Thursday, February 20, 2014

EL "LEGADO" DE CHÁVEZ Y MADURO, EL ALBACEA.


 


 
 

Manifestantes de la oposición bloquean la carretera principal de la ciudad durante una protesta contra el gobierno de Nicolás Maduro, en CaracasA menos de un año de la desaparición de Hugo Chávez, todos los que hablaron del “legado” del Comandante son testigos de lo que representa la herencia política de un gran dilapidador cuyo albacea no lo es menos, adicionándose en el caso del designado Maduro las limitaciones que le caracterizan, su falta de visión y la incapacidad para gobernar un país como Venezuela en tiempos donde el discurso empeñado en desconocer la realidad de los avances tecnológicos y lleno de argumentos trillados y falsos, ya no engaña a nadie. 

Tan terrible es la realidad de Venezuela en manos de su actual gobierno; que parece haber sugerido, aún a algunos de sus aliados del ALBA, mantener cierta distancia de su ejecutoria y ha sido sintomático que hayan  mantenido un cierto perfil de discreción a pesar de los graves acontecimientos que se están produciendo. Por supuesto que no hay renuncia a las pretensiones de quienes se han confabulado en aras del logro de objetivos a los que Chávez solía referirse en sus diatribas antimperialistas; sería una especie de suicidio político, pero lo que ciertamente no hay, es voluntad de adherirse al error cotidiano que pudiera meter a todos dentro del mismo saco. Aún en el caso de Ortega y Evo, los más dependientes, se hallan a la espera de lo que sucederá.

El supuesto “legado” de Chávez no ha sido otra cosa que lo que siempre fue desde que se apoderó del poder: un país en quiebra, con una moneda desvalorizada, altos índices de inflación, una elevada corrupción a todos los niveles y una situación sociopolítica –incluidos los altos índices de criminalidad- como argumentos incontrastables, que se hacen inocultables. Ya desde finales del pasado año hubo opiniones acertadas sobre lo que iba a suceder en los meses iniciales del actual 2014, quienes se refirieron a ello no se equivocaron y no era difícil entrever que un gobierno que autoriza el saqueo y lo convierte en bandera de un populismo desenfrenado, no puede sino esperar que el boomerang de la ineficacia, la incapacidad y la falta de recursos, le golpeé la testa tozudamente testaruda a sus representantes, y así está sucediendo.

Aunque nada de lo anterior significa que el gobierno actual va a desaparecer como por arte de magia y que estos señores y sus seguidores que se creen en posesión de una predestinación heredada del difunto caudillo darán su brazo a torcer fácilmente; el derrumbe que el mundo observa hoy del statu quo creado por él, son como un infarto que habrá de dejar una profunda cicatriz en el corazón del chavismo, ahora disminuido a una condición de inoperancia bajo el madurismo, que pierde asideros aceleradamente. Ni los que protestan son políticos de la cuarta república, ni viejos caciques de maculada trayectoria y techo de vidrio según se pretende aseverar, son jóvenes, estudiantes; algunos nacidos en los albores del chavismo, o con él en el poder y, quienes se les enfrentan, son partidarios de una ideología que los convierte en fanáticos más bien por ignorancia que por capacidad de juzgar acertadamente a quienes dicen defender; es a ellos a quienes se les viene el techo encima y esa es la razón de acudir a la toma de medidas que nunca fueron ajenas a sus convicciones aunque adquieran ahora, y al socaire de la actual situación, un radicalismo que su gobernante anuncia con impudicia en aras de seguir anclado a una demagogia imposible. La dilapidación de los recursos es absoluta, la incapacidad en el ejercicio de la gestión política y administrativa ha quedado evidenciada en la escasez de alimentos, la carestía de los pocos que se pueden conseguir y; el que tenga un mínimo de conocimiento y conciencia de lo que representan  los elevados precios que ha tenido el barril de petróleo en los últimos años, deberá llegar a la conclusión de que su país a caído en manos de un grupo que se roba con conciencia o no (ello depende del  nivel en que se encuentren los ladrones) la riqueza de la nación.

