Saturday, February 26, 2011

La historia y la invalidez del argumento ideológico.(Tercera parte).

El debate puede ser abordado en cualquier terreno y siempre tendremos que concluir que no sólo en los antecedentes o en la práctica más acendrada, los resultados siempre fueron favorables a occidente. Las investigaciones científicas en el campo de la medicina, la sociología, la psicología, la física –ver desarrollo de la física cuántica y su influencia en el campo de las investigaciones astronómicas-, la biología molecular, las matemáticas aplicadas a esferas diversas del conocimiento humano, o las teorías más recientes sobre el origen del universo –el Big Bang, los agujeros negros y los estudios del británico Stephen Hawkins, expuestos en su libro “La Gran Explosión”- no han venido a contribuir al predominio de la inteligencia sobre el oscurantismo, desde el fondo de las cavernas ideológicas del siglo XX, en donde jamás y por entero, nunca se hizo la luz. Lo que hoy tiene ante sí la humanidad, no son los argumentos motivados por estrafalarias consignas creadas y alentadas por bloques de pseudopensadores; si no la arquitectura de un mundo creado por intermedio de la influencia individual y libertaria.

A muchos de los ideólogos por excelencia, les gusta referirse al socorrido término “correlación de fuerzas” y la aparente razón detrás de ello está respaldada por la idea de que bajo los efectos de lo que denominan “explotación capitalista” habrá de imponerse, en base al factor cuantitativo, la fuerza de las “masas explotadas” –hay en esta idea cierto retorno a la raíz del marxismo original- pero existe también un evidente error de interpretación que ha desembocado en la procreación, en diferentes momentos de la historia, de pseudolíderes que pretendiendo encarnar la voluntad popular, en todos los casos se adueñaron del poder para tratar de usufructuarlo de manera vitalicia (6).La única interpretación lógica –inclusive en lo que pueda haber de filosófico en este argumento- es la que se inserta en el ambiente sociopolítico democrático y propende a brindar al ser humano la posibilidad de satisfacer sus propias necesidades usando para ello su propia experiencia y conocimientos, de manera que pueda alcanzar la felicidad y, por su intermedio, la libertad colectiva que se manifiesta en las naciones independientes y prósperas. Sobre este último argumento, no sería del todo inapropiado mencionar nombres como los de Ersnt Mandel, Herbert Marcuse, Jean P. Sartre y Simone de Bouviere, que muy cercanos a la izquierda liberal y, como en el caso de los dos primeros, neomarxistas; al menos teóricamente, coinciden con esos postulados. La diatriba de “rigor ideológico”, queda para los procaces aventureros de la palabra, meros creadores de consignas, cuyos nombres solo se inscriben en la historia a consecuencia de su incapacidad.

Es necesario que el hombre, aún confuso en algunas latitudes, salga del marasmo ideológico que ineficaces y fracasados teóricos del marxismo amañado, han tratado de imponerle. Baste, para ello, observar el declive y posterior derrumbe de las teorías neomarxistas y socialistoides que se adueñaron de las mentes de los jóvenes en las aulas universitarias de muchos países latinoamericanos en las décadas de los años 60 y 70 (7). Hoy parece ridículo, además de imposible, tratar de revalorizar tendencias que traten de resucitar lo que la historia se ha encargado de superar y enterrar definitivamente. Los países que pueden enfrentarse a sus dificultades y salir airosos, son la antítesis del ideologismo desenfrenado aunque se arribe a la misma conclusión por diferentes vías y estrategias, y el denominador común es el triunfo de la libre empresa en lo económico y la pluralidad política representada en la libertad individual y el respeto a los derechos del ser humano. Queda al lector establecer la comparación, a través de ejemplos que de seguro conocerá y cuyas evidencias son irrefutables; cualquier otra respuesta pretendería evadir la luz del Sol.

