Friday, December 23, 2011

LO QUE DEBERÍAN PENSAR LOS CUBANOS SOBRE LA MUERTE DE KIM YONG IL.

A veces puede parecer redundante y hasta tedioso referirse a un tema que no se puede desconocer. Debo decir que he leído con indignación, aunque no con asombro, lo que se ha dicho y hecho en mi país para “honrar” a Kim Yong Il. Quizás se pudo haber sido diplomático, como en el caso de muchos países, y haber firmado libros de condolencia, enviar mensajes de Estado y hasta muestras de reconocimiento y solidaridad, en fin todos los subterfugios referidos son decisiones gubernamentales, y estas no siempre coinciden con los intereses de todo el pueblo que en ningún caso, ni bajo circunstancias normales puede proyectar opiniones generales. Lo que me parece insultante es que se imponga duelo nacional por la muerte de un “gobernante” como el fallecido.
El hecho en sí no debe, como dije, asombrar a nadie; la identificación que se produce  a través de semejante actitud no es otra cosa que el reflejo de una versión similar de las circunstancias que caracterizan ambos procesos políticos en países con diferente cultura, geografía poco relacionada y distinta idiosincrasia. Al calor de la tropicalidad insular de nuestro archipiélago y al manejo de nuestra más vernácula jerga puede parecer que nada de lo que sucede en Corea del Norte debiera ser similar en nuestro caso.  No estoy en absoluto de acuerdo.
La empatía de esa especie de socialismo monárquico que ha tenido y tiene lugar en norcorea, con la de nuestro caudillístico socialismo familiar ejercido por la familia Castro en mí país, Cuba, no parece tener grandes diferencias y sí muchas similitudes. Ejercicio, sin otras opciones, del poder familiar por más de medio siglo, incomunicación con el mundo exterior, prohibiciones sin cuentos y limitaciones de la libertad de expresión, centralización absoluta y piramidal del poder y del control de la economía, militarización forzosa de la sociedad a todos los niveles, son características comunes en ambos casos.
Tampoco han sido diferentes las consecuencias. Si en Cuba no se han producido hambrunas capaces de aniquilar una buena parte de la población como ha sucedido en Corea del Norte ha sido porque la cercanía con relación a los Estados Unidos y la fuga y radicación en ese país de dos millones de cubanos han contribuído a mantener ciertos y muy elementales niveles de supervivencia entre la población insular. No es secreto para nadie que tras el derrumbe del socialismo  y aun con limitaciones, los Estados Unidos son el principal proveedor de alimentos a la Isla, donde la producción agropecuaria es risible aun tratándose de un país de base agrícola que pudiera contar con formidables niveles de autoabastecimiento y de autoconsumo. Pensar en justificar la ineficiencia sistemática en este orden argumentando el bloqueo-embargo es un acto de insolencia y falta de pudor para quienes pretenden hacerlo y en virtud de las razones contrarias a esa idea que pueden y deben ser tenidas en cuenta, no es mi intención argumentar ahora al respecto.
Pero la identificación se da en muchos órdenes. El militarismo prioritariamente alentado y estructurado es una de las razones del atraso, la destrucción de la infraestructura material y de la sociedad civil es su consecuencia directa. Entre la propaganda alentada desde el poder y la existencia de vallas que por doquier se hacen eco de una amenaza irreal, lo cual es perfectamente demostrable, y que se refieren a la necesidad de “enfrentar al imperialismo yanqui” lo único que difiere es la lengua en que están escritas. Pero de esa connivencia, los generales que se dedican a pisotear la libertad, se sienten y se dicen orgullosos; atornillados en el poder y garantizando a priori su ejercicio por generaciones estiman y hacen ver a sus víctimas que ante semejantes amenazas es necesaria su “justa” y secular presencia como única alternativa.
De cómo suele observar el resto del mundo estas situaciones es difícil opinar. Los regímenes que se atrincheran bajo la supuesta validez de una autocracia casi feudal llegan a convertirse en una especie de máculas incurables de la sociedad post moderna y para quienes se hallan en derroteros muy distintos e inmersos en la solución real de sus propios problemas suele ser un asunto al que no ha de concedérsele mayor atención. La opinión pública se proyecta entonces en el sentido de un cuerpo que sabiéndose poseedor de una dolencia no mortal, lo encara como algo con lo cual hay que aprender a vivir. En fin que allí donde se agudiza el dolor del padecimiento, los paliativos pueden ser, como casi siempre han sido, un remedio a corto plazo que si bien no cura el mal tampoco permite su difusión.
¿Cuántos son los países que aun quedan defendiendo un sistema que como el norcoreano y el cubano se enorgullecen pública e impúdicamente de llevar a cabo una estafa social y política? Pudiera pensarse que me olvido de casos que en su momento he criticado, como el de los países del ALBA y el Socialismo del Siglo XXI, pero a pesar de esta entelequia basada en una distorsión que no tiene asideros, hay una buena dosis de oportunismo e hipocresía política en quienes alaban y se refieren a dictaduras autocráticas y militares como las de Norcorea y Cuba con el sólo objetivo de perpetuarse en el poder. No debe olvidarse que los de ahora son los pretendientes, los otros, el paradigmático arquetipo del fracaso y si la razón se impone, el resultado puede ser, en gran medida, previsible si nos basamos tan solo en la experiencia.
De tal suerte y salvando las distancias, el duelo decretado por los camaradas cubanos a su acólito Kim Yong Il y el respaldo explícito brindado a su heredero Kim Yong Un, no son otra cosa que la palmaria evidencia de un propósito que no se pretende ocultar. No se engañen compatriotas, los monarcas del comunismo en nuestro país no se aprestan a ceder un ápice en sus propósitos y están convencidos de que la “nobleza” de su apellido debe de perpetuarse; que pueda o no ser así depende de nosotros, en fin, a nadie más tiene porque interesarle. ¿O es que acaso no defienden su presencia escudándose en una autodeterminación y una antingerencia que nada tiene que ver con el ejercicio del poder por parte de una familia?
José A. Arias.
   

Thursday, December 15, 2011

LOS LIDERES AUTÓCRATAS, SUS GUERRAS, LA CARNE DE CAÑÓN, LOS MUERTOS Y LA DEPAUPERACIÓN ECONÓMICA.

Nota Introductoria.- Me ha parecido interesante reproducir los contenidos aparecidos bajo el título anterior, se refieren a hechos que forman parte de una historia reciente y real, aunque en muchos casos desconocida.En el interés de desvirtuar y más que todo contribuir a aclarar versiones amañadas que siempre pretenden distorsionar la realidad, las incluyo para que los lectores puedan extraer sus propias conclusiones en cada caso. Gracias,

José A. Arias.

Guerra de Irán e Irak, saldo de muertos ( 1 millón) y
 heridos (dos millones)
La Guerra Irán-Irak fue una guerra entre Irán e Irak acontecida entre los años 1980 y 1988 y finalizada sin un claro vencedor. Sus orígenes se encuentran en la larga animosidad árabe-persa y en las rivalidades regionales; en concreto, Irak quería invertir la delimitación de fronteras entre los dos estados, establecida en los Acuerdos de Argel (1975), para conseguir la anexión de la región de Shatt al-Arab.
 

Causas de la guerra

Ya en 1971, Irak había roto relaciones diplomáticas con Irán, debido a conflictos territoriales. Además, Irak estaba preocupado por la propaganda religiosa dirigida desde la nueva República Islámica de Irán con el ayatolá Ruhollah Jomeini al frente, contra el régimen baazista laico de Bagdad, y especialmente temía perder la lealtad de sus súbditos chiíes.
Sin embargo, la principal razón de la guerra fue la creencia del presidente de Irak, Saddam Hussein, de que la potencia militar de Irán se había debilitado en gran medida por la Revolución iraní de 1979, que derrocó al Sha Mohammad Reza Pahlevi, y que el apoyo que conseguiría por parte de Occidente le permitiría obtener una fácil victoria, reconquistando Shatt al-Arab y la provincia iraní de Juzestán para Irak.

