Sunday, January 29, 2012

A PROPÓSITO DE "PATRIA AMADA" Y DE SU AUTOR: EUSEBIO LEAL.

Por esa preocupación de leer y estudiar que siempre he tenido y que en ocasiones pasa de ser hábito y se convierte en acuciante necesidad, me siento motivado para tratar de entender lo que se oculta detrás de las palabras. En su interrelación queda expresado el pensamiento, el conocimiento, la verdad y la razón, no pocas veces también la pasión. Pero el que habla y escribe siempre se expone al riesgo de las interpretaciones y cuando se argumenta en apoyo de una ideología la tendencia más evidente es la de utilizar el valor relativo de las palabras a fin de crear conceptos –sobre todo en el contexto de las ciencias sociales- y en cuyo caso se propende con frecuencia a una apología de la justificación.
“Más allá de esa noble aspiración, está otra que es la del respeto al prójimo: un ideal sustentado en el amor a la libertad y en el papel regenerador y profético de la cultura, que constituye un genuino enunciado de paz y concordia entre los seres humanos” (1)
“Entendida de lo material a lo intangible, la cultura, tantas veces proclamada como general e integral, sitúa al ser humano como sujeto; hace resplandecer su dignidad como criatura y le otorga la certeza de que hay valores superiores en el espíritu.
“Ella hace que el hombre acate el orden social o que, cuando éste es soslayado, se rebele contra lo brutal e injusto en aras de una ilimitada inspiración que le lleva a aspirar a lo mejor, a lo más elevado, a lo ideal, al gozo pleno de su libertad…” (2)
Se me hace muy difícil entender que quien pronuncie estas palabras pueda ser la misma persona que, refiriéndose a la cubanía, piense y se exprese de este modo:
“El otro día fuimos a Birán. Y llegamos pasando todos aquellos campos y también por el pequeño pueblo de Banes. A propósito, alguien señaló que cerca estaba la casita donde había nacido Batista, pues resulta ser que el tirano vino al mundo en un pesebre.
“Fue el único de los presidentes no libertadores que pudo exhibir una foto descalzo y otra como retranquero de ferrocarril. Aquel a quien la vanidad perdió desde muy joven y que le respondiera a Jorge Mañach que no era el jefe del ejército, sino su líder. Precisamente, el servidor más fiel y más importante que tuvo el imperio…
“Y de pronto. Atravesando aquella comarca, entramos en otra, en medio de un valle que otrora fue el más cultivado vergel. Allí se nos explicó que, hasta donde alcanzaban los ojos y se extendían los ya vencidos cañaverales, un hombre, un inmigrante, ex soldado español de la guerra de Cuba, había ido comprando –metro a metro- aquella tierra y, sin saberlo, la había convertido en la frontera frente a la geografía de los grandes latifundios norteamericanos.
“En aquella masa verde de más de 800 caballerías, plantó los cedros, a cuya sombra levantó las casas que formaron el precioso e idílico batey. Entonces, se repetiría una historia, la de Marx, la de Céspedes, que es también la de Fidel y la de Raúl.
“Lo importante no es dónde se nace sino como se piensa. Lo importante no es lo que se dice, sino como se vive. Lo importante es vivir” (3)
Según he dicho antes, la acción de denostar no puede ser el camino de la interpretación ni del convencimiento. En el caso aludido y donde en efecto el ponente es la misma persona, la crítica a priori no puede ser un argumento válido. Este hombre, poseedor de una amplia cultura y cuyo esfuerzo encaminado a la justa preservación del patrimonio histórico nacional, aún en un medio que ha podido resultarle hostil y del que entre líneas da fe, debe merecer reconocimiento. La función que asume desde 1967 como historiador de la ciudad de La Habana y en sustitución de Emilio Roig de Leuchsenring, la ha desempeñado con entrega y tesón propios del historiador y humanista que vive en él. Parece, sin embargo, que el precio de su pasión ha torcido su voluntad en apoyo manifiesto de algo que no se compagina ni con su visión filosófica, ni con su religiosidad concomitante y práctica que no oculta. He ahí la razón de su ambivalencia. Eco de mi valoración, fueron las opiniones expresadas sobre el Dr. Leal, por el insigne y ya fallecido arquitecto Nicolás Castellanos, a quien escuché personalmente referirse a él con loas sobre su trabajo profesional.
