Wednesday, November 28, 2012

LA CRISIS DEL "HOMBRE NUEVO"


Al principio nadie escuchaba y, sin dudas, tras aparecer denuncias contundentes e irrebatibles como las ofrecidas por Néstor Almendros y Jorge Ulla en su documental de 1986 bajo el mismo título, algunos comenzaron a preocuparse, descubrir verdades sin cuento y al menos, tener en consideración algunos detalles. Ha pasado el tiempo y a pesar de todo lo dicho y advertido lo peor es que hoy, no muchos hacen caso. La desidia sigue siendo un problema, el desinterés su mejor vehículo y la marginación sociocultural alentada ex profeso, pasto reverdecido de los caudillos y pseudolíderes tan comunes a nuestra idiosincrasia.
“El socialismo significa un áspero presente sujeto a un mañana incierto y hueco, además de estar totalmente vacío de contenido espiritual” La cita del libro de Mario Llerena “Mito y Espejismo de la Revolución” (*) es casi una reiteración simplemente expresada de otra harto conocida de Winston Churchill acerca de la banalidad histórica y conceptual del socialismo marxista con relación al que es imposible entender; dónde, cómo y cuándo se materializan sus pretendidas y reiteradas virtudes.
El “hombre nuevo”, el “zoon politikon” leninista, posteriormente convertido en especie de homúnculo en el laboratorio de la ingeniería social comunista por alquimistas de toda laya es evidentemente un fracaso, y si debe mencionarse en presente es solo debido a la necedad política de cuantos se empeñan (sólo unos pocos reaccionarios de izquierda) en darle vida artificial y ofrecerle, culposamente, crédito a su existencia.
Un apropiado juicio de valor obliga a ser más exacto y permite afirmar que el hombre nuevo termina siendo una intrascendente ilusión diluida en medio de tergiversaciones teóricas y prácticas de la realidad histórica. Ernst Mandel, economista inglés de filiación marxista (lo enfatizo con toda intención) en su “Tratado de Economía Política”, explica claramente que el hombre comenzó a progresar y a reajustar su relación con el medio circundante, cuando fue capaz de distinguir lo suyo de lo de los demás y cada uno a repetirse en la misma dimensión; a la vez genérica e individual. Hay allí un enunciado conceptual nada menos que del concepto de propiedad y de la apreciación de su valor en tanto privada y personal. En consecuencia la propiedad privada se convierte en motor y meta (objetivo) del desarrollo humano.
En medio de todo el debate teórico en torno a lo anterior la práctica resulta irrefutable. Los asideros asumidos en diferentes momentos no refuerzan en lo absoluto el propósito de atribuirle a una falaz mención la validez de una verdad. Ni siquiera el argumento resiste el análisis atenido al marxismo clásico en tanto que muchos de los conceptos emitidos por el propio Marx no respaldan la hipótesis esbozada por los albañiles contemporáneos creadores del hombre nuevo y su pretendida obra. En gran medida y a partir del propio Lenin y sus sucesores, no ha sido otra cosa que una burda tergiversación carente del más mínimo rigor teórico en la práctica.
Lo anterior no significa que pueda haber una aceptación a priori del capítulo imbuido de un alto contenido clasista expresado en las obras más populares de la literatura marxista, ni de los vericuetos y disquisiciones asumidos por los llamados neo revisionistas (con mayor crédito o carentes del mismo) como los alemanes de la Escuela de Frankfurt o los seguidores de Althusser. El hombre nuevo de los alquimistas de marras (Stalin, Guevara, Castro y un grupo que en la mayoría de los casos ni siquiera tiene claro lo que piensa al respecto) quedó bien definido en el personaje central de la novela de Solzhenitsin “Un día en la vida de Iván Denisovich” La contracultura representada dentro de los marcos geográficos de un país artificialmente creado (en lo literario, por ejemplo; mediante el realismo socialista) quedó desvirtuada por el principal de los disidentes originado en el mismo medio sociopolítico y cultural que en cierto sentido le dio vida.
Es una historia que hemos visto repetirse y cuyo sesgo da cuerpo a un patrón de comportamiento ideológico plena y absolutamente ortodoxo, tan conservador como el de los que pretenden crear paradigmáticos referentes de conducta colectiva desvinculados de la concepción de los seres humanos como entes individuales motivados por las circunstancias del medio social del cual forman parte edificante y no como meros instrumentos del estado, según suele ser el caso en los regímenes totalitarios.
El esfuerzo llevado a cabo para crear el hombre nuevo queda entonces reducido a su verdadero y único significado: el de llevar a vías de hecho la tarea a fin de crear un instrumento idóneo para quienes desde el uso del poder subvierten la realidad, mimetizan la sociedad reduciéndola a escombros en lo tocante a sus históricas, democráticas y tradicionales instituciones, únicas capaces de garantizar el equilibrio y la estabilidad contribuyendo a crear un rédito para el futuro. Corea del Norte, Cuba, la antigua China de Mao Tsedong o el Vietnam de Ho Chi Minh, así como quienes ahora se empeñan en recorrer los mismos derroteros, no han sido ejemplo de otra cosa y si los chinos y los vietnamitas no hubieran adquirido conciencia de la importancia de reajustar ciertos aspectos fuera del marasmo ideológico estarían, junto al resto de los mencionados, exhibiendo la misma estática y tozuda inercia de los fracasados.
El llamado hombre nuevo es por añadidura la antítesis de aquella pomposa a la vez que equivocada frase guevarista santificada en el catecismo de los gurúes de la revolución: “la juventud es la arcilla fundamental de nuestra obra”; pero la cuestión sería preguntarse: ¿cuál ha sido y es realmente el contenido de la obra revolucionaria? Habría que regresar al comienzo de lo expuesto aquí para encontrar una respuesta. El hombre nuevo es socialmente (dentro de los límites de lo humano y no en los marcos de la lucha de clases y según se empeñan en hacer creer) casi un cavernícola; no puede establecer sus propios límites en tanto carece de objetivos en términos inmediatos o en el largo plazo, se ve a sí mismo como lo que realmente es, un objeto para uso de la propaganda y el proselitismo y que se desenvuelve, o al menos trata de hacerlo, en medio de la contradicción motivada por el conflicto psicológico de aproximación-evitación que la simulación y el silencio, involuntariamente, le imponen.
Pero hay más. El hombre nuevo, que no es sujeto, sino más bien objeto; tiende a desvanecerse políticamente a través de la asunción de una actitud de auto marginación que es la respuesta espontánea y natural a otro factor de depresión moral y espiritual en él creado y que también es perfectamente definible en el plano psicológico: la inhibición por monotonía, la cual rebaza los términos de la máxima goebelliana sobre la mentira que se hace verdad por reiteración. En ese caso, aún queda un resquicio para el rechazo en la conciencia, pero con respecto al “homúnculo comunista” la conciencia es un lastre que se hace necesario abandonar para tratar de flotar, medrar y/o supervivir en medio de las condiciones prevalecientes.
El tema que he abordado es muy sugestivo y tiene muchas vertientes a través de las cuales es posible graficar su actualidad, realidad y lacerante presencia aun entre muchas personas y por intermedio de la existencia de regímenes que se vanaglorian y se regodean en la mentira expuesta a los que no escuchan, no quieren entender o simplemente se sienten inmunes al padecimiento de las peores calamidades sociopolíticas de nuestro tiempo. A las pruebas me remito; solo habría que ver todo lo que el supuesto hombre nuevo hace por tratar de parecer, simplemente, un ser humano.
José A. Arias
Nota.-
(*).-Llerena, Mario: Mito y Espejismo de la Revolución. Fondo de Estudios                     Cubanoamericanos de la Fundación Nacional Cubano Americana. Washington D.C., 2007.

