Tuesday, October 31, 2017

A PROPÓSITO DE DEFINICIONES (vinculantes o no)


 Si los procesos políticos se definen por su origen habría que colegir que fue una revolución organizada, desarrollada y triunfante bajo la amalgama de factores en su mayoría de antecedentes e implicaciones inmediatas y menos, ideológicas; a pesar de que entre sus filas y sus dirigentes principales hubiese alguno que otro vinculado a argumentos teóricos e históricos, por citar el caso luego convertido en paradigma, de la revolución bolchevique leninista de octubre en 1917 y  después del intento pequeño-burgués de  Kerenski en febrero. Tal precisión guarda ciertas similitudes a priori con la concepción revolucionaria, agrarista y pequeño burguesa de la idea de revolución nacional en Cuba, mucho antes, inclusive, de la aparición del castrismo en escena. Era evidente que pocos, así lo entendían.

Lo anterior explica la desvinculación entre los representantes del Partido Socialista Popular y la llamada Generación del Centenario, eufemísticamente encabezada por un gánster como Fidel Castro, sólo bastaría con echar una ojeada a su “pedigrí revolucionario” Aún más; sin que mediara mucho tiempo ― históricamente ― los viejos líderes del PSP (comunistas) bajo la férula del Komintern y plenamente identificados con él, habían formado parte de la plataforma de apoyo a Fulgencio Batista en vísperas de las elecciones de 1940 y condonaron su victoria en las urnas en esa ocasión. Batista los premió vinculándolos a su gobierno con varias carteras ministeriales.

Esa parte de la historia (referida al sovietismo a ultranza), muy conocida, se ha de mantener vigente hasta bien entrada la década de los 50 con ineludibles marcadores en 52, después del 56 y el desembarco del Granma y hasta la toma del poder en Enero del 59. Los indicios de que una victoria de las fuerzas rebeldes era posible; EE.UU., al retirarle apoyo a Batista y el avance de las guerrillas rebeldes en sendas columnas encabezadas por C. Cienfuegos y el Ché Guevara de oriente a occidente, parecían confirmarlo; la dirigencia partidista de los comunistas ( de vuelta al clandestinaje) decidió el envío de Carlos Rafael Rodríguez al encuentro de la heterodoxa guerrilla castrista en el verano del 58; en ella se agrupaban integrantes de muy diversos orígenes que transitaban desde la finiquitada Ortodoxia, la juventud socialista y algunas organizaciones de visos fascistoides por sus métodos y vinculadas al quehacer y la violencia de grupo. Todos, en el movimiento guerrillero y desde diferentes áreas, habían bebido del mismo cáliz, cabalgando sobre la saturada idiosincrasia política nacional y bajo el insano ambiente de los alegres gatilleros de la revolución gloriosa y auténtica del caudillo civilista más popular de la historia nacional republicana: Ramón Grau San Martín y después del hiato cronológico entre 1944 y 1952.

Puristas martianos que se decían, imagen con la que el propio Castro se vendía, sobre todo después de la salida en libertad en 1955 y en consecuencia de la amnistía general decretada y el exilio en México, conformaban la mayoría de los integrantes del núcleo, otrora fundacional del 26 de Julio. Tal coincidencia de ideas dispersas entre los seguidores de Castro es el origen de las marcadas diferencias que prosperaron tras el triunfo de enero. Fue entonces, nunca antes, que el marxismo-leninismo, el argumento que como leña atizó el fuego, proporcionó la posibilidad de una estructuración ideológica. Tan pronto como se dictaron las primeras “leyes revolucionarias”, sobre todo la de reforma agraria, fue creado el INRA y se nombró como su director a Carlos Rafael Rodríguez, la fractura se hizo evidente, la reconciliación imposible y la implantación del totalitarismo un hecho. Sólo era necesario declararlo y ello se produjo en abril de 1961.