“Nuestra acción recuperadora tiene como protagonista principal al ser humano, pues, en la medida en que se garantiza su desarrollo y el ejercicio pleno de su libertad, veremos florecer la cultura que señala la existencia verdadera e indiscutible de un pueblo y de una nación” (4)
“…Siempre he creído que debemos prepararnos para una relación intensa con los que han de venir de cualquier parte del mundo, sin el más mínimo temor. Es más, diría que el proyecto del turismo estará automáticamente fracasado sino acepta como posibilidad real, como medio para alcanzarlo, una relación directa que nos permita conocer al otro y salir de esa especie de caja de cristal que la insularidad supone y hace que todos vivamos atisbando que hay más allá del inmenso mar” (5)
Y, después de entender la propuesta me pregunto: ¿Es realmente la insularidad la causa de que los cubanos vivan como en caja de cristal?, ¿Quién o quienes se han encargado de “encerrarlos”?, ¿No sería lógico preguntarse por qué en otros casos de común condición el mar no se erige, como insalvable foso, en barrera infranqueable? Hay un “compañero” del Dr. Leal, y que milita con él dentro de las mismas instancias políticas, que hilvanó una risible respuesta al responder a un joven, de esos pretendidos “hombres nuevos” que la revolución ha creado, argumentando la tesis de una especie de apocalipsis aéreo si; quienes, y como recomienda Leal, tuvieran la opción de abandonar “La caja de cristal que la insularidad supone”
“La Isla lo transforma y lo cambia todo: la arquitectura, las personas, el acento, las comidas, los hábitos del vestir…Hay una manera cubana, un ser cubano, una cultura cubana y, en el pensamiento revolucionario y político, los cubanos hicieron para Cuba un diseño propio, desde los días en que el obispo Santiago José de Hechevarría y Elguezua organizara el funcionamiento del seminario de San Carlos y San Ambrosio, reeditando el reglamento de la nueva institución y preocupándose-además- porque se dieran facilidades a los profesores para preparar el elenco de sus asignaturas” (6)
Como escribe, con razón, el Dr. Leal; el verdadero historiador está obligado a “entrar en la época que describe”, pero me atrevería a recordar que siguiendo esta misma pauta no es factible crear hiatos para soslayar lo inconveniente. Desde los comienzos del período revolucionario y hasta 1980, año en que salí de mi país, se produjeron en Cuba dos procesos de depuración –fue éste el término que encabezó las directrices- en el nivel de educación universitaria: el primero en los tempranos 60, el otro 20 años después en los 80. El objetivo evidentemente no era el ejercicio de la libre cátedra por parte de los profesores y menos la tolerancia y el respeto con relación a los estudiantes, asi como de sus posibles criterios. Yo era docente universitario y puedo dar fe de lo que viví. Bajo una elemental condición de respeto a la libertad de criterio, la compulsión al ejercicio de una hipócrita, falsa y tendenciosa opinión, so pena de ser “depurado” no significa “dar facilidades a los profesores para preparar el elenco de sus asignaturas”; de manera que teniendo en cuenta el período de dos siglos que media entre el hecho histórico citado y los procesos de marras que refiero, el ejercicio de la libre cátedra retrocedió dos siglos; con el único propósito, aún vigente, de coartar la libertad, someterla a criterios pre establecidos y fortalecer la ideología, que como bien la definió Octavio Paz, no es otra cosa que una especié de “corsé” del pensamiento.
“Definimos nuestro proyecto como una defensa de la utopía. Creemos en la utopía, pero sino tuviéramos una base económica, nuestra utopía se convertiría en una fantasía, y andaríamos errantes por los distintos congresos del patrimonio y del turismo en el mundo, llorando porque en nuestro centro arqueológico todo el dinero se lo lleva el Estado central, como vi hace unos días en unas famosas excavaciones latinoamericanas. Maravillosas, pero todo lo que se recibe allí –no se cuántos millones- se lo llevan y después les dan una limosna. Allí mismo le pregunté a un arqueólogo: Y usted, ¿Por qué trabaja aquí? Y me respondió con la palabra clave: Por amor” (7)
Creo que no necesariamente semejante respuesta debe ser entendida como muestra del desinterés del estado –que el Dr. Leal denomina “central”- y que fuera de los pocos países que aún enarbolan y defienden la condición de socialistas marxistas, en ningún caso resulta más centralizado. Nadie desconoce el arquetipo funcional de los estados totalitarios de corte comunista, en donde la centralización no encuentra competencia ni en los casos de los estados que han sido o son gobernados por tiranos de cualquier signo político. Tan conocedor de la historia de nuestros países, a veces parece olvidar el Dr. Leal, el notabilísimo grado de conservación de los principales tesoros arqueológicos pre colombinos, inclusive tratándose de países que no cuentan con grandes recursos como Guatemala o Belice. Obra aparte la de otras naciones como Colombia, Méjico y Perú donde el amor al trabajo es, desde el punto de vista histórico, una tradición que el estado respeta y de la cual se enorgullece. Probablemente muchos de los profesionales cubanos que trabajan y se han desempeñado bajo la dirección del Dr. Leal, también lo hagan por amor; sobre todo sin tener en cuenta que allí, donde el estado todo lo controla, la remuneración no importa tanto; en fin de cuentas Leal siempre será su jefe y el Estado que él representa, su único empleador.
“Siempre he pensado cuanto pudo haber influido, antes de 1868, la admiración que suscitaba esa nación vecina que, aunando a sus trece colonias, había proclamado su independencia el 4 de julio de 1776.