El otro grave argumento a tener en cuenta es el de la participación notable y abierta del gobierno cubano en lo que sucede al interior de Venezuela. Para que sea bien entendido; no pueden hablar de autodeterminación, soberanía y aupar la defensa de los intereses nacionales, quienes los irrespetan imitando un supuesto modelo en franca decadencia como el cubano; incapaz de ofrecer a su propio pueblo al cabo de 54 años otra cosa que “palma-cristi y tententiezo” y dejar que ese gobierno, especie de amalgama entre proxeneta y sanguijuela que ya lo ha sido antes de otros estados, aparezca contribuyendo al asesoramiento en diversos aspectos a quienes pretenden imponerse a los deseos de un grupo notable de su población. Si esto es lo que se trata de paliar y ocultar con consignas antimperialistas a destiempo y en una recurrencia que sugiere trasladar el centro de la polémica a una confrontación con los Estados Unidos; el horizonte político del chavismo-madurismo está indefectiblemente aspectado en medio de una bruma que presagia una gran tormenta.

Hagamos una especie de ejercicio hipotético. Si los Estados Unidos, uno de los principales consumidores del petróleo venezolano, dejara de adquirirlo; ¿qué harían los magnánimos hacedores del igualitarismo más caro que la historia ha conocido bajo el socialismo marxista? Alguien responderá con la ocurrencia de que ahí están los chinos, dejando de lado que los “camaradas pekineses” han subsistido con éxito, porque en lo económico fueron capaces de dejar a un lado las fantochadas de perogrullo del comunismo ortodoxo y, con un mercado que tiene como primer demandante a la potencia norteamericana, han aprendido que “bussines is bussines” y moneda de por medio todo está arreglado. ¿Estarán plenamente en conocimiento de estos argumentos Maduro y sus allegados, sin  dudas, no mucho más avezados que él?

Nadie sabe a ciencia cierta que orientaciones recibirá el albacea Maduro de sus asesores cubanos; ergo: Raúl Castro y su flamante grupo de administración de la desconflautada e inoperante economía cubana. Lo que puedo asegurar es que aquello de responder a “la violencia contrarrevolucionaria con más violencia revolucionaria y un mayor radicalismo” es algo a lo que nunca esta especie va a renunciar, como tampoco es de esperar que en ese contexto no le disparen a los manifestantes y los agredan físicamente para conseguir la posposición de su voluntad, ya lo han hecho. Los que no se sometan seguirán poniendo los muertos y los asesinos, en control de la información, seguirán fabulando la verdadera historia para adecuarla a sus intereses aún a pesar de la evidencia provista por los medios bajo la férula de la tecnología. Pregúntense, quienes tengan alguna duda, por qué Castro –el viejo- desbarraba contra la tecnología y llegó a considerarla un arma de los imperialistas en contra de su revolución y por qué, aún hoy, Cuba sigue siendo uno de los territorios con el más bajo índice de acceso a Internet y a las comunicaciones celulares. Con el más mínimo vestigio de apertura forzada por las circunstancias dentro de la Isla, el mundo se entera hoy de las palizas, la represión a los opositores y todo lo que no es nuevo en un régimen que ha tenido como costumbre y a bien para sus intereses, el eliminar, inclusive físicamente; a quienes han pensado o piensan diferente.

Creo que es bueno que los venezolanos que se oponen al régimen que los desgobierna no dejen de inspirarse en la elemental, pero paradigmática recomendación de Leopoldo López: “el que se cansa pierde”…o, agrego, se va al exilio para aprender a vivir en la melancolía de la patria ausente.

José A. Arias
Febrero, 2014.

Thursday, February 13, 2014

EL PENSAMIENTO DE VARELA Y ALGUNAS CLAVES PARA ENTENDER NUESTRA HISTORIA.


 


Los que han encarado el estudio de la obra vareliana con cierto rigor, e independientemente de que se trate de religiosos, laicos o seglares, coinciden en atribuir al clérigo una capacidad fuera de lo común para un hombre de su tiempo. Formado bajo la influencia de la escolástica en un territorio como el cubano, en medio del vacío que en múltiples sentidos acarreaba la condición colonial de la ínsula; Varela (1788-1853), fiel y enteramente vinculado a sus ideas religiosas, fue capaz de entender la política en su contexto humano y raigal y sobre todo, sus consecuencias. De ahí, la potencialidad de su genio, el reconocimiento de sus coetáneos y la absoluta convicción de lo que debe significar la libertad. Partiendo de tal presupuesto se hace posible entender la incompatibilidad de su pensamiento con quienes pretenden presentarlo de una forma festinada, superficial y amañada. Desde luego, no existe el mismo nivel de responsabilidad al tratar de hacerlo del modo referido, por parte de novicios estudiantes que elaboran una tesis y cuya formación ha tenido lugar bajo los cánones de un curriculum predeterminado y aquellos –religiosos o seglares- que sabiendo de lo que se trata, manejan a su antojo la intención.  Veamos dos opiniones; ambas acertadas, al respecto:

