Wednesday, February 27, 2013

UNA MANO PARA YOANI SÁNCHEZ DESDE MIAMI. Mario Morales.


Atacada sin argumentos, con desfachatez y gritos estentóreos  por la ultraizquierda latinoamericana que es instruida por los Castro a través de su oficina de inteligencia llamada Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos,  con la valiosa "ayuda" de aliados ocasionales, los ultraconservadores del viejo exilio cubano que no superan su caduca visión de la Cuba presente, ha comenzado el aventurado periplo de Yoani Sánchez.
Por momentos pensé que el camino de la bloguera iba estar lleno de obstáculos insuperables debido a la terrible alianza que se había conformado ante sí. Pero los acontecimientos marcan una ruta que la va distanciado de los malos augurios.
Tropecé con un inteligente artículo  de Dora Amador aparecido en el Nuevo Herald. Me ha devuelto el alma al cuerpo. Lo he leído y releído, creo que no hay casi nada que agregar, quizás solo comentarlo de manera inspirada.
Ahora los cubanos tenemos una gran oportunidad de consolidar nuestros vasos comunicantes y desterrar todas las suspicacias acerca de la nueva generación (y no me refiero solamente a la Generación Y) de opositores al castrismo.
Estos jóvenes  utilizan un nuevo modo, una innovadora manera de desenmascarar al régimen en el plano internacional, régimen que ha gastado millones y millones en propaganda y captación de voluntades políticas en el hemisferio.  A falta de un reconocimiento interno debido a la censura crónica que padecen los cubanos, los opositores cibernautas han introducido una espina tecnológica entre las costillas de la gerontocracia castrista y han ido captando la atención internacional.
Muchos de ellos han recibido reconocimientos  que han enfadado a los jerarcas de la nomenclatura castrista, pero también ha molestado a no pocos personajes del ámbito del exilio y del autoexilio, los cuales han utilizado el mismo lenguaje de los difamadores profesionales de la dictadura para atacar inexplicablemente los pequeños y dolorosos éxitos de estos jóvenes.
Si queremos a una Cuba libre y democrática al menos debemos despojarnos de muchas taras que han lastrado durante años a la oposición, a los desafectos del régimen, a los problemáticos que eran atendidos por los funcionarios ideológicos del PCC o de las instancias ideológicas de los centros de trabajo y de las instituciones escolares.
Tenemos que entender que la Cuba del 2013 no es ni remotamente la de 1959, o la de 1970, o la de 1980, o la de 1990, ni tan siquiera la de 1998, que fue el año en que yo partí. Han pasado muchísimos años, la sociedad insular se ha moldeado adquiriendo rasgos que son imposibles de entender totalmente desde fuera. Inclusive, añadiría, comprenderla es mas complicado aun para aquellos que han salido de su país en lejana época. Por razones del tiempo y la evolución natural de la vida en la mayoría de estas personas lo que opera en la mente es la nostalgia de una Cuba que jamás será igual a la que ellos abandonaron. Se necesita ahora, más que nunca, mucha comprensión de esta circunstancia.
Pero lo importante en este momento es proyectar una Cuba mejor a la que dejamos, una isla más grande en la que quepan todos los credos, donde el sol  nos queme por igual, donde nadie sea acusado de equivocarse por tener una visión diferente. Tolerancia, respeto, humildad. Por eso mi apoyo y mejores deseos de éxitos para Yoani. Y te esperamos aquí en Miami

Monday, February 25, 2013

LAS PALABRAS DE LECH WALESA. Mario Morales.