Saturday, October 20, 2012

LOS NUEVOS DICTADORES SE VISTEN DE ROJO.



La segunda mitad del siglo XX en Latinoamérica representa una etapa en el desenvolvimiento político del continente ante todo corroborativa de los devaneos, escarceos y desatinos provenientes de una herencia relacionada con la interpretación del poder y su ejercicio muy alejada de los principios democráticos. Prácticamente en todos los países del continente raigalmente vinculados a la herencia caudillista, las dictaduras militares ejercieron el control del poder y laceraron la posibilidad del acopio de experiencias dignas de ser consideradas como acervo para ser tenido en cuenta hasta nuestros días.
Mucho se ha escrito tratando de entender y vincular el período referido a las políticas de expansión fundamentalmente económica y comercial de los Estados Unidos de Norteamérica y en efecto hubo mucho de ello. Pero no es algo tan simple acreditar a la expansión imperialista, entendido el término en el sentido de la explotación de recursos naturales y el establecimiento de relaciones comerciales ventajosas y como política y visión de la nación norteamericana, convirtiéndola en la única razón; en la mayoría de los casos la aparente coincidencia de intereses ayudó a la definición del asunto en el marco del establecimiento de regímenes militares –encabezados por “gorilas” según se alegaba- incapaces de entender la sustitución por la vía electoral de esa salvaje e inescrupulosa especie de perpetuos ejecutores del poder.
Latinoamérica ha sido la evidencia de una marcada y perdurable omisión de la democracia y, en cierto sentido, aún lo sigue siendo. Razones poderosas son, sin dudas, las secuelas del pasado descrito: influencia de las oligarquías y su control sobre la propiedad territorial y su carácter hereditario elementalmente fundado en la relación familiar, la carencia de instituciones educativas capaces de promover el acceso de sectores amplios de la población al desarrollo técnico y científico equiparable a otras zonas del planeta alejadas del criterio elitista promovido por las referidas oligarquías y amparadas desde el poder entre otras.
De las referencias anteriores nace la conceptualización, muy conveniente y facilista además, de establecer una vinculación con la teoría de la lucha de clases entronizada con fuerza a partir de la década del 60 por los marxistas y sus compañeros de viaje; así como de otros conceptos (el de Tercer Mundo, el desarrollo diferenciado entre norte y sur) en extremo simplificadores de una problemática histórica mucho más compleja, al menos en el caso latinoamericano. Sin dudas y como bien apunta en uno de los estudios más completos y serios al respecto Carlos Rangel en su libro “Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario” tuvo mucho que ver en esta simplificación conceptual el triunfo de la revolución cubana en 1959.
Mi objetivo en este trabajo no es reincidir –menos en el estrecho margen que un artículo posibilita- en la descripción histórica del fenómeno del nacimiento, afianzamiento y consecuencias de la tiranía como máxima expresión del totalitarismo bajo cualquier signo político. En ese sentido una mínima revisión de la historia continental nos pone frente a evidencias irrefutables. Lo medular ahora es entender las razones por las cuales se viene produciendo en la actualidad una trasmutación de los gobiernos dictatoriales y los tiranos, o aspirantes a serlo; de la derecha hacia la izquierda, algo que parecería ilógico si se tiene en cuenta que este cambio de ropaje tiene lugar en el mundo de hoy donde impera la globalización a la que nuestros socialistas del siglo XXI caracterizan como neoliberalismo rampante y rapaz; y después del estrepitoso derrumbe del socialismo en Europa oriental y en la extinta URSS y la terminación de la guerra fría.
Parece ser que el poder y su ejercicio “ad infinitum” constituyen un estímulo demasiado poderoso y que los revolucionarios al darse cuenta de ello y experimentarlo de primera mano no han renunciado al favor de su ejercicio frente a un modelo al que, sin razón, califican de corrupto e inspirado en sociedades que según argumentan son los pilares de un pasado que se hace irrepetible (en éste sentido la demagogia encuentra pasto reverdecido en los antecedentes históricos de muchas naciones en que la democracia ha sido poco conocida y, cuando ha existido, ha sido víctima de muy malos manejos)
Ya el encaramiento serio y profundo del problema comienza a convertirse en objeto de debate. Recientemente escuchaba al ex-secretario de estado norteamericano para asuntos latinoamericanos Arturo Valenzuela, llamar la atención al respecto y en la reciente reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), celebrada en Sao Paulo algunos concurrentes y oradores invitados se hicieron eco del tema.
Pero lo más significativo de este asunto es que la campaña antiimperialista que sirvió de base para actuar contra las oligarquías y las seculares tiranías de derecha sigue siendo el ariete de ocasión para justificar, ahora, las tiranías de izquierda. La revolución de 1959 en Cuba, de resultados que anulan en la práctica todo lo que originalmente estuvo planteado no puede seguir constituyendo un modelo a seguir; lleva además en su propio origen el pecado del acceso al poder por la vía de las armas cuando ello era aún óbice principal en el quehacer político de los líderes revolucionarios. He aquí que, sin dejar a un lado el objetivo principal: la conquista del poder, se deba promover el objetivo de su consecución por otra vía; el uso de las urnas que de alguna manera parece no alterar el statu quo de la democracia a la vez que proporciona un argumento de legalidad que según se evidencia es perfectiblemente alterable a partir de la acción de gobierno. (*) En consecuencia de lo anterior, me atrevería a asegurar que cualquier vinculación con el proceso cubano en la actualidad por parte de los abanderados del socialismo del siglo XXI es más simbólica que otra cosa, aunque no deja de ser extremadamente peligrosa. Es la evidencia de lo que en definitiva colma el ánimo de sus hacedores y ejecutores en un plazo que solo ellos pueden determinar.
Pudiera parecer riesgoso predecir lo que puede acontecer a corto plazo. En sintonía con un análisis basado en la relación causa-efecto algo se puede, quizás, atisbar. ¿Cómo puede ser posible sustentar la idea de que una supuesta relación de sometimiento a elementos foráneos es la causa de incidencia de niveles de participación en el crecimiento económico de los amplios sectores populares que se dicen defender y representar?, ¿cómo explicar que tras prolongadas gestiones de gobierno de los mismos partidos políticos, representados por las mismas personas y produciendo el mismo demagógico y aletargante discurso, siga existiendo la imperiosa necesidad de echar mano al antiyanquismo para permanecer en el poder? En gran medida Cuba y su fracaso constituyen una contundente respuesta a esas interrogantes. Si lo que ayer pareció el camino adecuado para superar problemas hoy se ha convertido en callejón sin salida, lo más probable ha de ser que a pesar de su gestión, los propulsores de estos nuevos y raros modelos revolucionarios de “Socialismo del Siglo XXI” se encuentren con el mismo destino y al que de alguna manera han de llegar por efectos de la insuperable necedad que los caracteriza.

