Thursday, February 27, 2014

LA SOLEDAD DE LOS ESTUDIANTES VENEZOLANOS. Enrique Krauze.




NOTA: Magnífico análisis de Enrique Krauze, periodista, escritor e intelectual mejicano, publicado en "El Pais" de Méjico -02-27-2014- con el que coincido y cuyo contenido debe ser conocido. Ese es el propósito de que lo reproduzca enteramente a continuación, para que -modestamente- los lectores de éste blog, se acerquen a los sólidos y contundentes argumentos expuestos por  su autor.

José A. Arias.

 
La mayoría de los estudiantes de Venezuela no tienen memoria de otro régimen que no sea el chavista, y no quieren envejecer con él. Sus democráticas voces se escuchan a todo lo largo y ancho de Venezuela. Marchan arriesgando la vida. En 2007, salieron a las calles a protestar contra la confiscación del RCTV, la más antigua estación de televisión independiente en el país. A fines de ese año, fueron la principal fuerza de oposición al proyecto chavista de confederar a Cuba con Venezuela. Y lograron detenerlo, al menos en su aspecto formal. Sus hermanos menores han decidido recoger la antorcha.

En Venezuela hay 2,4 millones de estudiantes de nivel medio y 400.000 de educación superior. Aunque los estudiantes activos en todo el país suman varias decenas de miles, la mayoría simpatiza con el movimiento opositor. Prueba de ello es que, desde hace años y hasta la fecha, la principal universidad pública —Universidad Central de Venezuela— elige sistemáticamente a líderes opositores al chavismo.

No buscan revertir la atención social a los pobres. Critican la ineptitud económica del régimen y —sobre todo— el ocultamiento de la gigantesca corrupción, que alguna vez saldrá a la luz. Saben que Hugo Chávez acaparó uno a uno todos los poderes (legislativo, judicial, fiscal, electoral) y enmascaró, con el velo de su discurso, el dispendio sin precedente de más de 800.000 millones de dólares que durante sus mandatos entraron a las arcas de la empresa estatal de petróleo PDVSA. Saben que los niveles de inflación en Venezuela son los más altos del continente, que la deuda pública se ha vuelto tan inmanejable que hay una carestía crónica de alimentos básicos, electricidad, medicinas, cemento y otros insumos primarios (como producto de las masivas expropiaciones a las empresas privadas y la caída brutal de la inversión). Y saben muy bien que la criminalidad en su país es también la más alta del continente.

Los jóvenes calibran estos problemas, pero su mayor agravio es el ahogo sistemático y creciente de la libertad de expresión, que impide a la gente tomar conciencia y sopesar por sí misma las realidades del país. Chávez voceaba sus logros (algunos reales, la mayoría imaginarios) a toda hora y en especial en su maratónico programa dominical Aló presidente, pero su sucesor Nicolás Maduro (primitivo, proclive a disparates y fantasías) ha recurrido a la represión directa de las voces disidentes. La idea es hacer que prive la verdad única, la verdad oficial. Ya desde 2012, el Gobierno chavista absorbió Globovisión, la última cadena abierta de televisión independiente en el país. También desfallece la radio independiente. Y se ha limitado a tal extremo la venta de papel periódico que la prensa escrita tiene los días contados en Venezuela, es la dramática verdad, se encamina hacia una dictadura y, en varios sentidos, lo es ya.

Sorprende la cantidad de usuarios de Twitter que asumen el libreto del Gobierno de Maduro

Los estudiantes venezolanos cuentan con el apoyo de sus padres y maestros y de al menos la mitad de la población que en 2013 votó contra Maduro (y que si no sale a las calles es por una natural precaución frente a los delatores en los barrios). Pero, en el ámbito latinoamericano, los jóvenes están casi solos. Es sorprendente la cantidad de usuarios de Twitter (jóvenes por añadidura) que en América Latina asumen el libreto del Gobierno venezolano y atribuyen “los disturbios” a las fuerzas “fascistas”, “reaccionarias”, “de derecha” que, aliadas con el “Imperio”, en un oscuro “complot”, traman un “golpe de Estado” para “derrocar al Gobierno”. Ante el alud de vídeos en YouTube que circulan mostrando el asesinato a mansalva de estudiantes por parte de unidades móviles de las milicias formadas en tiempos de Chávez (La Piedrita o los Tupamaros), muchos usuarios comentan que las imágenes están “truqueadas”. Paradójicamente, Maduro ha condenado el uso del Twitter (“esas máquinas imbéciles”, llamó a esa red) y se declaró víctima de una “guerra cibernética”.

