Wednesday, March 28, 2012

RADICALISMO REVOLUCIONARIO Y TOTALITARISMO.


El acercamiento a este tema debe conducir a la alternativa de hallar una explicación a esa incontinencia socio-política de ver en los procesos revolucionarios la solución de todos los problemas. Es precisamente lo que se le trató de hacer creer a amplios sectores de la población en diferentes latitudes y bajo disímiles circunstancias durante el pasado siglo XX y que ahora, en el nuevo milenio, pugna por convertirse, bajo confusas e indefinidas apariencias, en el nuevo ropaje de los revolucionarios radicales y en los principios de esta nueva centuria. Teorías capaces de encontrar soporte en supuestas reivindicaciones sociales que con el mismo aliento demostraron su inviabilidad y arrastraron a la humanidad a la crónica de un gran fracaso, andan como sapito en feria, tratando de encontrar un nicho en la modernidad; y lo peor, es que en algunos casos parecen estar consiguiéndolo.
El mérito del “revolucionario verdadero” es sui generis, no tiene que ver ni con su tesón para superarse intelectualmente ni con su capacidad de crecer académicamente. Los créditos acumulados deben servir para engrosar un expediente capaz de propender a un respeto basado en la coacción. Aunque existen, los revolucionarios de preclara inteligencia son la excepción y no es raro que, al darse cuenta de que hacer carrera no depende de su curriculum, sino más bien de su posicionamiento político, se enfrenten a un conflicto de aproximación-evitación que los conduce a una doble alternativa: ser, audaz y consecuentemente, un buen revolucionario; o correr los riesgos que se desgajan de asumir una actitud de respeto a sí mismo.
Pero en esos movimientos sociales y que por su integración se definen como revoluciones, se agrupan huestes conformadas por aquellos que optan por la primera alternativa. Una vez tomada la decisión comienza una existencia de militancia revolucionaria que como en el caso de las mafias no es fácil abandonar. El establecimiento del poder revolucionario y la proyección ególatra de los caudillos, no suele reconocer otros méritos que los de la abyección y la fidelidad manifiesta por intermedio de la sumisión absoluta probada a través de la infidencia y la veneración.
La valía del conocimiento, los principios morales, los fundamentos culturales –relacionados con el medio que se combate y se pretende sepultar- así como los orígenes sociales y, en virtud de la cantinela clasista; convierten el mérito personal en algo aborrecible, un rezago burgués vinculado al pasado pre-revolucionario, que es igual a decir pre-histórico. Eso que algunos definen como meritocracia no tiene sentido para los revolucionarios, es óbice de una condición de pedantería que conduce a ser catalogado y clasificado mediante adjetivos peyorativos, llegando en ocasiones a situar a la persona fuera de de la posibilidad –y desde el punto de vista del político revolucionario- de pertenecer a ese mundo viril, discriminante y hasta homofóbico alentado desde el poder. No es casual que entre el marxismo, el materialismo histórico y el psicoanálisis freudiano haya tantas cosas en común.
En los grandes movimientos sociales –y revolucionarios- del pasado siglo, desde la Revolución Bolchevique en Rusia hasta la Revolución Cubana y su influencia en América Latina suelen establecerse lugares comunes; entre los más reconocidos se halla la validación de la lucha de clases apegada a los cánones del socialismo marxista y por su intermedio, la justificación a priori de todos los desmanes cometidos al amparo de estos procesos que se afianzan bajo la euforia populista y en medio de cierto ambiente de apoyo popular. Como parte del radicalismo revolucionario quedan inmediatamente enmascarados los resultados a largo plazo de la desidia, culposamente alentada desde el poder.
Todo lo que queda fuera del diapasón revolucionario –muy poco- es por añadidura descartable. Pero entonces se pone de manifiesto una de las grandes inconsistencias de la teoría (revolucionaria) en la práctica (praxis) de las izquierdas radicales y extremas de las que se nutre la tropa de choque de los revolucionarios radicales: no existe un medio menos accesible y en consecuencia más clasista que la “casta” en la que se integran los brahmanes de la revolución.
El origen del líder revolucionario (cabeza pensante –y caliente- de la vanguardia) está determinado por una insoslayable vocación para el ejercicio de un mandato a perpetuidad y aún en el caso de su desaparición física, su imagen –monumental- amplificada por doquier, deberá estar presidiendo el acto de devoción revolucionaria ante esa tribuna-trinchera que los revolucionarios identifican con el apelativo de “altar de la Patria” Es coincidente, aunque inexplicable en términos de un elemental raciocinio, que el líder administre permanentemente su poder ante sus subordinados inmediatos y con relación a las masas. La designación –no la elección, que constituye un vicio si es real- se convierte en el procedimiento mediante el cual se accede y se integra la dirigencia revolucionaria, gente de armas tomar y cuyas veleidades, serán siempre convenientemente ocultadas. Los revolucionarios se trasmutan en árbitros del bien y del mal, no solo entre ellos, sino también con relación al resto de la sociedad: “todo el poder para los soviets”, apuntó Lenin en su momento, porque su compartimentación, agrego, implica un riesgo de debilidad imperdonable.