En una entrevista realizada por Vanessa Ruiz al legendario dirigente del sindicato Solidaridad  de Polonia Lech Walesa, el movimiento que puso en jaque al totalitarismo stalinista y terminó  derruyendo las bases de ese sistema, opina sobre las disyuntivas del movimiento disidente cubano en el presente.
Según él, y cito un fragmento de la versión en español de la entrevista “…en Cuba hay demasiados lideres dentro de la oposición…..por lo que creo que la tragedia cubana recae en que hay demasiados lideres…….”. Es decir, si fuéramos a aclarar el asunto un poco, existen tantos dirigentes como grupos opositores, lo cual explica una atomización significativa y la relativa facilidad con la que son reprimidos por el gobierno de los Castro estos pequeños, pero molestísimos átomos de antagonistas del Régimen. Sin embargo, a pesar del enorme poder del Estado y de sus agentes fragmentadores, la organización Damas de Blanco llegó a alcanzar cierta pujanza y ejerció una gran presión gracias a la complacencia del pueblo y del reconocimiento internacional.
El término de grupúsculo que utilizan continuamente los detractores asalariados no está muy lejos de la realidad, aunque nos duela decirlo. A fin de cuentas el objetivo principal de la maquinaria opresora de los que gobiernan se dirige a evitar la convergencia de todos los grupos anticastristas. Se han valido de todo, desde la desaparición física “accidental”, no hay evidencias hasta ahora que corroboren las sospechas de crímenes de Estado, como en los casos de Laura Poyán y  Osvaldo Payá, la guerra cibernética desatada contra los principales internautas de la oposición, como Yoani Sánchez y Antonio Rodiles o los crímenes mas claramente inducidos contra personas indefensas como el de Zapata y  Wilfredo Soto.
Los opositores, disidentes, luchadores por los derechos civiles, los que están ahí en la Isla, los que no se van, los que han soportado innumerables ataques violentos, de palabra y físicos, sufren una campaña difamatoria cruel y miserable, originada en los mas bajos instintos de los que ha hecho gala el Régimen durante tantos años. Los profesionales de la difamación, que en Cuba son muy abundantes y muy experimentados, utilizan la palabra mercenario para descalificar a los luchadores por los derechos civiles.
El argumento es la consabida ayuda del exterior, necesaria para poder sobrevivir en un medio hostil donde el Estado es el único empleador y proveedor de servicios. Por ese camino habría que acusar de mercenarios también a Martí que fundó el PRC en  USA, y utilizó no poco dinero de extranjeros para armar la guerra de independencia en Cuba, y a todos los movimientos insurreccionales organizados fuera de Cuba, incluyendo las células del M-26-7 que operaron en Miami y compraron armas, o el famoso yate Granma que fue adquirido, con dinero prestado por Carlos Prío Socarrás, de un gringo llamado Robert B. Erickson.
No está escrita la verdadera y triste historia de los auténticos mercenarios cubanos, de aquellos que sin saberlo murieron en tierras africanas por los intereses hegemónicos de una gran potencia que era la que mantenía militarmente a las tropas interventoras y así subsidiaba las poses de “revolucionario internacionalista” de un ególatra. Dónde están aquellos mercenarios que estaban con el Presidente Allende en el Palacio de La Moneda y huyeron despavoridos para evitar ser capturados. Uno de ellos,  fusilado por mandato del dictador 16 años después en la Causa No 1.
El premio Nobel tiene mucha razón, aunque el caso cubano se parece al polaco solo en el origen de la enfermedad, cuando se refiere a la necesidad de unidad entre las fuerzas opositoras pacíficas  como la vía necesaria  para extender un movimiento popular que  arrodille al régimen y lo obligue a pedirle perdón a la Nación por tanto desastre y tantas mentiras. Ese es un consejo que hay que escuchar atentamente sin las consabidas pretensiones de que los problemas nuestros son especiales, “hay que vivir en Cuba para conocer el mambo”, como decimos siempre cuando alguien intenta sermonearnos con buenas intenciones.
Esta necesaria unidad también incluye a los grupos de exiliados de Miami y de otros confines del mundo. En la segunda capital de los cubanos la cosa es complicada porque se mezclan diferentes momentos históricos que origina variadas causas para estar fuera de la Isla. Y nosotros no necesitamos muchas razones para bronquearnos y acusarnos mutuamente de complicidad con el régimen castrista. Así y todo es necesario un entendimiento entre las distintas oleadas de exiliados y emigrantes. Si vale de algo, todos somos originarios de la misma tierra, el que no lo entienda así que se aparte un poquito y deje actuar a los demás, así le hacemos el trabajo menos fácil a la quinta columna que ha encontrado terreno fértil por estas tierras.
La realidad presente está llena de trampas colocadas muy ladinamente por los represores. A mi modo de ver la recién implantada reforma migratoria  despierta muchas sospechas. El gobierno cubano nunca ha hecho nada sin pretender doblegar a sus adversarios.  Ojo, cuidado, los engendradores de tal reforma son fulleros y nunca han actuado de buena fe, ¿acaso no tratan de dividir mas a la oposición cuando a algunos le conceden los pasaportes para viajar y a otros no? ¿No intentan despertar las bajas pasiones entre ellos, la envidia, el rencor, la suspicacia de que el beneficiado con el permiso para respirar aire puro fuera de la Isla pudiera ser un “agente encubierto”? Siempre ha utilizado estos recursos para desmoralizar y construir argumentos con que atacar a esta gente pacifica que piden democracia y libertad económica.
Hagámosle un poquito de caso a Walesa, el hombre que en su época hizo temblar el todopoderoso totalitarismo stalinista con el sindicato Solidaridad. El no disfrutó de la ayuda del internet, ni de facebook, ni de twitter, en realidad pienso que su fuerza fue la fe en la libertad y en la dignidad humana, apoyada en una Iglesia Católica que en aquellas difíciles condiciones se comportó como una autentica representante de sus millones de fieles.