"La vida de Varela como educador, filósofo y patriota es bien conocida y apreciada. Sin embargo, su fascinante personalidad como sacerdote, la santidad de su vida, no ha recibido la debida atención. Esta es una gran laguna en la amplia literatura vareliana" (…) no está fuera de lugar señalar aquí que existe una tendencia a secularizar la figura de Varela, presentándolo como educador, filósofo y patriota, sin referencia a su carácter sacerdotal. Esta tendencia no es nada nueva. Desde el siglo pasado han existido admiradores de Varela que, teniendo una filosofía agnóstica y positivista, han sido incapaces de apreciar debidamente la importancia de su fe religiosa y de sus virtudes sacerdotales. En cierto modo, estos intelectuales no católicos se apropiaron de la figura de Varela, presentándolo como símbolo de nobleza y patriotismo, sin referencia a su fe religiosa y su carácter sacerdotal. Como consecuencia, la figura de Varela como hombre de Dios, como hombre santo, aparece en un plano subalterno en la imaginación popular. Esto ha sido posible, en gran manera, debido al silencio injustificable de la Iglesia de Cuba respecto al más ilustre y santo de sus sacerdotes” (1) 

De otra parte, observemos lo siguiente: 

“Sobre la caricatura de José Martí en la historia oficial cubana se ha escrito mucho y bien, pero sobre la de Félix Varela menos, a pesar de que su importancia es tanta como la del primero ¿Qué tan conocido es el pensamiento de Varela, cuya venerabilidad delibera actualmente la Congregación de la Causa de los Santos en Roma, por la ciudadanía de la isla? Si, como muchos esperan, Benedicto XVI declara Venerable de la Iglesia al padre Varela, durante su próxima visita a La Habana, no estaría de más que el clero cubano o alguno de sus miembros aclaren si la visión de Varela que sostienen los teólogos vaticanos es la misma que defienden Fidel Castro y las instituciones culturales y educativas del Gobierno cubano.

"Filósofo moderno, crítico de la escolástica tomista, primero partidario de Fernando VII, luego liberal gaditano, más tarde republicano anticolonial y abolicionista y, al final de su vida, sacerdote entregado a las penurias de su feligresía en Nueva York y San Agustín, Varela no puede ser considerado precursor intelectual de un régimen de partido único, basado en la ideología marxista-leninista. A lo sumo podría aceptarse que la fuerza que posee la idea de justicia en su obra, como sostuviera Cintio Vitier en su clásico ensayo Ese Sol del Mundo Moral (1974), es un elemento de la tradición republicana del siglo XIX que, en efecto, retoman las ideologías revolucionarias del siglo XX cubano.

"Pero entre esa observación de Vitier y el estatuto de Varela como precursor de Fidel Castro y su marxismo-leninismo en Cuba hay un trecho que no se puede saltar con un mínimo de rigor histórico. No hay manera de conciliar la Constitución liberal de Cádiz de 1812, que tanto admiró, estudió y comentó Varela, con las constituciones comunistas de Cuba de 1976 y 1992, que rigen aún la vida pública de ese país caribeño. Varela fue una buena prueba de que liberalismo y catolicismo, en contra de lo que auguraban las voces más estridentes de ambas tradiciones, eran conciliables. El siglo XX, por su parte, demostró que marxismo y cristianismo tampoco eran corrientes de pensamiento incapaces de dialogar.

Los diálogos entre diversas tradiciones ideológicas han probado ser tan necesarios como fecundos. Con frecuencia, las mezclas doctrinales logran acomodar más eficazmente las ideologías a la realidad que los purismos filosóficos. Pero por mucha flexibilidad que empeñen, las ideas políticas no pueden eludir contradicciones fatales como la del comunismo y la democracia, el partido único y los derechos de asociación y expresión, el totalitarismo y la libertad. Si de ideas políticas se trata Félix Varela y Fidel Castro no están del mismo lado” (2)

Entre el contenido de ambas citas se debate la imposibilidad de presentar a Varela como figura influyente en el “pensamiento revolucionario” en Cuba comunista; su condición de sacerdote lo distancia esencialmente de las políticas partidistas a las que aún los clérigos han debido someterse para supervivir y sus ideas eclécticas relativas a conceptos políticos básicos como el de libertad lo sitúan en la antípoda de los alientos ortodoxamente totalitarios. Lo primero no se puede separar de lo que fue su obra como pensador y lo segundo representa la imposibilidad manifiesta en la voluntad de los manejadores de opinión de reconocer la competencia, y lo que es aún peor, su influencia. Ahí está la respuesta a cualquier cuestionamiento en tanto lo que Varela prescribe, en ocasiones  utilizando un tono admonitorio, no se aviene al interés superfluo de ceñir su voluntad, únicamente, a una actitud independentista y antiesclavista. Todo ello resulta perfectamente demostrable.