Los gobiernos dentro de la sociedad postmoderna, sólo deben limitarse a ser buenos administradores, nunca a coartar las libertades individuales acerca de las que tanto se habla bajo el apelativo de los derechos humanos. Prácticamente por analogía, un gobierno que se respete a sí mismo, así como la soberanía de quienes le han elegido, nunca podrá ser enemigo de la libertad individual en el más estricto sentido del “yo” propiamente encarado en el plano de la ciencia psicosocial. (8)Por ello, las conclusiones lógicas y casi pueriles a las que puedo llegar, me han servido, en lo personal, para poder explicarme y en consecuencia poder explicar a otros, por qué estoy en el lado en que me encuentro. Mi experiencia, multiplicada, y amplificada de forma tangible en quienes tratan de entender la realidad y no negarla o justificarse amparados en excusas baladíes, es lo que me permite ser en parte, minúsculamente aleatoria, un usuario de la verdadera libertad a la que estoy en la mejor disposición de defender.

Prof. José A. Arias.

Nota:
Las personas interesadas en obtener las referencias pueden solicitarlas por medio de los comentarios.

Thursday, February 24, 2011

EL CONSERVADURISMO DE LOS REVOLUCIONARIOS.


Me llaman la atención los análisis hechos en torno a la situación que se desarrolla hoy en algunos países africanos de la región conocida como el Magreb. Sin dudas ninguno de ellos escapa a la connivencia de varios factores que actúan en todos los casos como denominador común. La historia de los mismos está vinculada a un pasado colonial, que nunca descartó como un elemento de la dominación que padecieron, entre otros, la influencia del factor religioso que contribuyó en gran medida a activar en cada caso los mecanismos de la dominación y el sometimiento.

En el ámbito político las monarquías feudales que aún en la actualidad, ocupan el poder en algunos de esos países, pasaron a ser los representantes del poder colonial. Al comenzar la segunda mitad del siglo XX y desarrollarse el proceso de descolonización comenzó para muchos de ellos la época del auge revolucionario. La coyuntura de la guerra fría introdujo un aliado natural y conveniente en lo que supuestamente representaba el enfrentamiento al pasado, donde aludir al terror colonial, era siempre un cómodo y muy usado argumento.

Por razones que pueden ser ampliamente demostrables, la Unión Soviética y su política exterior, se convirtieron en medio de la referida coyuntura en factor de compromiso que siempre estuvo detrás de las argumentaciones de libertad de “líderes” que no por casualidad se ampararon en el Socialismo marxista como ideología política afín a sus propósitos. África, el “continente preterido” se convirtió en testigo del ascenso al poder de personajes como Gamal Abdel Nasser, Ahmed Ben Bella, Amhed Sekoú Touré, Nhame Nkrouma, Abdelazis Bouterflika, Idi Amín Dada, Julius K. Nyerere, Agostihno Neto, Mouhamar Khadafi, Mengistu Hayle Mariam y muchos otros, quizás menos conocidos pero cuya historia no es esencialmente diferente. Aunque hablamos del África, es bueno aclarar que este fenómeno ha tenido y tiene manifestaciones similares en otras áreas del Planeta que ahora no nos ocupan, pero que sin embargo, refuerzan el argumento.

El crecimiento de la marea revolucionaria, aupado por la demagogia populista arrastró tras de si amplios sectores de la población en muchos de estos países, cuyos líderes se agrupaban en movimientos como el de los “No Alineados” que en teoría propendía al logro del desarrollo socioeconómico a través de una tercera posición que sin embargo, en la práctica, no existió. En todos los casos el alineamiento estuvo evidenciado en tratar de validar supuestas conquistas populares y revolucionarias por intermedio del socialismo marxista –muy sui generis- como ideología prevaleciente en el ámbito político.

Como consecuencia de lo anterior, el enemigo natural vino a ser “el imperialismo” –antes colonial, después, y sumado a éste, el “yanqui”- de tal suerte y como que los revolucionarios suelen ser gente de armas tomar, nunca ha quedado fuera del juego la estructuración de gobiernos de corte militar; así no es casual y, por el contrario, casi de rigor, que muchos de los aludidos personajes sean Generales, Coroneles, Tenientes Coroneles, comandantes,etc. y que su poder siempre tenga como origen el infausto, aunque no menos conveniente ambiente de los cuarteles, donde como se sabe, las órdenes se cumplen pero no se discuten. Resulta obvio que para cualquier situación en que el gobierno es el resultado del hecho de asaltar el poder encabezando movimientos revolucionario-militares, los usufructuarios potenciales se verán condenados al estigma basado en el ordeno y mando natural de las barracas castrenses. No se trata de una simplificación empírica de la situación, ha sido y es una realidad histórica. ¿Resulta acaso posible demostrar lo contrario?