El culto a la personalidad, que hipócritamente se hace blanco de críticas, para no dejar de impedir lo que en la práctica representa; llega a convertirse  en festinada alegoría mediante la cual los revolucionarios profesan su fe en el líder, incoando en él una ilimitada capacidad de saberlo todo, poder esperar de la genialidad de su pensamiento la solución a todos los problemas y lo peor: tener en sus manos la vida de quienes por intermedio del control de la sociedad dice representar superlativamente. Atenido a semejante estructura, la estulticia revolucionaria del líder, le permite comenzar a desandar un camino donde la Historia, y los millones de víctimas que registran los hechos sobre los que en muchas ocasiones se soporta, poco importan. La gestión de los revolucionarios, marca su comienzo, pero no establece su final; en la práctica se acerca más bien a la “caverna socrática” que al mismo promisorio e intangible futuro preconizado por la ideología. Ad infinitum, el líder incrusta su imagen y, lo peor, la terquedad de sus ideas, develadas entre relatos y epopeyas, sin que se tenga en cuenta lo que en la realidad representan.
Pero los verdaderos revolucionarios tienen aún una ineludible obligación que se les presenta como vocación de vida: deben convertirse en los cruzados de la revolución y, espadón en mano, ser capaces de generar adeptos; cientos, miles, millones capaces de combatir y borrar las ideas mediante un previo procedimiento de mistificación que paradójicamente, no siempre carece de asideros teóricos descartables, pero siempre presentados de forma contumaz y maliciosamente tendenciosa. Convertir al hombre en “una perfecta máquina de matar” (1) a fin de crear “uno, dos, tres, muchos Vietnam” (2) fueron algunas de las proposiciones del bonzo revolucionario en que las izquierdas radicales han convertido al “Ché” Guevara. ¿En qué lúcida óptica humanista pueden hilvanarse semejantes propuestas? Para los revolucionarios radicales, la respuesta es obvia, e invariablemente, en virtud de que el humanismo no es parte de su propuesta filosófica; tendrán que cumplir su cometido. Nada es más importante que conseguir la involución al mundo medieval y avasallador de la moderna servidumbre comunista.
Pensar en esquemas de comportamiento colectivo y mucho menos alentar su creación, única visión del revolucionario radical –ese que vive permanentemente uniformado, entre la parafernalia armamentista y con la mente puesta en combates pasados, presentes y por venir- les permite aislarse de cualquier aproximación a la razón y acusar a quien pretenda hacerlo de “diversionismo ideológico”, de ser revisionistas y oportunistas, siempre es mejor ver la paja en ojo ajeno y no distinguir el lingote en el propio; semejante osadía suele ser castigada con el ostracismo y según numerosos ejemplos puede pagarse hasta con la vida. ¿Qué fueron los procesos sumarios de los años 30 y 40 en la Unión Soviética ordenados por Stalin o aquel engendro fidelista de los 60, bautizado con el eufemístico apelativo de micro-fracción? Salvando las distancias, hubo en cada caso objetivos muy similares.
El totalitarismo comunista amparado en el marxismo, única filosofía que puede garantizar su gestión desde el poder, persiste donde aún se mantiene sin conseguir excepciones, y a pesar de haberle costado a la humanidad millones de muertos, sigue siendo la columna vertebral de la revolución propugnada por el radicalismo, en contra de la democracia, la libertad en todos los órdenes y el irrespeto a los verdaderos derechos de los seres humanos pretensiosa y alegadamente convertidos en “derechos” sólo para revolucionarios. Aquí el orden social no está determinado por los individuos, la revolución se hace para garantizarles –siempre es así- una vida de obediencia que le permite a los revolucionarios vivir de la revolución y a los demás padecer sus efectos.
Lógicamente entendida, semejante conceptualización encarna y representa un vicio de omisión culposa cuyo ciclo se cierra con el establecimiento de una dictadura totalitaria, ortodoxamente basada en la ideología –no importa cual haya sido su origen inmediato. Lo más inteligente debe consistir en poder identificar a tiempo e independientemente del revestimiento demagógico y populista lo que se oculta, a fin de encontrar un paliativo eficaz para esa pandemia del pasado siglo XX: el radicalismo revolucionario. Llamar la atención acerca del padecimiento en las sociedades que aún están enfermas y evitar el reavivamiento en las que se pretende contaminar, es vital para el futuro de la humanidad.
José A. Arias. 

