He vivido
varias campañas políticas en Estados Unidos y debo coincidir con la mayoría de
los que opinan al respecto. Esta del 2016 es atípica y a la que, sin embargo, y
a mi modo de ver; se le distraen las causas y los efectos y nos arrastra, a
nosotros, ciudadanos; a una coyuntura demasiado incierta y cuyo desenlace es
aún, poco predecible. Eso no es saludable para la democracia y los que así
piensan corren el riesgo de la equivocación.
La campaña
republicana se produce en medio de una situación irregular donde el partido
enfrenta cuatro candidatos entre sí y hasta ahora, contra el quinto: Donald
Trump, que va ganando las primarias de su partido sin que los demás parezcan
encontrar la vía idónea para deshacerse de su influencia y al que el propio
“establishment” se niega a apoyar dando la impresión de que mientras más se
empeñan en crear un estado de opinión entre sus votantes en contra del magnate
de bienes raíces, más apoyo consigue entre los electores de base.
El Washington Post se ha hecho eco de tal conflicto
en una serie de editoriales consecutivos (cinco en total), poniendo de relieve
y sin ambages lo que considera una crisis a nivel interno en la entidad
partidista y que según afirma, puede conducir a una quiebra de la institución política.
Quizás se exagere, pero lo que sí es inédito es el carácter dual de una lucha
por el control que desvirtúa lo que debiera ser el espíritu de cualquier
campaña a este nivel: la competencia equilibrada de todos por un liderazgo
único.
Tras el
fracaso de la campaña de Jeb Bush y sus pobres resultados después de New
Hampshire, todo parece indicar que la visión a corto plazo para el 1 de marzo
(supermartes) es cerrar filas en torno a la candidatura de Marco Rubio pero,
con muy poco tiempo –poco más de quince días- antes de las primarias en
Florida, la tozudez de candidatos como Ben Carson y John Kasich que persisten
en sus intenciones, parece ser un argumento cuesta arriba el propósito de
transferir votos que siguen dispersos, al elegido del “establishment”
Eso, lo sabe
Trump y los que manejan su campaña y es evidente que el aumento de los
porcentajes a su favor después del caucus de Nevada deben seguir favoreciéndolo
mientras el resto, Rubio incluido, se vean obligados a conformarse con segundos
y terceros lugares –excepción de la victoria de Cruz en Iowa y del quinto puesto de Rubio en New Hampshire- entre porcentajes
atomizados frente a los resultados obtenidos por Trump. He ahí, la única
realidad tangible hasta ahora y a pesar de los numerosos y variados argumentos
que se escuchan a diario. El republicanismo se sigue debatiendo en una
perspectiva de todos contra todos y uno frente al resto, que suma votos a favor
de Trump mientras supera a los demás, aún frente a los intereses manifiestos de
su propio partido. ¿No parece esto algo así como un callejón sin salida?
Entre los
demócratas, la situación se acerca un poco más a la normalidad; sobre todo
porque la competencia se dirime entre dos candidatos y eso hace más viable y
digerible la campaña para los votantes a nivel de base; pero ninguno de los dos es típico si se piensa en campañas observadas con anterioridad entre
los propios demócratas; un izquierdista de posiciones extremas que siguen el
paradigma de la socialdemocracia europea, Bernie Sanders, y una mujer que,
aunque se lanza al ruedo en un segundo intento, motiva aún las dudas de una
versión presidencial de género que mantiene abierta la pregunta –especie no
dilucidada del todo- de si el país está preparado para una dama en la Oficina
Oval y como comandante en jefe.
Podrá pensarse
y según he escuchado, no sin razón, que Sanders en la democracia más
conservadora de Europa pudiera parecer un candidato de centro derecha, pero no
estamos en Europa y aquí, en América, su hoja de servicios y sus propuestas,
fomentan su atipicidad entre los electores demócratas y sus porcentajes, no
obstante, consolidan la impresión de que su base de apoyo entre los jóvenes
llamados “milenios” ponen en evidencia la polarización de opinión de ese sector
a favor del candidato, contradictoriamente, el de mayor edad (74) ¿No es esto
algo que parece, al menos, raro?
La campaña de
Hilary Clinton, bajo asedio por el “trending” alcanzado debido a las versiones
por las investigaciones que nunca concluyen pero que según los números han
terminado por socavar su credibilidad, algo muy importante para cualquier
candidato, es lo que la tiene tan cerca de Sanders, mucho más cerca de lo que
estuvo en determinado momento en que sus números la alejaban de su más inmediato
contendiente, Barack Obama en 2008 y con el que sin embargo, perdió la nominación
en esa ocasión. La ex primera dama, ex senadora y ex secretaria de estado,
tampoco puede estar durmiendo tranquila, su campaña no es camino trillado, ni
crónica de una victoria anunciada.
¿Qué es lo que
todo parece indicar?
1.-Que en los dos
partidos se está produciendo una polarización de la opinión entre los votantes
de base que puede ser potencialmente peligrosa.
2.-Que los
resultados obtenidos hasta ahora por los candidatos que realmente muestran
opciones de posibilidad concreta no evidencian necesariamente una “actitud inteligente”
por parte del votante al momento de ejercer su derecho. El votante no es tan
sofisticado como muchos analistas pretenden, más bien se proyecta a través de
un pragmatismo basado en la inmediatez de las circunstancias.
3.-Lo anterior
demuestra el desgaste de las opciones demasiado políticas y tradicionales y
queda, para un sector minoritario, la capacidad de fundamentar en el
conocimiento histórico de los vaivenes de la política norteamericana las
razones del voto en el crucial momento del sufragio, lugar donde se manifiesta
verdaderamente el encuentro entre el elector y su conciencia.
4.-Ya es
evidente el mal que ha engendrado en la opinión pública nacional los últimos
ocho años de enfrentamiento sistemático entre el Ejecutivo y el Legislativo,
tanto así, que si se habla de números negativos a la gestión del
ejecutivo, esos números son aún peores cuando se refieren a la gestión del
legislativo. En ambos casos conforman y reflejan la reacción de los electores a
nivel de base (republicanos y demócratas)
En agosto del
2015, publiqué un artículo en este mismo blog bajo el título “DONALD TRUMP: UNA
REALIDAD INCÓMODA”; no pretendía ser un vaticinio, que en política los oráculos
no rebasan los términos de la peor especulación. Ahora sólo me ciño a lo que
observo y después de varios debates, sobre todo en el caso de los republicanos,
parece ser que el “domador” ha terminado por someter los tigres a su voluntad al
llevarlos al terreno de la disputa soez. Del otro lado, entre los demócratas, y
aunque las cosas parecen más fáciles; todavía hay demasiadas preguntas sin
respuesta y un sinnúmero de especulaciones.
Sin dudas,
esta campaña no tiene precedentes y el abandono de los paradigmas fomenta su
atipicidad haciéndola moverse en una suerte de “twightlight zone” ¿O me equivoco?
José A.
Arias-Frá
2-26-2016.