Friday, May 13, 2016

INTELECTUALES CUBANOS OFENDIDOS DISPARAN A LA PERIFERIA

¿Alzar la voz?, ¿tratar de rescatar valores?; ¿cuáles?; ¿los que han sufrido la distorsión semisecular entre frívolos desvaríos y desaciertos, o la intención de poner un valladar a la pérdida de ellos en una sociedad carente de estímulos?

Parece que de nuevo, descorazonada y en clave de mensajes cifrados por la frustración, asoma tímida y taimada su pupila la crítica velada; algo tan viejo como la propia revolución cubana. Los que cuentan con algunos años, y algunas experiencias padecidas de primera mano, pueden recordar aquellos tiempos iniciales en que tuvieron lugar encarnizadas polémicas que enfrentaban a personajes importantes asumiendo papeles protagónicos y en los que siempre resultaban triunfantes quienes contaban con la anuencia del ubicuo juez. Lo único real es que, con otro nombre y el mismo apellido, aún sigue siendo así.

No me anima el regate, ni discuto un ápice de la razón que entraña el defender valores inherentes a la cultura y la idiosincrasia siempre que se presenten como universales, no secuestrados por la ideología. Pero esa “defensa” que no va al centro de los problemas, que desconoce el efecto por el cual hay un desajuste manifiesto en la relación causa-efecto a consecuencia de la difusión de estímulos de escaso valor, es hipócrita por incompleta y peca por defecto, al caer en el exceso de identificar patria con partido, símbolos con revolución y a ésta con un nombre. ¿Acaso recuerda la doctora Pogolotti la homilía de monseñor Pedro Meurice Estiú en Santiago durante la visita de San Juan Pablo II a Cuba en 1998?

En “Las Causas de Las Cosas”, Desiderio Navarro, uno de los intelectuales que critican la nimiedad y el superficialismo manifiesto de los más recientes acontecimientos, va más a fondo que en lo ahora expresado, al insistir en la necesidad de que “la crítica” trasponga el ambiente malsano y así evitar cualquier inquina con relación al que la produce (1); pero se deslinda, cuando se propone liberar al sujeto, verdaderamente crítico, del peso de las circunstancias y sus consecuencias. Él, también es una víctima.

Ahora, cuando observo a una figura del talante intelectual de Graziella Pogoloti denunciar la desenfadada y frívola, fútil oferta de cuatro “mamboletas” recibiendo a los turistas de un crucero, tentadoramente fruncidas en los colores de la bandera, mendigando los dólares a los que se refiere Desiderio citando al colofón el poema de Guillén; me gustaría una respuesta clara, concisa, a ciertas e ineludibles preguntas: ¿a qué conclusión puede llegarse?, ¿quiénes han sido y siguen siendo los culpables? Evidentemente, en las causas de las cosas  en que las causas tienen nombre y apellidos y las cosas parecen desembocar en hechos como estos, se despeja la incógnita.

Como ya he dicho en otras ocasiones, siempre es fácil culpar difuntos –carentes de la posibilidad de defenderse- y, sobre todo, teorizar en torno a postulados teóricos, dialécticos y filosóficos, pero del desmadejamiento de tales empeños tampoco se consiguen las respuestas. La doctora Pogolotti, reconoce que “…El sentido común indica la necesidad de abrir vías al comercio, a la inversión y al turismo para afrontar las necesidades económicas que nos afligen” (2) sin embargo, el intelecto fue, y sigue siendo; el oficio de una élite que por su intrínseca naturaleza tiende a desconectarse de la realidad y no suele vincularse a los propósitos de burócratas y funcionarios que crean directrices y cumplen orientaciones. La relevancia –que la propia doctora Pogoloti le atribuye- es interpretada por estos últimos, sin la importancia y el conocimiento de la relación con Guillén y su poesía y a la que Navarro le concede el lírico final de su razonamiento.