Invasión iraquí

La guerra comenzó con la invasión de Irán el 16 de septiembre de 1980 cuando fuerzas iraquíes (190.000 hombres, 2.200 tanques y 450 aviones) atacaron la provincia de Juzestán, rica en petróleo, donde vivían 3 millones de árabes, Hussein esperaba su apoyo (lo que no sucedió).[12] Pero, aunque las fuerzas iraquíes obtuvieron éxitos al principio, Sadam detuvo a sus tropas, lo que dio tiempo a Irán a reorganizar sus fuerzas y lanzarse al contraataque. En ese momento el gobierno iraní llamó a los jóvenes de su país a acudir al frente como voluntarios. Alrededor de 100.000 soldados y 200.000 milicianos se presentaron en poco tiempo.[13] De este modo la guerra relámpago que esperaban los irakies se convirtió en una guerra de desgaste en un frente de 300 km.[14]Hacia 1988 Irán continuaba la guerra, pero las fuerzas iraquíes lanzaron una serie de ofensivas exitosas. En julio de 1988, Irán e Irak se vieron empujados a aceptar la Resolución 598 -adoptada por el Consejo de Seguridad de la ONU el 20 de julio de 1987- al ver que no podían vencer en el conflicto.
 
Saldo de muertos y heridos
Finalmente se llegó a la paz el 22 de septiembre de 1988, sobre la base del mantenimiento de la situación territorial anterior al enfrentamiento bélico. Se calcula que la guerra se saldó con un millón de muertos (el 60% de ellos iraníes) y casi dos millones de heridos, además de enormes gastos materiales que dejaron la economía de ambos combatientes en una situación muy precaria.
Jomeini afirmó que aceptar la paz había sido para él como «beber un trago de veneno». Entre las causas por las que el conflicto se mantuvo incluso cuando ambos contrincantes estaban exhaustos está el continuo aporte de armas entregadas por países extranjeros.
 
 
La Guerra de Ogaden en Etiopía fue un conflicto ocurrido entre 1977 y 1978 entre Etiopía y Somalia en la disputa por el territorio de Ogaden. En plena guerra fría, Somalia era apoyada por los Estados Unidos mientras que la Unión Soviética y Cuba hacían lo propio con Etiopía. En total Cuba envíó  18,000 efectivos y murieron 160 soldados cubanos.  La guerra acabó con victoria etíope.
 
Cubaencuentro.com
viernes 24 de agosto de 2007
Morir por Angola
Más de 2.000 cubanos cayeron en el país africano para dejar afianzado uno de los regímenes más corruptos del mundo.
Miguel Rivero, Lisboa
En Angola perdieron la vida más de 2.000 cubanos, según datos oficiales, para dejar afincado uno de los gobiernos más corruptos del continente africano.
Según el último informe de la organización Transparencia Internacional (TI), Angola ocupa el puesto 145 en una lista de 166 países del mundo, en los cuales se evaluó el nivel de corrupción en las altas esferas del gobierno.
En estos informes de TI, los países aparecen en orden decreciente: el de menor corrupción es Finlandia, donde más existe este flagelo es en Haití, que ocupa el último puesto en la lista. Cuba es el 66, aunque resulta dudoso que la organización haya atenido acceso a datos confiables.
Lo cierto es que por Angola llegaron a pasar 377.033 militares cubanos y más de 50.000 cooperantes civiles, según datos oficiales de La Habana.
Encuentro en la Red consultó a Alcibíades Hidalgo, durante casi una década jefe de Despacho del ministro de las FAR, Raúl Castro, acerca de las bajas en Angola.
"El número de cubanos muertos por cualquier causa en Angola fue de 2.077, según cifras oficiales, que creo bastante fidedignas. El 6 de diciembre de 1989 fueron llevados a Cuba todos esos restos en la llamada Operación Tributo. Al comienzo de la guerra hubo un momento en que se prohibió trasladar los muertos a Cuba y se agruparon en un cementerio dentro de la misión militar en Luanda, para evitar depredaciones. Esto, por supuesto, no incluye a desaparecidos, cuyo numero no conozco", dijo Hidalgo.
Agregó que la forma de organizar el traslado de los restos fue un entierro en cada uno de los 169 municipios, en un panteón especialmente preparado para ello, método que buscaba demostrar que no había otros muertos no reconocidos, pues si de Cacocún salieron 85 a pelear en Angola y sólo regresaron 70, había entonces que llevar allí 15 cuerpos con nombres y apellidos.
En realidad, señaló, "creo que la cifra es esa o muy cercana, pues no veo cómo puede ocultarse de esa manera algo diferente y mayor. Por otra parte, la mayoría de las muertes fue por accidentes y enfermedades. También suicidios, por supuesto. La cifra de heridos nunca se ha dado. Aunque pocos, en relación con los largos años de la guerra y el número de cubanos que participaron, más de dos mil muertos fue un costo humano innecesario, a lo que habría que añadir los daños sicológicos de los que regresaron inadaptados", agregó el ex ayudante de Raúl Castro.
16 años de guerra
Este testimonio conduce a algunas reflexiones sobre el asunto. Evidentemente, La Habana evitó el trasiego de sarcófagos y reservó la noticia para cuando ya estaban firmados los acuerdos de paz y se iniciaba el regreso de las tropas. La prensa oficialista se olvida de estos detalles.
En relación con las bajas por accidentes y enfermedades, los portugueses dicen que fue el mismo método que siguió la dictadura de Antonio Oliveira Salazar, durante la guerra colonial. Eran muy pocos los familiares que recibían la noticia de que el ser querido había "muerto en combate".
Las tropas cubanas estuvieron cerca de 16 años en Angola. Según el testimonio de Gabriel García Márquez en su larga crónica titulada Operación Carlota, los primeros contingentes llegaron en octubre de 1975 y los últimos soldados regresaron a Cuba el 25 de mayo de 1991.
El escritor colombiano deja constancia, en ese trabajo periodístico, de un episodio que da la dimensión del esfuerzo que tuvo que hacer la Isla para afianzar al gobierno angoleño.
Relata que llegado un momento, "había tantos barcos cubanos anclados en la bahía de Luanda, que el presidente Agostinho Neto, contándolos desde su ventana, sintió un estremecimiento de pudor muy propio de su carácter. 'No es justo', le dijo a un funcionario amigo. 'A este paso, Cuba se va a arruinar'". Por lo visto, Neto estaba más preocupado por el coste de la guerra para los cubanos que el Comandante en Jefe.
Es cierto que las tropas cubanas llegaron a Angola para enfrentar una invasión sudafricana y no hay constancia de que en el breve período de tiempo que Neto estuvo en el poder se haya desatado la frenética corrupción que reina ahora.
Pero después de que los surafricanos se retiraron en 1976, los cubanos no tenían por qué tomar partido en la guerra civil entre el MPLA y la UNITA, el movimiento de Jonas Savimbi.
Preguntado por Encuentro en la Red sobre este aspecto, Alcibíades Hidalgo dijo que desde mediados de los años setenta, luego de que salieran los sudafricanos, o más bien se replegaran hacia el sur, las fuerzas cubanas que permanecieron largos años lo hicieron siempre enfrentándose a la UNITA, en apoyo al MPLA. Y en el caso de Cabinda, al FLEC (Fuerzas Armadas de Cabinda), aunque allí hubo mucho menos actividad militar.
"La caza de Savimbi fue durante mucho tiempo la tarea principal, con lo que de hecho se desvirtuaba la razón inicial de luchar contra Sudáfrica, aunque también es cierto que Savimbi recibía apoyo directo de Mobutu y de Sudáfrica, a través de Namibia y Zaire", agregó Hidalgo.