En el segundo libro de su conocida obra “Cartas a Elpidio”  publicado en Nueva York en 1838 y en el que trata acerca de "la superstición” enfatiza la relación entre la política, los políticos y la sociedad; poniendo de manifiesto la incapacidad de los primeros de servirla y a la que se deben, a consecuencia de los vicios que le son inherentes al ejercicio del poder, sobre todo, si la conceptualización incluye la idea de la eternidad que siempre e indefectiblemente conduce a la tiranía en contraposición a la organización del estado democrático. Veamos lo que arguye Varela al respecto:

“Sabemos la fuerza de la opinión, y cuando ésta se declara por un plan o partido, aún en el más absurdo, si no hay sabios virtuosos que la rectifiquen, adquiere la sanción del tiempo y en vano se intenta después variarla. Llega la masa popular a corromperse en términos que apenas se encuentra quien quiera emprender su cura. El ejemplo de los que, confundiendo la prudencia con la debilidad, creen poseer aquella en alto grado, mientras más ceden a ésta; el ejemplo, repito, de los que más confianza debieran inspirar por sus años y virtudes, llega a sancionar las prácticas más supersticiosas, o a hacer que se crea imposible destruirlas; y de este modo queda la sociedad semejante a un enfermo, que creyéndose incurable, no quiere que le fatiguen con remedios inoportunos” (3)

Al explicar la exclusión del concepto de libertad por la tiranía, nos dice:

“La política, que jamás se para en los medios si convienen a sus fines, se vale gustosa de la superstición como el mejor apoyo de la tiranía, que es el ídolo de casi todos los gobernantes…


“Por más protestas que hagan los gobernantes, el placer de mandar es una miseria de la naturaleza humana de que no pueden librarse. De aquí la tentación de infringir las leyes y las especiosas razones que encuentran para hacerse superiores a ellas. Fórmase, pues, un ídolo del poder, que como falsa deidad no recibe sino falsos honores y el que lo ejerce es el primer miserable a quien cautiva (…) muy pronto el temor congrega otros muchos sacrificadores, que teniendo parte en la acción gubernativa procuran extender el imperio de la arbitrariedad, cuya consecuencia necesaria es la tiranía” (5)

Damos por sentada la explicación medularmente teológica que Varela atribuye al exponer lo que para él significa “la superstición”, el concepto sin embargo, alcanza a la sombra de situaciones vigentes, un pragmatismo que lo convierte en una proposición genérica e involucra, en consecuencia, la imposibilidad de aceptar su interpretación sin la consiguiente aceptación del error político permeado de una culposa interpretación puramente política e irracional; al respecto, Varela explica el efecto del siguiente modo:

“La generalidad de los mandarines, si no son tiranos desean serlo,  y solo esperan encontrar un pretexto para dar pábulo a su pasión de dominar sin leyes o de frustrarlas si el decoro exige reconocerlas. He aquí porque he dicho que la tiranía es el ídolo de casi todos los gobernantes, y a la verdad que las excepciones son tan pocas, que bien podría yo con muy poca hipérbole omitir el casi dejando la proposición general

“Están por tanto en lucha las leyes con los mandarines (…) He aquí porque la política protege la superstición, he aquí el origen de tanta perfidia y de tanta hipocresía…”

Y dirigiéndose a Elpidio, sujeto de sus cuitas, agrega:

“Dirás acaso que si todos pensasen como yo, quedaría desvirtuado todo gobierno, haciéndose sospechosos todos los gobernantes. ¡Ah, mi Elpidio! Te escribe un hombre que jamás ha desobedecido una autoridad, pero escribe un hombre franco y firme, que no sacrifica la verdad en aras del poder, y que sea cual fuere el resultado de sus esfuerzos los dirige todos a presentar las cosas como son en sí y no como hipócritamente se quiere que aparezcan” (6)

Sobre la censura y el disentimiento, la interpretación de Varela es contundente:

“Permite a un clérigo que use de ejemplos eclesiásticos y que te recuerde que la misma Iglesia sanciona esta doctrina, siendo la de todos los teólogos que una censura injusta debe obedecerse, más el individuo sobre que cae no debe considerarse censurado, sino perseguido” (7)


Lo que ahora sigue es el resultado de una visión certera del medio en que se desenvolvía y para nosotros, debe ser una premonición que escapa a la temporalidad inmediata en que Varela elabora su pensamiento, articula sus ideas y trasciende al tiempo histórico para hacerse válido entre la intemporalidad de las causas de un mal que es capaz de mutar para encajarse como epidemia  y lacra de cualquier sociedad:

“Propónese una reforma. En el momento la aprueban y aun recomiendan a sus autores que den todos los pasos necesarios para plantearla, pero con un fingido sentimiento pronostican que será imposible conseguirlo, teniendo que habérselas con los supersticiosos, cuyo número dicen es casi infinito; y de este modo preparan los ánimos para que no se extrañe mucho un resultado contrario a la esperanza de los buenos y a las fingidas intenciones del gobierno. Pasan después estos pérfidos políticos a engañar a los supersticiosos y para ello dejan, aunque con precaución, traslucir el secreto, indicando que el gobierno nunca ha estado por la reforma propuesta, por considerarla peligrosa y que solo condesciende que se den algunos pasos por vía de tentativa (…) El resultado siempre es favorable para ellos, por más funesto que sea para la patria” (8)

Tan amplio y diáfano resulta el diapasón analítico en Varela, que podemos encontrar una clara referencia a la apostasía –en sus dos conceptos específicos: político y religioso- y cuyas implicaciones, aún hoy refrendan la actitud de los dignatarios, entre ellos algunos purpurados que bien conocemos, y que tratan de encontrar un amparo y una justificación por medio de su gestión desde las posiciones que ocupan.

Citando a su vez al Abate Ducreaux y su “Historia Eclesiástica” Varela nos brinda el argumento para conjurar la apostasía:

“…la conservación de la centralidad a pesar de los celos y desconfianzas perpetuas del sacerdocio y el imperio; a pesar de los golpes dados a la jurisdicción legítima de los Pontífices por príncipes ambiciosos y a pesar del abuso que Pontífices todavía más ambiciosos han hecho muchas veces del poder espiritual, que no puede ser útil y respetado sino conteniéndose en sus justos límites; en fin, la conservación de la verdadera piedad a pesar de los escándalos de todas especies, que han alterado la doctrina, desnaturalizado las reglas antiguas, consagrado, por decirlo así, los vicios nacionales, deshonrando la santidad del sacerdocio mismo y algunas veces llevado la audacia hasta hacer sentar el crimen en la Cátedra Pontifical”

Y con sus conclusiones acerca de la afirmación de Ducreaux, va Varela a fondo en la condena de la apostasía:

 “En tales casos, lo repito (…) la religión es la que más pierde por ser la más perseguida y calumniada, pues se la atribuyen todas las demasías cometidas por estos condecorados y fingidos protectores suyos. ¡Terrible persecución la que tiene por corifeos a los mismos que debieran serlo en las filas de las huestes del Dios vivo! (9)

En el agobiante sustrato de la gestión política aupada por la demagogia prevalece una característica común a las tiranías a las que Varela fustiga aplicándoles el calificativo de infames:

“El pueblo siempre considera sus gobernantes y legisladores como sus agentes, si se trata de un gobierno representativo, o como unas autoridades legales en otra clase de gobierno; pero nunca como sus amos, a menos que no se declaren infames y tiranos” (10)
“¿Cómo (…) una partida de pícaros reformarían a otros semejantes sólo porque es distinta la clase de picardía y diversos los motivos que la causan? (…) suelte usted su dinero; y por cuanto yo veo claro, debo embolsármelo. (…) le privo a usted del empleo que le toca; y por cuanto que yo veo claro, me coloco en el que no me corresponde…” (11)
“Si lo que se pretende es destruir, ningún medio es tan fácil como la injusticia; pero si se quiere edificar, es preciso poner por fundamento el aprecio” (12)

En las citas que siguen queda en evidencia la ineficacia de la demagogia como argumento pernicioso y dúctil socorridamente empleado por los políticos:

“No queremos dejar nada que hacer a nuestros venideros: he aquí el modo de no dejarles nada hecho”
“Los males intelectuales exigen, más que otros, que la cura se deba a la misma naturaleza por reflexión y convencimiento” (12)