Notas.-

(1).-Mensaje de Ernesto "Ché" Guevara a la Conferencia Tricontinental celebrada en La Habana Cuba en 1966.
(2).- Texto citado.      

       

Monday, March 26, 2012

EL MENSAJE DEL PAPA, LO QUE SE DICE Y LO QUE SE VE.


El Papa Benedicto XVI, Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, ha llegado a América. Entre análisis y especulaciones, que el propio Papa se encarga de desmitificar, muchos se preguntan cuáles pueden ser las razones de su presencia en Méjico y Cuba. Estamos de acuerdo: la misión de la Iglesia como institución, es ante todo pastoral; la prédica del evangelio ocupa el centro del empeño papal y de la gran curia romana y universal, pero junto a esta misión prioritaria hay, sin dudas, otros propósitos.
El caos creado por los carteles de la droga en el caso mejicano y el sufrimiento que crónicamente ha ido en aumento entre la población del país, buscan en el territorio de mayor influencia de la religión católica en occidente (más del 70% de la población), un asidero en la fe para tratar de paliar los efectos devastadores de la crisis. Junto a los esfuerzos tendientes al conjuro de la situación llevados a cabo por el gobierno “panista” de Felipe Calderón –que llega a su término, sin conseguir grandes avances en ese sentido- la palabra del Papa es un elemento de aliento y un asidero reconfortante. En fin, la reafirmación de la fe se acrecienta con la misión papal, y se produce una plena connivencia entre los propósitos gubernamentales, los intereses de la Iglesia y los deseos de la población.
El Obispo de Roma y sucesor de Pedro es recibido como el portador de un mensaje de esperanza, matizado de un alto contenido de humanismo y sensibilidad cuyo aliento es perceptible inmediatamente en sus propias palabras de agradecimiento al discurso de recibimiento de su anfitrión, el presidente Calderón y, donde a pesar del protocolo de rigor, la expresión de la voluntad popular, encuentra eco y apoyo espontaneo y manifiesto. Más allá de las medidas de seguridad ocasionales; sobran los montajes y esos alardes de absurda uniformidad que, sin embargo, son tan característicos de los catequizados predios ideológicos de las sociedades totalitarias comunistas como la cubana.
Mientras escribo estas cuartillas, el Papa Benedicto, descansa después de su primer día de estancia en Cuba. La diferencia es notable: aquí se encontró con un “presidente” que le dio una bienvenida, no solo alejada del más elemental presupuesto diplomático a través de sus palabras, sino dentro del más rancio y reaccionario conservadurismo del discurso político socialista y marxista de la revolución cubana; diatriba antiimperialista y antibloqueo incluida. Desde la trinchera permanente en que se ha hecho vivir a la sociedad cubana en defensa de una “cultura” y una “genuina democracia” que no representa ningún aporte desde el punto de vista cultural y mucho menos, puede validar la democracia en ningún sentido. Parece innecesario producir la crítica; el General Castro se inculpa a si mismo tratando de desempeñar el rol presidencial que no le va y en cuya telaraña verbal suele enredarse con facilidad.

Estoy seguro que en éste, mi país, donde apenas un 10% de la población es católica devota y practicante, la empatía entre el discurso oficial e inclusive la pastoral religiosa, inevitablemente afectada por el porcentaje mencionado, no puede ser lograda. Aquí el mensaje de fe queda descrito como uno que a pesar de los cantos y los ritos, se convierte en fuerza tectónica de empuje para desasirse de los atávicos destinos padecidos por el ser humano en un país que no goza de libertad por más de medio siglo. El Papa, hombre observador entre muchas otras virtudes personales, lo sabe, y sutilmente pone el dedo en la llaga; proyecta su mensaje hacia el futuro, algo de lo que desesperadamente quieren oír hablar los cubanos en clave de libertad, porque el futuro no puede seguir siendo de opresión, desasosiego permanente y falta de oportunidades. Tiene que dejar de ser un “futuro” de conclusiones partidistas e insensatas para ser parte del aliento personal de los seres humanos que amplifica sin límites sus posibilidades.
Hoy y a pesar de todos los esfuerzos que se hagan por tratar de evitarlo, la noticia trasciende. La imagen impide ejercer el terror sin que sea visto. Las listas de disidentes sometidos a “prisión preventiva” son numerosas, se hace posible publicar los nombres; pero lo peor, lo que es claramente aborrecible es observar la imagen de los policías disfrazados de agentes de la Cruz Roja repartiendo bofetadas y “camillasos” a quien tuvo el valor de protestar. Allí mismo, en primera fila y “con rostro de ocasión” –según expresó un colega- se sentarán cada vez, para escuchar al Papa condenarlos a través de un implícito mensaje, los instigadores de la “cultura” del miedo y de la más “genuina” dictadura totalitaria de la historia americana. 
José A. Arias.  

Wednesday, March 21, 2012

LOS DESCENDIENTES DE ELPIDIO VALDÉS.