"Hubo combates directos con la UNITA, incluso de colaboradores civiles y también atentados contra estos, en especial en Huambo. UNITA hostigó hasta última hora a los soldados cubanos, con pequeños ataques que ocasionaban muertes y heridos. Así fue hasta el último día. Durante el año que viví en Namibia, viajé con frecuencia a Angola y en al menos en dos ocasiones, que recuerde, visité con Polo Cintra Frías, entonces jefe de la misión militar, unidades cubanas que habían sufrido ataques de la UNITA, con dos o tres muertes en cada caso", dijo Hidalgo.
Apuntalando un régimen corrupto
Desde septiembre de 1979, fecha del fallecimiento de Neto, el presidente de Angola es José Eduardo dos Santos. El compromiso del régimen de La Habana se mantuvo, a pesar de que los síntomas de corrupción irían en aumento y siempre teniendo como elementos claves a familiares o personajes del círculo íntimo del mandatario angoleño.
En una entrevista publicada el pasado 17 de mayo, en el Jornal de Angola, el embajador cubano en Luanda, Pedro Ross Leal, manifestó el interés de La Habana en reforzar la cooperación existente entre ambas naciones, y recordó el hecho de que haya sido elegido para esta embajada un miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba.
Lo paradójico de todo esto es que desde los tiempos de la guerra, la nomenklatura cubana se burlaba de Dos Santos, y cuando se referían al mandatario angoleño usaban el mote de "Barbarito Diez", el cantante de la década de los cincuenta que se mantenía incólume mientras interpretaba las melodías.
En Luanda, los cubanos se quejaban de que Dos Santos sólo salía de su residencia, en Futungo de Belas, hacia el aeropuerto para ir a París, y nunca visitaba las unidades militares. La zona era protegida por tropas cubanas, ya que allí también residían los más altos jefes militares enviados por el régimen de La Habana.
Encuentro en la Red conversó con el teniente coronel Mario Riva, jefe en Angola del regimiento de helicópteros en 1988: "Un día estaba hablando con soldados y oficiales de las FAPLA, pertenecientes al regimiento de helicópteros con base en Huambo. Hice mención acerca de lo orgulloso que se sentiría el presidente Dos Santos, por la ejemplar actitud mantenida por las tripulaciones durante los abastecimientos a las tropas que combatían a la UNITA en la región de Cuemba. Entonces, uno de los oficiales me dijo con desdén: 'ese es el presidente de Luanda, no le interesa lo que sucede en el campo de batalla'".
Negocios familiares
Actualmente, el presidente angoleño se encuentra involucrado directamente en un sonado caso de corrupción.
El pasado 6 de Abril, el juez francés Philippe Courroye, encargado de las investigaciones sobre el escándalo "Angolagate", enviaba de nuevo a juicio a 42 personas, entre las que se encontraban Jean-Christophe Mitterrand, hijo del entonces presidente francés François Miterrand, y dos hombres de negocios: el francés Pierre Falcone y el ruso-israelo-francés Arkady Gaydamak.
Los documentos del sumario revelarían que, en el ámbito del tráfico ilícito que violó el embargo de armamentos impuesto a Angola por parte de Naciones Unidas en los años noventa, el presidente José Eduardo Dos Santos habría recibido 37 millones de dólares en una cuenta bancaria particular luxemburguesa.
A pesar de esto, ni dos Santos ni otras figuras de relevancia civil y militar de Angola están presentes en la lista de los investigados. Pero la figura más conspicua de la corrupción en Angola es Isabel dos Santos, una de las hijas del presidente, a cargo de "los negocios" de la familia, mientras que como heredero político para la sucesión se perfila su hermano José Filomeno, conocido por "Zenu".
Isabel, de 34 años, está casada con el millonario congolés Sindica Dokolo, quien mantiene grandes influencias en la República Democrática del Congo (RDC). De esta manera, los hombres de negocios interesados pueden "invertir" en los dos países.
Isabel comenzó a despuntar en los años noventa, después de su regreso de Londres, donde vivía en compañía de su madre, la soviética Tatiana Kukanova. La hija del presidente es graduada de ingeniería electrónica. Su primer negocio le fue adjudicado de manera inmediata a una empresa que ella fundó, Urbana 2000. De un momento para otro, le fue retirada a la Empresa Estatal de Limpieza y Saneamiento de Luanda (Elisal) la licencia de la recogida de basura, que pasó a ser controlada por ella.
Su carrera fulgurante la llevó después al lucrativo negocio de los diamantes, a través de la empresa Tais, con intereses de capitales suizos, que compraba las piedras preciosas a los llamados "garimpeiros", personas que no tenían licencia oficial para la búsqueda pero disfrutaban de una especie de patente de corso, ya que trabajaban para la hija del presidente.
El sector de los diamantes en Angola, en fuerte expansión desde que terminó la guerra civil en 2002 con la muerte de Savimbi, está caracterizado por "la falta de transparencia en el proceso de adoptar decisiones, a discreción del gobierno". La conclusión aparece en un informe del Banco Mundial de octubre de 2006, el cual destaca que el sistema instalado en Luanda aleja a los inversionistas con recursos financieros y tecnología e impide que se pueda desarrollar "el inmenso potencial diamantífero del país".
En un negocio con especialistas israelitas, la hija del presidente desarrolló el proyecto llamado Terra Verde, que hoy se encarga de suministrar frutas y vegetales a casi todos los hoteles y restaurantes de Luanda.
En las telecomunicaciones, Isabel entró en el negocio a través de la Geni-Novas Tecnologías que, a su vez controla la Unitel. Según el consorcio luso Portugal Telecom (PT), el año pasado Unitel obtuvo ingresos por 517 millones de euros.
En el Banco Internacional de Crédito (BIC), Isabel controla el 25% del capital y trabaja en estrecha relación con el empresario luso Américo Amorim, éste último un personaje que también tiene inversiones en varios hoteles en La Habana y Varadero.
Interrogantes abiertas
Seguir la pista de los negocios de la hija del presidente es una tarea casi infinita. Acerca de este enraizado proceso de corrupción, Encuentro en la Red conversó con el periodista Antonio Rodrigues, hasta hace unos meses corresponsal en Luanda de un importante medio de comunicación portugués.
"Cuando se habla de la corrupción con algún alto funcionario del gobierno de Angola, la respuesta es que también existe en Portugal, pero de una manera oculta. La verdad es que en algo tienen razón, ninguna de las empresas que trabaja en Angola puede reclamar su inocencia y allí la corrupción está a las claras", dijo Rodrigues.
Relató que cuando recientemente fue inaugurado el Banco Angoleño de Negocios y Comercio (BANC) se conoció que el ministro de Defensa, Kundi Paihama, era uno de los principales accionistas. "Lo único extraño es que se hubiese demorado tanto en entrar en los negocios", dijo Rodrigues.
Por cierto, que el 4 de diciembre pasado Raúl Castro recibió a su homólogo angoleño en La Habana.
En el encuentro, Castro II y el ministro angoleño Paihama conversaron "en el ambiente de amistad y respeto mutuo que caracteriza las relaciones entre los dos países", señaló la breve nota acompañada de una foto en la portada del órgano oficial del Partido Comunista de Cuba.
Varios periodistas portugueses aseguran que Cuba mantiene una discreta presencia de asesores militares en el Estado Mayor del ejército angoleño.
La aventura militar en Angola fue presentada dentro de la épica del internacionalismo. Los resultados finales, con este panorama de corrupción, dejan abiertas muchas interrogantes para aquellos que se encargarán un día de hacer la autopsia del régimen de La Habana.