De lo anterior es fácil inferir que la revolución de Castro no tuvo nada que ver con los conceptos de socialismo, socialismo marxista, leninismo y ―originalmente ― inclusive, con el concepto estalinista de marxismo-leninismo. Evaluar los hechos bajo la perspectiva de la influencia aislada de algunos protagonistas es, sin duda, erróneo. Si seguimos el patrón de los hechos acaecidos entre 1960 y 1968 y la manera en que se van vinculando e integrándose como manifestaciones argumentales a través de la discursiva del líder, queda claro que la integración al esquema ideológico estalinista se produce por dos razones concomitantes: 1) el temprano enfrentamiento con los EE.UU. 2) la decantación ideológica a la órbita soviética en el escenario de la guerra fría como único recurso de alianza política posible, pero a la vez erróneamente calculada.

Ni Castro era un teórico marxista (ni siquiera era un líder como muchos de los dirigentes euro-orientales en sus momentos respectivos, con una formación en los ámbitos del sovietismo después de la muerte de Lenin y el arribo al poder de Stalin con posterioridad, o herederos de esa tradición) De seguro, los soviéticos se percataron tan pronto como en octubre del 62 (por sus acciones durante la Crisis de los misiles), de la vocación de poder absolutista y totalitaria de Fidel Castro y entendieron que estaba llamado (entre potenciales virtudes y manifiestos defectos) a ser su hombre en Occidente. Para ello, contarían con el entourage de viejos comunistas (marxistas-leninistas ortodoxos) capaces de someterse a la voluntad del máximo líder y servirle a la vez de contrapeso. Excepción a la regla, los que en teoría habían estado vinculados a la idea trotskista de la revolución permanente y se decantaban del absurdo socialismo, no proletario, ni vinculado al paradigma de la lucha de clases del estatismo totalitario estalinista. A la mayoría, Castro terminó por meterlos en un saco y colgarles la etiqueta de micro fracción (1968) para inhabilitarlos políticamente y seguir el camino de la estatización calcada del modelo soviético, eufemísticamente matizada por la designación de un término genérico, “despegue” que en el argot nacional adquiría, sin embargo, una connotación gloriosamente sustancial…a la larga, intrascendente. El despegue se vio convertido en atasco.

Pero los encontronazos con la realidad y en consecuencia con la falta de previsión que se fueron sucediendo uno tras otro, la estatización casi absoluta de la industria agropecuaria después de la segunda ley de reforma agraria, la eliminación de la pequeña y mediana propiedad mediante la ofensiva revolucionaria del 68 y la eslabonada cadena de errores antes y después del fracaso de la zafra de los diez millones en 1970, lejos de servir como experiencias técnicamente redituables en lo económico, dieron pie a slogans absurdos como eso de “convertir reveses en victorias” algo que suena a tautología o cuando menos a una alienación polisémica.

De manera que el tiempo tampoco se convirtió en aliado de Cuba y los cubanos y el resultado en lo político no tiene otras manifestaciones que esas que acercan los mecanismos puestos en práctica por el régimen al fascismo. Sí, si se mira desde el punto de vista conceptual, hay más de fascismo en la represión ejercida por el poder de los totalitarismos de izquierda que de socialismo democrático, marxismo e inclusive comunismo según la teoría filosófica esbozada en la interpretación hegeliana de Marx, Engels y hasta el propio Lenin.

Definir la estrategia económica del fascismo resulta, hasta hoy, cuesta arriba; primero porque si bien el fascismo es un producto del capitalismo monopolista de estado, nada tiene que ver con la concepción liberal (o neo) del capitalismo más o menos clásico y hasta hoy, segundo, porque en la Italia de los años 20 y en medio de una aparente contradicción, es un movimiento que crece entre sectores productivos que se identificaban más con el proletariado que con la burguesía urbana y menos, rural. Mussolini y su mentor ideológico Geovanni Gentile, no se cansaban de reiterar el carácter popular del movimiento que terminó con la Marcha sobre Roma bajo la ¿casual? distinción de una frase que en términos y circunstancias muy parecidas hubo de parafrasear Fidel Castro. Según Gentile: “…dentro del estado todo, fuera de él nada” Es además sintomático, que Castro advirtiera tempranamente a los intelectuales (ese grupo tan incómodo a los revolucionarios profesionales) que: “dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada” (junio, 1961)