No hace mucho tiempo, leí que el número de cubanos que se ha convertido en ciudadanos españoles ha ido aumentando. El régimen no se pronuncia públicamente con relación a este nuevo fenómeno. Soterradamente presiona a los miembros del partido y de la juventud comunista, amenazándolos con perder su militancia en caso de iniciar los trámites de españolización.Que vergüenza.
A pesar del silencio acostumbrado en temas tan controversiales por parte de las autoridades de la Isla, fuentes confiables dan como dato curioso que se han emitido unos 66 000 pasaportes españoles a favor de cubanos. Se espera que en un futuro se beneficien de 180 000 a 190 000 personas cuando se resuelvan todas las solicitudes presentadas para acogerse a la denominada Ley de Nietos. El 27 de diciembre del 2011 cerró el proceso optativo y el cónsul General de España espera que un 1,7% de la población cubana alcance la ciudadanía española.
Antes de todo este proceso, la colonia española en la Isla apenas alcanzaba unas 28 000 personas. Si se añade el efecto multiplicador que posee la ley, ya que los nuevos ciudadanos se benefician con la posibilidad de solicitar la ciudadanía española para sus hijos menores de edad, la repercusión puede valorarse como trascendente.  
Este fenómeno incorpora una nueva tendencia a la cubanidad en crisis. Ya no es solamente irse para Miami u otro rincón del planeta, sino convertirse en ciudadano de la madre patria para disfrutar de los beneficios de la ciudadanía de la Unión Europea. Aunque se tenga que resucitar un pasado muy lejano y totalmente desconocido. Aunque sea necesario distorsionar la ascendencia. El asunto es escapar de la Isla.
Lo más bochornoso, y lo conozco de primera mano, es saber como muchos antiguos defensores del statu quo totalitario han hecho un giro de 180 grados en sus principios ideológicos y sin romper totalmente con el régimen, toman este camino, se hacen del pasaporte codiciado y a viajar, con dinero de los esforzados parientes que trabajan duro en el extranjero, por supuesto. Por Miami he visto a varios haciendo turismo con platita ajena.
También, a través de mis vivencias personales, he visto viajar a otro tipo de cubano a la “Madre  Patria” y buscar nuevos horizontes en parajes de donde salieron sus propios ancestros, que habían huido de la miseria en una época donde España apenas se recuperaba de la pérdida de sus posesiones coloniales.[i]  
Todo cambiaría radicalmente a partir de 1959. De país de inmigrantes provechosos y trabajadores, Cuba se convirtió en país de emigrantes de todas las condiciones sociales y raciales. El régimen fue cerrando poco a poco los canales de comunicación con el exterior como parte de su empeño en aislar la Isla del mundo occidental, entre ellos Estados Unidos y la España franquista, que no era democrática, pero era pro capitalista y aliada de USA. Sin embargo, los cubanos se las arreglaban para escapar, en sucesivas oleadas, de la tierra en que nacieron pero que ya se transformaba en una gigantesca cárcel.
El régimen totalitario armó desde muy temprano un programa ideológico de educación de las nuevas generaciones en un ambiente patriótico y de rechazo a la influencia extranjera occidental. De inculcación de las ideas socialistas y antinorteamericanas y de desconocimiento total de los valores heredados de la colonización española.  Se negaba también rotundamente, y todavía se sigue haciendo, los aportes que hizo la República, en su breve período de precaria existencia, a la formación de una conciencia civilista como preconizara José Martí.
Nunca olvido que algunos de mis alumnos ya llegaban a mis clases de Historia con una mentalidad prefabricada por la TV. Al margen de los discursos prolongadísimos del comandante y la intensa propaganda que se ha desplegado durante todos estos años la saga de Elpidio Valdés, que se inicia en los 70s con varios filmes y cortos, generó un amplio auditórium de niños y jóvenes identificados plenamente con la causa independentista cubana y los hechos heroicos de los mambises, la lucha contra el colonialismo español, y contra la complicidad de los poderosos propietarios azucareros norteamericanos, que siempre eran presentados como anticubanos y, por tanto, enemigos acérrimos de la independencia de Cuba.
Todo metido en un mismo saco y mezclado hábilmente era el mensaje ideológico principal de esta serie que magistralmente Juan Padrón expresó en sus caricaturas. El impacto grafico fue enorme en varias generaciones de cubanitos y cubanitas que crecieron viendo por la tele los comics del pequeño mambí. María Silvia, la novia del coronel Elpidio Valdés, el caballo pinto Palmiche, el malísimo General Resóplez, el gran enemigo de Elpidio Valdés, así como Mister Chains (cadenas), el ambicioso terrateniente gringo, entre otros, configuraban la simple pero enjundiosa dramaturgia de la lucha entre el bien y el mal. El primero representado por los cubanos mambises militares (muy importante, los civiles siempre aparecían mal parados) y el segundo por los españoles y los americanos.
Ahora yo me hago sólo una pregunta: viendo las imágenes de las enormes colas de cubanos de ambos sexos, de diversas edades y colores, ante la Embajada de España en Cuba, suplicando, bronqueando en las filas calurosas bajo el sol en espera de ser atendidos por los antojadísimos funcionarios de la “Madre Patria”. ¿Dónde están los descendientes de Elpidio Valdés?
Mario Morales.

Nota.-


[i] Tras la Guerra Civil otra oleada de peninsulares emigró hacia América, estableciéndose muchos de ellos en Cuba, de los cuales surgieron no pocos actores de las revueltas sociales que conmovieron a nuestra joven nación desde los años 20s hasta bien entrado los 60s.




Sunday, March 18, 2012

PADURA, EL HOMBRE QUE AMABA A LOS PERROS Y UNA REALIDAD BIEN CONTADA.