En México, la prensa de izquierda —con gran ascendiente entre los jóvenes— apoya sin cortapisas a Maduro. En esos ámbitos, Leopoldo López resulta ser el instigador de la insurrección y no lo que es: un líder desarmado y ahora sometido a un juicio ilegal sobre cargos falsos y fabricados.

El poder de la ideología en Venezuela es explicable: en millones de personas perdura el convencimiento de que la obra social de Chávez fue tangible y de que si no hizo más por ellos fue porque se le atravesó la muerte. Otro factor es la dependencia directa de millones de venezolanos del erario, consecuencia del debilitamiento progresivo de la actividad empresarial y la inversión privada. Las simpatías de los países dependientes del petróleo venezolano tienen la misma raíz. El clientelismo tiene intereses creados en creer en el chavismo. Pero ¿cómo explicar la popularidad de la ideología chavista o sus variantes en países que no pertenecen a su órbita?

Aunque la Revolución cubana ha perdido su aura mítica, la democracia representativa y el liberalismo no han podido arraigar de manera definitiva en la cultura política de América Latina. Por eso el chantaje ideológico de Cuba y Venezuela funciona aún: nadie quiere parecer “de derecha” en un continente enamorado de la Revolución, donde los ídolos políticos no han sido demócratas como Rómulo Betancourt, sino redentores como Eva Perón, Che Guevara, Fidel Castro o Hugo Chávez. Octavio Paz señaló la razón de este anacronismo: tras la caída del muro de Berlín, sectores amplios de la izquierda latinoamericana se negaron a practicar la crítica del totalitarismo cubano. Y si no lo hicieron con Cuba, menos lo hacen con esa versión derivada que es la Revolución Bolivariana.

La relación de Dilma Roussef con La Habana y Caracas es cínica y paradigmática

Debido a esta falta de autocrítica, hoy en México vivimos una paradoja. El movimiento de 1968 fue una hazaña de los estudiantes y de las corrientes políticas e intelectuales de izquierda. Los estudiantes fueron masacrados por el Gobierno de Díaz Ordaz y grandes líderes de izquierda fueron encarcelados. Hoy, no pocos herederos de esa izquierda defienden las acciones represoras del Gobierno venezolano, que son equiparables a las de Díaz Ordaz. Hoy muchos herederos de esa izquierda han volteado la espalda a la democracia.

Pero más importante que la ideología son los fríos intereses materiales. En este sentido, la postura de Brasil es tan paradigmática como cínica: las oportunidades económicas (turísticas, energéticas, sobre todo) que se abren en Cuba después de la eventual muerte de los hermanos Castro son demasiado importantes como para tomar posturas idealistas y arriesgar la estabilidad de la isla. Y esa estabilidad implica mantener intacta la alianza entre Venezuela y Cuba. Solo así se explica que Dilma Rousseff, que en su juventud fue una estudiante torturada por los militares, ahora apoye a un Gobierno cuyas fuerzas policiacas emboscadas reprimen estudiantes.

Esta lógica es ajena a los estudiantes venezolanos. Aquilatan el valor de la libertad porque —a diferencia de sus coetáneos en otros países de la zona— la ven seriamente amenazada. Saben que en el mundo prevalece y avanza la democracia. No tienen pensado emigrar del país. Pero América Latina —sus Gobiernos, sus instituciones, sus congresos, sus intelectuales y aun sus estudiantes— es ingrata con Venezuela. El país que en gran medida la liberó hace 200 años, hoy lucha solo por su libertad.

Enrique Krauze es escritor y director de la revista Letras Libres.

