Saturday, October 31, 2015

EL VALOR DE LO COTIDIANO. (Versión actualizada)


 

Suele sucedernos que el tedio hace presa de nosotros. Humanos nos decimos, diferentes de todo y de todos, hasta de nosotros mismos; pero los seres irracionales se conforman con su libertad inmediata que disfrutan hasta el último de sus días. Nosotros no.

En nuestra dimensión, a veces miserable, y en dependencia de nuestra propia racionalidad, nos perdemos y dejamos de  lado el sentimiento amplio del amor, vinculándolo a la pasión motivada por lo que habita de Eros en cada uno de nosotros. Mientras, lascivia y sexo ocupan un lugar demasiado preponderante contribuyendo a soslayar otras motivaciones. Perniciosamente nos equivocamos cuando limitamos la conciencia a los relativos sentimientos del placer efímero.

Lo que realmente sobredimensiona al hombre como la especie diferente que es, debe ser su capacidad de interpretar el mundo en que vive en connivencia con su mundo interior. De ese presupuesto, surge la posibilidad de un ejercicio pleno, donde el sentimiento amoroso se verifica a través de un amplio y plural diapasón.

La gnoseología innata que poseemos se sobrepone al contenido académico de la explicación de nuestra humanidad por intermedio del argumento filosófico y comienza a materializarse en nuestra relación con los demás. Lo lógico, aunque no lo más común, debiera ser que la mencionada relación fuera perfecta; pero no siempre es así. Ahí se origina el objeto de la confusión mediante la elaboración teórica que enfrenta el racionalismo cartesiano a una más convincente perspectiva, genérica y naturalmente proyectada; menos rígida y más natural (teoría de Chonsky sobre el lenguaje y sus manifestaciones)

La sociedad, concepto de múltiple factura, impone tendencias no solo culturales y políticas; también obliga a asumir comportamientos categorizados como normas que reflejan en su aplicación una actitud sobrehumana y fatal, en nada vinculada a la plurivalencia de la humanidad, el sentimiento de amor y una espontánea y benévola actitud ante la vida.

En el difícil contexto de la cotidianidad, y ante la ausencia de una bien entendida racionalidad que la falta de tiempo nos impone, nos vamos alejando de los lugares comunes al intelecto y muchos se convierten en víctimas de su propia humanidad y en lo que debiera ser lo opuesto. En ese caso la relación con los demás se hace difícil, automática y poco próspera; se empieza a desandar ignoto y lo violento se proyecta como una muestra del individualismo anti-social y a priori, integrante y parte de un mecanismo de defensa psicológico. De ese modo, dejamos de ser entendidos, mientras nos desentendemos de nosotros mismos.

En este punto el concepto de moral se hace ambiguo e inconveniente, es por añadidura el contrario de la existencia materializada en la presencia de un existencialismo que no se justifica y de una violación del componente ético que debe subyacer en el concepto de toda moral individual, que genéricamente vista no ha de significar ni moral religiosa, ni probidad política. El ser humano pierde así sus valores y se descalifica para confrontar los retos de la cotidianidad.

Si a la crisis de valores que todo lo anterior representa, agregamos los falaces pero placenteros estímulos que comportan el entramado del mundo moderno, tendremos entonces una contundente razón para el fracaso. El sentimiento puro –y esto no es simple prédica- del amor familiar, pongamos por caso; irá desapareciendo. Pero el espacio en la conciencia no queda vacío, es ocupado por otros sentimientos perniciosos y antónimos al del amor como la ira, el odio, la codicia y la venganza. A todos sus intangibles efectos, quedan vinculados los resultados negativos que han de ser para muchos razón de sus padecimientos y lo que es aún más trágico; de la pervivencia durante la existencia.

Muchas veces queremos comprender lo tedioso –al menos así solemos categorizarlo- de nuestra cotidianidad. La respuesta puede adaptarse aun a las creencias; pero lo que no podemos hacer es pensar que nos enfrentamos a una vida sin sentido. La importancia exagerada de pseudo-valores, contribuye al reforzamiento de la atomización del ideal que da preeminencia a la existencia de la sociedad como núcleo, e impulsa su desarrollo. Son muchos y polivalentes los verdaderos valores y evitar confundirlos, el albedrío de una individualidad concebida en justa y bien encaminada decisión que no está sujeta a cánones mediante la impostura.