Friday, February 22, 2013

DE MAL EN PEOR: EL GRAN DILEMA DEL "ALBA"


Es algo muy común escuchar analistas de la situación política latinoamericana, algunos de ellos ciertamente reconocidos, pronunciarse en el sentido del establecimiento de una paridad entre dictaduras de derecha y gobiernos encabezados por individuos de abiertas y manifiestas posiciones socialistas-marxistas y comunistas. Equiparar, por ejemplo, longevas dictaduras como lo fueron las de Rafael L. Trujillo en República Dominicana, la dinastía de los Somoza en Nicaragua o los mandatos de Stroessner o Pinochet, en Paraguay y Chile respectivamente, con las ambiciones temporalmente ilimitadas de los nuevos caudillos revolucionarios. Hay en ello un error de apreciación que puede generar graves consecuencias.
Parece elemental establecer las diferencias, pero cuando se trata de caudillos, no representa lo mismo hablar de los “socialistas del siglo XXI” quienes en primera instancia no se reconocen a si mismos como dictadores a pesar de sus comunes aspiraciones de trascendente intemporalidad gubernamental; y contrariamente se ubican  en la antípoda política, no simplemente aupada por un signo (izquierda o derecha) sino atrincherados en una ideología con la que suelen galvanizarse para hacerse irreductibles y lo que es peor, paradigmáticos.
Los matices ideológicos carentes de actualidad y efectividad han servido para concretar, en el caso de los personajes a que nos referimos, un espectro bastante difuso aun tratándose de la aplicación de un trasfondo ideológico común debido a que la improvisación y las raíces de su contenido acusan una extrema precariedad teórica (solo por expresarlo de manera paliativa). Vínculos poco menos que raros o inexistentes otrora, como el de la religión y el marxismo, aparecen como evidencia de una confusión, que sin abandonar la intolerancia y el hecho de no dejar de atribuir al líder magnánima autoridad parecen, en la práctica, un argumento de ridícula operatividad.
Pero lo peligroso en estos casos es la confusión creada, siempre ex profeso, entre los sectores populares. No se trata de discernir cuan profundo puede ser el efecto de la influencia de la “lucha de clases” en la sociedad; el afán inmediato consiste en crear la confusión mediante el uso sistemático de la apostasía y la mentira y en ese sentido siempre se avizora el uso de una tenaz propaganda basada en ambos presupuestos para lograr la confusión.
En los sistemas democráticos, pongamos por caso el norteamericano; la gran prensa no oculta, más bien se hace eco de ello casi a diario, lo que se reconoce como “una evidente polarización de la opinión pública” entre demócratas y republicanos y tras los resultados de la últimas elecciones en Noviembre del 2012, en efecto, la realidad respalda la opinión; estadísticamente el voto popular proyectó una correlación del 47% contra el 53%, la separación de poderes garantiza que las instituciones políticas y judiciales tanto como el ejecutivo no puedan desconocer la influencia del 47% derrotado en las urnas y que consecuentemente deba tenerse en cuenta su opinión.
En las elecciones de Octubre del 2012 en Venezuela, o en el caso de las más recientes en Ecuador y en las que en ambos procesos resultaron vencedores Hugo Chávez y Rafael Correa, respectivamente; los ciudadanos agrupados en los porcentajes que no respaldaron a los re-electos candidatos no solo son ignorados, algo peor; se constituyen automáticamente en blanco de un despiadado ataque que pasa por los epítetos más aberrantes, las más siniestras acusaciones, el endilgamiento de alianzas inexistentes y los pone ante la poco atractiva posibilidad de vivir permanentemente con un pie en la cárcel, dentro de ella, o el ostracismo absoluto. ¿Es esto una manera democrática de gobernar?, ¿Puede realmente desconocerse la opinión manifiesta en las urnas de más del 40% de los votantes en ambos casos?