La novela de Padura El Hombre que Amaba a los Perros, es de esos libros que uno no quiere dejar de lado. Extraordinariamente planeada, magníficamente estructurada; condensa la crónica de un horror que, en el sentido histórico, muchos conocen someramente sin llegar a la disección que el autor produce de una época cuyos efectos, de alguna manera, la humanidad sigue padeciendo. Duele llegar al final porque rompe con los cánones literarios de una trama que simplemente atrapa, para ir más lejos; hace parte al lector y lo identifica con una experiencia de vida, que habiendo sido vivida o no, es inmanente, insoslayable e irrefutable.    
En realidad son varios compendios –prefiero el término al de historias- elanzados a través de la narración de un mismo hecho y en medio de la cual el autor se nos revela como un enjundioso historiador (no exagero, sobre todo teniendo en cuenta que muchos que dicen serlo, no lo son) que desde una óptica literaria –él mismo insiste en que se trata de una novela y en consecuencia hay ficción- y no pura y hasta aburridamente pormenorizada y analítica, como suelen hacer los historiadores de oficio, le permite al lector entrar en contacto con los argumentos de la realidad histórica, hacer sus propios juicios y sin forzarlos; arribar a una conclusión ineludible: el fracaso de la gran utopía del siglo XX; la del triunfo del socialismo marxista como la gran epopeya de la humanidad capaz de liberar al proletariado, la masa, de los explotadores capitalistas e imperialistas y, desde la óptica de la teoría de la lucha de clases, conseguir su emancipación.
Aunque parezca evidente afirmarlo, no es muy común la posibilidad de producir una denuncia tan demoledora e irrefutable, y sólo cuando queda expuesta a partir de una experiencia personal que sin embargo es representativa de muchos de los que no tienen voz y se amplifica por intermedio del sacrificio de varias generaciones de seres humanos expuestos a las mismas alevosas circunstancias, así como de naciones que fueron o aun siguen siendo condenadas a vivirlas; la mentira deja de ser una posibilidad para medrar en contra de la realidad y la insolencia de la justificación queda anulada, ahora sí, dejándola fuera del juego totalmente.
El tiempo histórico, bien manejado, y que se hace parte del tiempo como recurso literario –no a la inversa y, como debe ser- goza en la novela de un irrestricto apego a la verdad. Es por ello que puede constituirse en información y a la vez, para muchos, también en denuncia. Así, cuando se hace más patente la ficción por intermedio del personaje que cuenta la historia; tampoco hay un abandono de la escenografía, descarnadamente real y convincente que el autor describe, para poner en vilo a sus creadores y echarles en cara su fracaso.
El gran mérito de la novela estriba en haber conseguido enlazar a través del rigor de hechos históricos y en torno al argumento principal –el asesinato de León Trostky a manos de Ramón Mercader- lo que a veces se hace difícil explicar por intermedio de largas y eruditas disquisiciones teóricas, que en la mayoría de los casos terminan por desinteresar a los potencialmente interesados.
En función de lo anterior, y fuera de los gruesos tratados que describen la historia del sovietismo desde sus orígenes hasta la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la propia Unión Soviética y del bloque socialista; el lector se enfrenta aquí con la descarnada realidad que dio contenido a una historia, muchas veces contada festinadamente, mal y convenientemente descrita entre fanfarrias anunciadoras de un mundo irreal, internamente desenvuelto entre los avatares del terror y la abyección de sus principales protagonistas para imponer su concepto de “patria socialista” definido a través de la intolerancia y el superlativo ego de los caudillos de horca y cuchillo.
Las implícitas definiciones que hay en la novela de Padura no quedan expuestas solamente por intermedio del tratamiento al hecho histórico; llama la atención el aspecto psicológico de los personajes (reales y de ficción) abordado de forma tal que nos permite acercarnos a la inhumana realidad social con que resultan afectados bajo determinadas y comunes circunstancias. El incluyente y atropellante criterio tan bien descrito por Orwell en sus novelas, llamado a descaracterizar al individuo y su participación en la vida familiar para ubicarlo como objeto del estado y su política, encuentran entre las páginas de la novela un lugar preponderante que motiva al conocimiento y al convencimiento a quienes no conocen los resultados altamente peligrosos y deleznables del experimento de ingeniería social que va de la mano con la implantación del socialismo marxista y del comunismo en el ámbito de lo puro y absolutamente político.
El Hombre que Amaba a los Perros, es una novela necesaria, que cumple su propósito a cabalidad, y que debería ser leída por muchos. Las conclusiones a las que el lector puede arribar siempre serán las mismas aún cuando se traten de minimizar o evadir; allá quienes opten por dar palos de ciego con o sin convencimiento. Habrá, sin embargo, quien  esté dispuesto a levantar el “piolet” para asesinar la inteligencia y descargar un golpe artero contra la verdad. Olvidan que los reductos de la mentira han desaparecido; no precisamente entre el devastador espectáculo de la guerra, más bien por el efecto de la influencia de su propio pasado.
José A. Arias.  

Thursday, March 8, 2012

LA CULTURA DEL CASTRISMO ENTRE BARRACAS Y BIBLIOTECAS.