Thursday, February 20, 2014

EL "LEGADO" DE CHÁVEZ Y MADURO, EL ALBACEA.


 


 
 

Manifestantes de la oposición bloquean la carretera principal de la ciudad durante una protesta contra el gobierno de Nicolás Maduro, en CaracasA menos de un año de la desaparición de Hugo Chávez, todos los que hablaron del “legado” del Comandante son testigos de lo que representa la herencia política de un gran dilapidador cuyo albacea no lo es menos, adicionándose en el caso del designado Maduro las limitaciones que le caracterizan, su falta de visión y la incapacidad para gobernar un país como Venezuela en tiempos donde el discurso empeñado en desconocer la realidad de los avances tecnológicos y lleno de argumentos trillados y falsos, ya no engaña a nadie. 

Tan terrible es la realidad de Venezuela en manos de su actual gobierno; que parece haber sugerido, aún a algunos de sus aliados del ALBA, mantener cierta distancia de su ejecutoria y ha sido sintomático que hayan  mantenido un cierto perfil de discreción a pesar de los graves acontecimientos que se están produciendo. Por supuesto que no hay renuncia a las pretensiones de quienes se han confabulado en aras del logro de objetivos a los que Chávez solía referirse en sus diatribas antimperialistas; sería una especie de suicidio político, pero lo que ciertamente no hay, es voluntad de adherirse al error cotidiano que pudiera meter a todos dentro del mismo saco. Aún en el caso de Ortega y Evo, los más dependientes, se hallan a la espera de lo que sucederá.

El supuesto “legado” de Chávez no ha sido otra cosa que lo que siempre fue desde que se apoderó del poder: un país en quiebra, con una moneda desvalorizada, altos índices de inflación, una elevada corrupción a todos los niveles y una situación sociopolítica –incluidos los altos índices de criminalidad- como argumentos incontrastables, que se hacen inocultables. Ya desde finales del pasado año hubo opiniones acertadas sobre lo que iba a suceder en los meses iniciales del actual 2014, quienes se refirieron a ello no se equivocaron y no era difícil entrever que un gobierno que autoriza el saqueo y lo convierte en bandera de un populismo desenfrenado, no puede sino esperar que el boomerang de la ineficacia, la incapacidad y la falta de recursos, le golpeé la testa tozudamente testaruda a sus representantes, y así está sucediendo.

Aunque nada de lo anterior significa que el gobierno actual va a desaparecer como por arte de magia y que estos señores y sus seguidores que se creen en posesión de una predestinación heredada del difunto caudillo darán su brazo a torcer fácilmente; el derrumbe que el mundo observa hoy del statu quo creado por él, son como un infarto que habrá de dejar una profunda cicatriz en el corazón del chavismo, ahora disminuido a una condición de inoperancia bajo el madurismo, que pierde asideros aceleradamente. Ni los que protestan son políticos de la cuarta república, ni viejos caciques de maculada trayectoria y techo de vidrio según se pretende aseverar, son jóvenes, estudiantes; algunos nacidos en los albores del chavismo, o con él en el poder y, quienes se les enfrentan, son partidarios de una ideología que los convierte en fanáticos más bien por ignorancia que por capacidad de juzgar acertadamente a quienes dicen defender; es a ellos a quienes se les viene el techo encima y esa es la razón de acudir a la toma de medidas que nunca fueron ajenas a sus convicciones aunque adquieran ahora, y al socaire de la actual situación, un radicalismo que su gobernante anuncia con impudicia en aras de seguir anclado a una demagogia imposible. La dilapidación de los recursos es absoluta, la incapacidad en el ejercicio de la gestión política y administrativa ha quedado evidenciada en la escasez de alimentos, la carestía de los pocos que se pueden conseguir y; el que tenga un mínimo de conocimiento y conciencia de lo que representan  los elevados precios que ha tenido el barril de petróleo en los últimos años, deberá llegar a la conclusión de que su país a caído en manos de un grupo que se roba con conciencia o no (ello depende del  nivel en que se encuentren los ladrones) la riqueza de la nación.