Nota.-En todos los casos las fuentes referenciales aparecen citadas a lo largo del texto.

Saturday, December 10, 2011

CONTRA EL RELATO OFICIAL. Rafael Rojas

Nota Introductoria.- El trabajo que reproduzco a continuación e integramente, pertenece al historiador e intelectual cubano Rafael Rojas. Es parte del ensayo: "EL OTRO PAREDÓN: ASESINATOS DE LA REPUTACIÓN EN CUBA" Efriginal Books LLC, Miami 2011.
Por la importancia de su contenido tengo el placer de reproducirlo para que personas verdaderamente interesadas puedan, si aun no lo han hecho, ponerse en contacto con la brillante exposición que hace el autor y el análisis, muy acertado, que desde el punto de vista historiográfico se realiza. Propósito importantísimo representa la idea de contribuir, en lo que me sea dable, a la difusión de ideas serias, enjundiosas e importantes.
Gracias, José A. Arias.


Los últimos libros de Fidel Castro encarnan la decrepitud de la historia oficial cubana.

Castro, el primero de mayo de 2006. (GETTY IMAGES)
Todos los regímenes políticos y todos los gobiernos, democráticos o no, apelan para su legitimación a una historia oficial. Esta última es resultado de un procesamiento de los consensos historiográficos por parte de las instituciones políticas, educativas y mediáticas de la esfera pública de cualquier país. En las democracias, naturalmente, las posibilidades de impugnación de las narrativas oficiales son mayores que en los regímenes autoritarios o totalitarios, ya que la libertad de expresión y la autonomía jurídica de las instituciones culturales pluralizan la circulación de discursos históricos y limitan la construcción de relatos hegemónicos. El global adelgazamiento ideológico de los estados, que ha producido el fin de la Guerra Fría en las dos últimas décadas, hace más competido el mercado intelectual y, por tanto, más disputada la construcción de hegemonías de la memoria.
Incluso en un país como Cuba, donde persiste desde hace medio siglo un sistema político no democrático, es posible detectar algunos síntomas de ese adelgazamiento ideológico, aunque la ansiedad de legitimación simbólica siga siendo notable. En las dos últimas décadas, también en Cuba se han pluralizado los discursos públicos y, en el caso de la producción y circulación del saber histórico, esa creciente pluralidad se refleja en una mayor autonomía de la historiografía académica respecto a la historia oficial, y en una representación más incluyente y menos teleológica de los actores del pasado en las ciencias sociales. Como componente del aparato de legitimación, el relato oficial no ha desaparecido, pero poco a poco va reduciendo su esfera de influencia a la prensa, la radio y la televisión y pierde capacidad de reproducción en la educación superior y el campo intelectual.[1]
Bastante sintomático del debilitamiento de los mecanismos de legitimación histórica del régimen cubano es la cada vez mayor limitación del mismo, ya no a Granma, Juventud Rebelde, la Televisión Nacional o las editoriales del Consejo de Estado, sino al círculo de colaboradores personales de Fidel Castro. Mientras los historiadores académicos refundan una institución del antiguo régimen, la Academia de Historia de Cuba, y reclaman, con o sin ambivalencia, el concepto "tradicional" o inorgánico de "autonomía" para la misma, el partidismo histórico del discurso oficial se refuerza en el centro simbólico del poder: la persona de Fidel Castro. Los recientes libros La victoria estratégica (2010) y La contraofensiva estratégica (2010), escritos por el propio Castro con la colaboración de asesores históricos como Pedro Álvarez Tabío, Rolando Rodríguez y Katiushka Blanco, y editados por el Consejo de Estado, son la mejor prueba de la cada vez más limitada subsistencia de la historia oficial en Cuba.
Los comandantes Guillermo García y Ramiro Valdés, durante la presentación del libro de Castro 'La victoria estratégica'. (CUBADEBATE)
Limitada subsistencia, por la cada vez menor receptividad de ese relato en los medios académicos e intelectuales, que hasta hace poco eran su principal correa de trasmisión. Pero subsistencia al fin, ya que esos libros, lo mismo que el todavía reciente Biografía a dos voces (2006) de Ignacio Ramonet, así como aquellas "reflexiones" que tratan de temas históricos, contienen la historia oficial cubana in nuce y son editados y subsidiados en cientos de miles de ejemplares y reproducidos por los principales medios de comunicación.
El excepcional rango de circulación que alcanzan esos documentos es suficiente para constatar su rol proselitista y pedagógico, su funcionalidad de constitución o preservación ideológica de una ciudadanía leal y, por tanto, de afianzamiento de la legitimidad por vías narrativas. Esa literatura oficial es la mejor prueba de que en Cuba, a diferencia de cualquier democracia, la Constitución y las leyes no son suficientes para garantizar la legitimidad y ésta debe ser constantemente abastecida por un relato hegemónico del pasado, que justifique la falta de libertades en el presente.
La historia in nuce
Dicho relato, tal y como aparece en sus textos, podría resumirse de la siguiente manera. Cuba fue colonia de España de 1492 a 1898 y a partir de ese año pasó a ser colonia de Estados Unidos. Durante el siglo XIX los cubanos intentaron independizarse y el proyecto nacional más completo de aquella centuria, elaborado por José Martí, contempló, no solo la independencia de España, sino, también, de Estados Unidos, ya que "el Apóstol" advirtió que la soberanía de la Isla pasaría de manos, entre Madrid y Washington, si su revolución no triunfaba. Con la intervención norteamericana de 1898 se frustró aquel proyecto nacional, que intentó ser retomado por algunos líderes de los años 20 y 30, como el comunista Julio Antonio Mella y el socialista Antonio Guiteras —los dos políticos de la primera mitad del siglo XX más jerarquizados en esta genealogía.[2] Aquella revolución, que intentó retomar el proyecto de Martí también fracasó por obra de Estados Unidos, la oligarquía insular y políticos autoritarios o corruptos como Fulgencio Batista, Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás.
José Martí.
Así como los separatistas del siglo XIX debieron enfrentarse, no sólo a España y a Estados Unidos, sino a "corrientes reformistas, autonomistas y anexionistas", que no eran "revolucionarias", aquellos líderes de los años 20 y 30 tuvieron que enfrentarse al imperialismo, la dictadura de Machado, la oligarquía y los "pseudorrevolucionarios".[3] Estos últimos serían casi todos los políticos de origen antimachadista y de ideología liberal y democrática que conformaron gobiernos u oposiciones, entre 1940 y 1958, bajo las presidencias de Grau, Prío y Batista. En Biografía a dos voces, se hace una excepción con Eduardo Chibás, quien personifica la lucha contra la corrupción dentro de los límites de la "democracia burguesa", pero en la más reciente introducción a La victoria estratégica (2010), el juicio sobre aquella generación es tajante:   
"Cuba no era un país independiente en 1953. Las ideas de Martí habían sido traicionadas por los políticos de la República. La mayoría de los revolucionarios antimachadistas o antibatistianos de los años 30 se habían vuelto pseudorrevolucionarios. El único partido que poseía una visión revolucionaria era el comunista pero estaba aislado. De ahí que era preciso lanzar un programa revolucionario por fuera de ese partido para ganar a la mayoría de la población y luego conducir un cambio revolucionario por la vía socialista."[4]
En todos estos textos se reitera el núcleo simbólico de la historia oficial, que no es otro que la ficción de que en Cuba solo ha existido una revolución, que estalló en octubre de 1868 y que, luego de varias frustraciones, triunfó el 1° de enero de 1959. A Ramonet se lo repite su célebre entrevistado, tautológicamente: "el 10 de octubre de 1868 es donde nosotros decimos que comienza —y yo lo dije—la Revolución".[5] En La victoria estratégica, se asegura, incluso, que desde 1953 aquellos líderes llegaron persuadirse de que la única manera de hacer que esa Revolución, secularmente frustrada, triunfase, era por medio de un proyecto marxista-leninista: "fue necesario comenzar de cero. Disponía ya desde que me gradué de bachiller, y a pesar de mi origen, de una concepción marxista-leninista de nuestra sociedad y una convicción profunda de la justicia".[6]
Ese comenzar de cero era la única manera de retomar el hilo de una historia cifrada, que debía desembocar en el socialismo. Solo que este último sistema no podía ser abiertamente defendido, dado el fuerte anticomunismo que Washington había trasmitido a la opinión pública de la Isla y que le restaba popularidad a la corriente comunista prerrevolucionaria.
La plasmación de un proyecto político no comunista, en todos los documentos del Movimiento 26 de Julio, en los pactos que firmó esta organización con otras de la oposición antibatistiana, como el Directorio Revolucionario o el Partido Auténtico, y en diversas cartas, artículos y declaraciones a la prensa nacional y extranjera del propio Fidel Castro, entre 1953 y 1960, es presentada en esta bibliografía, no como una orientación ideológica real de aquel movimiento, sino como una imagen de moderación, deliberadamente asumida por líderes comunistas que, para lograr sus fines, debían ocultarlos.
Expresidente Ramón Grau San Martín.
En un pasaje sumamente revelador del segundo libro, La contraofensiva estratégica (2010), se sostiene que todos aquellos políticos antibatistianos que, de una u otra forma, se opusieron a ese proyecto socialista no declarado, entre 1953 y 1960, fueron borrados por la historia. A propósito de Ramón Grau San Martín, Carlos Márquez Sterling y otros líderes auténticos u ortodoxos que participaron, como opositores a Batista, en las elecciones de 1954 o 1958, Fidel afirma: "poco tiempo después de la derrota batistiana, en diciembre de 1958, nadie más se acordó de ellos. Las nuevas generaciones no han oído mencionar nunca sus nombres".[7] Que la ciudadanía de la Isla desconozca a esos políticos del pasado cubano no sólo no es malo sino que es inevitable, ya que los mismos, por oponerse al curso natural de la historia, fueron sepultados por ésta.