Solo un día después de la publicación del trabajo anterior en éste blog, se produjo la noticia de la sustitución del Ministro de Cultura cubano Abel Prieto. Ya había sido excluido con anterioridad, y en ocasión de celebrarse el VI Congreso del Partido Comunista en la Isla; del Buró Político de dicha entidad. La estrella del ahora ex ministro, venía eclipsándose con inusitada premura. Debo aclarar que para nada lo expuesto guarde algún tipo de relación directa con el hecho. Como expliqué en “LA REVOLUCIÓN CUBANA, O UN CERCO AL INTELECTO” la noticia coincide con estas claras señales acerca de cual debe ser la tónica de la política cultural del régimen según su General Presidente y quienes le rodean.
Si pudiera describir la noticia de la defenestración de Prieto, diría que en alguna medida y sin querer ser adivino, tanto la noticia en sí, como la designación del nuevo ministro, un aparatchik cuyo origen más remoto son las siempre prolijas barracas militares del castrismo, constituyen una especie de corroboración de la tónica de mi trabajo. El nuevo ministro Rafael Bernal Alemany, estará sin duda muy ocupado en buscar una alternativa a esa política tan “alentadora” que para muchos representaba una inflexión en la relación con los representantes más conspicuos del intelecto nacional en los últimos tiempos. Sobre todo los más jóvenes.
Y es que en el fondo hay algo muy simple: quienes gobiernan en Cuba ni entienden, ni aceptan propuestas que aunque no se definan públicamente como subversivas, sin embargo, y para ellos, lo son. A lo que consideran como una “obra de la revolución” en lo que presupone “la cultura de masas” no debe cambiársele la imagen; cualquier manifestación que pueda tender a ser interpretada como un elemento de debilidad tiene que ser conjurada a la mayor brevedad. Creo que a pesar de lo que pueda decirse al respecto, vienen tiempos que definen el horizonte para la cultura nacional y los intelectuales más jóvenes en términos sombríos. Es bien conocida la mecánica de las sustituciones dentro del gobierno cubano y si fuera poca la experiencia al respecto, que no lo es, no habría razón alguna para pensar que será diferente en éste caso. (*)
Creo que está perfectamente evidenciado cuales pudieran ser en los años por venir los principales asideros teóricos y culturales de la revolución según sus precursores históricos encabezados por Fidel Castro. Primero, esa bien ya definida intención de atribuirle al comandante una “obra teórica” que recuerda más que todo los mismos esquemas estalinistas, maoístas y guevaristas que en cada caso y en su tiempo se le dieron a las crónicas y las “luminosas ideas” de estos personajes. Atenidos a ese presupuesto, no habrán de demorar mucho en aparecer los aportes del “compañero Raúl” en circunstancias que me cuesta mucho trabajo intuir. Historiadores, amanuenses, nacionales y extranjeros; no habrán de faltar. En fin que la “obra revolucionaria” siempre carece de meollo intelectual en predios donde las trincheras suelen ser mucho más importantes que las bibliotecas. Aquí también y como en el título del libro de Pablo de la Torriente Brau, tiene la palabra el camarada máuser.
Hay, sin embargo, una diferencia. El tejido social de una nación en descomposición y bajo los efectos de contradicciones insuperables, no responde como en otros tiempos a los deseos, expresos o no, de los “líderes revolucionarios”. Me parece difícil visualizar, aunque no dudo que existirán intentos; a los pobladores agrupados en “círculos de estudio obligatorio” y en barrios y centros de trabajo, leyendo los miles de páginas de las obras de Fidel Castro. Creo que en el intento hay, junto a un espíritu de revalorización gratificante para el comandante, el propósito de producir una herencia descartable para quienes han tenido que vivir bajo su férula y padecer sus desaciertos. En fin, que en este sentido tampoco habría diferencia con respecto a sus antecesores, hoy sólo citados como un buen ejemplo de lo que no se debió hacer fuera del ámbito de garantizar la hegemonía del totalitarismo y glosando una especie de compendio teórico universal del concepto en el socialismo.
Siempre el empeño y el impulso tendrá todavía, un fuerte carácter en el que los “intelectuales revolucionarios” ya viejos y comprometidos, seguirán desempeñando el mismo papel que hasta ahora; no les cabe ni les queda otra actitud. Entre los más jóvenes –los “calibanes”- de las revistas filosóficas y culturales de la neo-ideología castrista, esa que se abandera con las ideas del “maestro” Castro, hay; más que una convicción, una necesidad de auto gestionar su supervivencia. En ello les va su festinada figuración y la generosa prebenda de ser considerados los “nuevos exponentes de la tradición revolucionaria y antiimperialista”. Al final todavía mandan e influyen, aunque quizás tengan tiempo de ver lo costoso de su error como epitafio de su pretendida obra.
José A. Arias.
(*).-Para saber más sobre las características del nuevo Ministro de Cultura cubano, se puede ver el artículo de Eugenio Yáñez: “UN SOFISTICADO ESTILO MILITAR PARA DIRIGIR LA CULTURA CUBANA” publicado con fecha 03/07/12.

Sunday, March 4, 2012

LA REVOLUCIÓN CUBANA, O UN CERCO AL INTELECTO.


San Jorge enfrentando al dragón.