“Para muchos cubanos de entonces, poniéndonos en su piel y en su conciencia, Estados Unidos debió ser como fue, en un tiempo para nosotros, la poderosa Unión Soviética. Sólo veíamos sus cualidades y nadie veía sus defectos” (8)
Es un hecho conocido, el de la historia del nacimiento de las relaciones entre Cuba y la desaparecida Unión Soviética; pero en política y sobre todo en economía hay un argumento que nunca resulta descartable: el de la geopolítica. En medio de la guerra fría las dos principales potencias contendientes se manejaban en los términos de conceder una enorme importancia estratégica a crear esferas de influencia cercanas territorialmente la una de la otra. Estados Unidos a través de la OTAN en Europa y con respecto a la Unión Soviética y ésta última con la posición de avanzada en esa misma área a la que bien se refiere el Dr. Leal como “Mediterráneo Americano”y que el castrismo le sirvió en bandeja de plata. Hacer historia  de ideas que si bien existieron, nunca fueron posibles, ni viables, ni siquiera predominantes como se ha tratado de hacer creer, como en el caso de la anexión directa a los Estados Unidos; representa desconocer actitudes verdaderamente laudatorias como la de Juan Gualberto Gómez, amigo de Martí, organizador junto a éste de la Guerra de Independencia y brillante ponente en la Constituyente de 1901 en contra de la Enmienda Platt. No existe aquí lo que aparentemente pudiera parecer una contradicción: los cubanos nunca aceptaron la Enmienda que al final quedó abolida en 1934.
La historia de la nación cubana no puede escribirse sin aludir a la presencia del vecino norteño, razones geopolíticas así lo determinan y todos los historiadores clásicos le han concedido importancia a esa relación. Ramiro Guerra, José Antonio Portuondo, Herminio Portel Vilá, Fernando Portuondo, Leví Marrero, Manuel Moreno Fraginals, José Luciano Franco Ferrán, Octavio Costa; y otras notables figuras que, sin ser historiadores de oficio, han contribuido al conocimiento del quehacer nacional como en los casos de Manuel Márquez Sterling, José  Vasconcelos, Manuel Bisbé, Jorge Mañach, Gastón Baquero y el doctor Luis Felipe LeRoy y Gálvez, químico de profesión y autor de la magnífica obra sobre el alevoso asesinato de los estudiantes de medicina en 1871, publicada en Cuba bajo el título de “27 de Noviembre de 1871: A Cien Años del Fusilamiento de los Estudiantes”
Ante semejante embate investigativo generado por la mínima nómina referida de nombres cuya autoridad nadie osa discutir; ¿Dónde quedaría la intrascendente muestra de la relación soviético-cubana pre revolucionaria? A excepción de algunos nombres como los de Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez y Raúl Roa García, en cuyos casos su filiación marxista era ya conocida antes de enero de 1959; y poseedores de una concomitante bibliografía, casi todo lo demás es historia vinculada a figuras representativas del anarquismo y el anarco sindicalismo que prosperó a finales del siglo XIX y principios del XX  por intermedio de figuras como Diego Vicente Tejera, Carlos Baliño y Julio Antonio Mella. Para crear una relación forzada con el bolchevismo leninista y la revolución de 1917 y en una vinculación con la historia nacional traída de los pelos, otros historiadores de partido, han tenido a su cargo la encomienda: Julio LeRiverand Bruzón, Erasmo Dumpierre y el historiador-militar Jorge Ibarra se cuentan entre los más conocidos. Ahí está el testimonio de la obra en cada caso, los interesados pueden hacer su propio juicio.
“Una vez en casa del Canciller de la Dignidad, el doctor Raúl Roa, a quien recuerdo con tanto cariño y gratitud, un grupo le preguntó qué quería decir cuando expresaba estamos concordes. A lo cual Roa les contestó: Mostramos que estamos de acuerdo levantando la mano; pero estar concordes quiere decir estar con los corazones
“¿Están concordes con lo que se está planteando?, inquiría en la Asamblea. Porque no solamente se trata de estar con la conciencia; hay que estar con el corazón, ese receptáculo glorioso –y gozoso- donde se depositan los sentimientos del hombre y; en primer lugar los del amor. Mientras el cerebro se vincula con la razón, el cálculo, la idea…” (9)
El Dr. Leal es miembro de la Asamblea Nacional del Poder Popular, donde los records de votación parecen indicar que no suele votarse ni con el cerebro, ni con el corazón. El Dr. Roa, que fue vicepresidente de la Asamblea hasta su muerte y mientras ocupaba la presidencia Blas Roca Calderío, no puede haberse desentendido de sus propias elucubraciones y aceptar la unanimidad como algo posible en medio de un proceso determinado por una política unipartidista pre establecida; hasta hoy es así y le recuerdo a mis lectores la simpática visión del actual presidente, Ricardo Alarcón de Quesada, cuando cruzado de brazos escuchaba a Fidel Castro, a solo unos pasos delante de él y, cuando éste, argumentando en su discurso, mencionó la frase “no podemos permanecer cruzados de brazos…”; mirando hacia ambos lados de soslayo, descruzó los brazos y con un aparente rictus de nerviosismo en su rostro casi adopta la tradicional posición de atención. ¿Puede haber, del presidente hacia abajo, y en este cónclave, alguien dispuesto a ser “concorde” y dejar de estar “de acuerdo”? La respuesta no es asunto mío, la dejo a consideración, aunque más bien se hace evidente que el cálculo se impone.