El otro grave argumento a tener en cuenta es el de la participación notable y abierta del gobierno cubano en lo que sucede al interior de Venezuela. Para que sea bien entendido; no pueden hablar de autodeterminación, soberanía y aupar la defensa de los intereses nacionales, quienes los irrespetan imitando un supuesto modelo en franca decadencia como el cubano; incapaz de ofrecer a su propio pueblo al cabo de 54 años otra cosa que “palma-cristi y tententiezo” y dejar que ese gobierno, especie de amalgama entre proxeneta y sanguijuela que ya lo ha sido antes de otros estados, aparezca contribuyendo al asesoramiento en diversos aspectos a quienes pretenden imponerse a los deseos de un grupo notable de su población. Si esto es lo que se trata de paliar y ocultar con consignas antimperialistas a destiempo y en una recurrencia que sugiere trasladar el centro de la polémica a una confrontación con los Estados Unidos; el horizonte político del chavismo-madurismo está indefectiblemente aspectado en medio de una bruma que presagia una gran tormenta.

Hagamos una especie de ejercicio hipotético. Si los Estados Unidos, uno de los principales consumidores del petróleo venezolano, dejara de adquirirlo; ¿qué harían los magnánimos hacedores del igualitarismo más caro que la historia ha conocido bajo el socialismo marxista? Alguien responderá con la ocurrencia de que ahí están los chinos, dejando de lado que los “camaradas pekineses” han subsistido con éxito, porque en lo económico fueron capaces de dejar a un lado las fantochadas de perogrullo del comunismo ortodoxo y, con un mercado que tiene como primer demandante a la potencia norteamericana, han aprendido que “bussines is bussines” y moneda de por medio todo está arreglado. ¿Estarán plenamente en conocimiento de estos argumentos Maduro y sus allegados, sin  dudas, no mucho más avezados que él?

Nadie sabe a ciencia cierta que orientaciones recibirá el albacea Maduro de sus asesores cubanos; ergo: Raúl Castro y su flamante grupo de administración de la desconflautada e inoperante economía cubana. Lo que puedo asegurar es que aquello de responder a “la violencia contrarrevolucionaria con más violencia revolucionaria y un mayor radicalismo” es algo a lo que nunca esta especie va a renunciar, como tampoco es de esperar que en ese contexto no le disparen a los manifestantes y los agredan físicamente para conseguir la posposición de su voluntad, ya lo han hecho. Los que no se sometan seguirán poniendo los muertos y los asesinos, en control de la información, seguirán fabulando la verdadera historia para adecuarla a sus intereses aún a pesar de la evidencia provista por los medios bajo la férula de la tecnología. Pregúntense, quienes tengan alguna duda, por qué Castro –el viejo- desbarraba contra la tecnología y llegó a considerarla un arma de los imperialistas en contra de su revolución y por qué, aún hoy, Cuba sigue siendo uno de los territorios con el más bajo índice de acceso a Internet y a las comunicaciones celulares. Con el más mínimo vestigio de apertura forzada por las circunstancias dentro de la Isla, el mundo se entera hoy de las palizas, la represión a los opositores y todo lo que no es nuevo en un régimen que ha tenido como costumbre y a bien para sus intereses, el eliminar, inclusive físicamente; a quienes han pensado o piensan diferente.

Creo que es bueno que los venezolanos que se oponen al régimen que los desgobierna no dejen de inspirarse en la elemental, pero paradigmática recomendación de Leopoldo López: “el que se cansa pierde”…o, agrego, se va al exilio para aprender a vivir en la melancolía de la patria ausente.

José A. Arias
Febrero, 2014.

Thursday, February 13, 2014

EL PENSAMIENTO DE VARELA Y ALGUNAS CLAVES PARA ENTENDER NUESTRA HISTORIA.