Si la “democracia” por la que abogan fuera mínimamente real y la acción gubernamental no estuviera precedida de objetivos espurios debiera existir en cualquier caso un balance que evitara calificar desde el poder y por sus ocupantes a sus opositores de neofascistas, sifrinos, pitiyanquis y majunches según se hace en Venezuela por parte de los actuales representantes del gobierno en ese país. Hasta ahí el argumento reviste un carácter de apostasía irremediablemente culposa por parte de sus expositores, pero la mentira se materializa cuando se trata de presentar como una opinión en bloque que concede un mandato unívoco, irreversible y que en consecuencia autoriza a la mayoría a concentrar todo el poder en sus manos. No es muy difícil entender que por ese camino la “democracia socialista” de los marxistas se acerca más a los desmanes de la tiranía que al verdadero consenso democrático.
Si fuéramos a referirnos a los modelos que se siguen en cualquier caso es posible encontrar una respuesta más exacta. El derrumbe del socialismo marxista y ortodoxo euro oriental vigente durante una buena parte del siglo XX y casos como el cubano y el norcoreano, hasta hoy prevalecientes y donde sigue sin ser permitido el más mínimo margen a la oposición allende la demagogia encapsulada en una verborrea sin cuento de quienes detentan el poder, no ayudan a pensar de forma muy alentadora a quienes tratan de apreciar diferencias en la acción de sus ejecutores.
Por eso cuando se trata de explicar similitudes entre dictadores, meros asaltantes del poder e inescrupulosos ejecutores del mismo y advenedizos demagogos que se respaldan con una ideología superada, sí es necesario establecer diferencias: en el primero de los casos las apariencias no engañan en el segundo, el engaño entronizado por intermedio de argumentos falaces logra confundir y desvirtuar la necesaria y justa compensación entre verdad y mentira, equidad y aberraciones chauvinistas, probidad y corrupción y pone a nuestros nuevos tiranos en capacidad de desempeñarse como representantes de la voluntad popular, algo que no es cierto, aunque se interprete aún en círculos verdaderamente democráticos, como una realidad incontrastable. Bastaría con equiparar el común deseo en todos los casos de aspirar a la perpetuidad, sin que se tenga en cuenta la capacidad de propios y ajenos para gobernar. Creo que en ese sentido los nuevos dictadores revolucionarios, socialistas y marxistas –aunque eviten el uso del término- no admiten competencia y discriminan inclusive a sus abyectos seguidores.
Los clásicos, cubanos y norcoreanos, cuya ejecutoria es el espejo en que se miran los bisoños representantes del socialismo del siglo XXI; conforman la evidencia de un pasado que entra en la historia como evidencia de un fracaso que puede ser perfectamente documentado. ¿Cómo puede entenderse la promesa de una solución efectiva a los problemas de un continente que no encuentra el camino, según se alega, por intermedio de quienes miran al pasado como promesa de futuro?
Como he argumentado en otras ocasiones, sólo basta referirse a las pruebas y a pesar de resultados altamente discutibles en algunos casos como los de Venezuela y Ecuador, basados en la bonanza petrolera de los últimos diez años, otros indicadores de la estabilidad sociopolítica e inclusive económica, se hallan en números rojos. El demagógico discurso, canto de sirena para los “sant-cullottes” de nuestros intempestivos tiempos de reavivamiento revolucionario en algunos de nuestros países; hace que todo lo que puedan alegar nuestros “flamantes líderes” se convierta, a la larga, en argumentos en su contra. ¿O es que no existen evidencias palmarias y contundentes al respecto? Habría, de ser posible, que preguntarle a quienes han aprendido a saber de primera mano en 54 años, cúal es el destino de entuertos, desaciertos, frustraciones y promesas incumplidas.