Hace poco, leía un trabajo de José Luis Rodríguez, ex-ministro de economía cubano y actual asesor del “Centro de Investigaciones de la Economía Mundial –CIEM” (3) donde se pone de manifiesto (al menos es lo que se infiere) la importancia del turismo a cualquier precio. La relación entre intelectuales y burócratas, fruto de una “unidad” impostada sobre argumentaciones ideológicas, no existe; es un sofisma, una entelequia per se y en añadido, fuera hasta del benévolo significado del concepto aristotélico. Es la “definición” inclusiva que trata de solventarse a través del empleo de frases lapidarias que terminan por convertirse en consignas, encabezar mamotretos y tratar de disuadir escépticos.

“Pero el orgullo legítimo emanado de una cultura de resistencia, no puede ser lacerado. Se contrapone al aldeano vanidoso, mimético seguidor de modas ajenas a las demandas de su contexto específico, ciudadano vergonzante de un país que subestima, obsequioso y obsecuente con los prepotentes que lo desprecian” (4)

Lo que aquí expresa la doctora Pogolotti, entraña un juicio demasiado severo, sobre todo, después de tanto tiempo transcurrido en que la cultura ha sido desvirtuada muchas veces al tratar de imponer cánones ajenos a su origen y sus raíces y, llamar al cubano de hoy “aldeano vanidoso”; parece más bien, un ejercicio de excepción que contraviene la realidad, sobre todo, si tenemos en cuenta que ese aldeano vanidoso es un producto de la revolución, la misma que según entiendo, ha contribuido a la pretendida fortaleza de “una cultura de resistencia” Me parece, además, que tal “cultura” se alimenta de un odio infundado al tratar de equiparar e incluir a ciudadanos de cualquier nación, o de un origen específico y, cuando parezca conveniente, entre los avatares de una historia reconstruida en “la resistencia” para adecuarla a necesidades discursivas específicas.

Todos queremos y tenemos el derecho de “morir de cara al sol”; al final, es evidente que hemos vivido en un rincón, no importa dónde, porque siempre habremos sido testigos de la sucesión de los días y las noches, los meses, los años y los siglos y, como en nuestro caso, hasta de los milenios. Entretanto, el tiempo habrá sido el único superviviente de la historia de todos y de todo. Es, el único enemigo que no se puede vencer y que terminará por imponerse sin ofrecernos un solo minuto de clemencia.

¿Volverán las polémicas?, y; ¿cuál será el resultado: la fuerza de la razón o la razón de la fuerza? Creo, al menos, que para que se imponga la razón, deben desaparecer quienes emplean la fuerza.

José Antonio Arias-Frá.

Notas.-

(1).- Ilustrativa al respecto, sobre todo para comprender de lo que se trata; “In Medias Res Publicas” Ponencia presentada por Navarro en la Conferencia Internacional “El papel del Intelectual en la Esfera Pública”, celebrada en Beirut, del 24 al 25 de febrero del 2000. En: Navarro, Desiderio.-“Las Causas de las Cosas”, ensayo; Editorial Letras Cubanas, 2006, pp. 7-21.

(2).-Pogolotti, Graziella.- “Moriré de Cara al Sol” (artículo) citas tomadas de la versión en: Granma (internet@granma.cu) 10 de mayo, 2016.

(3).-Ver el artículo de José Luis Rodríguez “Una mirada a la economía cubana y sus perspectivas para el 2016” En: “Cubadebate” abril 28, 2016.


(4).-Pogolotti, Graziella.- Artículo citado.

Tuesday, May 3, 2016

ENTRE LAS RUINAS Y LAS RUNAS

La compleja relación entre la ruina material y moral puede tener significado cuando al tratarse de la primera, se exhibe con orgullo lo que del pasado se logra rescatar y validar; pero convertir las ruinas morales en morada de un presente oculto e impresentable es un bochorno. Eso, se llama decadencia.

Nadie mejor que Antonio José Ponte, ha descrito esa relación en sus historias (Un Arte de Hacer Ruinas y otros cuentos), basadas en la caracterización de la decadencia, cuya magnitud define en el plano de la dimensión histórica e ineludible; una dimensión atemporal cifrada por el efecto de la descomposición -moral- de todos los imperios.