Existe un razonable empeño, al menos desde mi punto de vista, en tratar de explicar lo beneficioso que puede ser el avance de un entendimiento entre los escritores que sinuosamente van sobreviviendo literariamente en Cuba y los que mantienen viva la cultura cubana en el exilio. Opiniones, muchas coincidentes, son expresión de las dificultades con que se tropieza en ambos escenarios.
En principio es innegable, “…que la cultura la hacen los miembros de una comunidad o un país, no un gobierno…” (1); pero por intermedio de una insalvable coyuntura representada por los parámetros gubernamentales en el caso cubano, se sigue haciendo imposible la obligación para el intelectual en la Isla, de asumir su “responsabilidad ciudadana” (2).
En función del inevitable desgaste de un régimen sin muchos asideros –sobre todo en el terreno del intelecto- se ha ido concretando una política cultural que tiene mucho más de oportunista, que de real. Tempranamente y con meridiana razón Fernando Savater lo denunció al socaire de la publicación del libro sobre Guillermo Cabrera Infante y de la autoría de dos jóvenes (Elizabeth Mirabal y Carlos Velazco) a los que la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba) les concedió el premio de ensayo: “Fingen un reconocimiento tardío a sus méritos ensalzando sus logros creativos para mejor difuminar su oposición al régimen, que queda soslayado como algo circunstancial y menor” y Agrega: “…la edición del citado ensayo, es el abrazo del oso, el abrazo doloso que el castrismo agonizante quiere dar a su incansable opositor para aprovecharse de su nombre”
Debe entenderse que la fundamentación de una opinión como la anterior, no excluye en lo absoluto la positiva valoración que puede hacerse de la actividad literaria de escritores como Leonardo Padura o José Antonio Ponte. Junto a otros creadores, han ido produciendo una literatura que al menos logra evadirse de una cotidianidad real de la que es difícil desentenderse y que contraviene en mayor o menor medida el discurso partidista e institucional. Algunos, como Pedro Juan Gutiérrez, deben permanecer en el “underground” de la política editorial en la medida en que sus argumentos rebasan la censura aún vigente. Es evidente, además, que me refiero a quienes escriben y producen su obra en Cuba.
Si como se sabe el intelecto tiene como origen las cátedras universitarias, encontramos un panorama bastante desolador para los creadores en potencia y en formación. He visto programas docentes para determinados niveles de carreras en el ámbito de las humanidades y en algunos casos son aún más restrictivos que los que conocí hace muchos años. Para tener idea de lo que afecta la docencia a niveles superiores veamos una opinión:
“No se podía esperar demasiado de las actuaciones de la delegación cubana (al Congreso Nacional de Educación Superior, “Universidad 2012” celebrado en La Habana, N.de A.). Todos repitieron el ritual de los logros de la revolución cubana a partir de 1959, donde no faltó la Campaña de Alfabetización, así como datos sobre el número de instituciones y graduados universitarios. Los organizadores de la cita muestran al modelo cubano como referente obligatorio y borran de un plumazo sus profundas deficiencias”
“Detrás del telón del Teatro del Palacio de las Convenciones la verdad es otra, nos encontramos una universidad secuestrada por el Estado/Partido sin muchas más opciones que hacerle el juego a la casta en el poder, una universidad para los revolucionarios a lo guevariano, donde las tensiones y protestas son diluidas mediante amenazas de expulsión, donde las tesis de grado son analizadas bajo el ridículo lente de la ideología partidista que convierte estudios sobre Néstor Almendros o León Trotsky en temas tabú. Universidad en que no se respeta la libertad de cátedra y se eliminan aquellos círculos de pensamiento que no responden a las directrices de una Federación Estudiantil manipulada por la Unión de Jóvenes Comunistas”
“En Cuba, el estudiantado universitario y la Universidad como institución no logran ser participantes activos en los procesos de pensar la sociedad o dialogar con ésta” (3)
A partir de una apreciación como la referida y que constituye un juicio in situ, ipso facto; que no puede ser desconocido por parcial –hacerlo constituye un acto de de excesiva e imperdonable necedad- debe colegirse que el esquema condicionamiento-represión sigue aún determinando en gran medida, no lo que se produce literariamente, pero si lo que se decide publicar, luego el acto de exorcismo de los autores nacionales es más de origen interno, que el resultado de una opinión proveniente del exterior, sobre todo en los casos en que exhibe un verdadero conocimiento de causa acerca de lo que se dice. Sería importante recordar el apócrifo argumento del humanismo totalitario en el socialismo cubano a través del cual se incumple todo lo que se dice.
“Que el intelectual viera relegado su papel en los aspectos políticos no fue necesariamente una consecuencia negativa. Quizás todo lo contrario. Más allá de la función de conciencia crítica, inherente al acto de creación, la participación de los escritores y artistas en los medios de gobierno…no sólo ha resultado en muchos casos errónea, sino incluso contraproducente y hasta peligrosa” (4) Me parece que lo dicho tiene una importancia medular en el tema que nos ocupa; a saber: el mundo de la intelectualidad y el estado político vigente que no admite debate. Quizás pueda producirse una presentación, intercambio, panel, conversatorio o como quiera llamársele; entre intelectuales que evitan no ser considerados revolucionarios por quienes les observan a través de la lupa ideológica y por puro instinto de conservación. De ahí a la aceptación del apoliticismo por el estado, y por parte de los intelectuales, hay una distancia aún insalvable. ¿Acaso la obra de escritores proscritos y  considerados contrarrevolucionarios o disidentes –desde el punto de vista de la “autoridad”, no hay diferencia-, circula libremente en el país con la anuencia gubernamental? En la otra parte del foso de la “urna de cristal”, referida por uno de esos intelectuales que goza del favor partidista –él mismo es un miembro connotado de la institución- acá, en el exilio, podemos decir misa y, hasta hoy, sólo hemos logrado producir una especie de solidaridad afectiva que entraña algún reconocimiento; mientras los insulares detractores se ceban en sus acusaciones. Es cierto, Calibán aparece de vez en vez entre nosotros, pero sigue residiendo permanentemente en Cuba.