 


Los que han encarado el estudio de la obra vareliana con cierto rigor, e independientemente de que se trate de religiosos, laicos o seglares, coinciden en atribuir al clérigo una capacidad fuera de lo común para un hombre de su tiempo. Formado bajo la influencia de la escolástica en un territorio como el cubano, en medio del vacío que en múltiples sentidos acarreaba la condición colonial de la ínsula; Varela (1788-1853), fiel y enteramente vinculado a sus ideas religiosas, fue capaz de entender la política en su contexto humano y raigal y sobre todo, sus consecuencias. De ahí, la potencialidad de su genio, el reconocimiento de sus coetáneos y la absoluta convicción de lo que debe significar la libertad. Partiendo de tal presupuesto se hace posible entender la incompatibilidad de su pensamiento con quienes pretenden presentarlo de una forma festinada, superficial y amañada. Desde luego, no existe el mismo nivel de responsabilidad al tratar de hacerlo del modo referido, por parte de novicios estudiantes que elaboran una tesis y cuya formación ha tenido lugar bajo los cánones de un curriculum predeterminado y aquellos –religiosos o seglares- que sabiendo de lo que se trata, manejan a su antojo la intención.  Veamos dos opiniones; ambas acertadas, al respecto:

"La vida de Varela como educador, filósofo y patriota es bien conocida y apreciada. Sin embargo, su fascinante personalidad como sacerdote, la santidad de su vida, no ha recibido la debida atención. Esta es una gran laguna en la amplia literatura vareliana" (…) no está fuera de lugar señalar aquí que existe una tendencia a secularizar la figura de Varela, presentándolo como educador, filósofo y patriota, sin referencia a su carácter sacerdotal. Esta tendencia no es nada nueva. Desde el siglo pasado han existido admiradores de Varela que, teniendo una filosofía agnóstica y positivista, han sido incapaces de apreciar debidamente la importancia de su fe religiosa y de sus virtudes sacerdotales. En cierto modo, estos intelectuales no católicos se apropiaron de la figura de Varela, presentándolo como símbolo de nobleza y patriotismo, sin referencia a su fe religiosa y su carácter sacerdotal. Como consecuencia, la figura de Varela como hombre de Dios, como hombre santo, aparece en un plano subalterno en la imaginación popular. Esto ha sido posible, en gran manera, debido al silencio injustificable de la Iglesia de Cuba respecto al más ilustre y santo de sus sacerdotes” (1) 

De otra parte, observemos lo siguiente: 

“Sobre la caricatura de José Martí en la historia oficial cubana se ha escrito mucho y bien, pero sobre la de Félix Varela menos, a pesar de que su importancia es tanta como la del primero ¿Qué tan conocido es el pensamiento de Varela, cuya venerabilidad delibera actualmente la Congregación de la Causa de los Santos en Roma, por la ciudadanía de la isla? Si, como muchos esperan, Benedicto XVI declara Venerable de la Iglesia al padre Varela, durante su próxima visita a La Habana, no estaría de más que el clero cubano o alguno de sus miembros aclaren si la visión de Varela que sostienen los teólogos vaticanos es la misma que defienden Fidel Castro y las instituciones culturales y educativas del Gobierno cubano.

"Filósofo moderno, crítico de la escolástica tomista, primero partidario de Fernando VII, luego liberal gaditano, más tarde republicano anticolonial y abolicionista y, al final de su vida, sacerdote entregado a las penurias de su feligresía en Nueva York y San Agustín, Varela no puede ser considerado precursor intelectual de un régimen de partido único, basado en la ideología marxista-leninista. A lo sumo podría aceptarse que la fuerza que posee la idea de justicia en su obra, como sostuviera Cintio Vitier en su clásico ensayo Ese Sol del Mundo Moral (1974), es un elemento de la tradición republicana del siglo XIX que, en efecto, retoman las ideologías revolucionarias del siglo XX cubano.

"Pero entre esa observación de Vitier y el estatuto de Varela como precursor de Fidel Castro y su marxismo-leninismo en Cuba hay un trecho que no se puede saltar con un mínimo de rigor histórico. No hay manera de conciliar la Constitución liberal de Cádiz de 1812, que tanto admiró, estudió y comentó Varela, con las constituciones comunistas de Cuba de 1976 y 1992, que rigen aún la vida pública de ese país caribeño. Varela fue una buena prueba de que liberalismo y catolicismo, en contra de lo que auguraban las voces más estridentes de ambas tradiciones, eran conciliables. El siglo XX, por su parte, demostró que marxismo y cristianismo tampoco eran corrientes de pensamiento incapaces de dialogar.

