Saturday, January 2, 2016

CUBA 2016: ACERCA DE LA CRÍTICA, LA CENSURA Y OTROS MALES INCURABLES

He leído recientemente varios trabajos escritos en Cuba –el escenario vigente de las contradicciones- donde se enfoca y en algunos casos se “teoriza” sobre el tema del necesario y ya inapelable enfrentamento entre la crítica y la censura. Desgraciadamente y a pesar de algunas verdades expresadas con honestidad por algunos de los autores, se sigue deslizando una opinión que no pone el dedo en la llaga.

En realidad hay una gama de gradientes de interpretación que van desde posiciones de los defensores del socialismo marxista a ultranza, hasta otros que asumen la palabra –aún velada y sujeta al hecho de “leer entre líneas” lo que en verdad quieren decir. Pero en cualquier caso los argumentos contribuyen a develar y encarar la magnitud del desastre que los motiva, ora para remover esqueletos de la tumba, ora para ahuyentar la presión de los que siguen vivos. Si nos atenemos a los que asumen la crítica desde una posición muy cerca del revisionismo y de la que ya en otras ocasiones fueron víctimas, nos asomamos a una crítica fundamentalmente basada en hechos de un pasado que parece remoto y atemporal; siempre es dable culpar a gente que por la infalible razón biológica, ya no existen. El empleo de un método, aparentemente dialéctico y que sin embargo raya en el cartesianismo basado en estructuras condicionantes e inamovibles, se convierte en la práctica en una contradicción.

Digamos que esa es una “crítica blanda”, historicista; típica de quienes quieren enmascarar lo que piensan asegurando que los culpables debían ceñirse a las “condiciones vigentes en un tiempo de presiones –inexorablemente orquestadas y provenientes de los “enemigos de la revolución y desde el exterior”- y esa figura retórica del oxímoron tan socorrida, es la mejor manera de expresarlo: la crítica entraña un sabor “agridulce” es “como el ave que trata de volar a lo alto sin poder evitar su descenso” ¿Acaso tratar de enaltecer la valía de tales argumentos ante las condiciones, aún prevalecientes, ¿no significa continuar “echando la culpa al totí?

Llamemos a las cosas por su nombre: o los muertos son útiles después de fallecer, como en el título de aquella novela de Carlos Manuel Pellecer –“Útiles Después de Muertos”- o son el escudo intelectual de una hipócrita y ladina manera de tratar de parecer estulticios defensores de una nueva y posible actitud revolucionaria que se desprende de la vulgaridad –también kitsch, en lo político-  de los tiempos de la defensa a ultranza de lo indefendible y argumento de la pureza raigal e invariable de las “ideas” en las que debió fincarse el contenido de la obra y la creación y que no tienen que ver (más allá del realismo socialista y para contribuir a invalidar su influencia) con nada de lo anterior.

Hay quien acota, no sin razón –y desde una actitud más sincera- que la entrega de los neo-marxistas (que se atribuyen con exclusividad la idea de “teorizar la revolución cubana desde dentro”) que aquellos tiempos de la “parametrización”, el “quinquenio gris” y su “guerrita de los correos electrónicos”, en cualquier caso devenidas en muro de contención a una confrontación que apuntaba a la descarnada realidad actual, son el argumento previo e inmediato de la desidia social de las nuevas generaciones de cubanos en la Isla y su único resultado visible, la cual me atrevo a resumir en la analogía simple del “juego del sapito en la feria”

Mientras alguien se afana por martillar la cabeza del sapo que se asoma al agujero –y cree neutralizarlo- descuella por otra oquedad del barril y convierte al sapo en escurridizo argumento de entretenimiento para el que paga por un límite de tiempo el supuesto conjuro de descabezarlo definitivamente –sin conseguirlo- y la historia ponga el mazo en otra mano para volver a repetirse. Entretanto, el titiritero masculla con malsana paciencia la rentabilidad de su oferta, burlona y pretensiosamente invulnerable.