Como una consecuencia inevitable de lo anterior, sobreviene la ineludible influencia del uso y abuso del poder. No existe entonces mejor manera de detentarlo que a través de la eternización en su ejercicio para lo cual nunca importará el argumento al que halla que echarle mano. Llegado ese momento el tiempo es lo que cuenta y, desde elecciones amañadas hasta la aplicación de la fuerza bruta y el sometimiento, todo es lícito y posible, debe recordarse que los tiranos expresan la opinión de pueblos que no tienen derecho a opinar. Esa es, desde Solón, la esencia de la tiranía. Quienes encarnan y representan el poder se habrán convertido en tiranos y de esa manera los antiguos revolucionarios se vuelven conservadores.

Las revoluciones, que frente al ejercicio de la democracia, para mi no tienen mucho valor, son la justificación, no real, del conservadurismo revolucionario que política e históricamente sufre una trasmutación que suele condenar a quienes las padecen, al inmovilismo, el aislamiento, el ostracismo y la fanática influencia ideológica. Llegado ese momento los mal llamados revolucionarios –al menos si nos atenemos a la definición genérica del concepto- no son otra cosa que simples tiranos que bajo cualquier signo político oprimirán a sus pueblos para conseguir el perpetuo ejercicio de su poder omnímodo.

Ahora que Khadafi, usa la fuerza bruta y fatal de las armas contra el pueblo que lo ha padecido durante más de cuarenta años, y que Fidel Castro en otra parte del mundo le defiende con una onírica “reflexión”; resulta fácil responder a la pregunta de porque los revolucionarios de ayer, convertidos en los tiranos de hoy, andan coleccionando catervas de armamentos que siempre suelen adquirir con el pretexto de un posible enfrentamiento a un enemigo exterior inexistente y que por añadidura sabemos de quien se trata. Hay que ser muy preciso en el tratamiento de la Historia y no confundir coyunturas –como Corea y Vietnam- donde los conflictos militares sirvieron para dirimir querellas entre potencias que no eran cancelables por intermedio de la acción diplomática.

Del “Big Stick y las Cañoneras” a los tiempos actuales muchas cosas han cambiado, entre tanto y por la natural acción de la Historia nuestros inefables y conspicuos militarotes revolucionarios, sin duda se han vuelto muy conservadores y, según parece, cada vez lo serán más. Como el retrato de Dorian Grey, las arrugas en su rostro son parte de sus condecoraciones cuyos orígenes no siempre son conocidos ni justificados.

José A. Arias. 

Tuesday, February 22, 2011

La historia y la invalidez del argumento ideológico.(Segunda parte).

Otros territorios en el continente asiático o en África, tampoco estuvieron aptos o preparados para competir con occidente (*). Es el caso de India y China; el primero nación colonial hasta 1948, y el segundo que transitó de una economía feudal al comunismo totalitario, alternativa que en lo político, aún se mantiene vigente y es un lastre aparentemente insoluble a consecuencia de la preeminencia del argumento ideológico. Es cierto que en este último caso, se produce una combinación que de nueva cuenta devela una situación inédita, sin embargo, recientemente escuchaba al ex presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, quien al ser interrogado sobre la alternativa del llamado “modelo chino” respondió que entre totalitarismo político y economía capitalista y de mercado existe una incongruencia de origen que a la larga no resulta superable. (5)

Lo anterior equivale a una competencia dentro de un ambiente –sociológicamente visto- que aún mantiene problemas intrínsecamente no resueltos como el de la densidad de población y su concentración (falta de compensación entre áreas urbanas y rurales) y su nivel de participación en la sociedad y la cultura, ya no en la vida política, cerrada por naturaleza. Otro factor de argumentación, el caso iraní, que acusa la gravitación permanente del elemento ideológico en lo religioso y lo político, tampoco ha sido escenario capaz de generar competencia. Allí, entre la fuerza bruta del poder ejercido desde arriba y el horror que atenaza los sectores más avanzados y democráticos de la sociedad, los gobernantes se conforman con tratar de destruir lo que no pueden conquistar, mucho de lo que no es ajeno a la mayor parte del mundo árabe; independientemente del signo político de los gobiernos en cada caso.

