento político.
En la vida –inútil- de las revoluciones socialistas, sobreviene entonces un proceso de degradación, no de desarrollo; que conduce a un agotamiento de los recursos y que convierte el hecho puramente político y en apariencia trascendental, en un “boomerang” que termina consumiendo el primitivo auge enmarcado en la “gloria revolucionaria” para develar una realidad que está originalmente divorciada de los propósitos.
De acuerdo a lo dicho, el factor de la incidencia histórica comienza a poner en tela de juicio los resultados y produce una superposición de argumentos que solo pueden seguir siendo ignorados por intermedio del poco ecléctico y rígido “corsé” ideológico. El juicio expuesto es, sin dudas, válido para cualquiera de los procesos revolucionarios basados en el socialismo marxista y es también la causa inmediata de su estrepitoso fracaso.
No es secreto para nadie, ni tampoco difícil de entender, el por qué del fracaso del socialismo marxista allí donde fue implantado acudiendo al socorrido recurso de la revolución o en nombre de ella como un proceso de expansionismo al socaire de cualquier hecho inmediato. La Revolución Socialista de Octubre de 1917, cuya consecuencia fue la evidencia de un proceso como el descrito; es en este sentido un ejemplo contundente y las causas de su fracaso, en medio de sus devaneos, frustraciones y la terminal ruina de la economía soviética, el colofón lógico de procedimientos inviables y altamente costosos. No es posible solventar las necesidades de grandes grupos humanos por intermedio de la cancelación de la iniciativa individual y en su antípoda, el establecimiento de una centralización económica total y a contrapelo de las normas que dicta el funcionamiento del mercado y las fluctuaciones que de él se derivan; ello solo conduce al ostracismo que en el plano de las relaciones internacionales se convierte entonces en una guerra de desgaste sin fin y para quienes lo pretendan.
Lo anterior explica el período que tuvo lugar inmediatamente después de la segunda postguerra, conocido como “guerra fría” que no sólo contribuyó al desgaste soviético y que arrastró a los satélites de la URSS a una quiebra, en gran medida impuesta por razones ideológicas y que terminaron paralizando la economía de esas esferas de influencia. Si esto sucedió en territorios cuyos recursos naturales hubiesen permitido un desenvolvimiento diferente, bajo condiciones distintas; ¿qué queda entonces para otros lugares donde las condiciones no son tan favorables?. Países de base agrícola o en los que la diversidad productiva es prácticamente inexistente, embarcados en procesos de revoluciones sociales de carácter marxista habrán de encaminarse al fracaso de su gestión en cualquier dirección. Así, mientras el subsidio es posible, la demagogia se enseñorea entre los sectores populares y el oportunismo político desemboca en la aparición de un sector burocrático que acusa una muy torcida integración y que en última instancia sólo ha de responder a la jerarquía política de un grupo que en la gran mayoría de los casos esta estructurado y plegado a una dirección castrense (militar); tal y como cuadra a una sociedad sin márgenes de iniciativa y ejecutoria individual: totalitaria.
Durante la segunda mitad del pasado siglo y en las primeras décadas del presente, la corroboración de esta hipótesis está dada por la supervivencia desesperada de procesos como el de Cuba o Corea del Norte y si dejamos de lado la verborrea de los argumentos preñados de insensatez y encaramos seriamente, sin apresuramientos pueriles y fanatizados los resultados en ambos casos, la ecuación carece por completo de alternativas de viabilidad. La cuestión no es, como se pretende hacer ver, el resultado de la confrontación política dentro de una inexistente relación de bloques o áreas de nivel de desarrollo diferente. Menos aún debe entenderse como el resultado de la “traición a las ideas del socialismo”. La realidad en cualquier caso acusa y devela causas relacionadas con factores endógenos que subvierten la prosperidad, traban la economía y frenan el desarrollo. Si a lo anterior se suma la idea de la negatividad ante la vinculación con el resto del mundo por intermedio de la validez en el mantenimiento de relaciones mercantiles (aún basadas en el libre mercado); el cuadro es desolador y endémico para las sociedades que lo padecen, lo aúpan y lo justifican.
Finalmente la pregunta que se impone desde cualquier perspectiva debe estar relacionada con la manera de paliar estos efectos. Hay muchos ejemplos y el más contundente puede ser el relacionado con el desenvolvimiento de los antiguos países de Europa Oriental. No obstante otros casos muy diferentes, que sin haber sucumbido a la tentación del socialismo marxista, radical y revolucionario; pueden ser citados como ejemplo de alternativas viables. En el concepto de una visión mucho más amplia también deberán tenerse en cuenta los casos de China y Vietnam, a pesar de las numerosas interrogantes que aún persisten en torno a la vigencia de sus respectivos sistemas políticos. Es evidente que en ambos países el abandono del ostracismo económico ha sido la clave del éxito logrado en el ámbito económico.
Pensar en términos de una lógica prudente, realista y viable debe eximir, inclusive a los más radicales, del hecho de pensar que la “pureza ideológica” puede constituirse en fórmula para el futuro y la solución de los problemas sociales haciendo tabla raza de la inserción en el sugestivo y cambiante mundo globalizado. En otros términos: los cambios que se imponen deben sugerir una óptica aperturista y para nada pensar en el futuro sobre las bases de un pasado totalmente superado, entre otras cosas, por la propia Historia.
José A. Arias.
  