José A. Arias.     

Thursday, February 21, 2013

MARTÍ EN MI PRESENTE. Mario Morales.


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Escribía el Generalísimo Máximo Gómez en su diario de campaña cuando tuvo la confirmación de la caída de Martí:
“¡Qué guerra ésta. Pensaba yo por la noche; que al lado de un instante de ligero placer aparece otro de amarguísimo dolor. Ya nos falta el mejor de los compañeros y el alma podemos decir del levantamiento! (19 de mayo de 1895)
Once años atrás, Octubre 1 de 1884, cuando el célebre Plan Gómez-Maceo, este mismo General había escrito en su mencionado diario:
“….no falta alguien, como José Martí, que le tenga miedo a la dictadura, y que cuando mas dispuesto lo creía se retiró de mi lado furioso según carta suya insultante, que conservo…………..” Y se preguntaba amargamente después del fracaso de los proyectos insurreccionales que había encabezado junto a los Maceo, Flor Crombet y otros veteranos caudillos de la Guerra de los Diez Anos “¿Acaso se puede citar una revolución en el mundo que no tenga su Dictadura?” (Junio 15 de 1885)
Qué magnetismo poseería aquel joven poeta, orador de prosa llameante, desbordante de aforismos  enjundiosos, que hechiza al General dominicano y logra someter sus caprichosos bríos de militar y le arranca frases llenas de elogios y de lealtad para el pino nuevo que se abalanza sobre él y lo gana para las nuevas formas de dirigir la guerra necesaria, el Partido Revolucionario Cubano, organización de amplio espectro político que se crea sólo para aglutinar las diversas voluntades, dirigir y hacer llegar a la Isla desde el exterior todo lo necesario para el éxito rápido de la contienda contra el dominio colonial español.
“….Martí viene a nombre de Cuba, anda predicando los dolores de la Patria, enseña sus cadenas pide dinero para comprar armas………¿Por qué dudar de la honradez política de Martí?.....ha encontrado mis brazos abiertos para él, y mi corazón, como siempre, dispuesto para Cuba.” (11 de septiembre de 1892)
La compleja pero hermosa relación con Gómez es el ejemplo vivo de los muros que debió derribar Martí para atraer y unir, en los nuevos métodos, a los caudillos militares que poseían un largo historial patriótico, pero a la vez, una visión miope de la modernidad y del proyecto republicano esbozado por él en no pocos de sus textos, crónicas, cartas y discursos. Eran hombres anclados en el siglo XIX Latinoamericano. Para muchos de ellos el ideal republicano era ejecutable solo a partir de dictadores ilustrados como el mexicano Porfirio Díaz.
Martí, sin embargo, anunciaba el siglo XX. Su cosmovisión tenía una raíz dolorosa.  La atormentada vida que llevó en el exilio, llena de carencias económicas, falta de calor familiar, fue mitigada en parte por los buenos amigos, los simpatizantes de su prédica y aquellos amores furtivos que inspiraron su imaginación lírica. Su crecimiento intelectual pudo eludir los inmensos obstáculos culturales que podrían provenir de una sociedad colonial. Los sucesivos viajes por Europa, Suramérica, Centroamérica, México y principalmente Estados Unidos constituyeron los escenarios donde se construyeron sus principios morales y políticos.
