A más de un año de las elecciones del 2016 entender lo que está sucediendo
con Donald Trump es fácil porque en gran medida es un reflejo de la propia
situación del Partido Republicano. En una larga campaña por venir para los
contendientes de dicho partido -17 en total- el magnate de la construcción, los
campos de golf y los casinos, es un candidato único y sin llegar a ser ideal,
representa una opción afín con el “tempo”
en contexto. Nadie puede negar que su proyección se aviene con lo que en
política se define como “timing”
Desde la última campaña en que participó y en la que no mostró ni por asomo
la misma habilidad que ahora, Trump ha sabido manejarse y es obvio que quienes
le asesoran lo están haciendo muy bien. Lo primero que refleja su nueva y
agresiva estrategia es la forma en que han orientado la batalla en los medios
de comunicación y a todos los niveles, aún, internacionalmente. En una larga
carrera como la que enfrentan los precandidatos republicanos, el costo
mediático se convierte en preocupación cuesta arriba; para Trump, ello no es un
problema –tiene suficiente dinero- y está consiguiendo acaparar la atención. No
hay un solo día en que su nombre no se mencione y su imagen aparezca por
doquier para alabarlo o demonizarlo.
Cuando se dice que Trump no es un político, algo cierto, y que ello puede
tornarse desfavorable para la imagen que proyecta, se comete un error.
Precisamente lo que le diferencia del resto de los contendientes y entre su
base de apoyo, es la figura del empresario que no ha tenido que enfrentarse,
con o sin éxito, a los avatares de la política que inevitablemente desgasta al
poner en la palestra pública a los que profesionalmente están o han estado involucrados
en ella ¿Acaso no es evidencia de ello
que el doctor Ben Carson esté subiendo en las encuestas y se encuentre ya entre
los cuatro primeros de su partido? Carson es el único capaz de compararse a
Trump en lo relacionado con su inexperiencia política, pero carece del carisma
y del “name recognition” del magnate y a pesar de ello, se ha granjeado las
simpatías de un grupo de conservadores, algo que ni siquiera otros han podido lograr
Los críticos de Trump le acusan de egocéntrico, abrupto, autosuficiente y
hasta de mal educado e indiscreto. En cierto modo es así, pero lo que ha dicho
y sigue diciendo ha calado entre los votantes republicanos y lo cierto es que aunque
lo piensen, el resto de los
pre-candidatos con alguna opción –varios, algo que también favorece a Trump- ni
se atreven, ni pueden decirlo sin dorar la píldora; entienden que para
ellos están en juego demasiados factores que valoran como fundamentales visa vi sus campañas. Hasta ahora el único que parece haber aceptado los retos verbales
de Donald Trump es Scottt Walker, pero en el juego de Trump todos son rivales
y no pretende ni quiere alianzas.
Cuando apareció situado en el centro de los contendientes en el
debate de FOX News, no dudó en levantar el brazo para dejar saber que les
declaraba la guerra y que no habría tregua: “…si no me tienen en cuenta, entonces
no dudaré en postularme como independiente…todos los que están aquí, saben que
en más de una ocasión he colaborado con ellos monetariamente…” Tal desafío
no es inédito (Perot en el 92) pero sí sugestivo para los votantes agobiados
por las querellas, las discusiones y las pretenciosas argumentaciones de los
políticos conocidos que ni están por, ni para las “catilinarias” del Senador
Cruz.
En el espectro que dentro del republicanismo se mueve desde el centro hasta
las posiciones más radicales del libertario Rand Paul o del Tea Party, Trump
representa lo novedoso con el añadido de que puede decir sin compromisos lo que
piensa; ¿bueno, malo? En su caso y hasta ahora, nadie puede negar –ni siquiera
sus contrincantes- que le ha dado resultado. Ahí están sus números sostenidos
al frente del grupo de precandidatos y tales cifras, de las que tempranamente
se ha hecho acreedor, se las proporcionan votantes que no lo van a abandonar;
sería iluso pensar que fuera de otro modo. De hecho, los demás tendrían que
estar pensando cuántos independientes que suelen inclinarse por el partido
republicano le darán el voto. Ello puede servir a Trump al observar lo que
sucederá antes de la Convención de Ohio y mientras continúe siendo un pre-candidato
de su partido.