Los diálogos entre diversas tradiciones ideológicas han probado ser tan necesarios como fecundos. Con frecuencia, las mezclas doctrinales logran acomodar más eficazmente las ideologías a la realidad que los purismos filosóficos. Pero por mucha flexibilidad que empeñen, las ideas políticas no pueden eludir contradicciones fatales como la del comunismo y la democracia, el partido único y los derechos de asociación y expresión, el totalitarismo y la libertad. Si de ideas políticas se trata Félix Varela y Fidel Castro no están del mismo lado” (2)

Entre el contenido de ambas citas se debate la imposibilidad de presentar a Varela como figura influyente en el “pensamiento revolucionario” en Cuba comunista; su condición de sacerdote lo distancia esencialmente de las políticas partidistas a las que aún los clérigos han debido someterse para supervivir y sus ideas eclécticas relativas a conceptos políticos básicos como el de libertad lo sitúan en la antípoda de los alientos ortodoxamente totalitarios. Lo primero no se puede separar de lo que fue su obra como pensador y lo segundo representa la imposibilidad manifiesta en la voluntad de los manejadores de opinión de reconocer la competencia, y lo que es aún peor, su influencia. Ahí está la respuesta a cualquier cuestionamiento en tanto lo que Varela prescribe, en ocasiones  utilizando un tono admonitorio, no se aviene al interés superfluo de ceñir su voluntad, únicamente, a una actitud independentista y antiesclavista. Todo ello resulta perfectamente demostrable.

En el segundo libro de su conocida obra “Cartas a Elpidio”  publicado en Nueva York en 1838 y en el que trata acerca de "la superstición” enfatiza la relación entre la política, los políticos y la sociedad; poniendo de manifiesto la incapacidad de los primeros de servirla y a la que se deben, a consecuencia de los vicios que le son inherentes al ejercicio del poder, sobre todo, si la conceptualización incluye la idea de la eternidad que siempre e indefectiblemente conduce a la tiranía en contraposición a la organización del estado democrático. Veamos lo que arguye Varela al respecto:

“Sabemos la fuerza de la opinión, y cuando ésta se declara por un plan o partido, aún en el más absurdo, si no hay sabios virtuosos que la rectifiquen, adquiere la sanción del tiempo y en vano se intenta después variarla. Llega la masa popular a corromperse en términos que apenas se encuentra quien quiera emprender su cura. El ejemplo de los que, confundiendo la prudencia con la debilidad, creen poseer aquella en alto grado, mientras más ceden a ésta; el ejemplo, repito, de los que más confianza debieran inspirar por sus años y virtudes, llega a sancionar las prácticas más supersticiosas, o a hacer que se crea imposible destruirlas; y de este modo queda la sociedad semejante a un enfermo, que creyéndose incurable, no quiere que le fatiguen con remedios inoportunos” (3)

Al explicar la exclusión del concepto de libertad por la tiranía, nos dice:

“La política, que jamás se para en los medios si convienen a sus fines, se vale gustosa de la superstición como el mejor apoyo de la tiranía, que es el ídolo de casi todos los gobernantes…


“Por más protestas que hagan los gobernantes, el placer de mandar es una miseria de la naturaleza humana de que no pueden librarse. De aquí la tentación de infringir las leyes y las especiosas razones que encuentran para hacerse superiores a ellas. Fórmase, pues, un ídolo del poder, que como falsa deidad no recibe sino falsos honores y el que lo ejerce es el primer miserable a quien cautiva (…) muy pronto el temor congrega otros muchos sacrificadores, que teniendo parte en la acción gubernativa procuran extender el imperio de la arbitrariedad, cuya consecuencia necesaria es la tiranía” (5)