Luego en la elaboración y aplicación de mecanismos represivos el Fascio de Combattimento, el nazi-fascismo y el estalinismo configuran y manifiestan una estrecha relación. “Yo creo que Stalin es peor que Hitler. Este era un asesino frío, pero aquel se recreaba en la crueldad”, ha dicho Esteban Volkov Bronstein (92), único nieto vivo de León Trostki, guardián y custodio de la herencia y museo del líder bolchevique, asesinado en 1940 por orden de Stalin en su refugio de la colonia Coyoacán en Ciudad México por el sicario Ramón Mercader (comunista español) De tal suerte, ¿qué separa al Gulag y los campos de exterminio nazi-fascistas desperdigados en la geografía europea antes y durante la Guerra?, ¿qué a las víctimas del exterminio de millones de campesinos georgianos, mediante el mortal efecto de la combinación hambre-frío en los tiempos de la colectivización impuesta a ultranza por el “padrecito” Iosef y los crímenes de millones de judíos después de ser utilizados en experimentos de eugenesia para luego ser exterminados?

De las jerarquías del estado totalitario y amén de su comportamiento ideológico, donde los extremos se tocan y hay evidencias que se inscriben claramente en la indagación y recomendación de académicos y teóricos, tampoco se desprenden diferencias muy notorias. En eso de sometimiento a la voluntad ―centralismo democrático según el marxismo-leninismo ― y el culto irrestricto a la personalidad del líder hay, casi, una tradición común.  Ciertamente, bastaría con desempolvar a H. Arendt, K. Schmitt, también digo, reencontrarse con lo que nos cuentan, desde ópticas disímiles, Paz, Russel y hasta el mismo S. Zizek sobre la ideología y su influencia.

De tal suerte, y si pretendemos llegar a un destino transitorio aún, pero que nos permita arribar a conclusiones, por la misma razón ― temporalmente indefinida―, hay que decir que el estadío real de la situación política y social del Estado cubano de hoy, no responde a ninguna definición teórica conocida. Quizás sea por eso que los que allí gobiernan y sus adláteres, hallan creado esa categoría de Socialismo del Siglo XXI (*), capaz de complacer el ego en extinción de un “líder” y satisfacer, a la vez, la egolatría de otros cuya perspectiva y sin denuestos mediante, se ajusta a una muy limitada argumentación incapaz de enfrentar otros retos más allá del pulso de la fuerza. Parece que el destino de hoy, venía ya en andas de la improvisación conveniente; es el plausible argumento para cualquier interpretación torcida de la Historia.

(*).- El término, de la autoría del sociólogo alemán Heinz Dieterich fue asumido por el principal inspirador de la tendencia en latinoamérica, Hugo Chávez, de quien Dieterich fue uno de sus mentores y asesores; luego, entre ellos sobrevino la ruptura al considerar Dieterich que nada de lo que hasta hoy prevalece en Venezuela tiene vínculos sustanciales con lo que expone y esboza su teoría

José A. Arias-Frá.
Octubre 31/17  












Tuesday, October 10, 2017

VENEZUELA: UNA VEZ MAS FRENTE A LAS URNAS.

El próximo 15 de octubre habrá elecciones regionales en Venezuela. Esta vez, limitadas a elegir gobernadores de las 23 gubernaturas existentes nacionalmente y de las que hasta ahora y después de los últimos comicios celebrados en 2012, 21 gobernadores chavistas ocupan el cargo al frente del mismo número de magistraturas. Todo parece indicar que las perspectivas de un cambio son inminentes. Pero, ¿existe garantía de tal previsión?

Aunque ya se conocía de la gravedad de su dolencia para ese entonces (2012), Hugo Chávez aún estaba vivo (su fallecimiento ocurrió en marzo del 2013 según fue anunciado) y eso le daba ciertos visos de autenticidad al proceso político que en medio de una tenaz propaganda del PSUV se verificaba. No obstante, la oposición al chavismo había ido ganando terreno y desde 2008 logró consolidarse como entidad aglutinante de diversas agrupaciones y partidos políticos bajo el esfuerzo de la MUD, algo que desde 2006 venía gestándose.