La interpretación hecha por Varela, expuesta en los términos que rebasan el marco de una explicación meramente teológica y se adentran en la esencia de su pensamiento político, responden a las inquietudes de quienes han considerado, con absoluta razón, la actitud de soslayar desde cualquier perspectiva, el silencio culpable de quienes no están en capacidad de ahondar en su visión sobre los males que han aquejado a la nación cubana. Ello no debe constituir un pretexto para silenciar y confundir, más bien las ideas de Varela deben servirnos para encontrar claves capaces de hacernos entender nuestra historia. En tanto, no debemos equivocarnos ni permanecer ajenos a sus enseñanzas; ello nos puede convertir en cómplices.

José A. Arias.
Febrero, 2014.

Notas.-
(1).-Cita tomada de la conferencia pronunciada por monseñor Raúl del Valle el 21 de abril de 1988 en el Seminario de San Carlos en La Habana, en ocasión de conmemorarse el bicentenario del natalicio de Félix Varela y Morales.
(2).-Rojas, Rafael.-La Tiranía de la Memoria. Blog de R. Rojas, artículo, febrero 19, 2012.
(3).-Varela y Morales, Félix.-Cartas a Elpidio. Libro segundo sobre “La Superstición”, pág. 30.
(4).-Varela, Ob. Cit. pág. 38.
(5).-Varela, Ob. Cit. pág. 40.
(6).-Varela, Ob. Cit. págs. 42-43.
(7).-Varela, Ob. Cit. pág. 45.
(8).-Varela, Ob. Cit. págs. 48-49.
(9).-Varela, Ob. Cit. pág. 60.
(10).-Varela, Ob. Cit. pág. 83.
(12).-Varela, Ob. Cit. pág. 78.

Todas las citas fueron tomadas de la edición de “Cartas a Elpidio” publicada por la Editorial Cubana en Miami, 1996 y que incluye copias de la edición facsimilar dada a conocer por la Universidad de La Habana en 1944-45, contentiva de los libros sobre “La Impiedad” y la “Superstición” originalmente publicados en 1835 y 1838 respectivamente por el Presbítero D. Félix Varela y Morales (N. del A.)

Monday, January 13, 2014

LA CRIMINALIDAD Y EL TOTALITARISMO.

Es muy probable que vengan al caso numerosas citas para explicar y hacer entender a neófitos y versados la indisoluble relación entre la tiranía, el despotismo, la injusticia social y la criminalidad que genera el desasosiego y libera la herencia macabra de la desolación, la orfandad y el desaliento; potenciado por un sentimiento de impotencia inaplazable que no encuentra paliativos sin alterar las condiciones prevalecientes a la sombra de las que prospera, crece y se desarrolla el mal.

En tiempos tan lejanos cronológicamente como los comienzos del siglo XIX, el presbítero Varela -en camino a ser beatificado por Roma- indiscutible forjador de voluntades entre los cubanos de entonces,  inconscientes aun de que tenían motivos para ejercitar su albedrío y definir su situación política; escribió:
"...Hay, además, que advertir cómo la impiedad abre el camino al despotismo, pues en tanto que existe una perfecta armonía entre la justa libertad y la religión sublime, la hipocresía política pretende eliminar dicha armonía, de donde se concluye en alteraciones de la paz social (...) O, aún más, atacando las leyes, luego de habituar al pueblo a desobedecerlas bajo la creencia de que son inadecuadas e injustas" (1)

¿Puede quedar alguna duda sobre la complicidad concomitante e implícita en la gestión que representa el sometimiento de la voluntad popular al mandato de los tiranos? La cita es de 1835, tomada del ensayo sobre "La Impiedad" escrito por Varela como parte del primer volumen de sus conocidas "Cartas a Elpidio"; su actualidad, sencillamente trascendental y demoledora. La impunidad de la violencia no es, como muchos creen, un fenómeno contemporáneo; Ni está aupado y/o es solamente consecuencia de la frivolidad de nuestro tiempo en apego a los avatares tecnológicos del mundo actual. Lo que sin dudas, determina tal convencimiento, es la confusión entre el origen de la violencia en las sociedades contemporáneas -fenómeno de carácter sociológico- y el desconocimiento de los factores que específicamente pueden generar, desatar y, lo que es peor, mostrar una imagen de proclividad a la violencia y hacerla aparecer como válida a fin de justificar la permanencia en el poder después de haberlo secuestrado, lo que es un fenómeno de implicaciones estrictamente políticas.