Recordables y olvidables
La historia oficial procede, pues, por medio de una selección ideológica y moral de los actores del pasado, en la que son recordados los que integran la genealogía del poder y caen en el olvido los que no forman parte de la misma. Dicho relato funciona, en buena medida, como una corte del Juicio Final, que decide la suerte de los sujetos históricos y los distribuye entre infierno y paraíso, memoria y olvido. La falta de correspondencia entre esa manera de historiar un país y los métodos académicos de la historiografía no podría ser más notable. Muy pocos historiadores serios, marxistas, liberales, postmodernos o de cualquier orientación ideológica o metodológica, estarían de acuerdo con clasificar a los actores de un pasado nacional en recordables u olvidables.
Pero más allá de esta incongruencia, la historiografía académica difícilmente podría aceptar otras premisas del relato oficial como la de la única revolución, entre 1868 y 1959, la del mismo proyecto nacional de José Martí a Fidel Castro o la de la ausencia de soberanía entre 1902 y 1959. Es indudable que la Enmienda Platt limitó la soberanía cubana entre 1902 y 1934 —año en que fue derogada— por medio del derecho de intervención de Washington en caso de guerra civil y de la subordinación a Estados Unidos de las relaciones internacionales de la naciente República. Pero, en aquellas tres décadas, el Estado cubano tampoco careció de toda autodeterminación en sus políticas internas y externas, como puede comprobarse, por ejemplo, durante los años en que Manuel Sanguily fue Secretario de Estado del presidente José Miguel Gómez.
La historiografía académica producida dentro y fuera de la Isla da cuenta de que la vida social, económica, política y cultural de Cuba, entre 1902 y 1958, fue intensísima y no puede ser reducida al contexto de una colonia norteamericana. Durante las primeras décadas revolucionarias, la historiografía marxista intentó desarrollar el concepto de neocolonia que, por lo menos, matizaba el grado de dependencia de Estados Unidos durante aquel medio siglo. Sin embargo, en las versiones más difundidas de la historia oficial, que son las que aparecen en los textos comentados, esa matización es abandonada por la identidad entre el pasado prerrevolucionario y el estatuto colonial, que niega toda capacidad de agencia a los actores políticos republicanos.
Comenzar de cero implicaba, para los líderes históricos de la Revolución, un nuevo diseño del calendario nacional a partir, precisamente, de un año cero: 1959. Todo lo sucedido antes de ese año, salvo aquello que sirviera de anuncio o profecía, debía ser referido al pasado colonial y, por tanto, capitalista, burgués, corrupto y "prenacional" de la Isla. Con la Revolución comenzaba, propiamente, la fundación del Estado y sus líderes eran, ni más ni menos, los padres fundadores de la "verdadera nación". La difusión mundial que en el último siglo ha alcanzado esa premisa, que desde el punto de vista de las ciencias sociales o la historia política podemos calificar como "falsa", solo puede explicarse por medio del mito. Un mito que, como todos los mitos, no es lo contrario de la realidad sino la hiperbolización de un aspecto de la realidad.
Fueron muchos los intelectuales cubanos, latinoamericanos, europeos o norteamericanos que, en las tres primeras décadas del socialismo, contribuyeron a la escritura de esa mitología. Jean-Paul Sartre, Charles Wright Mills, Ezequiel Martínez Estrada, Eduardo Galeano, Cintio Vitier o Roberto Fernández Retamar serían solo algunos nombres. Dentro de la Isla, buena parte de la historiografía académica y el ensayo político (Julio Le Riverend, Jorge Ibarra, Ramón de Armas, Oscar Pino Santos, Lionel Soto, Francisco López Segrera, Fernando Martínez Heredia, Pedro Pablo Rodríguez…) también intervino en el apuntalamiento de la ficción de una revolución única, en la estigmatización del período republicano o en el acoplamiento doctrinal entre José Martí y el marxismo-leninismo. Una versión simplificada y burocrática de las ideas de estos autores pasó al lenguaje de ideólogos y dirigentes del gobierno y el Partido Comunista de Cuba.
En las dos últimas décadas, esa formación discursiva ha ido perdiendo, gradualmente, fuerza y sofisticación, en buena medida porque algunos de sus impulsores se han acercado a la historiografía crítica. Es por ello que en Biografía a dos voces, La victoria estratégica y La contraofensiva estratégica la historia oficial aparece ya como una caricatura de sí misma. Una caricatura en la que la personalización de la historia cubana se acentúa por el tono autobiográfico que predomina en los tres libros mencionados. Fidel Castro, que es un actor del pasado, carece, naturalmente, de la objetividad del historiador y sus juicios sobre Manuel Urrutia, Huber Matos o Carlos Franqui, por poner solo tres ejemplos, poseen una textura inadmisible en el lenguaje académico.[8] Las nuevas generaciones de aspirantes a historiadores oficiales son, por lo visto, incapaces de producir obras equivalentes a las de sus antecesores de los 60, 70 y 80 y prefieren convertir las parciales memorias del líder en libros de texto de la "verdadera historia patria".[9]
Manuel Urrutia Lleó, primer jefe de Estado de la revolución en 1959, entre Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos.
Integración y exclusión
Un buen ejemplo de la fragilidad con que actualmente se proyecta la historia oficial es la categoría "Personajes históricos de Cuba" de la así autoconcebida "wikipedia cubana", Ecured. Que dos dictadores como Gerardo Machado y Fulgencio Batista sean llamados dictadores es comprensible, aunque no lo es tanto que sus breves períodos de gobierno solo representen miserias para Cuba. Pero que líderes civiles, democráticamente electos, como Alfredo Zayas, Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás, sean reducidos a "presidentes de la república neocolonial cubana", que promovieron la "corrupción, la injerencia, el soborno y el gangsterismo", no es contribuir al conocimiento histórico de un país sino propagar caricaturas y estereotipos.
La categoría "Personajes históricos de Cuba" responde a un criterio tan caprichoso y, con frecuencia, tan injusto de selección que ningún historiador medianamente serio podría admitir. ¿Por qué en la misma aparecen José Antonio Saco y Enrique José Varona y no Jorge Mañach o Fernando Ortiz? ¿Por qué se juzga subjetivamente y sin el menor respaldo documental la "falta de tacto", el "oportunismo", "el conservadurismo" o la "confusa actuación" de Manuel Urrutia Lleó, primer jefe de Estado de la Revolución en 1959? ¿Por qué tantos líderes religiosos y cívicos, involucrados en la oposición pacífica a la dictadura de Batista, muchos de los cuales a partir de 1957 o 1958 apoyaron a Fidel Castro y el Ejército Rebelde, siguen siendo invisibilizados?
¿Por qué figuras importantes del movimiento autonomista del siglo XIX, como Rafael Montoro, Eliseo Giberga o Rafael María de Labra —quien fue más republicano y abolicionista que muchos separatistas de su generación—, o del anexionista, como José Ignacio Rodríguez y Néstor Ponce de León, no son "personajes de la historia de Cuba"? ¿Por qué se borran, incluso, líderes de la Revolución de 1959, como los comandantes Huber Matos y Humberto Sorí Marín, del Movimiento 26 de Julio, y Rolando Cubela, del Directorio Estudiantil Revolucionario? ¿Por qué sigue viviendo en el limbo de la historia nacional una personalidad tan influyente en la vida política cubana entre 1940 y 1959, como Carlos Márquez Sterling, Presidente de la Asamblea Constituyente de 1940 y opositor pacífico a la dictadura de Batista?
Las inclusiones y exclusiones de Ecured reflejan con lealtad la idea de la historia que, personalmente, posee Fidel Castro y que es la que, en el último medio siglo, se ha trasmitido a las instituciones culturales y educativas de la isla. Es la idea que se plasma, por ejemplo, en dos artículos recientes aparecidos en Granma, Juventud Rebelde, Cubadebate, La Jiribilla y otras publicaciones oficiales, titulados "La batalla de Girón I y II". Aquí Castro reitera el principio de que la insurrección por él encabezada contra la dictadura de Batista, entre 1957 y 1958, y la resistencia a la invasión de la Brigada 2506, por Bahía de Cochinos, en la primavera de 1961, respondieron a una misma meta: defender la "independencia y la justicia que durante casi un siglo había buscado el pueblo cubano".[10]
Un veterano de Playa Girón con un cartel de Castro a sus espaldas. (GETTY IMAGES, Matanzas, abril de 2011)
Castro enmarca, por tanto, el triunfo de enero del 59 y la derrota del grupo invasor en abril del 61 dentro de un mismo ciclo histórico, iniciado con la intervención de Estados Unidos en la guerra hispano-cubano, en 1898, el "engaño" de la Joint Resolution, el Tratado de París, el desarme del Ejército Libertador y la Enmienda Platt. Poco importa que esta última hubiera sido abolida en 1934 —dato que Castro deliberadamente ignora con frecuencia— ni que la documentación política del Movimiento 26 de Julio y el propio texto de La historia me absolverá (1954) no identificaran la lucha contra la dictadura de Batista con aquella epopeya secular por la independencia de Cuba. En la memoria ideológica de Castro la oposición armada al régimen autoritario de Batista se metamorfosea en una cruzada política contra la República:
