Tuesday, April 5, 2011

AMERCIA LATINA: CRONICA DEL FRACASO.
José A. Arias
En el año 1984, y bajo el título de “América Latina: Desventuras de la Democracia” se publicó una compilación de ensayos breves -17 en total- sobre las vicisitudes de ese sistema político en nuestro continente; era ya la hora de comenzar a evaluar el largo período transcurrido entre 1960 y los primeros años de la década de los 80 en el que algunos denominaron “el continente de la esperanza”. En la grandilocuencia de la denominación hubo factores como el triunfo de la revolución castrista en Cuba, que aportaba un ingrediente novedoso al sustrato sociopolítico latinoamericano; antecedentes algo más lejanos en la cronología, serían evaluados como argumentos no descartables: la sublevación contra el gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala encabezada por Castillo Armas en 1954, el Bogotazo en Colombia y el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, sin dudas secuela del peronismo en ese país donde el justicialismo instaurado por Perón en la Argentina desde 1946 hizo valer una tendencia totalitarista muy cercana a la visión del “fascio di combatimento” de Mussolini décadas atrás.
Con semejantes vagidos el parto democrático en Hispanoamérica, habría de efectuarse en condiciones de alto riesgo para los millones de habitantes en los diferentes países del continente. Una herencia común, nada envidiable desde el punto de vista meramente histórico, debía hacer aún más difícil el alumbramiento. El factor hereditario de la vinculación a España, ex metrópoli de la gran mayoría de las repúblicas latinoamericanas y durante una buena parte del siglo XX gobernada por un caudillo de mano férrea, constituyó un elemento muy a tono con lo que la “madre patria” había dejado como herencia política a sus ex colonias del siglo XIX: la distribución de la propiedad territorial –cuasi feudal- en lo económico, y el más acendrado caudillismo en lo político.
Parece, en ocasiones, que los paréntesis temporales que suelen abrirse dejan vacíos que a la hora de ser evaluados dan la impresión de cierta falta de continuidad histórica y, aunque realmente no es así, no resulta posible emitir un criterio sin tender puentes que como hiatos, nos permitan vincular la causa y el efecto. La década de los sesenta para Latinoamérica es el resultado del vendaval desatado por la influencia ideológica de caudillos de disímiles orígenes, cuyo papel no puede ser otro que el de hacer valer su influencia y personal interpretación con respecto a las masas (eufemísticamente denominadas “sectores populares”) y cuyo sometimiento no representa otra cosa que la imposición de una minoría que se representa a sí misma como iconoclasta, frente a la imberbe magnitud intelectual de las referidas masas.
Lo anterior, a pesar de lo que se ha pretendido argumentar, constituye la tipificación más auténtica del problema. La Revolución Cubana de l959, evidencia aún vigente de un fracasado proyecto político, cuyos devaneos han rebasado los cálculos más conservadores, es además el eslabón de mayor importancia en la historicidad del proceso latinoamericano de la segunda mitad del siglo pasado y constituye un importante argumento de quienes hoy, a principios de la presente centuria; pretenden validar la ineficacia a través del ejercicio de la demagogia. Ya anteriormente había llegado a la conclusión de que la supuesta efectividad del fin puede convertir los medios en idílicos y doctrinales esfuerzos vinculados inclusive con los subjetivos y metafísicos avatares religiosos. La ortodoxia –definida casi siempre como militancia política- es siempre argumento basamental del ejercicio tiránico del poder.