“Algunos equivocados han pretendido buscar las razones para el levantamiento de Céspedes en La Demajagua en su origen burgués, o en el que sus negocios estaban quebrados. Se equivocan por completo los que consideran que el origen de clases –sólo y absoluto- es el que determina la filiación política de los hombres. No, pues la verdadera evolución, la que sorprende y conmueve, es la de las conciencias humanas” (10)
Nos trata de explicar el Dr. Leal que en medio de la virulenta represión colonial que antecede al comienzo de la Guerra Grande en 1868, no fueron solo y enfáticamente los factores vinculados a la teoría de la lucha de clases, con la consabida y marcada influencia del factor económico, los que motivaron a Céspedes para iniciar la lucha. Estoy completamente en acuerdo, pero a la vez recuerdo el énfasis obligado en adecuar la teoría de las condiciones objetivas y subjetivas para explicar el fenómeno revolucionario, aún desde los tiempos del presbítero Félix Varela y Morales, de cuya obra se hacía una selectiva muestra para fundamentar su pensamiento independentista. Frente a otras tendencias que debían ser explicadas en el crisol de la interpretación marxista de la historia y, en los tiempos de las más férrea intolerancia religiosa, era nulo el resultado para tratar de escrutar la fe católica en el pensamiento del padre Varela. Aún recuerdo la inclusión en cualquier bibliografía recomendada a los estudiantes por entonces, de un ensayo de Carlos Rafael Rodríguez sobre José Martí y el marxismo y, en mi memoria, es muy difícil cotejar la impronta del universalismo de Martí y de su amplio pensar, con ideas tan ajenas y solo de soslayo aludidas por él.
“Esta mañana llegamos a una obra en construcción, donde íbamos a filmar un programa televisivo, y vimos venir ingenuamente a un muchacho con una bandera norteamericana puesta en el pecho. La realizadora le pidió que se quitara de atrás porque no podía aparecer en la televisión con esa camiseta.
“Yo detuve el trabajo, fui hacia él y le expliqué que no era un problema de la televisión. Porque; en realidad –le dije- a mi no me interesa que haya banderas norteamericanas en ese tipo de ropa, lo que realmente me produce angustia es que existan personas que se las coloquen en sus pechos y cabezas. Y entonces choqué contra un problema cultural: su desconocimiento profundo de la historia, de las esencias…” (11)
Pues bien, tengo la posibilidad de contar una historia parecida, aunque no fuera parte de un programa en filmación y, como tantas otras, inadvertidas y sin trascendencia. Andaba por Islas Mujeres, Méjico, buscando un restaurante para almorzar, cuando desde un zaguán me abordó un joven y me extendió el menú impreso en un volante del restaurante para el que trabajaba; tenía puesta una camiseta con una imagen del Che, seguro de que no era cubano, le pregunté por qué la usaba y si me podía explicar de quien se trataba; sorprendido me dijo que creía que era “un revolucionario cubano y que sus amigos y él la usaban porque estaba de moda”. Ahora que leo la experiencia del Dr. Leal entiendo que lo que yo sentí, también puede definirse como “un problema cultural, atizado por un profundo desconocimiento de la historia y de las esencias…” Acepté su respuesta; pueril, vacua; pensando que sería similar a la de muchos en semejantes condiciones y terminé disfrutando de un agradable almuerzo en aquel restaurante.
Concluyo con una cita hecha por el Dr. Leal en su “Elogio a Eduardo Torres Cuevas” y en la que alude a José de la Luz y Caballero; donde el insigne maestro y patriarca de nuestro pensamiento decimonónico afirma: “Todas las escuelas y ninguna escuela, he ahí la escuela”, respetuosamente discrepo del Dr. Leal, cuando seguidamente agrega la que, en mi criterio, me parece una afirmación ininteligible y  enmarcada en los cánones del totalitarismo se diluye en su significado al afirmar: “…lo cual se corresponde mucho con el sentir cubano” (12). La referencia queda inconclusa sino se hace la salvedad de que ello sólo es posible en condiciones de plena y absoluta libertad. La cita de Luz y Caballero, se explica por sí sola y no es connivente con la realidad del contexto político en que queda mencionada. Una vez más;  parece ser contraria a cualquier afán ideológico.
Después de haber leído y estudiado, realizado acotaciones, seleccionado las citas y, consecuentemente, ordenar mi pensamiento y el material seleccionado; se me hace imprescindible incluir aquí lo que pienso sobre el autor de “Patria Amada”, y que ya había apuntado en el anverso de una página en blanco de su referido texto.
Eusebio Leal: Hombre que se refugia en su mundo interior conformado entre le enjundia sin límite de su pensamiento y la pasión de su espíritu, sin poder encontrar una coherente relación con el ambiente político que le rodea a pesar de defenderlo. Puedo, quizás, entender al hombre; lo que se me hace imposible es disculpar al ser humano que se expresa en los términos de un patriotismo ambivalente.
José A. Arias.
Citas.-
  (1).- Leal Spengler, Eusebio: “Patrimonio y diversidad”.-En: Patria Amada. Pag. 90
  (2).- Leal Spengler, Eusebio: “A Delio Carrera”.-Ob.Cit. Pag. 147
  (3).-Leal Spengler, Eusebio: “Sobre la cubanía”.-Ob. Cit. Pp. 27-28.
  (4).-Leal Spengler, Eusebio: “Para no olvidar”.-Ob. Cit. Pag. 98.
  (5).-Leal Spengler, Eusebio: “En manos de la cultura”.-Ob Cit. Pag. 114.