"Nosotros no disponíamos de un ejército nacional en nuestro país. Al finalizar lo que los historiadores en Cuba denominaban la Tercera Guerra de Independencia —en la que el ejército colonial español derrotado y exhausto solo podía conservar ya, a duras penas, el control de las grandes ciudades—, la metrópoli arruinada, a miles de millas de distancia, no podía mantener una fuerza casi igual a la de Estados Unidos en Vietnam, al final de la guerra genocida que llevó a cabo en esa antigua colonia francesa. Es en aquel momento que Estados Unidos decide intervenir en nuestro país. Engaña a su propio pueblo, al de Cuba y al mundo, con una declaración conjunta en la cual se reconoce que Cuba, de hecho y de derecho, debía ser libre e independiente. Firma en París un acuerdo con el gobierno colonial y vengativo de la España derrotada, y desarma al Ejército Libertador mediante soborno y engaño. Con posterioridad, se le impone a nuestro país la Enmienda Platt, la entrega de puertos para uso de su armada, y se le otorga la supuesta independencia, condicionada por un precepto constitucional que le concedía al gobierno de Estados Unidos el derecho a intervenir en Cuba. Nuestro valeroso pueblo luchó en solitario, tanto como el que más en este hemisferio, por su independencia frente a la nación que, como expresó Simón Bolívar, estaba llamada a plagar de miseria a los pueblos de América en nombre de la libertad. En Cuba había un ejército entrenado, armado y asesorado por Estados Unidos. No diré que nuestra generación posea más mérito que alguna de las que nos precedieron, cuyos líderes y combatientes fueron insuperables en sus luchas heroicas. El privilegio de nuestra generación fue la oportunidad de probar, por azar más que por méritos, la idea martiana de que 'un principio justo desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército'".[11]
No hay en todo el escrito de Fidel Castro sobre Playa Girón el menor intento de distinguir las distintas fases de la historia republicana (1902-1958) ni de discernir entre la lucha en la Sierra Maestra contra la dictadura de Batista y la construcción del socialismo a partir de 1961. Cualquier periodización política elemental, a partir de la cultura, la mentalidad o los intereses de actores históricos concretos, es inconcebible dentro de la fantasía de una isla llamada a derrotar un imperio. El "principio justo", que en José Martí representaba el fin del régimen colonial y esclavista español y la construcción de una república democrática, desde las ideas e instituciones de fines del siglo XIX y principios del XX, es asimilado en esta mitología a la misión providencial de la resistencia a Estados Unidos y el advenimiento del comunismo.
Del pueblo metahistórico a la memoria del caudillo
En cualquier democracia contemporánea las distancias entre los usos personales de la historia de un estadista y la escritura y difusión de la historia divulgativa y profesional suele ser suficientemente holgada. En el caso de Cuba, sin embargo, donde Fidel Castro, desde su retiro, sigue jugando un rol protagónico dentro del aparato de legitimación simbólica, no es así. Los escritos de Castro son capítulos visiblemente ubicados en el centro de una discursividad histórica oficial, que se reproduce en los medios de comunicación electrónicos e impresos, en las instituciones de educación primaria, secundaria y —en menor medida— superior e, incluso, en una zona ortodoxa de las ciencias sociales.
Esos resortes simbólicos del poder llegan a familiarizarse tanto con la sintonía entre historia nacional y memoria personal de Castro que, con frecuencia, se pierde la separación entre ambas. La saludable distinción entre memoria e historia, recomendada por Paul Ricoeur, Pierre Nora y otros historiadores contemporáneos para cualquier ciudadano o para la república misma, se deshace en el relato fidelista de la historia. Un relato construido por quien ejerció la jefatura del Estado cubano por casi medio siglo y que todavía hoy abastece parte considerable de la simbología oficial.
Castro dormita durante la sesión final del VI Congreso del PCC. (GETTY IMAGES, La Habana, abril de 2011)
En la segunda parte del ya citado texto La batalla de Girón (2011), Castro recurre a la documentación reunida por el historiador oficial Pedro Álvarez Tabío, en la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado de la Isla, para narrar la "verdadera historia" de los sucesos de abril de 1961. Sin embargo, esa "verdadera historia" no es más que el conjunto de mensajes que el propio Castro intercambió con la oficialidad cubana mientras dirigía la defensa contra el desembarco de la brigada de exiliados cubanos por las costas de Playa Larga y Playa Girón. En un momento del relato, Castro confiesa: "es difícil escribir sobre los acontecimientos históricos cuando muchos de los protagonistas principales han fallecido o no están en condiciones de testimoniar sobre los hechos".[12]
Para Castro, por tanto, la historia es memoria o, más específicamente, testimonio. No de los ciudadanos o las comunidades que reproducen diariamente la vida social sino de los líderes revolucionarios que, con visión cesarista o napoleónica, supieron "interpretar" las claves de su tiempo y conducir a la nación a su destino.
¿Qué tiene que ver esta idea caudillesca de la historia con Marx, con Engels o con filósofos e historiadores marxistas del siglo XX como Walter Benjamin o Eric Hobsbawm? Nada. La idea fidelista de la historia cubana, que transcriben no pocos historiadores oficiales de la isla que se autodenominan "marxistas", es, en todo caso, un eco apagado de la filosofía heroica de la historia decimonónica, que defendieron pensadores románticos como Thomas Carlyle o Ralph Waldo Emerson, y que hicieron popular, en el pasado siglo, biógrafos como Emil Ludwig o Stefan Zweig.
A diferencia de Lenin, Stalin, Mao o cualquier otro líder comunista del siglo XX, incluido, por supuesto, el Che Guevara, Fidel Castro no asimiló nunca el pensamiento marxista. Sus apelaciones al mismo, durante el periodo soviético sobre todo, fueron impostadas, exteriores: una reiteración mecánica de conceptos, en la que la propia oratoria personalísima de Castro se desdibujaba. El verdadero punto de conexión intelectual de Castro con el estalinismo o el maoísmo no ha sido la teoría marxista sino el culto a la personalidad. Una vulgar exaltación de sí, compatible con el meollo mesiánico y maniqueo del nacionalismo revolucionario y con la embrutecedora metafísica del único marxismo que ha circulado libremente en Cuba en el último medio siglo: el soviético.
En escritos políticos y discursos memorables del joven Fidel, como La historia me absolverá (1954) o la Primera Declaración de La Habana (1960), el sujeto de la historia de Cuba era el "pueblo" metahistórico, siempre dado, idéntico e inmutable, que se había levantado en armas contra el colonialismo español en 1868 y 1895, contra la dictadura de Machado en 1933 y contra la de Batista en 1959. En la idea del devenir nacional del anciano Castro, plasmada en las "Reflexiones", el sujeto de la historia es el propio líder, toda vez que su memoria personal se ha confundido, irremediablemente, con la trama del pasado. Poco a poco la historia oficial cubana experimenta un desplazamiento similar: su sujeto ya no es el pueblo sino el caudillo: Fidel.
Legitimidad y oposición
Una de las características de las dos últimas décadas postcomunistas es que mientras esa historia oficial se caricaturiza en los medios de comunicación y se abandona en el campo intelectual y académico, la oposición al gobierno cubano se vuelve mayoritariamente pacífica y desecha la confrontación de la ilegitimidad del régimen. La mayoría de los opositores, desde luego, piensa que el gobierno cubano es ilegítimo, desde el punto de vista democrático, pero no se enfrenta al mismo como si se tratara de un régimen de facto que debe ser derrocado por la fuerza. Pudiera afirmarse la paradoja de que, en los últimos años, cuando la legitimidad jurídica del Estado logra imponerse más claramente, la legitimidad ideológica del socialismo, basada en la historia oficial, experimenta su mayor agotamiento.
La paradoja nos devuelve a la relación entre legitimidad e historia, anotada al inicio de este ensayo. La historia oficial, como discurso de legitimación de un régimen no democrático, cumple, entre otras funciones, la de mantener viva, en la memoria ciudadana, la guerra civil, la stasis, es decir, la fractura de la comunidad provocada por el orden revolucionario. De ahí que en ese discurso sean tan frecuentes la clasificación de los sujetos del pasado en amigos y enemigos, héroes y traidores, patriotas y antipatriotas, y la conexión genealógica entre estos y los partidarios u opositores del régimen en el presente. Una vez que los opositores abandonan la stasis y contraponen pacíficamente a la legitimidad totalitaria una legitimidad democrática, la historia oficial comienza a perder receptores y, lo que es más grave, comienza a perder el respaldo de la historiografía académica, que le servía de caja de resonancia.
Dado que la falta de democracia en Cuba continuará por algún tiempo, no habría que descartar que el debilitamiento de la historia oficial se incorpore a las tácticas de normalización del totalitarismo que aplica la élite del poder. En foros académicos internacionales, por ejemplo, ya se escuchan voces oficiales que aseguran que en Cuba no existe una historia oficial sino un conjunto de interpretaciones marxistas del pasado. Lo cual es cuestionable, por lo menos, en tres sentidos: la historia oficial sí existe —como prueban las publicaciones históricas del Consejo de Estado—, dicha historia no es marxista sino burdamente nacionalista y algunos de los marxistas serios que quedan en la Isla no suscriben el relato hegemónico de esa historia oficial.
El fenómeno de la decadencia de la historia oficial cubana debería ser estudiado como parte de la recomposición del campo intelectual que se está viviendo, actualmente, dentro y fuera de la Isla. Es difícil, tan siquiera, sugerir que dicha recomposición tenga alguna incidencia directa en la producción de un cambio político o una transición a la democracia. Ese tipo de fenómenos parecen ser más característicos del prolongado fin de un régimen que del surgimiento de uno nuevo. Podemos asegurar, sin embargo, que la reescritura de la historia cubana ya comenzó, aunque sus principales aciertos permanezcan inaccesibles a la mayoría de los ciudadanos de la Isla. Solo cuando esa reescritura de la historia logre constituir un público en la Isla, la pluralización de la memoria se volverá tangible y favorecerá la democratización cubana.