Damos por sentada la explicación medularmente teológica que Varela atribuye al exponer lo que para él significa “la superstición”, el concepto sin embargo, alcanza a la sombra de situaciones vigentes, un pragmatismo que lo convierte en una proposición genérica e involucra, en consecuencia, la imposibilidad de aceptar su interpretación sin la consiguiente aceptación del error político permeado de una culposa interpretación puramente política e irracional; al respecto, Varela explica el efecto del siguiente modo:

“La generalidad de los mandarines, si no son tiranos desean serlo,  y solo esperan encontrar un pretexto para dar pábulo a su pasión de dominar sin leyes o de frustrarlas si el decoro exige reconocerlas. He aquí porque he dicho que la tiranía es el ídolo de casi todos los gobernantes, y a la verdad que las excepciones son tan pocas, que bien podría yo con muy poca hipérbole omitir el casi dejando la proposición general

“Están por tanto en lucha las leyes con los mandarines (…) He aquí porque la política protege la superstición, he aquí el origen de tanta perfidia y de tanta hipocresía…”

Y dirigiéndose a Elpidio, sujeto de sus cuitas, agrega:

“Dirás acaso que si todos pensasen como yo, quedaría desvirtuado todo gobierno, haciéndose sospechosos todos los gobernantes. ¡Ah, mi Elpidio! Te escribe un hombre que jamás ha desobedecido una autoridad, pero escribe un hombre franco y firme, que no sacrifica la verdad en aras del poder, y que sea cual fuere el resultado de sus esfuerzos los dirige todos a presentar las cosas como son en sí y no como hipócritamente se quiere que aparezcan” (6)

Sobre la censura y el disentimiento, la interpretación de Varela es contundente:

“Permite a un clérigo que use de ejemplos eclesiásticos y que te recuerde que la misma Iglesia sanciona esta doctrina, siendo la de todos los teólogos que una censura injusta debe obedecerse, más el individuo sobre que cae no debe considerarse censurado, sino perseguido” (7)


Lo que ahora sigue es el resultado de una visión certera del medio en que se desenvolvía y para nosotros, debe ser una premonición que escapa a la temporalidad inmediata en que Varela elabora su pensamiento, articula sus ideas y trasciende al tiempo histórico para hacerse válido entre la intemporalidad de las causas de un mal que es capaz de mutar para encajarse como epidemia  y lacra de cualquier sociedad:

“Propónese una reforma. En el momento la aprueban y aun recomiendan a sus autores que den todos los pasos necesarios para plantearla, pero con un fingido sentimiento pronostican que será imposible conseguirlo, teniendo que habérselas con los supersticiosos, cuyo número dicen es casi infinito; y de este modo preparan los ánimos para que no se extrañe mucho un resultado contrario a la esperanza de los buenos y a las fingidas intenciones del gobierno. Pasan después estos pérfidos políticos a engañar a los supersticiosos y para ello dejan, aunque con precaución, traslucir el secreto, indicando que el gobierno nunca ha estado por la reforma propuesta, por considerarla peligrosa y que solo condesciende que se den algunos pasos por vía de tentativa (…) El resultado siempre es favorable para ellos, por más funesto que sea para la patria” (8)

Tan amplio y diáfano resulta el diapasón analítico en Varela, que podemos encontrar una clara referencia a la apostasía –en sus dos conceptos específicos: político y religioso- y cuyas implicaciones, aún hoy refrendan la actitud de los dignatarios, entre ellos algunos purpurados que bien conocemos, y que tratan de encontrar un amparo y una justificación por medio de su gestión desde las posiciones que ocupan.

Citando a su vez al Abate Ducreaux y su “Historia Eclesiástica” Varela nos brinda el argumento para conjurar la apostasía:

“…la conservación de la centralidad a pesar de los celos y desconfianzas perpetuas del sacerdocio y el imperio; a pesar de los golpes dados a la jurisdicción legítima de los Pontífices por príncipes ambiciosos y a pesar del abuso que Pontífices todavía más ambiciosos han hecho muchas veces del poder espiritual, que no puede ser útil y respetado sino conteniéndose en sus justos límites; en fin, la conservación de la verdadera piedad a pesar de los escándalos de todas especies, que han alterado la doctrina, desnaturalizado las reglas antiguas, consagrado, por decirlo así, los vicios nacionales, deshonrando la santidad del sacerdocio mismo y algunas veces llevado la audacia hasta hacer sentar el crimen en la Cátedra Pontifical”