Como afirma Varela, es el desconocimiento y desaprobación de las leyes que emana del poder lo que hace pensar a los criminales en la impunidad de sus actos y que se reafirmen como perniciosa secuela en el contexto en que la legalidad se convierte en acto leguleyo e improvisado y, aunque pueda afirmarse que psicológicamente la mentalidad de un criminal tiene como denominador común la carencia de escrúpulos, después de cometer el crimen; no es lo mismo pretender cazar a los criminales, que propender a la creación de un ambiente en que la criminalidad no se acomode, o que sus índices puedan medirse en cifras de un sólo dígito con relación a  la población. En ese sentido, la influencia que se ejerce en medio de un ambiente totalitario es casi comparable a ese fenómeno tan en boga hoy del "bullying", bajo la férula y el pretexto de un ejercicio del poder por las dictaduras totalitarias que lo convierte así, en un argumento más de sus atribuciones. Allí donde los hechos se manifiestan en los referidos términos y sin temor a exagerar, el perfil humano de los gobernantes adquiere un carácter cuasi lombrosiano, a contrapelo del contenido determinista de semejante caracterización en desuso.

No se puede dudar que la violencia exacerbada es un fenómeno vigente, sobre todo, difícil de contener y en consecuencia reducir; pero tampoco es rebatible que en los regímenes totalitarios siempre aparece y se acrecienta, directa y/o indirectamente vinculada a sus representantes. No es necesario hacer historia de esa malsana relación y es muy probable que el lector sea capaz de imaginarse los ejemplos superlativos que la Historia, desde tiempos muy remotos, recoge de semejante contubernio. Cuando el crimen se justifica desde el poder y se apela a él como acto de patrioterismo y, llegando aun más lejos, se le convierte en inapelable decisión más allá de las leyes y en especie de traje cortado a los gustos del tirano, cualquier mecanismo encaminado a la educación de las personas como entes capaces de entender su conducta a partir de una necesidad de participación social y ciudadana, carece de sentido y lleva en su origen la semilla de la nulidad.

Por la incongruencia subyacente entre despotismo, dictaduras y su maledicencia política y el verdadero ejercicio de la justicia, no es posible afirmar que la criminalidad pueda ser contenida, reducida y eliminada bajo semejantes condiciones. El único medio en que pueden ser efectivos -y ello también es demostrable- los programas, los planes y se justifique la cuantiosa, pero necesaria inversión que el estado debe y tiene que hacer al respecto (tanto en la prevención como en la re-educación) es donde impere un ambiente democrático y constitucional apegado a la razón de la ley ejercida por magistrados competentes, imparciales y justos; no por corruptos que tienden a "ver la paja en el ojo ajeno, sin observar el lingote en el suyo propio"

Para quien quiera explicarse porque existen países en nuestro planeta donde los índices de criminalidad son alarmantes; basta sólo pensar en los argumentos expuestos; sin olvidar, tergiversar u ocultar las estadísticas que por concurso de su claridad meridiana, no mienten; de ahí el marcado, tendencioso y malsano interés de los dictadores en ocultarlas. La revisión de la historia del totalitarismo evidencia que es más fácil y redituable barrer la basura debajo de la alfombra y que ésta se convierta en la envoltura de una sociedad intrinsecamente moribunda.

Mientras no se interrumpa la relación aquí expuesta, todo lo que se haga para evitar la muerte de personas inocentes es sólo un acto de pura demagogia, así como también lo es querer demostrar la infalibilidad de una ley que no lo es, ejecutada por sicarios al servicio de la ilegalidad subyacente. Mientras tanto, los muertos heredan a sus deudos -a veces hijos pequeños e inocentes- la eterna pena y el dolor de su abrupta e inesperada partida.

(1).-Varela y Morales Félix.- "Cartas a Elpidio" (Sobre la impiedad, la superstición y el fanatismo). Editorial Cubana. Miami, 1996.

José A. Arias
Enero, 2014.

Wednesday, May 29, 2013

VENEZUELA Y LA REITERACIÓN DE LOS PECADOS.