[1] Para un recorrido por la historiografía crítica reciente, dentro y fuera de la isla, ver mi capítulo, "El debate historiográfico y las reglas del campo intelectual en Cuba", en Araceli Tinajero, Cultura y letras cubanas en el siglo XXI, Madrid, Iberoamericana/ Vervuert, 2010, pp. 131-146.
[2] Ignacio Ramonet, Fidel Castro. Biografía a dos voces, Barcelona, debate, 2006, pp. 65-78.
[3] Ibid, p. 29.
[4] Fidel Castro. La victoria estratégica, La Habana, Consejo de Estado, 2010.
[5] Ignacio Ramonet, Op. Cit, p. 32.
[6] Fidel Castro, Op. Cit.
[7] Fidel Castro, La contraofensiva estratégica, La Habana, Consejo de Estado, 2010.
[8] Ignacio Ramonet, Op. Cit, pp. 518-519.
[9] Enrique Ubieta, "Los héroes y la historia total", Cubadebate, 25/ 10/ 2010.
[10] Fidel Castro, “La batalla de Girón”, I, (15/ 4/ 2011). 
[11] Ibid.
[12] Fidel Castro, “La batalla de Girón”. II (25/ 5/ 2011).

Tuesday, December 6, 2011

LA CELAC Y LOS AFANES DE LOS TRASNOCHADOS.

No se puede ser insensible a la noticia, lo que se impone es ser analítico. Primero el CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), ya se había fundado en Méjico en Febrero 23 de 2010, allí se decidió, con la participación de algunos ministros de relaciones exteriores, que la reunión primera de la entidad a nivel de presidentes y primeros ministros se llevaría a cabo en Venezuela, y es precisamente eso lo que acaba de ocurrir.
Como de costumbre, los atizadores profesionales de la confrontación que pululan por doquier, han querido confundir a la opinión pública para sacar partido de los acontecimientos. Primero tendiendo a crear la expectativa entre sectores de opinión –fundamentalmente latinos- de una ineptitud funcional y en consecuencia gubernamental de los Estados Unidos para encarar el hecho; basándose sobre todo en la cacareada exclusión de ese país y Canadá del nuevo grupo regional.
Del otro lado y capitalizando el hecho de que la primera reunión en la cumbre haya tenido lugar en Venezuela, los representantes de ALBA, que con Chávez a la cabeza y conformando ahora una suerte de subgrupo, el de los países del “socialismo del siglo XXI"; se dedicaron abiertamente a dar un matiz político al evento.
La política de creación de bloques, esencialmente económicos, coincide con lo que ha representado la globalización y el liberalismo en materia de funcionamiento en general en el mundo de hoy. El acortamiento de las distancias vinculadas al tiempo para el traslado de mercancías y bienes de consumo, el desarrollo de las comunicaciones, la modernización de las instituciones financieras en materia de concesión de créditos y pagos y otros factores de inmediata influencia que no son el objetivo de éste análisis, imponen la necesidad de la vinculación.
Si aun existen quienes pretenden hablar de sustituciones, por ejemplo de la O.E.A. por una entidad como el CELAC; para quien realmente sepa de lo que se trata, así como para quien pueda pensar en el éxito de esos afanes, constituye un error de apreciación carente de meollo y sustancia razonables. Para quienes puedan creer,y según manifestaron de viva voz, que reunirse en Quito, Caracas, La Paz, Managua o La Habana puede ser sinónimo de triunfo sobre “el imperio yanqui” solo sería necesario recordarles algo que saben de sobra: para el 2050 -39 años por venir- el producto interno bruto (PBI) de la región será equiparable al de los Estados Unidos. En esa misma fecha y teniendo en cuenta que del CELAC, según ha quedado conformado, algunos países como Brasil (7ma. Economía a nivel mundial), Méjico, Chile, Colombia, Argentina y Venezuela, y en ese mismo orden de importancia están formando parte, los propósitos de los tribunos del populismo, carecen de sensatez a cualquier plazo.
El único país del ALBA,ahora convertido en subgrupo dentro de CELAC cuya conformación tiene un matiz predominantemente político entre los mas influyentes, es Venezuela; la Venezuela de Chávez, lo cual no puede dejarse de lado máxime si se tiene en cuenta que ese país logra incluirse dentro de los mencionados solo por su riqueza petrolera y a fuero de que su economía no es diversa como en el caso de los otros citados. El problema de Chávez y los chavistas, internamente y en el exterior, comienza a manifestarse cuando se quiere invertir el orden lógico del funcionamiento de un movimiento de consenso predominantemente económico para convertirlo en una cruzada política.
Ni los tiempos de la “rapiña”, tan vehementemente descritos por Galeano en “Las Venas Abiertas de América Latina”, están vigentes; ni mucho menos el “Big Stick” de Teodoro Roosevelt tiene nada que ver con la actualidad, es por eso que entre otras cosas me pareció simpático escuchar a Daniel Ortega hablando de la Doctrina Monroe (1826) y a Raúl Castro manifestando con increíble tozudez que hasta el momento sólo hubo ¡dos, sólo dos! países  -Cuba y Venezuela- que pueden considerarse verdaderamente libres, los demás; incluidos los compañeros de viaje en Alba, al parecer y desde el punto de vista del General, no lo han sido ni lo son aun. Para sus colegas mandatarios sería, no puedo imaginarlo de otro modo, ofensivo que los considerara “pseudo” independientes. Los que conocemos lo que representa vivir en la “independencia vitalicia” de un país bajo el mandato de un partido y sin competencia democrática, sabemos lo que subyace en su mentalidad de trinchera. Para los que no han pasado por la experiencia, bastaría pasar balance de lo que ha representado el Castrismo en Cuba, lo que resulta más que suficiente para describir el disparate que entraña el planteamiento.
Este tipo de foros siempre resulta apropiado para el ejercicio de la demagogia, que como argumento político es la espina dorsal de quienes mejor la desempeñan y aplican; hablar de solidaridad como paternalismo no significa otra cosa que repartir la pobreza y es obvio imaginarse lo que esto representa: más pobreza. En el plano de la competencia y la funcionalidad económica el “internacionalismo proletario” practicado sin éxito por los comunistas a ultranza, nada ha significado, ni como creador de bienes, ni como auspiciador de la riqueza por y para las naciones. Tal y como se observan hoy en día las cosas en el Mundo, esa visión enajenada de la realidad no es factible y mucho menos viable. Entre los que escuchaban a Castro, habrá muy pocos que realmente compartan sus ideas; y si un modelo semejante fracasó en un medio con mayores posibilidades productivas, ¿pudiera ser alternativa entre latinoamericanos y caribeños?.
Otros, que sin darse cuenta se apresuran a desbarrar, se convierten por intermedio de festinadas opiniones en contrafuerte de la malhadada propaganda socialistoide y tercermundista de quienes pretenden vivir de la interminable confrontación antiimperialista, pasando por alto los verdaderos logros e intereses de países cuyo crecimiento económico está vinculado, en medio de una relación de igualdad con Estados Unidos, Canadá, China, Rusia, la Comunidad Europea y otros países de la cuenca del Pacífico y siguiendo una bitácora geograficamente multinacional. Cuando esta situación no se valora y la óptica se limita a una especie de visión tubular, se puede correr el riesgo de coincidir con nuestros enemigos políticos. Lo demás es alta diplomacia, argumento que frente a la confrontación y la diatriba ha demostrado ser mucho más efectivo que la crítica a priori.
Lo que opino no debe entenderse como un vaticinio de sobresaliente futuro para el CELAC; si se interpretan en su significado literal y fuera del contexto de la demagogia intrascendente del resto de las palabras de Raúl Castro, su expectativa de que la creación de este grupo pueda no cumplir ciertos presupuestos, puede que nos quiera dar una evaluación mas cercana a la realidad de lo que pudiera suceder. Aquí son los menos los que creen en el carácter de “pseudo independientes” de los países latinoamericanos y del Caribe y es en este sentido en el que apunta la intuición del General Castro, quien, además, sabe perfectamente que los tiempos de Cuba como “faro de libertades” se han terminado.
Parece necesario llamar la atención acerca de otro factor que deberá ser característica política importante a mediano o largo plazo de los treinta y tres países fundadores de CELAC: la interpretación acerca del “constitucionalismo gubernamental”como instrumento para la implementación y el sostenimiento de la verdadera democracia. Me es absolutamente imposible entender la afirmación de que el respeto a la constitucionalidad y el apego a la ley sea una característica visible de todos los integrantes del grupo y que fuera, precisamente, Raúl Castro (único gobernante que representa un poder vigente de 53 años) quien se refiriera a esto en su discurso. Otros, no menos respetuosos del constitucionalismo como Ortega, Chávez, Correa o Evo Morales y sin contar a algunos que como Zelaya aplauden desde la galería; no se caracterizan por ser profetas en el sentido genérico del término ni tampoco por su apego al constitucionalismo. Si como  pretenden  hacer creer el “constitucionalismo burgués” de oligarquías que ya hoy no  mandan ni deciden,  debe ser sustituido por el “constitucionalismo proletario”, sobran las razones para pensar que mediante el favorecimiento de la lucha de clases para ejercer desde el poder la demagogia política, conculcando libertades e irrespetando derechos humanos; una entidad como CELAC, no es el marco idóneo.
El tema, que exige un tratamiento extenso, tiene muchas aristas y como bien apuntó el grupo de “Unidad Democrática” al socaire de la Cumbre y dentro del propio país anfitrión, son muchas las preguntas que habría que hacerse. Por demás, y según lo planeado, en 2013 Cuba será anfitrión de la Cumbre, solo los preparativos de un evento de esta magnitud fueron calculados, ahora, en 25 millones de dólares. Se que para los ideólogos y estrategas de cartilla política vociferante el precio es módico. ¿Podrá seguir siéndolo para los pueblos en que ejercen su mandato vitalicio?  ¿Seguirá siendo la presencia física de estos señores parte de la escenografía de futuras cumbres? En cualquier caso, siempre habrá que esperar.
José A. Arias.