 

Wednesday, October 28, 2015

El ESCURRIDIZO PROBLEMA DE LA INTERPRETACIÓN


 

Nota introductoria.- Este artículo de opinión fue publicado originalmente en 2011; por su vigencia, he decidido volverlo a exponer a la consideración de los lectores después de considerar algunos cambios en su contenido original. J. Arias.
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Se me hace difícil entender, y a veces hasta soez, la extraña vocación que algunos experimentan por el conservadurismo genérico e inflexible; indiscutible arquetipo ideológico en cualquier caso. Debo aclarar, que no es de mi predilección elaborar en el sentido de temas  de opinión, y que la vocación personal suele –al menos para mí- mostrarse vinculada al oficio, que es la investigación histórica y el análisis de hechos en su  coyuntura, con el propósito de arribar a conclusiones lógicas.

Pero el origen, que es motivación en sí, no siempre puede soslayarse, y como ahora, me compele a opinar. Bendita posibilidad la del que puede decir lo que piensa, ser aceptado o criticado, inclusive denostado, con o sin razón, y continuar caminando entre la gente sin encasquetarse un gorro en la mollera, incapaz al fin, de desvirtuar su identidad para ponerlo en solfa y cuando menos, ridiculizarle sin otro propósito que fusilar el pensamiento. Las ideas deben expresarse libremente, pero lo que no se puede es coartar el origen; ni por la censura, o la conveniencia del silencio auto-impuesto.  

Es sencillo; cuando lo anterior sucede, no importa en qué momento de la vida empezamos a conocer la libertad y a través de sus magnos preceptos seculares, debemos aprender a vivir democráticamente. Lo difícil es que, en ocasiones, no funciona como lógicamente debe ser.

Para quien ha conocido las dos caras de la moneda, la experiencia resulta extraordinariamente educativa. Si sumamos el tiempo vivido y los recuerdos del pasado (nuestro pasado) y lo comparamos con el presente, los motivos de regocijo son aún mayores. ¿Por qué no para todos, si de alguna manera y estemos dónde estemos, aún somos víctimas? Ese análisis es la base de lo que debe ser la unidad espontánea en la diversidad y además su única premisa válida y original.

El empeño de querer mantenerse anclado en un convulso y tormentoso pasado, contribuye a soliviantar la psiquis enferma y lo que es peor, cauteriza en el cerebro la confusión y el embotamiento. Sé que no es fácil entender la intención y lo más socorrido es la crítica a priori y sin cuartel, al puro estilo de los marxistas contumaces y ortodoxos que, con razón, caracterizamos como enemigos, no solo nuestros, sino de toda la humanidad según la Historia reciente en la post-modernidad ha demostrado y en lo que parece haber concordia.

Teniendo en cuenta lo anterior, los matices se convierten en una proposición secundaria y para los que no distinguen entre lo básico y las argumentaciones que del objeto se derivan, el propósito adquiere magnitudes contractuales y las ideas dejan de serlo para favorecer la inercia. Los confundidos, terminan convirtiéndose en víctimas del inmovilismo (el más caro propósito de los ideólogos de tribuna y las ideologías de enfermizos y oscuros orígenes) y el impacto de las ideas, viento en contra de las velas. Por último, el argumento moralizador; que tiende a confundirse con un cuasi papismo religioso, tampoco tiene sentido si la política está precedida por su propia ética que, lógicamente, no es sectaria. No hay discrepancia en lo inherente a rechazar una absurda y mal montada campaña para vender ideas obsoletas, ni los avatares de los que se reviste.

El tiempo y los hechos refuerzan la valía de la argumentación y fuera del enquistamiento panfletario en el contexto, no se hace posible demostrar lo contrario. Aquí, lo penoso resulta que un país casi tenga que dejar de existir, para convertirse en epitafio de una revolución innecesaria. Las revoluciones no suelen ser democráticas, remitámonos a sus propias historias para colegir qué puede haber de coincidente entre ellas, sus resultados y el mundo de las ideas, porque si en la motivación original, alguna vez se hicieron presentes, en su desarrollo –ex profeso degenerado- van a terminar en las antípodas del presupuesto. Valga el ejemplo de un país –Ecuador- donde el gobierno y su presidente alegan llevar a cabo “la revolución democrática” haciendo de la frase su slogan favorito; ¿existe allí una verdadera democracia?

Hoy, quizás, se hace probable –y posible- concluir que aquello que no fue dable ganar de otra manera, está siendo ganado sin hacer cruenta la batalla. Cuando el enemigo, que no es el pueblo, se atrinchera en su ideología absurda y extemporánea y acude a los maniqueícos y arcaicos argumentos de los que siempre se ha valido, no hace otra cosa que darnos la razón. Lo único que debemos hacer, es no caer en su trampa.
 
José A. Arias-Frá
Octubre 2015