La irrefrenable crisis nacional ocurrida durante la gestión de Nicolás Maduro permitió que bajo el efecto degenerativo de diversos vectores de influencia económica, política y social las cosas hayan ido cambiando hasta llegar a la crisis que hoy enfrenta a Venezuela como nación y a su población, a un momento en que cualquier decisión puede parecer y resultar, crucial (1)

En virtud de que la decisión mayoritariamente consensuada de acudir a elecciones terminó prevaleciendo esta vez, lo que habrá de ocurrir tras los resultados del 15 de octubre de 2017, será también definitorio para el derrotero a corto plazo de la vida política nacional.

La oposición tiene sus previsiones basadas en cálculos y números que apuntan las encuestas (2) y que, según afirman, los llevarían a conseguir entre 15 y 18 gobernaciones a pesar de los empeños que ha puesto el gobierno a través de dos de las entidades que mantiene bajo su control: el CNE y el TSJ y que, a fin de manipular los resultados previamente y antes de que el proceso tenga lugar, no han tenido reparo en demostrar su parcialidad obedeciendo órdenes del ejecutivo bajo la falaz apariencia de recomendaciones “en virtud de salvaguardar la pureza del proceso”

Se ha hecho todo lo posible por limitar la participación de candidatos de la oposición, impedido la sustitución de aspirantes tras haberlos hecho renunciar o mediante otros espurios subterfugios, cambiado la capacidad de las mesas de votación reduciendo su número a fin de  crear retrasos en los procedimientos, se ha establecido un nuevo sistema de votación (en remplazo de Smart Matic, por uno de propiedad de empresarios vinculados al chavismo) e inclusive, eliminado el uso de la tinta indeleble para controlar fraudes potenciales.

El grupo oposicionista que se ha opuesto a la participación en los comicios y donde ocupa una posición descollante Vente Venezuela de la dirigente oposicionista María Corina Machado, ha expresado su desacuerdo basándose en el origen comprometido, que, para ellos, tiene el propio proceso que se ha convocado. Primero, porque la convocatoria se verifica por funcionarios del CNE que tienen su período de ejercicio vencido y lo más importante; porque la Constituyente madurista de 30 de julio y que, de facto, tomó como una de sus primeras decisiones desconocer a la Asamblea Nacional Constituyente de mayoría opositora electa en diciembre de 2015, es la principal convocante del proceso electoral. Según el criterio de los que se abstienen y recomiendan no participar, el hecho de hacerlo es, prácticamente, un acto de traición y de confabulación con el régimen dictatorial de Nicolás Maduro.

Pero como se sabe y ha quedado demostrado, la insistencia de la mayoría opositora pone el énfasis de las posibilidades para el cambio en el ejercicio del voto y el uso de las urnas como única contingencia posible frente al totalitarismo, que trata de aparentar por su ya remoto y contradictorio origen, seguir siendo un proceso legal fincado en mecanismos democráticos. Parece irrefutable que después de los muertos, primero en 2014 y luego de más de un centenar recientemente, alguien que no milite entre acólitos y cómplices sea capaz de refrendar el argumento democrático para tratar de paliar el efecto manifiesto de un régimen dictatorial esencialmente antidemocrático.

Se sabe cómo concluyó esta última oleada represiva desenvuelta por el régimen frente al intento popular de permanecer en las calles enfrentando la represión. Era de esperar que faltando el apoyo del estamento militar adherido y confabulado con el gobierno, comprometido con él mediante el soborno y el co-hecho, el esfuerzo de los movilizados fuera decayendo hasta desaparecer.

Es ese, el punto de inflexión en la estrategia oposicionista que responde a una implementación presuntamente lógica de los argumentos y que no tiene otro derrotero que defender la posición de participar en la confrontación electoral y los resultados que de ella puedan provenir; salidos de las urnas como máxima expresión de la voluntad popular y a fin de alcanzar una definición ulterior.

Hay, aún, otro presupuesto que los electoralistas defienden. Ellos estiman que otra contundente victoria en contra del oficialismo los sitúa automáticamente ante la posibilidad de enfrentar a Maduro en absoluta ventaja en los próximos comicios para presidente que según el propio Maduro “…llueva, truene o relampagueé tendrán lugar en 2018” Algo que, sin embargo, y dado el récord de violaciones que tienen los órganos de poder encargados de garantizarlas, muchos ponen en duda, máxime, después de haberse verificado la puesta en práctica de la estrategia de la Constituyente Comunal con poderes y facultades ilimitadas en el ejercicio de sus funciones.