  (6).-Leal Spengler, Eusebio: “Elogio a Eduardo Torres Cuevas”.-Pag. 150.
  (7).-Leal Spengler, Eusebio: “En manos de la cultura”.-Ob. Cit. Pag. 118.
  (8).-Leal Spengler, Eusebio: “Sobre la cubanía”.-Ob Cit. Pp. 21-22.
  (9).-Leal Spengler, Eusebio: “Sobre la cubanía”.-Ob. Cit. Pag. 23.
(10).-Leal Spengler, Eusebio: “Sobre la cubanía”.-Ob. Cit. Pag. 27.
(11).-Leal Spengler, Eusebio: “Sobre la cubanía”.-Ob. Cit. Pag. 23.
(12).-Leal Spengler, Eusebio: “Elogio a Eduardo Torres Cuevas”.-Ob. Cit. Pag. 150

Todas las citas perternecen a:
Leal Spengler,Eusebio.-Patria Amada. Ediciones Boloña, colección Opus Habana. Artículos, discursos y presentaciones glozadas por: Argel Calcines, Editor. La Habana, 2005.



   





Friday, January 20, 2012

EN CUBA: DONDE LA NOTICIA SIEMPRE SUELE SER MALA.

Ocasionalmente el agitado mundo en que vivimos nos trae alguna que otra buena nueva; la norma, a contrapelo, es lo contrario; las malas noticias siempre sobran y algunas, inclusive, satisfacen la sedicia de quien las espera para alimentar alguna especie de malsano regodeo espiritual. Algunos anticipadamente huyen de las imágenes televisivas que son programadas para compulsar, junto al “rating” la curiosidad del televidente y que conjuntamente con la supersónica velocidad del internet, a través de los numerosos portales informáticos, permiten que se sepa todo: lo bueno y lo malo.
Lo que para mí no deja de ser curioso es que existan lugares que por excelencia son como una especie de redil permanente y original de la noticia infeliz y desalentadora, esa que con simpleza definen como mala. Habría que tratar de entender bajo qué condiciones algunos lugares, personas y en consecuencia, las circunstancias que las rodean nunca pueden constituirse o ser protagonistas de una  buena noticia. Evidentemente en todos esos casos las razones siempre suelen coincidir en esos predios enajenantemente mediáticos en donde nunca sucede nada bueno.
Pudiéramos tratar de recordar algún asidero para la eufemística imagen en cámara lenta, de un grupo de niños que corren -llevar a cabo semejante acción mistificando su tiempo real, es siempre sugestivo y hasta artístico- hacia la conquista de su futuro enlazada con un inalcanzable porvenir eternamente anclado en los cánones de la proposición. La elemental y para algunos cotidiana refrenda revisoría se convierte en esfuerzo improbable: de Cuba nunca salen buenas noticias y a veces las mejores pueden ser, y han sido, la de un grupo de balseros que coronó su riesgo sentados sobre un ríspido peñón oficialmente integrado a la geografía de Estados Unidos, en cuyo caso ni siquiera el testimonio gráfico es nacional; sólo las penosas razones de una migración sin precedentes.
Y si por intermedio de un esfuerzo tremendo y que quizás lo vivido me permite llevar a cabo, trato de recordar algo bueno en más de medio siglo; ni los protagonistas de la gran falacia semi secular, cuyas aptitudes histriónicas nunca fueron sobresalientes y que con el tiempo sufren un evidente deterioro, pueden aportar elemento alguno de felicidad; nunca han dejado de ser los agoreros del terror.  Curiosa y enrevesada mentalidad la de los que ven en la involución, materializada en la pobreza y la desesperanza, una coincidencia con el contento y la motivación, la alegría y el futuro. Allí solo pervive el germen de las malas nuevas y me asombra y me produce repugnancia la prosapia intelectual y la imaginación literaria de los acomplejados defensores de la insania.
Lo peor es que el horrible colofón de la mediocridad noticiosa a que la realidad obliga, siempre coincide con la muerte. Muertes, no se sabe exactamente cuantas, han habido demasiadas y quizás lo único nuevo, sea que ahora es imposible ocultarlas; eso hace más evidente y criticable la desfachatada actitud de los verdugos que en empírica comunión con el gobierno no suelen avergonzarse de sus crímenes y aún, habría que decirlo, su proceder es una especie de advertencia pre-luctuosa a lo que ellos mismos y sin rubor llaman una actitud pre-delictiva.
En Cuba y por decreto, nadie puede ser bueno si no es esencial y humanamente malo y todo el que discrepa, disiente o se rebela está condenado de antemano a convertirse en el protagonista de una mala noticia y formar parte de una lista de procaces y diabólicos ciudadanos que no hacen honor a su gentilicio y en consecuencia no lo merecen. Es obvio que los que propalan la historia se olvidan del verdadero significado de la maldad que está en el origen de quienes ejecutan las órdenes atrincherados en intereses malsanos. Es triste pensar que los hacedores del caos hayan sido capaces de generar este peculiar galimatías de la propaganda que siempre termina incrustando involuntariamente en nuestra mente otra mala nueva que recrudece e incrementa nuestra infelicidad nacional: la de la muerte injusta e innecesaria de un compatriota. Descanse en paz Wilman Villar.