(*).-Existe consenso entre los observadores de esta temática, que muy posiblemente el cambio de estrategia para el acceso al poder después del fracaso de la aventura guerrillera de Ernesto “Ché” Guevara en Bolivia en 1968, se discutió por vez primera, tomando importancia la idea de un cambio de objetivos en el Foro de Sao Paulo cuya primera convocatoria tuvo lugar en la susodicha ciudad en 1990.

José A. Arias.



 

Monday, October 8, 2012

EL ABOMINABLE HOMBRE DE LOS CERROS.



Es realmente difícil comprender la verdadera mentalidad de un sector mayoritario de la población que en Venezuela votó por el candidato de su predilección Hugo Chávez y le hizo ganar en las urnas y después de su tercera reelección, un nuevo mandato de seis años.
Nada, hasta donde alcanza mi experiencia, me hace recordar un caso similar y cuando me refiero a la experiencia; incluyo la de provenir de un territorio que políticamente ha sido feudo de una familia, creadora de un partido político, el único reconocido como oficial, y donde se alega que las elecciones son las “más democráticas, reales y gozan de verdadera fluidez y un carácter sumamente espontáneo y sin un ápice de malsana politiquería burguesa” Allí los resultados que regularmente se obtienen hablan de un 98 % (a veces más) de participación en las urnas y de apoyo popular al imperecedero candidato, que alguna vez alegó que su elección había tenido lugar el 1 de enero de 1959.
Es historia conocida, pero sugiero recordarla porque se trata a todas luces de un concepto muy peculiar de democracia; la democracia socialista y comunista, a la que sólo catalogándola de excluyente se le puede hacer verdadera justicia y en la que nadie cree incluidos quienes la padecen. Pero el caso de Venezuela no ha sido éste que refiero, y es eso lo que lo hace negativamente excepcional, aquí existe una especie de masoquismo político, al menos entre ese 54.9 % de electores que le dieron su voto al candidato Chávez bajo circunstancias que hubieran podido permitir que el número fuera más reducido y las cosas diferentes.
¿Cómo puede ser posible? Únicamente exorcizando todo lo que realmente tiene que ver y se relaciona con un proceso electoral verdaderamente democrático. Lo único que Chávez ha logrado con rotundo éxito en sus hasta ahora catorce años de gobierno ha sido el acto de crear condiciones para producir a perpetuidad su acto de estafa colectiva con relación a sus seguidores; primero envenenando la conciencia de ese supuesto y mayoritario sector de la población que le da el voto incondicionalmente y en segundo lugar, construyendo las bases de su poder a perpetuidad.
Pensemos en las palabras de la presidenta del Consejo Nacional Electoral al presentar los resultados y alegar que “en medio de un proceso verdaderamente democrático y de plena participación popular, los electores, con una participación de más del 80 % de los votantes inscritos eligieron a Hugo Chávez para un nuevo mandato de seis años” y, me pregunto: ¿qué se puede decir –con justicia- de los antecedentes de ese proceso clasificado por esta señora de “limpio y ejemplar”?
Un país convertido en feudo político del mandatario cuyo Partido controla el gobierno, su Asamblea Nacional, todas las magistraturas y al propio CNE, además de compulsar a la institución castrense a rendirle pleitesía (hace ya casi un año en mi trabajo “El Cáncer en Campaña Política” escribí sobre esta anormalidad que le viene costando cara a la nación venezolana) y donde no solo desde la primera magistratura se denigra a un contrincante que ahora sabemos cuenta con el respaldo de un 45 % de la población, pero donde se le pone en ridículo, se pisotea su dignidad, se desdice de sus orígenes y se la estigmatiza a él y a sus seguidores con el despectivo epíteto de “majunches”
¿Es democrática una elección donde el candidato oficial cuenta con recursos ilimitados para llevar a cabo su campaña?, dónde la correlación de fuerzas determina qué puede o no decir a sus seguidores el candidato de la oposición, dónde y cuándo; siempre sujeto a una estricta vigilancia oficial, se puede presentar ante los medios de comunicación y, en aras de la defensa de los “intereses nacionales” se limita sin ambages su campaña. Podrá alegarse cualquier argumento en contra de lo que digo; pero, en cambio, la “democracia chavista” es un desconocido y tendencioso engendro que, según me parece, nada tiene que ver con la verdadera esencia del concepto.
Parece poco creíble que puedan haber personas incapaces de aislarse de criterios tan elementales como los de imparcialidad y justicia y votar por un candidato a perpetuidad y en cuyo caso no es difícil predecir cual será su actitud en breve plazo. Limitación de la libertad de expresión, elevado índice de inflación, despilfarro de más de 100,000 millones de dólares acopiados durante una época de verdadera bonanza petrolera, establecimiento de relaciones y vínculos internacionales con países de dudosa reputación y con sus gobernantes atizando la bandera del antiyanquismo, llamando “escuálidos y pitiyanquis” a quienes no comparten su proyecto y exhibiendo un índice de criminalidad manifiesto en cifras que sitúan al país entre los de más elevada tasa en ese nada envidiable rubro.
La demagogia, el populismo y sobre todo la falta de claridad entre sus seguidores acerca de los verdaderos objetivos que se esconden detrás de las llamadas “misiones”; hechos que el gobierno presenta como logros sociales y que suenan como canto de sirenas al oído de sus seguidores, han servido para minimizar los efectos de la acción de un gobierno en que la corrupción, el compadrazgo, el chantaje y las prebendas han estado y seguirán estando a la orden del día.
He escuchado con interés, pero sobre todo con mucha paciencia, los argumentos brindados por todos el día después y la única conclusión a la que puedo llegar, con el respeto de quienes no compartan mi criterio; es que en nuestras dañadas e irregulares estructuras políticas latinoamericanas este oscuro personaje, golpista en su momento, mitómano compulsivo y conmilitón de las peores causas, logró hacerse con el poder utilizando las urnas, pero jamás habrá de abandonarlo por esa misma vía. Desde un reino en ruinas, en medio de un oscuro lugar como el que casi siempre rodea a los moribundos, su maestro en La Habana lo ha expresado clara y contundentemente: “…el poder es algo demasiado importante para ponerlo en juego mediante unas elecciones”
José A. Arias.
            

Tuesday, September 11, 2012

LA PROPUESTA DE PAZ PARA COLOMBIA.