Fue en este último país, en el que permaneció varios años, donde aprendió sobre los derechos civiles, la democracia, la libertad individual y el valor de la educación de los niños y jóvenes. Pero a diferencia de otros coterráneos él no se quedó en la fase del deslumbramiento, su ojo crítico de cronista formado en la humildad y la honradez le hizo comprender que los valores universales del liberalismo deberían ser ajustados a las realidades de cada país. Su pluma, que no estaba casada con ningún poder político o económico, era tan libre como el viento y ello le permitió exponer brillantemente no pocas objeciones al modelo de desarrollo estadounidense que él consideraba insaciable y sumamente peligroso para los débiles vecinos del sur.
En aquel entonces muchas repúblicas del sur del Río Bravo se debatían en prolongadas guerras civiles. Las oligarquías nacionales se diputaban el poder no por medio de elecciones sino a través de alzamientos, asesinatos, guerras internas. Utilizaban a las masas indígenas y campesinas de carne de cañón. Los caudillos políticos y militares eran los jefes de cada facción y cada uno de ellos ejecutaba sus ambiciones a los cuales doblegaban los intereses de la nación.  La palabra república era solo un mero nombre en los escudos nacionales y las naciones eran entidades bastantes frágiles.
A esta situación, que no se superaba a pesar de haber transcurrido más de medio siglo de la independencia de España, Martí también dedicó profundas y extensas críticas. Los problemas de las sociedades hispanoamericanas emergentes radicaban en que en ellas no había germinado el frondoso árbol de la democracia. Eran los caudillos los que tomaban las decisiones en contraposición a los derechos del individuo asunto que para Martí era algo muy sagrado.
De ahí que con la idea sobre el Partido Revolucionario Cubano, que ha sido uno de los componentes más deformados de su ideario por la dinastía de los Castro e intelectuales asalariados de éstos, Martí pretende evitar que la guerra de independencia reiniciada en Cuba el 24 de febrero de 1895 desembocara en un régimen personal antidemocrático y caudillista. Era un asunto sumamente delicado y difícil lo que se proponía. Muy pocos lo comprendieron con exactitud, otros, fuera y dentro de la Isla, temían que sus ocultas ambiciones fueran obstaculizadas por las democráticas posturas de un "advenedizo" que no tenía veteranía en la manigua mambisa.
Si bien es cierto que en su breve vida intelectual y revolucionaria Martí dejo muchas incógnitas, en el caso del PRC fue muy claro al explicar su misión en no pocos discursos y documentos: 
"....las emigraciones constituyeron con Cuba el partido revolucionario, iniciador de la revolución, que va a Cuba a entregarse al país y continuará existiendo como partido, aunque sus organizaciones viables y autonómicas subsistan, hasta el día, y sólo hasta él, en que se constituye en Cuba la revolución, a fin de evitar la monstruosidad de antes: dos gobiernos para un solo país.” (Carta a Gonzalo de Quesada, 26 de febrero de 1895)
Ajeno a las veleidades de una elite intelectual excluyente, de la que contraproducentemente hacen gala muchos de los que se declaran estudiosos de su obra, de origen humildísimo y amante de la genuina libertad por la que ofrendó la vida, el pensamiento democrático de Martí ha sido enlodado por la política y el enorme poder de los Castro y debe ser rescatado en su esencia exacta y puesto a disposición de las nuevas generaciones como parte de nuestra herencia cultural que no es propiedad ni de un grupo político, ni de un grupo social determinado, ni de nadie en exclusivo, sino patrimonio de todos los cubanos, tanto de los de adentro, como de los de afuera de la Isla.