A esta traspolación que sufre el territorio más álgido del planeta –el oriente medio- es que debe su importancia el estado israelí porque resulta una respuesta contundente en la interpretación a cerca de la necesidad de compensar el valor de las ideas frente a quienes apuestan por el terror. Es válido recordar que el antisemitismo como una actitud racista no es un engendro de origen islámico, allí el problema resultó ser primeramente religioso (asunto de la confrontación sionismo-islamismo), carácter que no ha perdido, ni perderá, sólo para agravarse hoy con la inclusión del argumento racial. Antes, y en el corazón de Europa, tras el fin de la Primera Guerra Mundial, los hebreos en tanto etnia dispersa territorialmente, tuvieron que enfrentarse a la para ellos tan conocida práctica, de sufrir una nueva diáspora, aún más atomizante que la decretada en época del Imperio Romano y con la consecuente persecución que concluyó con el fatal evento del Holocausto.

De las frustraciones encaradas por Alemania como consecuencia de la derrota frente a la Entente aliada, la imposición de drásticas sanciones por parte de la Liga de Las Naciones y la diseminación de la influencia de las potencias triunfantes de occidente sobre nuevos territorios coloniales; se comenzó a gestar la revancha germánica amparada bajo la ideología del nacional socialismo que por vía de una plena identificación produjo una absoluta connivencia con el “fascio di combattimento” y el falangismo, así como con el derrotero asumido por Japón y su anhelado y a la vez casi vital expansionismo en el área asiática continental y el Pacífico sur.

(*).-La historia de muchos de estos países se vincula a un régimen de explotación llevado a cabo por otros del llamado primer mundo y en medio de una diferenciación que tiene como base la teoría marxista elaborada al respecto por el historiador francés Pierre Jaleé; en mi análisis no me refiero al enfoque contemporáneo de la cuestión, sino más bien al elemento histórico encarado desde el punto de vista antropológico y en consecuencia social. (N.de A.). La referida teoría ha sido y es argumental en el contenido histórico de los materiales de divulgación ideológica ampliamente utilizados.

Otra fue la historia de Europa oriental y la Rusia Imperial, donde tras la derrota de la monarquía, la instauración del gobierno de Kerenski y el secuestro del poder por los bolcheviques encabezados por V.I.Lenin; tomó cuerpo la teoría del eslabón más débil, para tratar de revisar el marxismo a lo tradicional y que no fue capaz de reivindicar los postulados teóricos en la praxis –para decirlo en el propio lenguaje que suelen asumir los neo marxistas en la época postmoderna- y en medio de un largo hiato cronológico que fue testigo de la existencia de la URSS y el mundo comunista, al que sometió a un absoluto control, a través de diferentes mecanismos. En reñida competencia en contra de la realidad histórica –aún vista dentro de los propios cánones del marxismo tradicional-Lenin se encargó de crear un país artificial, demasiado diverso, aún en lo religioso e idiomático, que nunca dejó de serlo hasta que se produjo la debacle del derrumbe que comenzó en Berlín en 1989 y siguió en Moscú en 1992. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, nación del stalinismo y clímax de una pretendida fuerza ideológica; a fuero de justificar el terror dio vida al Gulak, cuya mención recreada vivamente y de primera mano por su principal cronista, A. Solchenitzen; el resto de la humanidad reconocerá más allá que cualquier influencia positiva que puedan haber tenido las sinfonías de Stravinski o las novelas de Gorki que, además de muchos otros elementos, conformaron la corriente cultural propuesta “para el uso y disfrute de la clase obrera” en el contexto del “realismo socialista”.

En la etapa previa al estallido de la Segunda Guerra Mundial, la Alemania bajo el Tercer Reich agitaba los pendones del revanchismo y el antisemitismo dando rienda suelta al desenfreno ideológico que caracterizó esa etapa. La URSS bajo el stalinismo hacia esfuerzos por mantenerse aislada (recuérdese el Pacto Ribentrop-Molotov) tratando de validar un régimen totalmente cerrado en lo político e ineficaz en lo económico y cuyos recursos tendrían que ser utilizados en función de la guerra; al otro lado del mundo, en occidente, comenzó a producirse la llegada de científicos e investigadores que en ambos medios comenzaron a sufrir persecución y discriminación si cuento. Otros, simplemente por estar fuera del escenario bélico directo, prefirieron venir a los Estados Unidos, cuyas universidades les abrieron las puertas y les brindaron un acogedor ambiente de trabajo. Finalizado el conflicto, y después de la derrota de los países del eje fascista, el arribo de personalidades del mundo de la cultura y la ciencia se hizo aún más notorio; es esa la verdadera razón de los triunfos de occidente, sobre todo en lo relacionado con las investigaciones relativas a la descomposición del átomo y el uso pacífico y militar de la energía nuclear durante el período de la guerra fría. La malhadada historia de “el robo de cerebros” no ha sido más que una fábula contada por los artífices ideológicos de la contracultura.