Es cierto que los estrategas de sus contendores deberán estar a la espera de
cualquier error que Trump pueda cometer en razón de su inexperiencia en estas
lides, pero mientras ellos se enfrentan a una base fragmentada, atomizada al
máximo, la batalla de Trump deberá enfocarse en obtener el voto entre
independientes e indecisos con afiliación –que no es lo mismo. En los números
que hoy marcan una distancia de dos dígitos (24% contra 13% del más cercano)
entre Trump y sus rivales republicanos hay un escollo de por medio que aleja al
resto en medio de la estrategia que deberán poner en práctica: antes de
conseguir su influencia entre el sector de votantes potenciales y aludidos,
tendrán que encontrar la manera de deshacerse de Trump. Para mí, no está muy
claro como lo van a conseguir.
He escuchado, ya de manera redundante, que Trump habla, promete, dice cosas,
pero no explica como logrará alcanzar lo que propone. He ahí, otro error de
apreciación. Él y sus asesores han escogido el tema de la inmigración
indocumentada como el aspecto más enfático de su campaña, saben
que ha sido el talón de Aquiles de demócratas y republicanos en los últimos
años y es por ello que encausan en ese sentido la polémica. Luego se ha de ver
lo que hará con otros asuntos importantes e ineludibles -el económico y las
relaciones internacionales- ahora, la voluntad de mantener los números entre su
base de apoyo responde al argumento que puede resultar más sugerente entre sus
electores potenciales. Posiblemente su lado más débil sea el de su
inexperiencia en materia de política exterior; pero tampoco es posible concluir
que en la posición para la que postula, los previos inquilinos de la Casa
Blanca hayan sido demasiado versados al respecto.
En materia económica es otra cosa. Eso de que Trump haya logrado salir
airoso de bancarrotas en su carrera como empresario y se muestre hoy como un
tipo exitoso en el mundo de las finanzas, es también atractivo entre sus
seguidores. Sencillamente piensan que el tipo es un buen administrador y aunque
sabemos que ser presidente de los Estados Unidos es otra cosa, tal nivel de
sofistificación analítica no prevalece entre votantes y aquí la imagen, junto a
la percepción inmediata, puede ser
determinante.
Trump sabe que lo único que puede perder son unos cuantos millones de su
cuantiosa fortuna y parece no estar preocupado por ello. Además, guerra
avisada, no mata soldados; si no consigue lo que se ha propuesto al contender
de la manera sui generis en que lo
está haciendo, la carta bajo su manga –que no está oculta- es la postulación
independiente: una reedición del caso Ross Perot en el 92, con el añadido de un
agresivo e intempestivo discurso que no parece desagradarle a muchos. Lo que en aquel
entonces sucedió es historia conocida.
Trump ha puesto la “pica en Flandes” y fuertemente asido a ella se propone
alcanzar otras alturas, por el momento, su reto es contra él mismo. Veremos que
le aconsejan y si será capaz de escuchar, eso parece ser lo más caro y lo más
difícil para un individuo como él. En el terreno minado que está pisando, la
batalla por el control de los medios debe ser fundamental, sobre todo faltando
un largo camino por recorrer y los patinazos que ha dado, no han conseguido
vulnerarlo en lo que, entre disculpas mutuas, se han diluido sus efectos. De
ganarle el pleito en cortes a Univisión, algo que es probable –existe ruptura de
contrato por causas ajenas, contrapuestas y legalmente difíciles de contextuar-
entonces ya se imaginaran… De momento, ni siquiera esta cadena puede evitar el
ofrecimiento de la noticia representada en los porcentajes de su enemigo legal.
Debe ser algo difícil para ellos.
Para el momento en que se celebre la Convención Republicana en Cleveland
que dará inicio en julio 16 del próximo año y por razones que ya el propio
Trump ha decidido, seguirá siendo protagonista bajo cualquier circunstancia. Ese
es el gran problema de los republicanos y al que no parece fácil que puedan
encontrarle solución.
Nota.- Al momento de terminar este artículo, la diferencia
que separa a Trump de la potencial candidata demócrata Hillary Clinton es de
seis puntos en las encuestas para una elección nacional y con respecto a él. Mucho
menor que la que separa a Trump de sus más cercanos contendientes Scott Walker
y Jeb Bush –en ese orden- a quienes aventaja por dos dígitos. ¿Qué significa
esto? Pues que ya Trump debe empezar a preocupar a los estrategas de la Clinton,
empeñados en solventar muchos cuestionamientos en contra de la demócrata –he aquí, de
nuevo, el desgaste de los políticos- algo por lo que Trump no tiene que
preocuparse.
José A. Arias-Frá
Agosto 19/ 2015