Monday, June 4, 2012

EL QUINQUENIO GRIS. Víctor Manuel Domínguez.



El Quinquenio Gris: Revisitando el término, a“debatir”, pero suavecito y con control.
Las instituciones abiertas al público en La Habana para debatir sobre temas y hechos culturales vinculados al dogmatismo, la censura y la represión, más que sitios donde compartir experiencias o intercambiar conceptos, son espacios para lamerse a solas las heridas causadas por la revolución. El revuelo formado en torno al grupo de intelectuales que desató la denominada “guerrita de los emails” (6 de enero de 2006), cuando varios escritores y artistas protestaron por la aparición en la televisión de algunos ex represores del sector, fue sólo un pataleo mediático.

Unos días después, una serie de reuniones entre los “sublevados”, la dirección de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), el Ministro de Cultura, y no podía faltar, el ideólogo del partido, determinaron demonizar a Luís Pavón Tamayo, Armando Quesada y Jorge Serguera, los ex represores convertidos en divos por una “pifia” de la televisión cubana.

Desiderio Navarro, convertido en capitán araña de los actos de repudio contra los hechos que desataron la efímera guerrita de los emails, circuló entre los más de cincuenta artistas y escritores reunidos, la invitación para la conferencia inaugural a realizarse en el Centro Teórico-Cultural Criterios.

La primera conferencia, titulada “El Quinquenio Gris: Revisitando el término”, fue impartida por el ensayista, escritor, crítico y editor Ambrosio Fornet (actual Premio Nacional de Literatura), el martes 30 de enero de 2006, como parte de un ciclo que se extendería unos meses más.

En igual fecha, el mismo escenario (Casa de las Américas), y como introducción al Ciclo “La política cultural del periodo revolucionario: Memoria y reflexión”, Navarro impartió la conferencia ¿Cuántos años, de qué color?, que abordó el zarandeado quinquenio.

Sin cambiar el guión de que podían tocar la cadena (solo los ex represores de marras en específico), pero sin tocar el mono (el gobierno), como reza un refrán popular, fueron desfilando en meses alternos varios “siquitrillados”, conversos, y cómplices de lo mal hecho, resueltos a enterrar el pasado que los amenaza y para de contar.

“El trinquenio amargo y la ciudad distópica: autopsia de una utopía”, de Mario Coyula; “El Quinquenio Gris: testimonio de una lealtad”, de Eduardo Heras León; “Con tantos palos que te dio la vida: poesía, censura y persistencia”, de Arturo Arango, y “Pensamiento social y política de la revolución”, de Fernando Martínez Heredia, conformaron un ciclo que ha tenido poca o ninguna continuidad.

Los ponentes, acusados de ir “contra el heroísmo de la época, de caer en el criticismo tendencioso y la confrontación ideológica, de apáticos o reaccionarios”, alardearon de su paciente virtud revolucionaria, y hablaron de las múltiples humillaciones a que fueron sometidos como si fueran condecoraciones por su lealtad.

En esta especie de muro de las lamentaciones ideológicas y políticas, jamás se hizo alusión a la parte que les correspondía a las autoridades gubernamentales en los actos de represión efectuados contra los artistas e intelectuales en el “Quinquenio Gris”.

Tampoco se vinculó a las autoridades con hechos anteriores y posteriores que, si bien en un menor perfil, han contribuido a la marginación intelectual por razones raciales, ideológicas y sexuales en más de medio siglo de política cultural revolucionaria.

En esta convocatoria a enfilar los cañones contra unos fantasmas del pasado reciente que se negaban a desaparecer, si bien participaron algunos epígonos de los combatientes de la “guerrita de los emails”, el pueblo tuvo poca o nula participación.

Más allá del anunciado propósito de intercambiar con todos los interesados en conocer una etapa que se necesita exorcizar del acervo cultural de la nación, los ex siquitrillados prefirieron lavar la ropa sucia en casa, es decir, entre los lavanderos de opinión.

Convertidos de víctimas en victimarios, muchos de los intelectuales preteridos por décadas en el país, aplican a ciudadanos que quieren conocer los rumbos del pensamiento y la cultura nacional, parecidos métodos de exclusión a los que fueron sometidos alguna vez.

El espacio Último jueves, de la revista Temas, que bajo la conducción general de Rafael Hernández, cada mes desarrolla un análisis sobre un tópico socio cultural con un panel integrado por intelectuales de diversas ramas y el pueblo en general, se arroga el derecho de admisión a muchos interesados en los debates.

José Antonio Madrazo, Coordinador Nacional del Comité Ciudadano por la Integración Racial (CIR), y Leonardo Calvo Cárdenas, licenciado en historia y representante de dicha organización, no pocas veces han tenido prohibido el acceso por parte de los organizadores del evento y los agentes de la Seguridad del Estado.