Así las cosas, la imposibilidad absoluta de una alianza entre los Estados Unidos y los países de Europa Occidental, con el mundo comunista; dejó las puertas abiertas para el inicio de la Guerra Fría en medio de la cual la competencia por el dominio de las nuevas tecnologías no evadió el más mínimo subterfugio utilizable para que en el mundo bipolar de entonces, terminara por imponerse la superioridad cultural, económica y científica de occidente. Desde El Álamo y las investigaciones que condujeron a la creación de la bomba de hidrógeno y después al desarrollo de la bomba atómica –aún antes de terminada la Guerra y ser firmado el armisticio con Japón-, hasta el inicio en los finales de los 50 y principios de los 60, de la carrera por la conquista del espacio, siempre occidente llevó la delantera, y si bien es cierto que los soviéticos se adelantaron con la puesta en órbita del primer satélite artificial del Planeta –el Sputnik I-y llevaron al espacio sideral al primer hombre –Y.Gagarin- y la primera mujer-V.Tereshkova- los Estados Unidos respondieron al reto con el programa Apollo que llevó a N. Anstrog y sus compañeros de tripulación a la luna. Lo demás, hasta hoy, es historia, donde aquel gigante de pies de barro que conformó el ambiente ideológico comunista sucumbió bajo el peso de su propia ineficacia.

Monday, February 21, 2011

La historia y la invalidez del argumento ideológico.(Primera parte).



Para quien sabe lo que significa una contribución al entendimiento colectivo ceñido al valor de la información desde el punto de vista educativo, siempre es perentorio abordar el análisis. A veces representa un reto válido a pesar de que la dimensión de los temas amenace con alterar la paciencia del lector. A ese momento no quedan alternativas cuando el hecho histórico, las citas bibliográficas o de contenido colateral se imponen, a pesar de que traten de ser evitadas en aras de la brevedad.

El tema sugerido: entender cuáles son y por qué, las ideas rescatables en cuanto a lo político, desarrolladas durante el siglo XX y su conexión con las coyunturas vigentes tras concluir la primera década del presente siglo; parece demasiado ambicioso dentro de los límites de un artículo. De esa suerte, quizás, el intento desemboque en el propósito de un mini-ensayo en el que las citas y las referencias más amplias puedan aparecer en una posterior versión. Desde mi punto de vista resulta ineludible, que en el tratamiento del tema propuesto, trate de explicar la invalidez del argumento ideológico de funestas consecuencias.

Vale la pena intentarlo para probar la vigencia de la esencialmente antagónica dualidad “éxito-fracaso” que acaparó un buen número de años durante la pasada centuria y que algunos pretenden validar –sin dejar de lado las experiencias negativas- en la actualidad. La mejor manera de explicar esa hipótesis es definirla desde el comienzo: todo lo intentado a la sombra de la predominancia y la fuerza –casi hermenéutica- del argumento ideológico, se convirtió en consecuencia en un corolario del fracaso. Otro argumento sería entonces y a resultado de lo anterior, la invalidez de las ideologías como óbice en el éxito y los avances del conocimiento contemporáneo y su relación con los seres humanos más allá de la política, la ciencia pura, la filosofía, la tecnología y más bien en lo sociológico y psicológico. Pongamos por caso el de la literatura y sus resultados como expresión del argumento social.