En Marzo de 2008 recorría la Gran Vía madrileña y entre el frescor aún gélido de la mañana me puse a observar cuan ocupados pueden estar los pobladores de una ciudad como Madrid, en un día envuelto en la cotidianidad y la intrascendencia de los que para el disfrute de sus pobladores, no forman parte de los “de guardar” o constituyen feriados patrióticos y que gracias a la buena voluntad para el descanso y el jolgorio, se convierten en los famosos “puentes”
Estando, como era mi caso, de vacaciones; todo merece el tiempo adecuado y es bajo las circunstancias de la inactividad, que solemos dedicarle el necesario a cada cosa. Entre el escarceo de los transeúntes, el ruido de los automotores, los vehículos de emergencia y la efervescencia de los comerciantes –legales e ilegales- para captar la atención de los compradores en potencia; me tropecé con una pequeña tarima de libros de segunda mano que desde un zaguán se proyectaba sobre la ancha acera; entre otros se me hizo posible comprar por dos euros, el primer tomo de las memorias (que sepa el único que hasta ahora existe, aunque su propio autor hubo de prometer dos más) de Gabriel García Márquez: “Vivir para Contarla”
Vivir en Miami tiene, aunque muchos discrepen, innumerables ventajas. Además del clima, el carácter cosmopolita –aunque sui géneris- de otras urbes importantes que pueden exhibir una tradición cultural aún para nada equiparable con la de mi ciudad de adopción, y que en ese sentido es todavía modesta. Ha ido acentuándose la diversidad regional de sus pobladores y el atributo de comenzar a considerar Miami como el puente de Latinoamérica hacia los Estados Unidos, nadie parece ponerlo en duda.
Razones diversas lo determinan y no es posible obviar el trasunto económico que predomina en el interés del emigrante que calcula su nueva vida en un ambiente de libertad y trabajo. Considerarlo así, no excluye la intención de deshacerse de la influencia de las prolongadas crisis nacionales por las que han atravesado y que persisten en sus países de origen. Después de los cubanos, la mayoría de habla castellana más grande en Miami, son los colombianos y habría que asegurar que el hecho de que así sea constituye algo muy positivo y altamente valorable.
Colombia es un país único en Suramérica, no sólo desde el punto de vista geográfico, sino también étnico, de amplia cultura y bello folklore, con un potencial económico que ya lo sitúa en el cuarto lugar entre los del continente y por razones cada vez más evidentes en vías de pasar a ser el tercero en posibilidad de desplazar a la Argentina. Ahora los colombianos se enfrentan a una coyuntura política que puede ser definitoria y definitiva: conseguir la paz; porque en su singularidad se halla también inscrita la inestabilidad producida por un estado de guerra interna que ya le ha cobrado a los colombianos un precio demasiado elevado.
Cuando terminé la lectura de “Vivir para Contarla” y junto a las cosas que ya sabía de la historia colombiana, pude entender que estaba ante la crónica desvelada e inmersa en una autobiografía de la violencia que por generaciones han vivido los colombianos y su necesidad de desentenderse de ella para que los logros de una nación puedan encontrar un marco de realización plena. Inmerecidamente los peores flagelos: el regionalismo aupado por los caudillos, las disputas partidistas entre liberales y conservadores, la guerrilla, el paramilitarismo y el narcotráfico; deben ser factores de rechazo principalísimos en la madurez con que el pueblo colombiano ha de contemplar su porvenir inmediato.
Hay en el momento actual una evidencia que debe ser tenida en cuenta. Los años de gobierno de Álvaro Uribe pusieron a las FARC contra la pared y nadie puede discutir el mérito de su política de seguridad democrática, pero el país mantuvo su estructura de democracia participativa y de organización basada en la estructural separación de poderes; en consecuencia y tras haber concluido su mandato de dos términos es necesario preguntarse: ¿Qué debe suceder después?
La pregunta debe ser hecha en presente porque la estrategia puesta en práctica por el actual mandatario, el presidente Juan Manuel Santos, es una respuesta que comienza a manifestarse  como posibilidad con visos de constituirse en importante legado: el hecho de conseguir la paz que, hasta ahora, no ha sido posible. La decisión del actual gobierno y que a algunos les parece un tanto festinada, abrupta y hasta imposible; de sostener un diálogo de paz con la guerrilla ha contado con el apoyo de numerosos países y hasta el Papa le ha dado su aprobación. Hechos así no pueden ser desconocidos o equiparados a otras situaciones muy distintas.
Tratar de comparar el actual proceso con el ocurrido durante el gobierno de Andrés Pastrana, por ejemplo, no se justifica. Las condiciones son muy diferentes ahora y en el plan acordado para las negociaciones todo lo que propendió al fracaso de aquella gestión ha sido tenido en cuenta. El hecho de poder escuchar las opiniones de quienes tienen de manera primordial el derecho de exponerlas, los colombianos, es evidencia de que la democracia en Colombia es funcional, sólida e irreversible.
Nadie puede dudar del carácter original y esencialmente malsano de la narcoguerrilla (FARC y ELN) pero una situación de inercia que dura más de cincuenta años tiene, como es el caso, que encontrar las vías para hacerla desaparecer y es entendible, al menos desde mi punto de vista, que la correlación de fuerzas es favorable a la institucionalidad democrática que el gobierno representa. ¿Es éste un síntoma de debilidad? No necesariamente, porque ni la guerrilla narcoterrorista puede hacerse con el poder, ni el gobierno puede hacerla desaparecer con el empleo de la contrainsurgencia que ha contado con los recursos y la entereza de sus soldados agrupados en un ejército fuerte, fogueado y capaz de demostrar un elevado respeto por las instituciones políticas.
Esa es la razón detrás de lo que hoy estamos presenciando. Si pueden haber resultados –que aún no me atrevo a calificar- está por verse. Nunca es fácil, ni dable, exponer conclusiones a priori y si el pueblo colombiano, principal beneficiario de los resultados que el gobierno espera conseguir; respalda la gestión del presidente Santos –como parece ser- habrá que darle el voto de confianza. Defender el statu quo desde la carencia de alternativas viables y que no tienen una visión de futuro, ancladas en la violencia del pasado que lo ha generado, no ofrece una respuesta para quien tiene que vivir cotidianamente bajo el efecto de sus consecuencias.
Los que sabemos por experiencia lo que representa la influencia de los que apuestan por la violencia, no debemos desconocer que la fuerza y el poder de nuestra razón debe ser más fuerte que la implantación del terror y la muerte. Si estamos convencidos de que es así, ¿cuál es el temor? Por supuesto que los representantes de la guerrilla van a buscar respaldo entre quienes les ofrecen confianza y garantías y en éste sentido los escenarios tienen que ser los que han propuesto y sus adláteres de siempre, hoy bastante maltrechos desde las propias trincheras de su ideología; ponen en evidencia a quienes han sido siempre sus contumaces amigos y aliados. Juiciosamente escogidos, hay garantes como Noruega y Chile que respaldan el proceso desde una verdadera neutralidad.
He sido y sigo siendo un admirador del expresidente Uribe, su posición ante el proceso de negociación que se avecina es respetable y para quienes la consideren acertada el apoyo a su gestión actual, abiertamente opositora al actual mandatario, deberá ser la del respaldo consecuente y mesurado a sus ideas; en fin ese es el juego democrático perfectamente entendido. Juicios infundados que no coincidan con las aspiraciones de los colombianos y sobre todo por parte de quienes no lo son,  sólo constituyen una muestra de ingerencia en asuntos ajenos, máxime cuando en muchos casos la opinión no viene respaldada por la solución definitiva de problemas propios.
En Colombia, la democracia es gobierno y si para llamar a la paz y la concordia ese gobierno cree llegado el momento de ejercitar su poder desde una posición de legítima autoridad no refrendada por la violencia, que siempre engendra más violencia, démosle entonces un voto de confianza. Por lo que pueda suceder después no habrá que preocuparse ahora, no creo que un pueblo que ha sufrido tanto a consecuencia de los pretendidos verdugos de su estabilidad como nación, se deje embaucar  fácilmente por ellos.
José A. Arias.