Entre los términos incluidos en el léxico revolucionario de los comisarios el de “diversionismo”, sobre todo cuando se le agrega la coletilla de “ideológico” y cuya aparición data de las tempranas épocas de las EIR y las EBIR (5), constituye la base de una interpretación tendenciosa de la libre opinión. Es como decir que resulta imposible discrepar sin convertirse en un diversificador (enemigo) de la ideología. Parece que el epítome de esa propuesta encontró una demoledora síntesis en la frase de Castro en su discurso a los intelectuales de 1961: “…Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”. Por cierto, no creo que ha sido lo suficientemente desmitificado el hecho de que en la tan absoluta propuesta del dictador hay una ausencia total de originalidad: Mussolini convirtió en slogan una frase de su principal ideólogo Giovanni Gentile que aseguraba que “todo en el estado, todo para el estado, nada fuera del estado, nada contra el estado; no es ya el estado para el hombre, sino el hombre para el estado” (6). Parece ser que el parecido, salvando la distancia cronológica, no es pura coincidencia.
Como es de esperar en los eventos de” pensadores”, a veces también llamados intelectuales y sin que necesariamente se hagan –al menos en todos los casos- merecedores de tal categorización aparecen ideas tratando de hurgar en la dureza de la piedra; el resultado suele ser casi absolutamente negativo para quienes lo intentan. Es fácil echar mano de nombres conocidos como el de Borges y referirse a sus cuentos agrupados en “El Aleph”, 17 en total y que constituyen un caleidoscopio, mirado a través de otro, casi mágico, cuya variedad es como el testimonio más sucinto de la vida literaria de su autor. Hablar de Borges, ese hombre que soportó con estoicismo la humillación del ente autoritario que fue Perón, al encomendarle la dirección de una suerte de Ministerio de Avicultura, tratándose de la figura que ya era; es casi como mencionar la soga en casa del ahorcado, sobre todo si quien lo hace es un “periodista-investigador” que quiso atribuirse a si mismo la categoría de “luciferino” en entrevista a Raúl Roa García y tratando de emular su prolija y creativa jerga coloquial, sin conseguir mucho éxito.
Hay otra vertiente del intelecto a la que es necesario aludir: el academicismo. Como ha referido Rafael Rojas en sus trabajos más recientes; y  a pesar del maltrato del tema histórico por intermedio de una metodología excluyente y en tanto inapropiada de las fuentes y, la designación de “cronistas revolucionarios” capaces de contar sólo la historia conveniente y hacer de la inconveniente un objeto de acusación y distorsión; existen investigadores cuya condición de desconocimiento, no los hace desistir de sus obligaciones, solo que aquí es algo más difícil que cuando se trata de escritores de ficción en cualquier género. ¿Cómo abordar la historia verdadera en un medio en que la mistificación es óbice del academicismo oficialista? Aun así, en medio de los controles de bibliotecas, archivos, legajos y colecciones, la voluntad termina por imponerse. Nadie puede impedir que alguien marche de la simple y elemental inferencia, inducida por el medio, a la realidad. Un gran investigador me enseñó que la intuición en muchas ocasiones puede conducirnos a la realidad que en algunos casos, los propios protagonistas no pueden ubicar y que termina haciéndolos vulnerables. Solo es cuestión de esperar y no desperdiciar la oportunidad cuando aparezca; así me dijo el Dr. Luis Felipe Le Roy y Gálvez mientras conversaba con él, entre los legajos del archivo universitario que por aquellos tiempos -los 70- dirigía.
Entre los espadones del intelecto que algunos historiadores defienden con procaz alevosía y la realidad de la modernidad que se impone en medio del liberalismo global en que vivimos, la opción no puede ser defender una cultura de la conformidad en el atraso. Ningún pueblo pierde su cultura por acceder a la modernidad, acusar de agente demoledor de la cultura al progreso no es más que un acto que esconde la soberbia de la impotencia, pretender que el futuro puede ser frenado porque perjudicaría nuestra herencia histórica, me parece uno de los disparates más horrendos que he escuchado. No se puede vivir atravesando avenidas en volantas en la época de la cibernética y todos sus avatares y de hecho, el buscar una justificación para que así sea, es hacerse cómplice de la maldad de los otros desde una hipócrita actitud de benefactor. Defender la Historia, como ha dicho Andrés Oppenhaimer en su libro más reciente no significa vivir de ella en el ejercicio de la más absoluta, inconsecuente e intrascendente demagogia. Por demás y hasta los detractores lo saben; la cultura es permanente y atemporal a la vez, su historia habla de su pasado, su presente es obra viva y contundente, su futuro será algún día su pasado y el testimonio nos será dado por quienes la enriquezcan.
Al concluir, es necesario producir una suerte de cotejo entre intelecto, cultura, progreso y educación –sobre todo universitaria. El balance en el caso cubano no arroja, ni siquiera promueve, un saldo alentador. No se trata de insistir y quien quiera “padecer” un testimonio directo que grafica mi afirmación, que revise las ediciones digitales de “Calibán” –precisamente el mismo nombre de inspiración Shakesperiana (La Tempestad), del que se adueñó Fanon para idealizar la justeza de la acción antiimperialista entre los caribeños- revista del Instituto de Historia y Filosofía de la Academia de Ciencias de Cuba. Ya sabemos y hemos comentado sobre una especie de calafateo histórico de la zozobrada nave socialista nada menos que desde Carenas –nombre dado por Sebastián de Ocampo al puerto habanero a comienzos del siglo XVI- allí y muy rudimentariamente se sigue insistiendo en concluir tareas interminables, reavivar consignas de la guerra fría, crear un ambiente de abundancia con menos recursos, ganar la batalla de las ideas a desinteresados enemigos cuyo ánimo combativo no se manifiesta, o abanderarse de una apología de la justificación que desentiende cada vez más a las “masas” –esa peyorizada y maltrecha entidad- menos interesadas en versiones disparatadas e increíbles. Ni siquiera habría que ser muy intelectualmente versado o erudito para entenderlo.
José A. Arias.
NOTAS.-
(1).-Armengol, Alejandro. Intelectualidad y Debate Político. Artículo publicado en Cubaencuentro   01-03-12.
(2).-Armengol, Alejandro.  Trabajo citado.
(3).-García, Nadia.-La Inercia Estéril de Nuestras Universidades. Artículo publicado en Cubaencuentro. 01-16-12.
(4).-Armengol, Alejandro.-Trabajo citado.
(5).-EIR.-Escuelas de Instrucción Revolucionaria, fundamentales en la entronización de las ideas comunistas durante los años de la década del 60 en Cuba. Las EBIR (Escuelas Básicas de Instrucción Revolucionaria) constituyeron un nivel de formación más elemental entre los escogidos y designados para pasar los cursos en la misma época referida, que en el caso de las EIR.
(6) Ver: Definición de Totalitarismo en Wikipedia.