José A. Arias


Saturday, January 14, 2012

LOS VOTOS SON NUESTROS, LAS BOTAS SON DE ELLOS.

En medio de los quehaceres ineludibles del día a día, escuché en la radio a un periodista ecuatoriano decir algunas cosas que me parecieron interesantes. Interrogado por su interlocutor sobre la presencia de Ahmadineyad en su país y a cerca del visceral antiimperialismo a destiempo de algunos gobernantes en países latinoamericanos y específicamente contra los Estados Unidos, el entrevistado expresó: “la supuesta raíz del antinorteamericanismo (cito) me parece tan infundada como querer culpar a España hoy por haber sido nuestra metrópoli por casi cuatro siglos, o pensar que los alemanes y los japoneses tendrían que enemistarse con los norteamericanos por el hecho de haber sido derrotados por ellos en la II Guerra Mundial”
Mucho se ha insistido y se insiste, en virtud de una necedad malsana, en que hay culpas por pagar y que como un delito que no prescribe, el cacareado y supuesto acto de saqueo de las riquezas de los territorios latinoamericanos debe constituir una mácula permanente en las relaciones de nuestros países con el “insaciable” vecino del norte. Quiérase o no, este es el esquema elemental y absurdo que ha sido alentado y predomina en el trasunto mental de nuestros pueblos y de algunos gobernantes que suelen elegir. La propaganda ha reforzado la idea y aunque otros motivos la desmientan y en algunos casos la descarten, siempre está a la mano como excusa para encontrar las manchas en el sol.
Es en el último estadío del ejercicio democrático donde se evidencia el error. El título de este trabajo –atribuible por demás al periodista de marras y que extraje de su conversación- es la evidencia “in extremis” de una superposición del recurso en virtud de justificar el método: las urnas terminan convirtiéndose en el medio desde el que se imponen, por medio de los votos, las botas. Luego ante una apabullante realidad sentada en las bayonetas y refugiada en los cuarteles muchos se preguntan ¿qué hacer?  y cómo ha sido posible llegar tan lejos.
En el contexto de circunstancias históricas que hoy nada tienen que ver con el inmovilismo manifiesto de sus alentadores, el auge revolucionario en América Latina, sirvió para tender una cortina de humo ante la verdadera realidad. Las revoluciones y sus protagonistas, los revolucionarios, nunca suelen ser reconocidos como golpistas, camorreros o narcotraficantes y en esencia culpables de execrables delitos que les son perfectamente imputables y comprobables.
La Historia en sí puede probar los hechos; pero lo que me interesa es evidenciar las minúsculas dimensiones argumentales con las que, como hoja de parra, estos revolucionarios devenidos en políticos, justifican su impúdica gestión. El asunto es conseguir el poder, después ya se verá y, para ello, hay que convencer a las masas –semiótico concepto aludido y que representa una amalgama ideologizada, clientelista y carente de criterio- de que sean capaces de respaldarle con su voto. En el desenvolvimiento de esa estrategia se concentra el esfuerzo, tácticamente el poder totalitario aparecerá como una garantía tangible en el futuro.
Si pensamos en los casos de Venezuela, Bolivia, Ecuador  y la actual  Nicaragua –no así en el de Cuba, matriz del problema, pero con diferente origen- hay un argumento común como antecedente de las actuales circunstancias: el deterioro de las relaciones políticas entre los partidos y sus representantes así como la inclusión en las decisiones emanadas del poder del favoritismo y la corrupción, tendieron a generar un aleatorio y particular estado de opinión que siempre va a resultar pasto reverdecido para los “adustos y justicieros revolucionarios” que medran a la sombra siempre dispuestos a llevar a cabo sus propósitos. Los verdugos de la democracia se abanderan entonces con la demagogia y se atribuyen una popularidad discutible en cada caso, que tiende a ignorar la realidad y a engrandecer virtudes intangibles e improbables entre guerrilleros y otros agitadores de oficio.
Dentro de la nueva estrategia de la izquierda radical y revolucionaria aparece entonces la posibilidad de utilizar el mecanismo democrático por excelencia: la vía electoral; y por intermedio de las urnas y un supuesto apego a las demandas del constitucionalismo, hacerse con el poder y constituirse en gobierno. Es a partir de ese momento que comienza a revertirse el propósito supuestamente democrático  e “ipso facto” la democracia tradicionalmente conocida y confiable, siempre superable en su esencia, se trastoca en prolegómeno burgués, capitalista y antipopular; atribuible en su ejercicio a la oligarquía complementada mediante sus consabidos apellidos de ocasión y aliada a los sempiternos y seculares designios imperialistas, lo cual se convierte en razón por demás, capaz  de justificar cualquier acción para validar la eterna magnitud de la “democracia revolucionaria”
A resultas de lo anterior nuestros revolucionarios siempre se han caracterizado por ser muy buenos defensores de sus demandas cuando forman parte de la oposición, pero suelen ser soberbios y contumaces antagonistas de cualquier criterio que oficialmente y dentro de los mismos parámetros constitucionales pueda competir con su jerarquía o contrapesar su mandato. Lo anterior evidencia y denuncia “per sé” el carácter espurio de las reformas constitucionales tendientes a subvertir, cambiar o eliminar lo que ha sido una norma jurídica secular que ha servido de patrón al ejercicio del gobierno: el apego y respeto irrestricto al orden constitucional. Las ínfulas constitucionales de los revolucionarios son una especie de reglamento para el ejercicio del poder verticalmente concebido y piramidalmente engendrado y desde ese punto de vista la separación de poderes, una entelequia deleznable.