La disección del fenómeno ha conducido al continente por derroteros muy diversos. Primero fueron los tiempos de la guerrilla y la lucha armada. La teoría foquista de Che Guevara, inspirada en la importación de esquemas ajenos como las campañas de Mao Tse Tung en la China pre comunista al socaire de la guerra contra el Kuomintang y Chan Kai-Schek en ese país y la manifiesta idea de Fidel Castro de “convertir la cordillera andina en la Sierra Maestra de América Latina” (sic). Esta estrategia que pasó por la estructuración de focos guerrilleros en Venezuela –dos diferentes intentos, el de fomentar el núcleo de Douglas Bravo y el desembarco de Manchurucutu durante el gobierno de R. Leoni-, el Sendero Luminoso en Perú con Abigael Guzmán, la Teología de la Liberación en su versión de lucha armada representada en la figura del cura guerrillero colombiano Camilo Torres, los intentos de Roque Dalton en El Salvador y el desatamiento de la cruenta guerra civil en ese país por parte del Farabundo Martí con un saldo de 60 000 muertos, el papel de las sempiternas FARC colombianas y su caudillo Manuel Marulanda, la guerrilla del Che en Bolivia y otros tantos esfuerzos que no dieron solución a ningún problema; conforman la espina dorsal del degenerado cuerpo continental durante los supuestos años de esplendor de la llamada lucha antiimperialista en América Latina.
Brecha aparte hubo de abrirse en otros territorios cuyas características, menos afines a la teoría del foco, mutaron hacia la versión menos clásica, aunque no menos mortífera, de la llamada guerrilla urbana: Montoneros en Uruguay, Tupamaros en Argentina, el MIR y la izquierda chilena que luego vinculada al Partido Comunista de Luis Corbalán y Volodia Teitelboin, se convirtieron en el núcleo central de la Unidad Popular que llevó a Salvador Allende a ocupar la  presidencia en ese país andino. Siempre el tratar de encontrar una explicación “sui generis” convirtiendo los argumentos en tesis antidemocráticas, no ha servido otros fines que no fueran la antítesis de lo pretendido, a un costo incalculable que rebasaba con creces cualquier posibilidad; así se hizo retroceder la historia. Sé que un planteamiento como éste puede convertir a su exponente en reo de culpabilidad conservadora y reaccionaria. Atengámonos a los resultados y entonces pudiera discutirse de qué lado está el elemento reaccionario. Solo sería cuestión de posiciones: las izquierdas también son reaccionarias y generalmente inexpugnables en la defensa, siempre a priori, de sus argumentos.
Hoy, para quienes hemos visto con cierta preocupación a nuestros países desandar estos sinuosos caminos referidos; despierta justificada preocupación lo que tenemos ante nuestra vista conformando el futuro de las izquierdas en Latinoamérica. El Socialismo del Siglo XXI, mezcla de Socialismo Marxista –doctrina totalitaria- mesianismo indigenista, demagogia populista y una supuesta dosis de democracia que no es tal, abanderan una intentona bajo las siglas ALBA – Alianza Bolivariana de Las Américas-donde nuevos personeros del “antiyanquismo”, tratan de imponerse como baluartes ideológicos de una tendencia política que siempre encuentra pasto reverdecido por estas latitudes. Por supuesto que hay razones para ello, pero la respuesta no es el atizamiento de la querella para esconder espurios propósitos personales y encontrar culpas propias en latitudes foráneas. En el marco de una relación que geopolíticamente se impone lo inteligente es conseguir una digna parte aleatoria basada en el respeto a la soberanía, sin romper lanzas contra un enemigo inexistente. Ahí está, entre otros, el caso de Costa Rica, excepción en Centro América, que está muy lejos de ser un argumento para la crítica  y mucho más cerca de ser uno ejemplar. Desgraciadamente la tendencia es la de  ver del Sol las manchas y no su luz. El argumento para la tesis del atrincheramiento siempre estará dotado de una fuerte dosis de incompetencia funcional en el meollo de las tesis políticas de los artífices de la defunción latinoamericana.
Atenido a factores de agilidad literaria, no es dable concretar la extensión y el interés, luego se impone arribar cuanto antes a conclusiones inducidas por la lógica. No es posible la búsqueda de estadios superiores de desarrollo económico y social mediante la utilización de esquemas desgastados e ineficientes cuya magnitud ideológica es la evidencia de un fracaso tangible. Confundir a los pueblos con la conciencia puesta en la idea de la perpetuidad y el inmovilismo es óbice de una malsana intención ideológica que no cambiará el destino de nuestros países y  convertirá  a sus integrantes en víctimas de su propia falta de visión e inexperiencia.

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