En fecha reciente, ambos activistas por la integración racial, junto a otros que desean debatir desde una posición ciudadana los problemas que competen a toda la nación, fueron expulsados de la presentación de Criterios, revista dirigida por Desiderio Navarro, uno de los más heroicos combatientes de “la guerrita de los emails”.

De acuerdo con la opinión de Madrazo, “esta política de exclusión se aplica lo mismo en las mencionadas presentaciones de las revistas Temas y Criterios, como en algunos eventos de la UNEAC, la Cofradía de la negritud, y en otros espacios donde se debaten los rumbos de la cultura en su sentido más abarcador dentro del país”.

Los marginados de ayer son los que marginan hoy. Las prebendas que tienen que cuidar, y el temor de volver a caer en la lista negra de los apestados de la cultura nacional, constituyen razones suficientes para denegar el acceso a los debates de opinión.


Nota.- Tomado de www.cubanet.org



YA NO HAY QUE FUSILAR A RETAMAR. Orlando Freyre Santana.

En su ensayo Calibán, escrito en 1971, el escritor cubano Roberto Fernández Retamar arremete contra dos importantes figuras de la literatura latinoamericana: el argentino Jorge Luis Borges y el mexicano Carlos Fuentes.

En ese texto, escrito al calor de la furia que le causaron a Retamar las críticas al Primer Congreso de Educación y Cultura, y la algarabía por el encarcelamiento del poeta Heberto Padilla, el presidente de la habanera Casa de las Américas no le perdona a Borges el haber expresado que su tradición era Europa, y mucho menos la firma de un documento en 1961 en apoyo de la brigada 2506 que desembarcó en Playa Girón. Concluye calificando al poeta argentino como un típico representante de la “decadente” burguesía.

Con respecto al novelista mexicano, Retamar no concibe que Fuentes le fuese retirando el apoyo a la revolución cubana a medida que esta se adentraba en la doctrina marxista-leninista. Además, estima que el escritor azteca fue uno de los líderes de lo que califica como “la mafia mexicana”, el único equipo nacional de escritores que había roto con el castrismo a raíz del caso Padilla. Al final de sus ataques, Retamar considera que Fuentes era un vocero de la misma clase social a la que pertenecía Borges, aunque evalúa al mexicano como un escritor muy inferior al argentino.

Se conoce que Fernández Retamar, en sus tantas versiones del personaje de Calibán que escribió posteriormente, fue suavizando sus puntos de vista sobre Borges; sin embargo, en poco o nada varió su juicio acerca de Carlos Fuentes. Y, al parecer, tales críticas hirieron la susceptibilidad del novelista mexicano, el cual, justo es consignarlo, nunca fue un fanático adscripto a determinada ideología, sino un intelectual honesto que defendía su criterio en todas las tribunas. Según nos cuenta su compatriota Jorge Castañeda, en su libro La utopía desarmada, en más de una ocasión las autoridades culturales cubanas invitaron a Fuentes a visitar la isla, pero su respuesta, tal vez medio en serio, o medio en broma, siempre era invariable: primero tienen que darle paredón de fusilamiento a Fernández Retamar.

He traído a colación lo anterior a raíz del reciente fallecimiento de Carlos Fuentes, que deja un gran vacío en el mundo literario de habla hispana. Los que tuvieron la oportunidad de leer La muerte de Artemio Cruz o La región más transparente, por solo citar dos de sus novelas más conocidas, advirtieron enseguida que se trataba de un narrador fuera de serie. Cuando en 1990 el poeta mexicano Octavio Paz obtuvo el Premio Nobel de Literatura, fuimos conscientes de que pasarían muchos años para que ese galardón recayera en otro escritor latinoamericano. Todo debido a esa costumbre que, al parecer, está guiando en los últimos tiempos las decisiones de los académicos suecos, y que consiste en rotar el preciado lauro por zonas geográficas y culturas diferentes.

Veinte años después, cuando los ojos de los académicos volvieron a posarse en América Latina, casi todos sabíamos que había dos figuras que descollaban: Carlos Fuentes y el peruano Mario Vargas Llosa. Por supuesto, muy merecido el Nobel para este último, aunque Fuentes también era digno de él.

Se ha ido Carlos Fuentes sin el Premio Nobel de Literatura, como, curiosamente, le sucedió también a Jorge Luis Borges, el otro denostado entonces por el ensayista cubano. Y no es que pensemos que una trifulca entre escritores pueda conducir a que uno se alegre del fallecimiento de otro. No obstante, no sería de extrañar que Roberto Fernández Retamar haya sentido cierto alivio por estos días.

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Nota.-Reproduzco este artículo de Orlando Freyre Santana, originalmente publicado en el sitio http://www.cubanet.org/. De una manera simple y a la vez justa se alegan en él ideas que comparto. Entre los seguidores de éste blog habrá quienes coincidan con el autor y con mi opinión implícita al respecto; a los que no, les cabe el derecho. Gracias.

José A. Arias.