Tuesday, August 21, 2012

LA CRÍTICA HUECA.



Esteban Morales Domínguez en entrevista recientemente concedida.
A pesar del tiempo que llevo fuera de mi país, Cuba, y no solo porque me interesa; sino también porque me preocupa, trato de mantenerme informado y actualizado (en lo que me resulta posible) de lo que allí sucede. La mayor parte de las veces las fuentes de información son escritas, en otras –situación de privilegio- son directas y personales y me permiten hacerme una idea más exacta de cómo van las cosas.
Es evidente que el silencio no es el marco del quehacer cotidiano de los que se acuestan y se levantan pensando en una situación de por si, demasiado prolongada para ser tan incoherente y ello ha dado lugar a que la crítica y lo que se le parece, se estén manifestando a todos los niveles de la población. Por supuesto, cada cual encara eso que allí llaman “crítica” en relación con su nivel de interpretación de la realidad.
Digamos que la situación del cubano de la calle lo enfrenta a una experiencia cotidiana que lo convierte en el vector de las críticas inmediatas de los estímulos sociales negativos, los que sin dejar de ser parte del costumbrismo revolucionario, tampoco son rémoras, por pertinaces, evitables. ¿Cómo desentenderse de las colas, la falta de transporte, las penurias del racionamiento, la mala calidad de los servicios, la falta de higiene, la inmovilidad regional, el peso de las regulaciones que el estado impone, los niveles de inflación, la dualidad monetaria, y un sinfín de problemas? Tratando de encontrar un asidero que conduzca a una respuesta, nace la crítica que tiene un carácter inmediato y hasta fluido, esa que se ve en “Las Cartas del Lector” y entre las secciones de los órganos de prensa nacionales las que a pesar de su simpleza e inmediatez, tampoco tienen respuesta.
Es el tipo de relación crítica a la que bien encaja aquella sabia frase de Virgilio Piñera, cuando expresó: “si Kafka hubiese vivido en Cuba habría sido un escritor costumbrista” Sabido es que a pesar del tiempo que se le dedica, de las tareas asignadas a los voceros y del énfasis que ellos ponen en hacer su trabajo y de haber escuchado, vaya sarcasmo, que la prensa es repetitiva, aburrida, intrascendente y hasta meliflua y poco creativa; quienes piensan en varias direcciones aunque sólo se manifiesten en una, saben de la imposibilidad de que esa crítica deje de ser vacua. Al fin y al cabo, por mucho contenido “ideológico y revolucionario” que sirva de marco a esta especie de ejercicio en el vacío, para muchos representa la manera de ganarse los frijoles. Para otros, los menos, esta actividad constituye algo más. Los cubanos saben perfectamente de quienes y de qué se trata; algún viaje, gozar de cierta popularidad y el solaz que todo ello representa cuando nadie observa y se hace posible entrar en una especie de contacto clandestino y adictivo con el “enemigo”
Pero hay otro "nivel de crítica” que me interesa mucho más. Entre intelectuales se a puesto de moda aparentar que se está agarrando al toro por los cuernos y, amparados en entelequias como eso que se repite acerca de la “actualización del modelo” y no sólo en cuestiones relacionadas con la economía y en donde sin dudas, comienza la cuestión; muchos se han abanderado con la identificación y exposición de problemas hasta ahora no resueltos. Mi refutación no va aquí por los cauces de la discusión filosófica, inclusiva de argumentos a los que ya me he referido en otras ocasiones; va al grano, y en función de observar con un sentido lógico algo que se me ocurre denominar como crítica hueca.
Utilizando esa lógica elemental y comprensible, meridianamente clara, disparada al centro de las circunstancias prevalecientes; la crítica no es tal cuando no tiene consecuencias fuera del marco de lo establecido: en ese sentido cuando no tiene espacio, no traslada su epicentro a una funcionalidad a través de medios de expresión –comunicación- que permitan mover el debate a donde es estrictamente necesario y casi de una manera didáctica y pedagógica exponer sus objetivos, fines, y proponer resultados; el proceso se traba  -como acotan algunos de los “ejecutores más preclaros”- y se convierte en debate intrascendente. Sobre el particular, los propios expositores se quejan de la falta de “eco” y de la “no respuesta”
Algunos llegan a decir que no se hace entendible la imposibilidad de criticar al Partido Comunista aunque no dejan de agregar el complemento de que constituye el “principal elemento rector de la sociedad” y me pregunto: ¿pueden realmente desconocer quienes así se expresan que, donde no hay competitividad argumental –ya que es imposible hablar de competitividad ideológica- pueden llegarse a obtener resultados allende la inercia? No habría que tener un discurso demasiado sofisticado para dar una respuesta, y es por ello que la crítica cuando se le bautiza como revolucionaria, combativa, responsable, señera y toda esa gama de adjetivos que nada tienen que ver con ella y menos en un contexto como el cubano, nunca dejará de ser una crítica hueca.
Pudiera graficar la idea con muchos ejemplos fuera del contexto cubano, pero en todos los casos (Brasil y el problema de la corrupción a niveles gubernamentales en que la gestión del PT y de sus presidentes –Lula o ahora la señora Rouseff ha sido evidenciada y puesta en tela de juicio, Colombia y la querella entre uribistas y santistas dentro del propio partido de la “U” y ¡hasta en Venezuela! con el desenvolvimiento de las campañas entre Chávez y su contrincante Capriles) rebotan de los medios a la opinión popular, a través de los canales de comunicación, solo porque el control de los mismos no constituye un monopolio del estado.

En Cuba ese mismo partido que se quiere criticar para, según se alega: “respetar la opinión del otro aunque esté equivocada”, está representado por  el presidente, la Asamblea Nacional del Poder Popular, el sindicato único y oficialista y se desgaja de un credo cuya santificación quedó manifestada cuando a propuesta del “máximo líder” se declaró irreversible el carácter del socialismo cubano -y sin posibilidad de ser puesto en evidencia- agrego; porque desde el poder es y se considera a sí mismo perfecto.