Es en ese momento de su infausta, aunque real existencia política, que el carácter mesiánico que se auto atribuyen los “líderes” revolucionarios los hace verse a sí mismos como únicos, capaces de conocerlo todo, resolver cualquier problema y extirpar los vicios de una sociedad a la que alegan defender y a la que en realidad avasallan. El patrón de comportamiento siempre será el mismo, y si para los marxistas, sobre todo los ortodoxos, los errores de los comuneros de Paris en 1871 no habrían de ser repetibles; tampoco deberán serlo para los impredecibles magos de la política contemporánea dispuestos a apartar del camino y/o sacar del juego todo cuanto estorbe y contravenga  sus propósitos.
Es improbable, aun en los momentos de mayor auge revolucionario la unanimidad y esta a su vez marcha de la mano del terror o la prebenda; nadie juiciosamente y en consecuencia puede afirmar que la presencia de gobernantes, amén de llegar al poder por la vía electoral, cuenta con un respaldo unánime de la población sobre la que ejercen su mandato y la única, pero falaz manera de condonar esta imagen es la eliminación de la autonomía de los poderes  que puedan compensar la acción del ejecutivo (jurídico y legislativo); y es precisamente esa la variable que se sigue en cada ocasión sin excepciones ni limitaciones.
Los gobernantes revolucionarios, convertidos ya en hacedores y representantes de una supuesta y discutible voluntad popular afianzan su poder en la falta de competencia que como norma siempre se da exclusivamente dentro del concepto de “democracia revolucionaria” A veces se llega al extremo de expresar lo que, más que un disparate, constituye una afrenta a la inteligencia, afirmando que en países como Corea del Norte o Cuba la democracia es verdadera y total porque es ejercida por el pueblo y en consecuencia es unánime y mayoritaria, quedando como única opción para los que no forman parte de esa “aplastante mayoría” el exilio o la cárcel,  que en ambos casos convierte a los integrantes del pequeño “grupúsculo”  en entes deleznables. Nada de esto es nuevo, pero lo que concita mi cuestionamiento es tratar de encontrar respuesta a una pregunta que parece elemental: ¿Acaso no es soberbiamente soez ante los ojos de sus propios electores y conciudadanos la actitud de estos revolucionarios que defienden tan amañado y peculiar concepto de democracia?
En la mayoría de los casos estos tiranos de izquierda –es eso lo que realmente son- ex militares golpistas, ex funcionarios y malhadados burócratas de sombría reputación, ex sindicalistas encaramados en la justeza de las demandas de algún atropellado gremio que alegaban defender y del que nunca fueron parte; constituyen la personificación de la peculiar categoría que agrupa a los revolucionarios comunistas bajo la difusa denominación de “cuadros políticos” Si nos atenemos a la historia y el expediente personal en cada caso, el origen siempre es el mismo y el prontuario una cátedra en materia de desestabilización social.
A través de lo expuesto y por intermedio de evidencias que parecen irrefutables es posible colegir que los gobiernos revolucionarios a este punto, enfrentan la disyuntiva de justificar la eternidad de su mandato y a partir de las “indispensables transformaciones constitucionales”, lograr su perpetuidad. El desconocimiento, el irrespeto por intermedio de la diatriba y una tendenciosa propaganda desde medios bajo control, minimizan la acción opositora para crear las condiciones que en medio de una total desventaja harán muy difícil el trabajo de ésta, a la vez que se refuerza la posibilidad de reelegir a un tirano que se perpetúa usando las urnas, las que en última instancia y en no pocos casos, son violentadas y vulneradas por el fraude mas sofisticado cuando el fin hace necesario que se justifique el medio.
No se trata de acusar festinadamente a los ejecutores de semejante proceder. Se lo que significa enfrentarse a sus designios; en materia de acusaciones y descrédito siempre hay un arsenal a su disposición  pero me parece, no obstante, que sus actos y procedimientos constituyen el ataque más directo y demoledor ejecutable contra la democracia verdadera. Al final del camino, y no por casualidad, los cuarteles se convierten en el refugio más seguro de los revolucionarios: frente a la desnudez política entronizada por los caudillos revolucionarios entre sus “electores” y la concomitante y paulatina indefensión que van consiguiendo, el respaldo de las bayonetas aparece como una fiable e infalible garantía de la perpetuidad. De tal suerte los votos se habrán trocado en una alternativa para que las botas se impongan y hagan su parte.
José A. Arias.
  


Friday, January 6, 2012

UN NUEVO AÑO Y EL TIEMPO QUE NOS CONSUME.

Probablemente sea muy difícil entender las razones de la durabilidad de un proceso que como el cubano se inserta en la historia reciente como una especie de antología del error, específicamente en la América de habla castellana, y a pesar de que sus influencias han tenido la pretensión de ser universales. Dejando a un lado la hipocresía, unos lo reconocen y otros callan por pudor o simple y banal idolatría. Los demás, vociferantes, no tienen remedio y se me hacen definitivamente descartables.