He ahí, la distinción que escapa a la visión del turista en un caso como el de Cuba. El ente heterodoxo que observa y juzga, arriba a conclusiones y determina su propósito a partir de muestras aleatorias de la verdadera realidad, nunca es una buena referencia y, su única ventaja, los réditos que puede producir. Su curiosidad se engarza en una relación binaria y desproporcionada: paga mucho, por saber muy poco y, dentro de la oferta, el ciclo se convierte en una relación incestuosa en la que se hace vulnerable y fácil víctima del engaño; no de quien lo aborda y le asedia, más bien de quien le vende imágenes amplificadas entre las que permanecerá encerrado en una especie de invisible cerco. Para tales situaciones, no suelen haber excepciones y, regularmente el tiempo disponible, tampoco contribuye.

Cuando se aborda el problema, la razón no estriba en cancelar el fin (cruceros o viajes de placer por cualquier vía) porque es lo más común; lo difícil está en lo que las apariencias ocultan y que en el caso que nos ocupa es demasiado y, está relacionado con el carácter prioritario que se da al tratamiento alienante y demagógico del tema en que el fin, justifica los medios. Puede parecer exagerado, aunque válido; el turista que arriba a Pyongyang se tropieza con el ordenamiento absoluto exhibido entre una pulcritud exagerada que motiva dudas y no es otra cosa que el fraude del colectivismo impuesto desde arriba. ¿Y qué de las estepas desoladas y heladas, escenario de hambrunas colectivas y de una crasa pobreza al interior? En la disparidad que entraña la respuesta, está signada la desmoralización, también normada “desde arriba” y virtualmente infranqueable.

Salvando las distancias, sucede lo mismo en otro ambiente –más atractivo, sobre todo en lo folclórico- en que los turistas establecen su comunicación con el medio a través de la curiosidad que motiva en ellos la visión –actual- del pasado representado en imágenes que le son ajenas y, junto a las dosis de caras y tentadoras ofertas, se olvida de las realidades. Realidad y  fantasía, son términos excluyentes y en medio de la distracción, es preferible enajenar la realidad. He aquí, que el precepto de moral social se diluye culposamente entre fortalezas y palacetes –preservados-, espectáculos nocturnos fastuosos y escenarios históricos; pretendida escenografía de la “historia revolucionaria” El turista, va al cepo por propia voluntad, cree que ha conocido la verdad y se vuelve su vocero, pero; ¿sabe realmente que es víctima de la superficialidad, o prefiere engañarse a sí mismo? 

Mientras todo lo que ve –lo que le muestran- es la negación de lo escuchado en otros ambientes y en medio de eso que llaman “la Cuba profunda”, la situación es otra; porque la Cuba profunda no se exhibe en vitrinas y de haberse conocido, forma parte de una campaña malintencionada y orquestada por “enemigos” que "denigran" su historia y sus raíces, pero a cuyas huestes se suman, por razones similares, y cada vez en mayores cantidades los que protagonizan el éxodo, habitantes de un contexto fuera del alcance de la percepción no prevista en la verdadera y profunda realidad de un país ideológicamente, minuciosamente cuadriculado, en que lo cierto tiene menos valor que la mentira oficial.

Ofensivo me parece hablar de una muestra de la “cultura cubana”; sobre todo, si como es el caso; se le reduce a los acápites convenientes de una historia contada por los que se sienten vencedores y donde el final siempre es el mismo: el libreto chauvinista y amañado en que los protagonistas siempre son “los buenos” y “malos” quienes se les oponen, incluidos los que se esconden y malviven, entre las ruinas lacerantes de su propia humanidad; esa que Ponte bien describe como el arte de la decadencia.

Entretanto, una y otra vez, se esparcen las runas sobre el tablero, aunque no dicen mucho; pareciera que usarlas para lograr conjuros a futuro, no es ciertamente su función y, entre ruinas y runas, la gente, devorada por el tiempo, trata de supervivir.