ALGUNAS VALORACIONES

Argumentos como los que siguen, se escuchan a diario:

― Nadie dijo que esto iba a ser fácil ― expresó un dirigente político entrevistado por un periodista ―, aquí en Venezuela, todos queremos un cambio, mantengamos la vigilancia sobre el ejercicio del pueblo en las urnas (sic) y sobre los resultados.

El derecho del pueblo a participar es sagrado y no debe ser desconocido, el estado no decide (¿?), sólo representa el poder electoral y si determina desconocer la voluntad popular terminará de descaracterizarse.

― Éste de ahora es un voto de rebeldía ― continúo diciendo ― el proceso es muy local, pero a pesar de ello el mundo tiene sus ojos puestos en él y será el primer paso para elegir un presidente que saque a Maduro del poder.

― Estoy convencido de que irán muchos venezolanos a votar contra el régimen, el problema es que el gobierno lo acepte. Concluyó.

La anterior, es la visión aparentemente optimista y en cierto sentido triunfalista de un asambleista al que, ese mismo tirano que es Maduro, junto a sus cómplices, lleva dos años impidiéndole el ejercicio de sus funciones a pesar de haber sido electo, basándose en una acusación tan infundada, absurda y pueril como la de ser “pro-yanqui, oligarca y burgués”

Si la evidencia es la prueba fehaciente para lograr establecer la certidumbre del análisis, ¿qué debería concluirse con respecto al caso venezolano en el que tantas veces ha sobrevenido la frustración tras el fracaso a consecuencia del intento y las argucias de un régimen carente de pudor a la hora de subvertir y mentir?

¿A qué tipo de construcción políticamente viable aspira la oposición venezolana, aún en el caso de los que recomiendan la abstención? ¿Existirá la idea de la compartimentación del poder con un régimen excluyente? ¿Qué conversión puede esperarse en términos de democracia verdadera proveniente de cualquier alianza con el actual poder fáctico de la dictadura? En perspectiva inmediata todos los cuestionamientos parecen válidos y no es casual que, desde el poder, algunos de sus voceros más conocidos argumenten al respecto mintiendo exprofeso al propalar versiones sobre nuevos diálogos entre gobierno y oposición en terceros países. 

De seguro una situación tan seria, por grave, como la que existe hoy en Venezuela no puede ser objeto de divertimentos que garanticen la consecución de lo que más necesita el régimen: ganar tiempo.

Voten, velen, protejan su decisión; el discurso se repite y las razones son obvias. Nunca existió un consenso internacional mayoritario y coyunturalmente favorable como ahora, ni el madurismo se vio enfrentado a una situación económicamente peor; pero aún cuentan con el poder de la fuerza y de las armas y en tal caso, poco les importa la razón. La historia se repite con demasiada frecuencia y hacer hábito de la conformidad y el inmovilismo no produce buenos resultados.

José A. Arias-Frá.
10/10/17

Notas:

(1)  Todos los índices estadísticos apuntan a una agudización de la crisis venezolana. Baste mencionar que los niveles de inflación calculados por el FMI para 2018 alcanzaran la cifra sin precedentes de ¡2349.3%! y la disminución del PBI deberá estar entre un 10 y 12% en el mismo período (fuente: FMI) Venezuela es, además, el único país que no ha generado un decrecimiento en el índice de criminalidad en el área y se reporta un 91.8 (2016) de personas fallecidas por cada 100 000 habitantes en un país cuya población es de 31.5 millones. Tanto los índices de alimentación como los relacionados con cuidados de salud se han mantenido en niveles críticos.

(2)    Previsiones relacionadas con las próximas elecciones:
            Encuestadora: HERCON
            Fuente: La Patilla
            Fecha de publicación: marzo 2017
            MUD: 63.3%
            PSUV: 16.9%
            Indecisos: 19.7%
            Hasta el presente los números pueden mostrar cambios, pero no    alteran la correlación.