“En las temporalidades, territorios y posiciones de muchos de los escritores del presente ya no se enfrentarían clases sociales ni partidos nacionales porque sus sujetos serían entidades-identidades, externas-internas, diaspóricas, en relación con esas divisiones y esas esferas.”(1)

Más adelante se agrega:

“En ese sentido podría decirse (…) que muchas de las escrituras del presente son ambivalentes en cuanto a las posiciones políticas e ideológicas (…) porque no reconocen las divisiones ideológicas que generan estas esferas (…). Por eso serían paradojales o pudieran leerse de varias maneras. Estas escrituras mostrarían la pluralidad de políticas que aparecen cuando se borran las esferas políticas convencionales y las ideologías que conllevan.” (2)

El diapasón que abarca nuestra proposición es hexavalente, pero puede ser abordado a diferentes niveles –si por ello entendemos y nos circunscribimos a la esfera de las ciencias sociales, a las que otros denominan humanísticas. Aquí habremos de acudir, en primera instancia, al aspecto que puede considerarse histórico. Revisando los argumentos no es secreto para nadie que el eje central del siglo XX está conformado por el exitoso engranaje de una trilogía compuesta por la ciencia, la libertad económica manifiesta en el libre mercado y el avance de las comunicaciones que toma cuerpo en el descubrimiento y desarrollo de Internet y los avances de la era espacial que en gran medida lo han permitido. (3)

Pero si confrontamos el aspecto histórico; la imbricación anterior ha tenido el mismo escenario geográfico, socio-cultural y político idóneo; a saber, la civilización euroccidental que habiendo tenido que superar numerosos escollos representa el éxito frente al fracaso del estatismo y la falta de movilidad incapaz de situar en posiciones de vanguardia amplios sectores de la humanidad. Habría que reconocer que aún en occidente los reductos que acusan una mayor influencia de la negatividad ideológica han quedado atrás y de espaldas al futuro. No importa cuán intenso pueda ser el esfuerzo demagógico por justificar lo injustificable, esos afanes siempre han de ser interpretados en el retablo de una escenografía ideologizada y de común inválida.

De lo anterior da cuenta la historia de Hispanoamérica –uso éste término con la más absoluta intención-que ha evidenciado una marcada influencia, además multisecular, de factores como la ortodoxia religiosa (católica, aunque en menor cuantía también de otros orígenes) en contubernio con la distribución hereditaria de la propiedad territorial por medio de la herencia y que dio lugar a la existencia de grandes latifundios a imagen y semejanza de la metrópoli española hasta la independencia ocurrida en la segunda década del siglo XIX.

“Con semejantes vagidos el parto democrático en Hispanoamérica, habrá de efectuarse en condiciones de alto riesgo para los millones de habitantes en los diferentes países del continente. Una herencia común, nada envidiable desde el punto de vista histórico, debía hacer aún más difícil el alumbramiento. El factor hereditario de la vinculación a España, ex metrópoli de la mayoría de las repúblicas latinoamericanas y durante una buena parte del siglo XX gobernada por un caudillo de mano férrea, constituyó un elemento muy a tono con lo que la “madre patria” (aparece entre comillas en el original) habría dejado como herencia política a sus ex colonias del siglo XIX: la distribución de la propiedad territorial –cuasi feudal- en lo económico, y el más acendrado caudillismo en lo político”.(4)

De vuelta al tema de la influencia de los tres aspectos antes citados resulta alarmante la idea de que, fuera del mundo occidental no hubo ningún aporte notable e imperecedero al desarrollo de la humanidad durante el siglo XX. Muy a la saga quedaron los descubrimientos matemáticos y cosmogónicos de árabes y chinos al socaire del oscurantismo medieval en la Europa de Carlomagno; en consecuencia la cruda realidad del argumento anterior, se hace ostensible. Casi de una manera precipitada se habla de choque de civilizaciones (sic) y de culturas y es evidente que la razón no está del lado de la frustración y el oscurantismo representado por los elementos reaccionarios y conservadores dentro del Islam, por ejemplo, que promueven una guerra santa –Yihad- a la que ven como una contra cruzada postmoderna para enfrentarse a occidente. Habiéndose puesto término a la dominación multisecular de la península ibérica con la Reconquista, el oriente árabe se estancó en medio de la ortodoxia religiosa e ideológica que ha congelado sus posibilidades en el marco de una querella local cuyas alternativas de solución deberían comenzar por el reconocimiento –algo casi imposible- de sus propias e irrefutables limitaciones.

Prof. José a. Arias.

Continuara