¿Alzar la
voz?, ¿tratar de rescatar valores?; ¿cuáles?; ¿los que han sufrido la
distorsión semisecular entre frívolos desvaríos y desaciertos, o la intención
de poner un valladar a la pérdida de ellos en una sociedad carente de estímulos?
Parece que de nuevo,
descorazonada y en clave de mensajes cifrados por la frustración, asoma tímida
y taimada su pupila la crítica velada; algo tan viejo como la propia revolución
cubana. Los que cuentan con algunos años, y algunas experiencias padecidas de
primera mano, pueden recordar aquellos tiempos iniciales en que tuvieron lugar
encarnizadas polémicas que enfrentaban a personajes importantes asumiendo
papeles protagónicos y en los que siempre resultaban triunfantes quienes
contaban con la anuencia del ubicuo juez. Lo único real es que, con otro nombre
y el mismo apellido, aún sigue siendo así.
No me anima el regate, ni
discuto un ápice de la razón que entraña el defender valores inherentes a la
cultura y la idiosincrasia siempre que se presenten como universales, no
secuestrados por la ideología. Pero esa “defensa” que no va al centro de los
problemas, que desconoce el efecto por el cual hay un desajuste manifiesto en
la relación causa-efecto a consecuencia de la difusión de estímulos de escaso
valor, es hipócrita por incompleta y peca por defecto, al caer en el exceso de
identificar patria con partido, símbolos con revolución y a ésta con un nombre.
¿Acaso recuerda la doctora Pogolotti la homilía de monseñor Pedro Meurice Estiú
en Santiago durante la visita de San Juan Pablo II a Cuba en 1998?
En “Las Causas de Las Cosas”, Desiderio
Navarro, uno de los intelectuales que critican la nimiedad y el superficialismo
manifiesto de los más recientes acontecimientos, va más a fondo que en lo ahora
expresado, al insistir en la necesidad de que “la crítica” trasponga el
ambiente malsano y así evitar cualquier inquina con relación al que la
produce (1); pero se deslinda, cuando se propone liberar al sujeto,
verdaderamente crítico, del peso de las circunstancias y sus consecuencias. Él,
también es una víctima.
Ahora, cuando
observo a una figura del talante intelectual de Graziella Pogoloti denunciar la
desenfadada y frívola, fútil oferta de cuatro “mamboletas” recibiendo a los
turistas de un crucero, tentadoramente fruncidas en los colores de la bandera,
mendigando los dólares a los que se refiere Desiderio citando al colofón el
poema de Guillén; me gustaría una respuesta clara, concisa, a ciertas e
ineludibles preguntas: ¿a qué conclusión puede llegarse?, ¿quiénes han sido y
siguen siendo los culpables? Evidentemente, en
las causas de las cosas en que las
causas tienen nombre y apellidos y las cosas parecen desembocar en hechos como
estos, se despeja la incógnita.
Como ya he dicho
en otras ocasiones, siempre es fácil culpar difuntos –carentes de la
posibilidad de defenderse- y, sobre todo, teorizar en torno a postulados
teóricos, dialécticos y filosóficos, pero del desmadejamiento de tales empeños
tampoco se consiguen las respuestas. La doctora Pogolotti, reconoce que “…El sentido común indica la necesidad de abrir vías al comercio, a la inversión y
al turismo para afrontar las
necesidades económicas que nos afligen” (2) sin embargo, el intelecto fue,
y sigue siendo; el oficio de una élite que por su intrínseca naturaleza tiende
a desconectarse de la realidad y no suele vincularse a los propósitos de
burócratas y funcionarios que crean directrices y cumplen orientaciones. La relevancia
–que la propia doctora Pogoloti le atribuye- es interpretada por estos últimos,
sin la importancia y el conocimiento de la relación con Guillén y su poesía y a
la que Navarro le concede el lírico final de su razonamiento.
Hace poco,
leía un trabajo de José Luis Rodríguez, ex-ministro de economía cubano y actual
asesor del “Centro de Investigaciones de la Economía Mundial –CIEM” (3) donde
se pone de manifiesto (al menos es lo que se infiere) la importancia del
turismo a cualquier precio. La relación entre intelectuales y burócratas, fruto
de una “unidad” impostada sobre argumentaciones ideológicas, no existe; es un
sofisma, una entelequia per se y en
añadido, fuera hasta del benévolo significado del concepto aristotélico. Es la
“definición” inclusiva que trata de solventarse a través del empleo de frases
lapidarias que terminan por convertirse en consignas, encabezar mamotretos y
tratar de disuadir escépticos.
“Pero el orgullo legítimo emanado de una cultura
de resistencia, no puede ser lacerado. Se contrapone al aldeano vanidoso,
mimético seguidor de modas ajenas a las demandas de su contexto específico,
ciudadano vergonzante de un país que subestima, obsequioso y obsecuente con los
prepotentes que lo desprecian” (4)
Lo que aquí expresa la doctora Pogolotti, entraña un juicio demasiado severo,
sobre todo, después de tanto tiempo transcurrido en que la cultura ha sido
desvirtuada muchas veces al tratar de imponer cánones ajenos a su origen y sus
raíces y, llamar al cubano de hoy “aldeano vanidoso”; parece más bien, un
ejercicio de excepción que contraviene la realidad, sobre todo, si tenemos en
cuenta que ese aldeano vanidoso es un producto de la revolución, la misma que
según entiendo, ha contribuido a la pretendida fortaleza de “una cultura de
resistencia” Me parece, además, que tal “cultura” se alimenta de un odio
infundado al tratar de equiparar e incluir a ciudadanos de cualquier nación, o
de un origen específico y, cuando parezca conveniente, entre los avatares de una
historia reconstruida en “la resistencia” para adecuarla a necesidades discursivas
específicas.
Todos queremos
y tenemos el derecho de “morir de cara al sol”; al final, es evidente que hemos
vivido en un rincón, no importa dónde, porque siempre habremos sido testigos de
la sucesión de los días y las noches, los meses, los años y los siglos y, como
en nuestro caso, hasta de los milenios. Entretanto, el tiempo habrá sido el
único superviviente de la historia de todos y de todo. Es, el único enemigo que
no se puede vencer y que terminará por imponerse sin ofrecernos un solo
minuto de clemencia.
¿Volverán las
polémicas?, y; ¿cuál será el resultado: la fuerza de la razón o la razón de la
fuerza? Creo, al menos, que para que se imponga la razón, deben desaparecer
quienes emplean la fuerza.
José Antonio
Arias-Frá.
Notas.-
(1).-
Ilustrativa al respecto, sobre todo para comprender de lo que se trata; “In Medias Res Publicas” Ponencia presentada
por Navarro en la Conferencia Internacional “El papel del Intelectual en la
Esfera Pública”, celebrada en Beirut, del 24 al 25 de febrero del 2000. En:
Navarro, Desiderio.-“Las Causas de las Cosas”, ensayo; Editorial Letras Cubanas,
2006, pp. 7-21.
(2).-Pogolotti,
Graziella.- “Moriré de Cara al Sol” (artículo) citas tomadas de la versión en: Granma
(internet@granma.cu) 10 de mayo, 2016.
(3).-Ver el
artículo de José Luis Rodríguez “Una mirada a la economía cubana y sus
perspectivas para el 2016” En: “Cubadebate” abril 28, 2016.
(4).-Pogolotti,
Graziella.- Artículo citado.