Pero si bien aquellos que consiguen poner a consideración contenidos realmente críticos, aunque limitados en un espacio que la propia desidia a que hacen referencia no incluye, como uno en “El Caimán Barbudo” bajo el título: “Cuando la Institución Condiciona la Creación” o se habla de la censura flagrante al film “Regreso a Itaca”; de otro lado, la jerarquía intolerante, e irremediablemente perdida en aras de la permanencia a destiempo en el parnaso de los dioses de la revolución y sus voceros que dirigen la UNEAC y sentencian de “contrarrevolucionarios, agentes de la CIA y el imperialismo yanqui”, que descalifican a priori mediante esos credos llamados “comunicados” a un grupo de jóvenes que se atreven a hacerse presentes en una discusión de cineastas en la sala Fresas y Chocolate; el cineasta y crítico cinematográfico Enrique Colina escribe un artículo (noviembre 29, 2015) donde habla del miedo (¿a qué o a quiénes?, Sr. Colina), de responsabilidades evadidas culposamente, del acto de maceración intelectual en la persona del teatrista Juan Carlos Cremata (es posible, aunque alega que prefiere no abundar, que olvidara los casos de Padilla, o el más reciente de Tanya Bruguera). Bien que se denuncie, pero; ¿y qué con los jueces de dedo acusador y brazo, aún más largo?

Las dos vertientes que claramente definen la crítica desde dentro y sin correr el riesgo del disenso político, (algo que no siempre logran conseguir y ha sucedido, porque para la censura la línea que separa una cosa de la otra, es fina y vulnerable) tienen un denominador común. Aunque en apariencia se presenten como contrapuestas e irremediablemente irreconciliables en su contexto y sólo dentro de él (he aquí cierta vigencia, aun para los “críticos y teóricos” in situ, de una frase, literalmente lapidaria…ya sabrán a que frase me refiero) siguen constituyendo argumentos tangenciales al evadir la identificación, absolutamente racional, del argumento que las origina.

Sabemos los cubanos demasiado de miedo y de terror, el miedo lo hemos sentido como el efecto de una imposición ideológica que acalambra el cerebro y el terror es el efecto manifiesto sobre los que se han atrevido a desafiar la inercia provocada por el catatonismo ideológico, mediante el desafío sin ambages. Ahora sí, amigo Colina, la lista es demasiado larga e innecesario mencionar los nombres de los  intelectuales “fusilados” política y moralmente, sólo por atreverse a desconocer los avatares a ultranza e impuestos mediante “parámetros” a la verdadera creación, cuya motivación real le es ajena. En tiempos de otros fusilamientos, llevados a cabo en la prehistoria de esa revolución, también se hizo necesario prescindir de nombres como el de Lezama, Cabrera Infante, Virgilio Piñera o Reinaldo Arenas y se torció, aherrojándola, la voluntad de muchos a los que usted se refiere, sin mencionar sus nombres, alegando que se convirtieron en representantes de la lírica revolucionaria. ¿Fue todo esto en razón del miedo, o por conveniencia? No me queda claro.

De acuerdo, existe un valor –entendible, tanto como reconocible y rescatable-  en ciertos argumentos que apuntan al desafío del “statu quo” pero hasta ahí; sigue habiendo celdas vacías y disponibles por espacio de tiempo indefinido, para quienes puedan ser tachados de contra-revolucionarios y el miedo-terror,  el fantasma que deambula por los pasillos y los entretelones donde sólo a hurtadillas pueden ponerse nombres y apellidos a los verdaderos culpables es, desgraciadamente y sólo por la falta de libertad, el único escenario de las cuitas. Otros, sagaces, e imbuidos del espíritu, tan cubano, del choteo y aun en los corrillos, prefieren hablar de “monarcas socialistas” o de “ortodoxos sultanes musulmanes” de un califato antillano, donde se descabezan testas sin usar simitarras, mediante el empleo del terror que en exceso de nihilismo, es difundido bajo el mentís de una “sanción disciplinaria merecida” -¿Quién, o quiénes, así lo determinan?