Thursday, December 1, 2011

CUBA: ENTRE EL HAMBRE Y LA MITOMANIA.

Es probable que los cubanos aun no tengan perfectamente establecido lo que quieren, pero de lo que estoy seguro es que saben lo que no quieren. Esa es una buena manera de comenzar a proyectar, como pueblo, sus preocupaciones; recientemente escuché a alguien opinar acertadamente al respecto al decir: los cubanos abogan, sin saberlo, por un capitalismo con comida y desdeñan el socialismo con hambre del que han tenido demasiado. Si tratamos de cotejar esta sentencia con la idea anterior, se establece una sintonía innegable con las cosas que estamos observando.
Hasta ahora la pertinaz propaganda alienante del gobierno, con mayor o menor dificultad y con cierto resultado a su favor, ha servido para conjurar y lo que es peor, posponer, las reivindicaciones que son imperantes e ineludibles para el funcionamiento de cualquier sociedad y que sólo son viables por intermedio de la relación democrática entre pueblo y gobierno. Al no haber opción (esta es una palabra borrada del vocabulario de los cubanos y sustituida por otra –“orientaciones”), como conviene a los ejecutores que actúan desde el poder, la democracia adquiere la categoría de argumento desconocido.
Muchos analistas coinciden en que una nueva estrategia basada en un enfoque de carácter verdaderamente popular, espontáneamente se está manifestando en la actitud de las personas que protagonizan las protestas que se están produciendo. No es el factor político el prioritario, aunque allí donde todo tiene un matiz relacionado con la política; el hambre y las necesidades materiales en general, representadas por ese engendro conocido como “libreta de abastecimiento”, se transforman automáticamente en una fuerte, definida y consistente demanda política.
Ante una coyuntura con esas características, el pretendido proyecto gubernamental está totalmente agotado. No importa que se inventen argucias, que se traten de reeditar consignas que carecen de valor sustancialmente inmediato, que se lleven a cabo congresos, plenos –todos del y por el partido comunista, el único); para los cubanos de hoy, todo queda en familia y literalmente es así. Los cubanos no quieren seguir escuchando mentiras de una casta que desde el poder ha hecho de la mitomanía una costumbre y, en consecuencia, se atreven a pintar un cartel con una simple leyenda: “BASTA YA DE MENTIRAS AL PUEBLO CUBANO, QUEREMOS EL CESE DEL HAMBRE, LA POBREZA Y LA MISERIA DEL PUEBLO”
Otro analista apuntaba un importante detalle: en Agosto de 1994, la protesta que se produjo –se refería al hecho conocido como el “maleconazo”- fue enmarcada en una sociedad “cerrada” en la que no habían existido, ni era aún posible y mucho menos probable que así fuera; algún tipo de reformas. Ahora las protestas tienen como escenografía las tímidas y lentas reformas propuestas por el gobierno. La calificación dada por la población al actual estado de cosas se resume de manera clara y contundente en la leyenda de la sábana enarbolada por dos mujeres.
Muchos se preguntan por qué es tan sobresaliente el papel de las mujeres, no soy precisamente yo tratando de elaborar una respuesta quien la da; creo que Eliecer Ávila –el joven que ridiculizó a Alarcón- acertó en gran medida al decir: es la mujer la que tiene que buscar con que alimentar a sus hijos y su familia, la que padece cotidianamente el dolor de cabeza que representa llevar un plato de comida a la mesa cada día. Si tenemos en cuenta algunas de las exclamaciones escuchadas podemos concluir que la pobreza toma cuerpo por intermedio de la realidad de un salario real que no alcanza para pagar cinco pesos por una libra de arroz o que convierte un litro de leche en objeto de un escamoteo para la supervivencia, en un medio donde las promesas y los mitómanos partidistas prometieron hace muchos años un paraíso, capaz de hacer palidecer la imagen de los míticos Jardines de Babilonia.
Pero lo más interesante es la reacción a la acción desenvuelta por quienes tienen como oficio ejercer la represión a lo que ellos se refieren como “mantener el orden público” Todos sabemos que llegado el momento en que la masividad de las protestas, que tendrá que producirse, es inevitable que así sea; ya no serán simples policías, harán su aparición los antimotines, los gallos negros, las tropas especiales y toda esa claque de “puros a prueba” cuyo nivel de compromiso los compele a actuar sin escrúpulos. Tendrá entonces el régimen sus esbirros conocidos no solo entre los cubanos a quienes victimizan, también se hará pública y condenable su imagen de represores para quienes han dudado de la verdadera enjundia del sistema, imagen mucho más cercana a las vividas en otros tiempos, por otras personas, en otras latitudes, pero motivadas por circunstancias similares y, sobre todo, con resultados muy parecidos a los que hemos visto y veremos también en nuestro medio.
No se puede perder de vista el papel de la tecnología contra la que la tradicional ignorancia auspiciada y alentada por el régimen nada puede. Los comunistas han caído en “la red” de la Web y como sardinas sin oxígeno en las artes de los pescadores, dan sus últimos coletazos tratando de sobrevivir. A veces parecen pretender la creación de una “red” dentro del agua pero no pueden evitar que penetren “peces” que atrapados pretenden nadar libremente y eso, créanme, no van a poder evitarlo. Algunas evidencias respaldan esta tesis.
Sus congresos, asambleas, mesas redondas, plenos y toda la gama de recursos en los que se han desgastado en el marasmo de un país y un proyecto no funcional se les viene encima y los enterrará en el caos que ellos mismos crearon. ¿Cuándo sucederá?, es difícil calcularlo, pero lo que si va quedando evidenciado es que no está al alcance de quienes crearon el problema, resolverlo. Es de esto de lo que el pueblo esta tomando conciencia y esa la razón de que busque el camino. Ya encontrarán los cubanos la manera de llegar a saber lo que quieren, mientras, y como ha sucedido en otras partes, se afianzan en la idea acerca de la certidumbre de lo que no quieren.
José A. Arias.
Nota.-Soy cubano, nadie puede negarlo, y como a otros que viven imbuidos de un sentimiento servil, no me pagan por decir lo que pienso. No es mi caso, por suerte mi medio de supervivencia, que no está relacionado con nada de lo que escribo, me deja en la libertad de no estar atado a ningún compromiso con algo o alguien. Me tiene sin cuidado cualquier acusación de los críticos de ocasión.