Payá, que trató de hacerlo en su momento utilizando lo que él entendía como posibles subterfugios y resquicios dentro de la constitución socialista de 1976, ahora, como en aquella imagen recreada por la genialidad de Coppola en El Padrino y en la que en clave irrestricta de la mafia siciliana, Lucca Brazzi, recibe los peces envueltos en papel de estraza y un mensaje de advertencia en el que se leía: todo el que se interponga irá a parar, junto a los peces al fondo del mar;  donde “yace” hoy, es la evidencia. Parece cruel, pero es real y único resultado ostensible para los que se han atrevido a encarar la crítica con visos de cierto y creíble rigor y pensando en los resultados que debe acarrear cuando se inculpa a los verdaderos responsables de lo mal hecho y no se produce desde el poder y por sus representantes; a los que siempre se les hace muy fácil encontrar chivos expiatorios capaces de “embriagarse con las mieles del poder”; y que de alguna manera tampoco se  han salvado de ir a parar “con los peces al fondo del mar”  
Algo que a mi juicio, culposamente o no, parece estar confundiéndose actualmente en Cuba; es el hecho de poner a un mismo nivel la discusión, la supuesta alternativa de ejercer la crítica y la gestión del gobierno desde sus mono formes y verticales instancias. A pesar de todo lo que pueda decirse, ese gobierno sigue siendo el mismo, atemperado por una avasalladora voluntad de equiparar los intereses populares y lo que es peor, los de la nación; con sus propios intereses. No importa el apelativo a que se acuda, nunca veremos gozar de espacio –ni siquiera la iglesia ha podido conseguirlo, y eso ya es mucho decir después de dos visitas papales a la Isla- ni en los medios televisivos, la prensa escrita o cualquier otro canal de comunicación social exponiendo un criterio alternativo. Si la esencia no es la evidencia de lo aceptable, la crítica no ha lugar y es esa la razón por la cual se mimetiza, se diluye y termina convirtiéndose en óbice de complicidad y abyección con relación "al enemigo" Así, los críticos van con su música a otra parte, o se convierten en víctimas de su “confusión ideológica”, hacen mutis y desaparecen de la escena.
Tampoco puede ser un argumento demasiado relevante el hecho de que desde los fueros de la mentalidad creativa de los intelectuales, se haga literatura,  cine, se escriban ensayos, monografías, artículos para alguna que otra publicación especializada, se expongan conferencias con propósitos docentes y académicos y que de alguna forma sean todas estas manifestaciones referidas, contentivas de un mensaje subliminal capaz –como ha sucedido y sucede en ocasiones- de propender a una crítica más cabal y consecuente del medio social y político; todo ello queda siempre dentro del mundo oficialista, artificialmente construido e impuesto y donde ese monstruo que habita en todas las sociedades totalitarias (insisto, en todas) llamado censura es, como en la granja orwelliana, una inevitable sombra de todos y de todo.
Hace un tiempo escribí un trabajo sobre lo que denominé “apología de la justificación” en él elaboré lo único que me queda por decir en esta ocasión: a saber lo relacionado con ese saco roto en que caben todas las acusaciones de culpabilidad con respecto a quienes se permiten el lujo de pensar y criticar –de verdad- por la imposible acción de comulgar con ruedas de carretón. Ya nuestros problemas nacionales no tienen que ver con la “batalla de ideas”, “la guerra total y de todo el pueblo contra el imperialismo”, el “bloqueo/embargo” y todos esos pretextos que tendenciosamente se arguyen. Si quienes se cuestionan los problemas reales de la nación cubana desde una perspectiva de seriedad y sinceridades mínimas quieren encontrar respuestas y soluciones, la única alternativa válida es la democracia fuera de los cánones del totalitarismo ideológico y el estalinismo aún prevalecientes. Así de sencillo, luego vendrán otras etapas en que de seguro no habrán de faltar muchos, dispuestos a ejercer la crítica entre los que ahora no la ejercen, o lo hacen limitada y contemporizadoramente.
Se habla del auge y la entronización de la corrupción a todos los niveles; aún el gobierno reconoce las implicaciones, para ellos negativas, de estos problemas. Al interior de la sociedad constituyen lacras que acarrean laceraciones cuyas consecuencias no son fáciles de eliminar a corto plazo. ¿En medio y a consecuencia de que circunstancias se han producido? ¿No es el modelo cubano,  según sus dirigentes y voceros, un arquetipo de moralidad y consecuentes virtudes en la comunicación que se establece entre ellos y la población? Siempre, y en medio de una cacofonía ideológica demasiado reiterada se trata de acudir a la justificación al abordar la creciente proliferación de estos males, atribuyéndole causas foráneas. Si se alega que con los instrumentos alentados desde el poder es posible conjurar y erradicar los mismos, ¿no constituye una contradicción evidente su incidencia –muy gravemente y por añadidura- con respecto al discurso triunfalista y antiimperialista? Las respuestas existen y muchos las conocen y a no ser que sean capaces de demostrarme otra cosa quienes se dicen “al pié de la obra” sigo pensando que; o prefieren callarse, o continuar maquillando la verdad. En ambos casos la solución del problema no es perceptible ni a corto o mediano plazo. Mientras, seguiré como hasta ahora, alimentando mis propias convicciones –ya expuestas- en la observancia de los “profundos y argumentativos” debates que se verifican para seguir generando la crítica hueca. En fin, no estoy “al pié de obra”, aunque me reservo el derecho de opinar.
José A. Arias Frá



     


Wednesday, August 15, 2012

LA DISCRIMINACIÓN RACIAL ES UN "COMBUSTIBLE PELIGROSO" Pablo Pascual Méndez Piña.


La discriminación racial es un “combustible peligroso”

Miércoles, Agosto 15, 2012 | Por Pablo Pascual Méndez Piña

Juan Antonio Madrazo - Foto de Pablo Mendez

LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Juan Antonio Madrazo, de 42 años, licenciado en administración de empresas, da la bienvenida a Cubanet en su cuartel general de la calle 23, entre C y D, en el Vedado habanero. En la sala permanecen colgadas fotografías de Antonio Maceo, Celia Cruz, el Duque Hernández, Teófilo Stevenson, Carlos Acosta, entre otras celebridades cubanas afro descendientes. Tras degustar un exquisito café -brindado por su mamá-, salimos a la terraza donde observamos el ir y venir de los transeúntes y la mescolanza socio racial de los nacionales.

Cubanet: ¿Según las estadísticas oficiales, qué porciento de ciudadanos negros hay en Cuba?

Juan Antonio Madrazo: Un 10%.

CN: ¿Cifra cuestionable?

JAM: Claro. Los primeros en cuestionarla son los propios cubanos. Cuando te montas en una guagua o caminas por las calles, te das cuenta de la superioridad numérica de los afro descendientes. Es cierto que hay ciudades con más población blanca, pero también existen asentamientos con una relación aritmética contraria. Ejemplifico que el antropólogo Juan Alvarado fue uno de los primeros en poner en entredicho las estadísticas oficiales -las verdaderas cifras son “secreto de estado”-. Incluso, tenemos informaciones de especialistas del Instituto Cubano de Genética, quienes manifestaron estar en descuerdo con los números arrojados por los censos de población y vivienda, afirmando que al menos 60% de cubanos son afro descendientes. Enfáticamente te aseguro que el gobierno ejerce presiones sobre todos aquellos intelectuales que impulsan un debate nacional sobre la demografía afro descendiente, destacándose entre ellos: el bibliotecólogo Tomás Fernández Robaina, el ensayista Roberto Zurbano, quien en la actualidad preside el fondo literario de Casas de las Américas, y la investigadora Inés María Martíatu, por cierto, más reconocida en el extranjero que en Cuba. También, desde 1986, en los congresos de la UNEAC se han disputado estos cuestionamientos raciales, pero el régimen se las arregla para silenciar las demandas del anhelado debate nacional.

CN: ¿Por qué el gobierno oculta las verdaderas cifras de nuestra composición étnica?