Si sigue siendo comprometedor mencionar “vacas sagradas” al menos tratemos de poner en solfa a los verdugos. Recordemos que existió un revolucionario comunista que era muy prolijo en estigmatizar enemigos mediante el uso de adjetivos; Raul Roa García siempre nos hacía reir  y…pensar, por intermedio de su sarcástico intelectualismo (Bufa Subversiva, Retorno a la Alborada)  En una entrevista que le hizo Ambrosio Fornet, se le ocurrió re-bautizar a Grau San Martín como “el mesías de la desconflautación” ¿No parece un buen mote para endilgárselo a mesías de los tiempos post-modernos? Al filo de la hilaridad, también se afeitan cabelleras.

Pero es aquí donde se enreda el hilo en el ovillo. Para los “críticos” del neo-marxismo a la cubana, Fidel, Raúl y compañía siguen siendo “grandes precursores”, “visionarios líderes que liberaron a su pueblo de una vez y por todas del oprobio y la opresión” Solo se trata, en sus casos, de interpretar la “valía” de su “ideario y su legado” –el Ché siempre se salva por ser algo así como el santo patrón y hacedor de los milagros en el  retablo de los mártires- “mal entendido” por personas que ya no están y carecen del derecho a asumir la defensa de sus culpas, acusados de estalinistas ortodoxos y radicales. Estos, que se auto-atribuyen el derecho de “teorizar la revolución cubana desde dentro” – D.Navarro (Las Causas de las Cosas),  Guanche (El Continente de la Esperanza) continúan anclados en la crítica del estalinismo, no del sovietismo que como bien acota Colina, “contribuyó a derrumbar el muro con el propio martillo de la hoz” Los unos, intelectuales diletantes cargados con el arsenal teórico de ruedas de carretas con las que desean hacer comulgar a sus lectores; no me dicen nada. Los otros, cuya lectura me induce a experimentar cierto regocijo en lo personal, aún hablan “en off” y ¿saben por qué?, porque la realidad no ha cambiado; nada que ver con relaciones diplomáticas, Obama –o el que venga-, el imperialismo, el socialismo del siglo XXI, los diálogos norte-sur o la paranoia tercermundista. El pecado, sigue siendo originalmente visceral en un cuerpo corroído por sus desafueros y evidencia el rostro del desgaste.

El problema son esos cubanos jóvenes, producto de la revolución que se ufana de haberlos formado a imagen y semejanza de sus “líderes” y que hoy disuelven su desidia entre tragos de “chispa de tren” y pergas de cerveza, mientras se debaten mentalmente en atisbar la posibilidad del escape a ritmo de reguetón. Que “bloqueo” ni demonios, ni conversaciones, ni acuerdos bilaterales, detrás de las intenciones de Cuba (quieren decir Fidel, Raúl y sus adláteres en tanto ello conforma una identificación “revolucionaria” y alentada desde el poder) no se ve, ni por asomo, la imagen de la felicidad, o ¿no están conscientes ustedes, enjundiosos intelectuales que siguen jugando al “sapito en la feria” que en Cuba, nadie es feliz?

Mientras, el titiritero bosteza, dormita, se desentiende del martillazo con el mazo de goma que no consigue descabezar al sapo mientras nadie pueda ponerle nombre y apellido. El premio es o “La Casa Vacía” (qué bien el corto de Vilaplana) o la cárcel. Al fin, Cuba es como la feria en que la materialidad de las cosas es pecado y donde se apagan las luces para, según el ministro-presidente (y dictador designado) llevar a cabo un nuevo esfuerzo para el 16, donde habrá que amarrarse los pantalones…(serán los enviados de Miami como parte de las remesas y que, deberán incluir el mecate –soga, en el argot popular de los cuates mejicanos- porque probablemente también estará en falta). Eso sí, con los pantalones bajos, sólo para seguir bailando reguetón, otros, con un poco de suerte, se pondrán  las “zapatillas de Pedro Navaja” “pa´salir volao”…57 años después.

José A. Arias-Frá

Enero/ 2016.