En lo que algunos, un tanto conservadoramente, llaman la madurez y otros acercándose mucho más a la realidad califican de “etapa final” sólo parece lúcido decir que algo tan importante como el tiempo, al cual la lógica obliga a definir como condición básica de la mejoría; ha sido en el caso cubano la antítesis de tan elemental conclusión. En los ejemplos que pudieran citarse y en los que  el tiempo se convierte en testigo de un desastre, siempre se hace tangible como testimonio de la inercia, en medio de la cual los pueblos suelen sufrir de una lamentable desesperanza.
A la llegada del 2012 todos los argumentos capaces de codificarse en textos, manuales, discursos y hasta diatribas, que no pocas han existido, parecen engrosar la historia de uno de los disparates más horrendos que pudiera describirse como la crónica de un gran fracaso que no solo es demostrable pero que tampoco tiene nada salvable en tanto haya constituído una decisión emanada del poder y donde la única solución incluye  la aplicación de una perentoria fórmula de sanidad socio-política.
Escribo sin sonrojo, pero no puedo negar que mis afirmaciones están matizadas de cierta frustración. No resulta evitable sentirla, aunque tampoco desconozco que la frustración es un sentimiento que  se añeja y se purifica en el patriotismo: soy cubano y quizás, como una especie de consuelo escondido en lo más recóndito del espíritu, pueda pensar que la desconfianza y la ruptura se anidaron en la mente de muchos por más tiempo que en nuestro propio caso; aunque siempre recuerdo las palabras  de un simple pero sabio cubano –que ya no está entre nosotros- cuando le escuché decir: “…si no podemos evitar que Fidel Castro muera en su cama, temo que a los cubanos nos gobernará un cadáver”
Creo que no he sido el único que acude a las versiones sobre el deterioro basadas en los análisis comparativos pero me preocupa que algunos aun no nos resultan favorables, amén del generacional, el mas demoledor de todos; las diferencias culturales, étnicas, religiosas, raciales y todo  lo que conforma el cuerpo social de una nación, se convierten en elementos que conspiran contra las analogías basadas en patrones de comportamiento; en tanto la libertad,  intrínsecamente genérica, esta vinculada a las circunstancias en que se materializa. El factor político que dio lugar al proceso que hoy se hace revocable fue, en su momento, sui generis, sin que por ello fuera ni justificable, ni necesario; aunque hoy es además, obsoleto.
Es cierto que la discrepancia genera discusión pero a la larga los resultados de cualquier disputa, en gran medida superada, confluyen y coinciden en la imagen de un país sin futuro bajo las actuales circunstancias. Las apologías siempre incluyen una fuerte dosis de parcialización y de conclusiones irrealizables están llenas, la justificación que no es `posible, mucho menos si es basada en la mentira, se alza como la irrefutable verdad del deterioro y el fracaso. No solo los cubanos han aprendido a leer entre líneas, una buena parte del mundo también lo ha hecho y quienes no saben de qué lado está la verdad no son otra cosa que apologistas a priori, o tontos que ni siquiera son útiles.
Ya no es creíble bajo ninguna circunstancia que la longevidad de un proceso pueda atribuirse a su inherente fortaleza en tanto esté basada en una ideología superada y malsana que calcifica, deteriora y encallece el pensamiento atribuyéndole la razón provista por un contenido dogmático y ortodoxo. El conglomerado de hechos que se glosan bajo el denominativo de “proceso revolucionario” no es otra cosa que la negación más absoluta de la libertad en función del arbitrio ejercido desde el poder por quienes conforman una casta incapaz de reconocer sus limitaciones.
¿A quienes puede parecerles refutable el argumento anterior? Existen algunas posibles respuestas: a los que creen que se puede alcanzar la libertad basándose en el poder del miedo y la represión, en cuyo caso se avizora una estrechez conceptual que invalida el concepto en sí, a los demagogos que defienden sus mezquinos intereses y a los fracasados cuyo tiempo y a sabiendas ha expirado a la sombra de malas causas y que han terminado tragándose su propia conciencia y como recurso existencial decidieron venderle su alma al diablo.
Del otro lado se atisba la esperanza que no es tan intangible como muchos quieren hacer creer, ni tan imposible de materializar como otros desean. Entre el desmontaje del radicalismo ideológico y la imposibilidad del engaño, se filtra el aire y la claridad por los resquicios de las grietas inevitablemente abiertas en un proceso carcomido por el tiempo y víctima de sus propios errores y contradicciones y no es improbable que las acciones tomadas en el afán de fortalecerlo se conviertan a contrapelo en el inicio del fin. La necedad no incluye alternativas, pero entre la lógica y la biología –aunque se haga difícil aceptarlo- puede andar la solución.
Entre tanto ha comenzado otro año y en esa jerga insolente que los comunistas suelen utilizar, tendrá otro bautizo de consigna y barricada, otra pretendida estafa en la que nadie cree porque sus argumentos se han ido consumiendo en el tiempo de la sinrazón. Veremos que nos trae, lo único cierto es que ya hemos esperado demasiado.
José A. Arias.