JAM: Por intereses políticos. Hay que desandar la historia, cuando, en 1962, José F. Carneado, entonces ejecutivo ideológico del Partido Unido de la Revolución Socialista, certificó públicamente que la discriminación racial fue erradicaba por decreto revolucionario, y a los afrocubanos -considerados “una minoría étnica”- se les confería el derecho a la igualdad. Paralelamente comenzó el discurso -o mejor dicho, el “chantaje emocional”- de que los negros se convirtieron en personas gracias a la revolución, que estudiarían y trabajarían amparados por ese Olimpo de deidades blancas que los liberó del yugo opresor, debiéndoles lealtad y agradecimiento sin límites. Desde entonces, el afrocubano sería la punta de lanza, o la carne de cañón para defender la revolución, por considerársele el sector poblacional “más beneficiado”. Las manipulaciones fueron denunciadas desde el principio por intelectuales de la talla de Carlos Moore, Juan René Betancourt, Iván Cesar Martínez y Juan Benemelis, quienes tuvieron que exiliarse, y son satanizados con vehemencia por las corrientes procastristas.

CN: ¿Qué cantidad de afrocubanos milita en las filas del partido comunista?

JAM: La cifra es considerable.

CN: ¿Y la representación en las altas esferas del partido y el gobierno?

JAM: Totalmente cosmética, pocos escaños de los máximos dirigentes del régimen están ocupados por negros. Ejemplifico que en el MINFAR y MININT, no hay viceministros ni generales de cuerpo de ejército negros. Creo que en las fuerzas armadas sólo hay dos generales de división. Se ha comprobado que la máxima graduación a la que ascienden los oficiales negros es a la de general de brigada. Las campañas internacionalistas de Angola y Etiopía -utilizadas para enmascarar el perfil discriminatorio del régimen- produjeron pocos oficiales negros de alta graduación; por ejemplo, el fallecido general de brigada Víctor Schuhe Colás, quien fuera el más brillante estratega del frente norte en Angola, ni siquiera fue ascendido a general de división póstumamente. Académicos soviéticos detectaron desequilibrios raciales en la élite gubernamental cubana, y gracias a esas conclusiones, elevaron al politburó a Esteban Lazo, un apparatchik, sin bagaje revolucionario. También es ínfima la representación de embajadores afrocubanos acreditados en otros países.

CN: ¿Cuáles son las discriminaciones más reportadas en Cuba?

JAM: La más relevante es el desmesurado hostigamiento de los cuerpos policiacos contra los ciudadanos negros, a quienes tildan de potenciales delincuentes, y se les obliga a mostrar su carnet de identidad, so pena de ser multados o aprehendidos. En el año 2010, la opinión pública condenó la ley SB-1070, adoptada en Arizona, contra los inmigrantes ilegales. En Cuba, este tipo de violación discriminatoria está instituida desde hace 40 años contra los propios cubanos. Y por cierto, no tengo información de que algún cónclave internacional de derechos humanos la haya repudiado.

En la industria turística, ciudadanos negros con títulos universitarios, incluso, con pleno dominio de tres idiomas, no pueden aspirar a ocupar plazas de guías turísticos o directivos gerenciales, en cualquiera de los hoteles de las más reputadas cadenas del país. A duras penas, los empleos más asequibles para ellos, son: servicios en la elaboración de alimentos dentro de las cocinas, mozos de limpieza, mantenimiento y custodios. Algunos plantean que gerentes cubanos, blancos, con un carnet del partido en el bolsillo, han sentenciado: “Aquí no queremos negros”. Otros, los más diplomáticos, achacan la negativa a exigencias de empresarios europeos.

En determinados ministerios, como el de la Inversión Extranjera, Comercio Exterior, Relaciones Exteriores y el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC), es baja la presencia de directivos afrocubanos. Sólo se le asignan cargos de secretarios del partido y sindicatos, o sea, los de agitadores políticos. En la esfera de la cultura también se han recibido denuncias de discriminaciones raciales. Por ejemplo, en el Teatro Lírico Nacional, el Ballet Nacional de Cuba y otras instituciones. Igualmente es discriminatoria la no existencia de una pedagogía relacionada con la integración racial, tanto en el contexto educativo, como en los medios de difusión. En fin, el paquete es amplio.

CN: Según vox pópuli, los afrocubanos tienen una presencia preponderante en las turbas de respuesta rápida. ¿Cuestionas este comentario?

R: No lo discuto, reconozco que es una consecuencia de las manipulaciones antes mencionadas. Utilizar un sector poblacional tildado de “víctimas”, para convertirlos en “victimarios”, defensores de un régimen que supuestamente “les benefició y otorgó plenos derechos”, es una escenificación que, a la vista de los incautos, favorece “la imagen” de la dictadura. Pero tales abominaciones también fueron utilizadas por el colonialismo español, en el siglo XIX, cuando creó la Milicias de Pardos y Morenos, los Guerrilleros Negros y los Casinos de Españoles de Color, con el fin de dinamitar la moral de las tropas independentistas.

CN: ¿Qué efectos busca la publicidad oficialista explotando la imagen del afrocubano?

JAM: Es una grosera y contradictoria propaganda. En una valla enclavada en la avenida Boyeros, dice un rótulo sobre la fotografía de un sonriente afrocubano: “Los cambios que necesita Cuba, son más socialismo”. Sin embargo, la mayoría de los negros están sumidos en la más exorbitante pobreza. Por ejemplo, desde hace más de 60 años, subsisten en los mismos barrios: Centro Habana, La Cuevita, Palo Cagao, Hindaya, Pocitos… e innumerables ciudadelas de la periferia capitalina. Paradójicamente pocos moran en el Nuevo Vedado, Miramar, Kholy, Country Club, Siboney o cualquiera de los mejores repartos de la Habana. Las más recientes innovaciones económicas no han beneficiado a los cuentapropistas negros, porque, en alto porcentaje, no cuentan con buenas casas (infraestructura), ni familiares en el exterior que les ayuden financieramente para montar un negocio, por ser el sector poblacional que menos ha emigrado.

CN: ¿Qué tareas se ha propuesto acometer el Comité Ciudadano por la Integración Racial (CCIR)?

JAM: Trabajo, trabajo y más trabajo, documentando casos de discriminación racial a través del observatorio ciudadano, impartiendo conferencias, haciendo periodismo y luchando a brazo partido para que la diáspora tome conciencia de que el problema racial debe tomarse en cuenta desde ahora y no a partir del restablecimiento de la democracia en Cuba. También hemos elaborado un plan de denuncia civil por la pobre cobertura dedicada a la conmemoración del centenario de la masacre de los independientes de color y por la insuficiente difusión del documental “1912, Voces para el silencio”. Un pueblo que no predica sobre sus errores, corre el riesgo de volver a cometerlos.

CN: ¿Se les oponen otros afrocubanos e instituciones oficialistas?

JAM: Intelectuales pro-régimen, como Miguel Barnet, Guillermo Rodríguez Rivera, Esteban Morales y Gisela Arandia. Los proyectos oficialistas, como “Cofradía de la Negritud”, o el desarticulado “Color Cubano”, todos empeñados en desmoralizarnos ante el pueblo como una disidencia negra y mezquina vinculada al Plan Bush. También el chantaje intimidatorio y la represión de la policía política contra todos aquellos jóvenes que se nos acercan -que cada día son más-, porque el régimen está consciente de que la discriminación racial es un combustible peligroso que pudiera acelerar una rebelión.

CN: ¿En una Cuba libre y democrática, fundarían los negros otro Partido de Independientes de Color?

