Muy importante resulta el triunfo de la oposición en Venezuela frente al
chavismo (que es, a quien realmente se le ganan estas elecciones) porque Maduro, su principal representante,
se ha convertido sin otras posibilidades de conseguir lo contrario, en hacedor
del desastre (ahí están las estadísticas)
Durante los dos primeros años de su mandato -por designación de su predecesor- y
desde las elecciones que supuestamente ganó frente a Capriles, que tuvieron un
carácter muy dudoso y un margen tan apegado a la disputa; empezó a transitar por el camino de la derrota. Un camino al filo del precipicio al que
acaba de caer, libremente.
La derrota es contundente, no solo por el margen con que la MUD gana 112
curules en la Asamblea Nacional –mayoría de 2/3 sobre el total de 167
delegados- sino también por la absoluta disparidad entre la maquinaria
gubernamental y la oposición. El gobierno, como de costumbre, apeló a su base
cada vez más reducida y según apuntaban todas las encuestas realizadas antes de
los comicios. Lo hizo, además, con el desdén y la más absoluta prepotencia,
utilizando el poder de los medios bajo su control y hasta la repartición de
dádivas materiales, un Consejo Nacional Electoral sometido a la voluntad del
ejecutivo y el poder del dinero para gastarlo sin reparos en una campaña marcadamente
tendenciosa, según ha sido su costumbre desde los tiempos del difunto Chávez.
Todo lo anterior les produce a los venezolanos y a otros partidarios de la
democracia con diferentes orígenes nacionales, una anhelada y muy merecida
satisfacción. Hasta ahí, el júbilo inmediato representa la cancelación de una etapa de
confrontación en que por diversos motivos los venezolanos opositores debieron enfrentar
derrotas –algunas de ellas muy dudosas- y armarse de paciencia a la espera de
un nuevo enfrentamiento con el poder, encontrando (o tratando de hacerlo) en
las urnas, la salida. El triunfo revaloriza y nos sitúa a todos (también al oficialismo y muy a su pesar) frente a una gran lección: el totalitarismo no admite la participación
democrática (ni en la crítica, la existencia del pluripartidismo, o por intermedio de la
participación de la sociedad civil en uso de sus derechos reales) porque se ve
a sí mismo como opción única y fuera de cualquier otra alternativa que anatematiza,
cuando menos, como innecesaria.
Pero ahora viene la etapa más difícil, donde el triunfalismo no ha de ser
óbice para perder la cabeza y contribuir a distorsionar la visión del objetivo final
a conseguir: crear las condiciones para la rehabilitación de un país que ha sido
devastado por la acción de un gobierno inefectivo e incongruente, dilapidador
de los recursos de la nación, corrupto y nepotista, servil y dúctil a esquemas
superados; allí, bajo el enajenante nihilismo de la entelequia representada por
el socialismo del siglo XXI, que no es otra cosa que una especie de último
producto salido de las cabezas calientes de los representantes
del socialismo marxista para América Latina.
No nos ocupa ahora ventilar el análisis de la afirmación anterior; pero lo
que sí es importante es encontrar las alternativas más inteligentes y apropiadas
para que la minoría representada en el voto chavista y obtenida por el PSUV,
pase a ocupar el lugar que le corresponde en consecuencia de la voluntad popular
expresada en los comicios. Maduro, al reconocer la derrota de su partido, se
apuró en decir que “la guerra económica” es la causa fundamental de la derrota y que lo que aquí se ha producido es "una victoria de la contra-revolución"
Aparte de la importante labor legislativa que la nueva Asamblea deberá llevar a
cabo a partir de su toma de posesión el próximo enero (2016), la MUD,-representante de una unidad que es ahora indispensable- y con un
apreciable arsenal de elementos con que puede y debe contar, habrá de influir e
insistir en la conformación de un criterio, realmente político, de la falacia
que envuelve el pretexto madurista, con el que, como quien prepara un guiso –en
este caso, más bien un desaguisado- se inhabiliten los argumentos tendenciosos y que el pueblo encuentre en ello, una respuesta convincente.
Sabemos (sé por experiencia) cómo manejan los socialistas marxistas la
cuestión de las dicotomías, ora a su favor, ora en contra. Cuando les resulta
conveniente, suelen dar prioridad a la cuestión económica sobre lo político y,
en un plano más abstracto, pero no menos redituable para ellos, a la relación
entre lo que ellos consideran la invulnerabilidad de su filosofía, a la que no
separan del argumento ideológico, mediante el destino final e inalterable de la
conquista y el uso del poder. Los “consejos” (esa “solidaridad”, aun en la
derrota) de sus adláteres, ya sabemos de dónde viene y quiénes la alientan,
siempre mediante el empleo de argumentos muy sofisticados y que aparecen, aún
cuando constituyen la negación de la praxis.