Y con sus conclusiones acerca de la afirmación de Ducreaux, va Varela a fondo en la condena de la apostasía:

 “En tales casos, lo repito (…) la religión es la que más pierde por ser la más perseguida y calumniada, pues se la atribuyen todas las demasías cometidas por estos condecorados y fingidos protectores suyos. ¡Terrible persecución la que tiene por corifeos a los mismos que debieran serlo en las filas de las huestes del Dios vivo! (9)

En el agobiante sustrato de la gestión política aupada por la demagogia prevalece una característica común a las tiranías a las que Varela fustiga aplicándoles el calificativo de infames:

“El pueblo siempre considera sus gobernantes y legisladores como sus agentes, si se trata de un gobierno representativo, o como unas autoridades legales en otra clase de gobierno; pero nunca como sus amos, a menos que no se declaren infames y tiranos” (10)
“¿Cómo (…) una partida de pícaros reformarían a otros semejantes sólo porque es distinta la clase de picardía y diversos los motivos que la causan? (…) suelte usted su dinero; y por cuanto yo veo claro, debo embolsármelo. (…) le privo a usted del empleo que le toca; y por cuanto que yo veo claro, me coloco en el que no me corresponde…” (11)
“Si lo que se pretende es destruir, ningún medio es tan fácil como la injusticia; pero si se quiere edificar, es preciso poner por fundamento el aprecio” (12)

En las citas que siguen queda en evidencia la ineficacia de la demagogia como argumento pernicioso y dúctil socorridamente empleado por los políticos:

“No queremos dejar nada que hacer a nuestros venideros: he aquí el modo de no dejarles nada hecho”
“Los males intelectuales exigen, más que otros, que la cura se deba a la misma naturaleza por reflexión y convencimiento” (12)

La interpretación hecha por Varela, expuesta en los términos que rebasan el marco de una explicación meramente teológica y se adentran en la esencia de su pensamiento político, responden a las inquietudes de quienes han considerado, con absoluta razón, la actitud de soslayar desde cualquier perspectiva, el silencio culpable de quienes no están en capacidad de ahondar en su visión sobre los males que han aquejado a la nación cubana. Ello no debe constituir un pretexto para silenciar y confundir, más bien las ideas de Varela deben servirnos para encontrar claves capaces de hacernos entender nuestra historia. En tanto, no debemos equivocarnos ni permanecer ajenos a sus enseñanzas; ello nos puede convertir en cómplices.

José A. Arias.
Febrero, 2014.

Notas.-
(1).-Cita tomada de la conferencia pronunciada por monseñor Raúl del Valle el 21 de abril de 1988 en el Seminario de San Carlos en La Habana, en ocasión de conmemorarse el bicentenario del natalicio de Félix Varela y Morales.
(2).-Rojas, Rafael.-La Tiranía de la Memoria. Blog de R. Rojas, artículo, febrero 19, 2012.
(3).-Varela y Morales, Félix.-Cartas a Elpidio. Libro segundo sobre “La Superstición”, pág. 30.
(4).-Varela, Ob. Cit. pág. 38.
(5).-Varela, Ob. Cit. pág. 40.
(6).-Varela, Ob. Cit. págs. 42-43.
(7).-Varela, Ob. Cit. pág. 45.
(8).-Varela, Ob. Cit. págs. 48-49.
(9).-Varela, Ob. Cit. pág. 60.
(10).-Varela, Ob. Cit. pág. 83.
(12).-Varela, Ob. Cit. pág. 78.

Todas las citas fueron tomadas de la edición de “Cartas a Elpidio” publicada por la Editorial Cubana en Miami, 1996 y que incluye copias de la edición facsimilar dada a conocer por la Universidad de La Habana en 1944-45, contentiva de los libros sobre “La Impiedad” y la “Superstición” originalmente publicados en 1835 y 1838 respectivamente por el Presbítero D. Félix Varela y Morales (N. del A.)