JAM: No es viable. Nosotros luchamos por la integración racial, y soñamos, como el reverendo Martín Luther King Jr. En una Cuba libre y democrática, negros y blancos nos daremos las manos para reconstruir la patria, la cual, por cierto, bastante desbaratada nos la dejará el comunismo.


HISTORIA, IDENTIDAD Y VALORES. Roberto Jesús Quiñones Haces





Miércoles, Agosto 15, 2012 | Por Roberto Jesús Quiñones Haces

agosto www.cubanet.org -Desde hace varios años se habla y escribe mucho en Cuba acerca de la identidad y los valores ciudadanos. Acciones ineludibles para fortalecer la identidad cultural de un pueblo y propiciar la formación de sólidos valores son la enseñanza de la historia, el enaltecimiento de hechos y personas que constituyan ejemplos señeros y la conservación de las tradiciones.

Cuando deja de prestarse atención a dichas acciones o la enseñanza de la historia se convierte en un vehículo ideologizante; cuando se hace manifiesta la manipulación o se trata de minimizar el valor de lo realizado por generaciones precedentes para imponer la supuesta trascendencia de los actos realizados por otras generaciones más cercanas en el tiempo, sobre la ciudadanía comienza a actuar el germen del desarraigo aunque ésta haga su vida dentro de los límites de la patria. Entonces la desconfianza y la subvaloración de lo autóctono hacen acto de presencia. Tales consecuencias las hemos sufrido en Cuba y sus efectos resultan más nefastos que los que cualquier político de cursillo emergente y mano presta a la unanimidad pueda suponer.

La enseñanza de la historia de Cuba no se ha centrado en el análisis multilateral de los hechos y figuras históricas, apreciados en su justa dimensión, sino que ha privilegiado la exposición ideológica y la recurrencia a un antiimperialismo que poco ha faltado para que los teóricos de los manuales identifiquen con la figura del cacique Hatuey.

Demonizar a Estados Unidos más que enseñar la historia de Cuba parece haber sido la brújula de quienes están encargados de redactar los programas de estudios de la asignatura. Junto con esta manía de echarle las culpas de nuestros errores a los Estados Unidos existe una marcada tendencia a la manipulación de los educandos. En esta órbita caen no pocos sucesos y personalidades.

Un ejemplo es la Protesta de Baraguá y el protagonismo que en ella tuvo el insigne patriota Antonio Maceo. Si Ud. le pregunta a un estudiante de cualquier nivel educacional, o a cualquier ciudadano, qué ocurrió con Antonio Maceo después de la Protesta de Baraguá muy pocos sabrán contestarle. Si a esa pregunta Ud. añadiera otra que interesara de su interlocutor alguna referencia sobre José Ramón Leocadio Bonachea seguramente no sabría decirle que fue un General de División nacido en Santa Clara, que también rechazó el Pacto del Zanjón, pero que a diferencia de Antonio Maceo permaneció en los campos de Cuba luchando en contra de España hasta el 15 de abril de 1879 y sólo dejó la lucha en la manigua porque así se lo ordenó el General Calixto García. Sin embargo cuando se habla de intransigencia sólo se menciona a Maceo, nada se dice de Bonachea.

La causa de esta ignorancia se debe a la forma maniquea con que se enseña nuestra historia, la cual siempre ha privilegiado los aspectos positivos de un suceso o patriota sin mencionar los negativos; una enseñanza que ha priorizado la exaltación de cinco o seis figuras históricas y ha dejado en el anonimato absoluto a otros patriotas tan valiosos y dignos como los que siempre son seleccionados para engrosar los textos, patriotas anónimos que en ocasiones ni siquiera cuentan con una simple tarja que perpetúe su nombre o con un simple sello de correos, como ocurre con el Mayor General guantanamero Pedro Agustín Pérez, a quien el Primer Vicepresidente del Consejo de Estado y Segundo Secretario del PCC, José Ramón Machado Ventura, en el reciente acto nacional conmemorativo del asalto al Cuartel Moncada le cambió el nombre por el de José, desaguisado que fue trasmitido en vivo por la televisión sin que ninguno de los presentes en el acto le rectificara el error, como tampoco lo hicieron cuando en el mismo acto el Presidente del país, al referirse al sitio por donde desembarcó José Martí junto con Máximo Gómez, Paquito Borrero, Ángel Guerra y Marcos del Rosario, el 11 de abril de 1895, lo llamara “Guayajabo” cuando en realidad es Playitas de Cajobabo.

Otro ejemplo de notoria manipulación histórica es la reiterada expresión pública de que José Martí no fundó dos o tres partidos, sino uno sólo, el Partido Revolucionario Cubano. Cuando se hace tal afirmación lo que se pretende es vender la idea de que José Martí era un enemigo del multipartidismo, ocultándosele al pueblo que el Partido Revolucionario Cubano no fue creado por el Apóstol con fines políticos tendentes a la futura república sino con el único objetivo de organizar lo que él llamó la guerra necesaria, de ahí que en una de sus bases se estableciera su disolución una vez instaurada la lucha redentora en la manigua.

Pero si tal práctica mostrenca de enseñar la historia ha dejado indudables secuelas en nuestra sociedad, hay otras que también han minado nuestras tradiciones y reverencias hacia figuras de reconocido prestigio. Entre ellas están los cambios de nombres de las escuelas, centros de trabajo y otras instituciones; la revalorización de determinadas fechas históricas y la imposición de figuras y paradigmas ajenos a la tradición histórica cultural de los cubanos.

Todos hemos sido testigos de cómo una escuela que hasta 1968 se llamó Félix Varela, Enrique Thomas o José de la Luz y Caballero, de pronto recibió el nombre de Ernesto Ché Guevara o el de Guerrillero Heroico. Hemos asistido al enterramiento del 20 de mayo, antes día de fiesta nacional, hoy lapso para la diatriba contra la República; también hemos presenciado cómo el 26 de julio ha alcanzado la supremacía absoluta dentro de las celebraciones de las fechas históricas, al extremo de que la Declaración de Independencia del 10 de octubre de 1868 y los levantamientos del 24 de febrero de 1895, sucesos fundacionales de nuestra nacionalidad, han sido relegados a un segundo plano. Si a esto sumamos el cambio de nombres a numerosos centrales azucareros a principios de la década de los sesenta, el acoso y debilitamiento de la Iglesia Cubana, legítima portadora de gran parte de nuestro acervo y tradiciones, tendremos una nada despreciable sumatoria de errores que a la larga han provocado la confusión, incivilidad, desarraigo y también el deterioro de los valores ciudadanos.
En Guantánamo el estadio de pelota se nombra Nguyen Van Troi aunque en Viet Nam, ni siquiera hoy, se practica ese deporte. A pesar de que Cuba es cuna de prestigiosos científicos y médicos el hospital provincial se nombra Agosthino Neto.
Sin embargo el error mayúsculo fue nombrar Granma al territorio oriental cuna de la revolución de 1868 y al órgano oficial del PCC, porque señores, todo el mundo sabe que Granma, en Inglés, es el diminutivo de grandmother, y significa abuelita. Imagino la sonrisa sardónica de algún que otro angloparlante cada vez que tropiece con tal estolidez.