Ahora, recorriendo una vez más el camino de los vericuetos ideológicos, aparecerán los
inefables teóricos de siempre argumentando por intermedio del historicismo
amañado, que esto no es más que “un paso atrás, para luego dar dos hacia
adelante” (Lenin); ya parecen haber comenzado, solo hay que escuchar a Maduro, que por
suerte; no es teórico de nada y muchos menos adorna su nebulosa prosapia con
el brillo del intelecto. Se procederá a resucitar fantasmas sepultados por la
verdadera Historia y que cuentan en su haber con una muy discutible valía de
más de un siglo de antigüedad que pervive en la memoria, en nada popular, de sectores del intelecto, en contra o a favor . Es cierto que la endeble conformación ideológica
del chavismo-madurismo (ahora sí) es una especie de engendro de raigambre
populista (*) en extremo abusada en este caso y cuya influencia ha mermado considerablemente –algo
que era fácil de advertir- entre sus propios seguidores y desde otros países,
pero aunque pisen un terreno desconocido y donde el totalitarismo se ve
debilitado; el chavismo no se ha encontrado aún con el destino que merece. De
ahí la importancia de informar, educar, politizar y explicar a la población, la
invalidez y las contradicciones de los argumentos que se esgrimen desde el poder
para justificar la derrota. El tiempo disponible no es mucho
y por ello debe ser racional y eficazmente empleado, sin merma que afecte el interés de otros propósitos ineludibles.
Otro de los riesgos del triunfalismo puede ser entenderlo como óbice de una
actitud de retaliación frente a los derrotados y para evitarlo, deberá tenerse
muy presente que hacer lo que no resulta apropiado que me hagan (o nos), puede
ser utilizado con la perfidia de los que manejan las argucias políticas como
si usarán un proyectil de acción retardada para luego convertirlo en boomerang en
contra de sus opuestos.
Todo parece indicar que el discurso de Maduro para la aceptación de su
derrota estaba preparado de antemano. El acudir a una serie de ejemplos con
anclaje histórico fuera de contexto (Brasil de Goulart, Guatemala de Jacobo
Arbenz, los coroneles en Grecia, y la cancelación del gobierno socialista de S.
Allende en Chile) deja entrever que desde la precariedad intrínseca del
expositor, parece ser algo demasiado sofisticado en su caso. Sin embargo, el hecho
de combinar tales versiones –en algunos casos no carentes de
máculas- deja entrever ciertos propósitos espurios tendenciosamente rehabilitados
para crear la confusión. Los tiempos de la guerra fría ya no tienen nada que
ver en este caso y son tan improcedentes tales referencias, como querer introducir en el debate la
teorización vinculada al dogma marxista. Algo que, de seguro, harán; desde afuera y desde dentro.
Maduro, aún es presidente; no sé hasta qué punto su talante diezmado (que
no prestigio, eso nunca lo ha tenido) pueda resistir el embate de una actitud
inteligente proyectada por y desde la Asamblea Nacional (perder allí su
influencia –la de Cabello, el segundo hombre y un crecido número de los diputados chavistas –que ya
se sabe lo que son y han sido) es un duro golpe que lo sitúa a él,
personalmente, y a sus seguidores por extensión; contra las cuerdas. De ello
debe concluirse que la estrategia y el uso táctico del poder que el pueblo ha
conferido a la Asamblea debe ser inmaculado, sofisticado en su argumentación,
aunque sin caer en complejidades innecesarias, para que ese remedo de proyecto
que es el chavismo, quede definitivamente convertido en lo que nunca dejó de
ser: aliento de un socialismo a destiempo, insostenible desde sus propias
contradicciones y evidencia de que “la dictadura del proletariado” es también
dictadura, no ha carecido de representantes de triste recordación y en consecuencia, antítesis de la verdadera democracia.
José A. Arias-Frá
12/07/20015
(*).-Inicialmente, no pensé en incluir ninguna nota aclaratoria; en este caso, más bien una referencia al lector. Al respecto es ilustrativo el contenido de la evaluación que hace Enrique Krauze en su obra "Redentores" en el ensayo dedicado a Hugo Chávez.
Krauze, Enrique.-"Redentores: Ideas y Poder en América Latina" Vintage, División de Randon House Inc., 2011 Pgs: 479-550.
(*).-Inicialmente, no pensé en incluir ninguna nota aclaratoria; en este caso, más bien una referencia al lector. Al respecto es ilustrativo el contenido de la evaluación que hace Enrique Krauze en su obra "Redentores" en el ensayo dedicado a Hugo Chávez.
Krauze, Enrique.-"Redentores: Ideas y Poder en América Latina" Vintage, División de Randon House Inc., 2011 Pgs: 479-550.