Hace ya bastante tiempo que en este mismo blog publiqué un trabajo bajo el título de: "El Cáncer en Campaña Política" que todavía es posible encontrar en el archivo del mismo. Alguien (por supuesto anónimo), en todo su derecho, hizo un comentario criticándome y presentando lo expuesto como una muestra de "mi entreguismo", acusándome, además; de ser uno de tantos "plumíferos" al servicio de amos (?) que financiaban  mi blog. La razón de que haga referencia a ello está relacionada, sobre todo, con la advertencia que al final del referido artículo me permití realizar "...pónganse moscas, amigos venezolanos, les amenaza algo mucho peor que el cáncer..." Desapareció de la escena política Hugo Chávez como consecuencia de su enfermedad, y ahora los seguidores de su "legado" que por mucho esfuerzo que hago; no logro entender en qué consiste, todo lo que hacen es acelerar eso que de manera tan cabal el opositor cubano Guillermo Fariñas definió como "genocidio social"
Aunque Fariñas usó el término para definir lo ocurrido durante los últimos 54 años en nuestro país, Cuba, el caso de Venezuela en la actualidad, no puede excluirse de los efectos  que tal definición implica. A pesar de la diferencia de años y aunque en Venezuela ya llevan 14, el deterioro no solo material, sino también social es notorio; Diego Arria -ex embajador de ese país ante la ONU- bien lo expresó en entrevista radial que concedió a un medio local de Miami; al decir y advertir que lo peor del post-chavismo no será sólo la superación de los errores económicos aupados por la mala administración y la escasez de sentido común de quienes controlan el gobierno, sino la catástrofe provocada por la entronización del odio, la violencia y el sinfín de mecanismos que el gobierno aplica para mantener a la población en condición de sometimiento a sus intereses que no son el reflejo, como bien se sabe, de la voluntad popular.
El asunto se agrava cuando debemos considerar y entender que el mundo de hoy no es el de la guerra fría, ni el de los años dorados del comunismo cubano cuando dilapidando recursos cuantiosos, las pretensiones de Fidel Castro eran las de subvertir el equilibrio político en América Latina, aprovechando la oportunidad que proveía el hecho de contar con gobiernos dictatoriales exponentes de las peores intenciones con respecto a los pueblos que, en muchos casos, gobernaron bajo la férula de tiranías sin cuento. No sólo es risible, sino también ridículo, que a través del llamado "modelo cubano" el territorio insular aun bajo el desgobierno castrista, haya querido convertirse en paradigma tal y como lo fue la extinta Unión Soviética en su momento para Cuba, de los actuales ejecutores del Socialismo del siglo XXI. Si algo no se hace discutible es que aquel país financió el proyecto de éste estalinismo caribeño que aún hoy padecemos los cubanos; pero lo más increíble es que Venezuela funja hoy como colonia política de la ínsula y que a la vez les pague la pensión alimentaria contribuyendo a la perpetuidad del desastre allí y, a su vez,  dentro de la propia Venezuela; es algo  como lo que alguna vez adelantó Margaret Thatcher, al expresar: "tratar de contener la sangría que en todos los órdenes genera el socialismo (marxista) es lo mismo que tratar de parar una hemorragia utilizando sanguijuelas..."
Venezuela no sólo ha caído en manos de contumaces incompetentes, también invierte los importantes recursos de un país petrolero, hoy dilapidados y muy mal administrados, para garantizar la prolongación de un sistema ineficaz basado en una ideología superada por los tiempos; en otros que no han podido demostrar un ápice de éxito en su desempeño y que por razones plenamente ostensibles  no se encuentran en condiciones de hacerlo bajo las actuales circunstancias. Creo que en forma muy clara, contundente, simpática y mordaz -lo cual no es un pecado- lo ha descrito Carlos Alberto Montaner en el trabajo publicado bajo el título: "El Socialismo y el Problema del Papel Higiénico", al expresar, citando a su vez a Milton Friedman: "si a los socialistas  se les pusiera a administrar un desierto, probablemente en menos de un año, sería necesario importar arena..." Reitero entonces mi advertencia hecha en ocasión del trabajo que publiqué cuando el candidato-presidente Chávez, preparaba su re elección  y de cuyos resultados, el destino y la muerte lo privaron: póngase "mosca" porque en poco tiempo, nadie sabe, quizás tengan que importar hasta el petróleo que necesiten consumir; por lo pronto ya han tenido que adquirir importantes suministros de gasolina refinada, nada menos que !en los Estados Unidos!. ¿Acaso no es éste hecho un buen comienzo en el camino de establecer una analogía entre lo de la arena y el desierto y la situación que actualmente vive el país? Probablemente habrá quien  vuelva a acusarme de "plumífero" pero como no soy ornitólogo tal y como  el "compañero presidente" Maduro, y sobre todo con mucho respeto,  me permito recordarles que en aquella ocasión de "El Cáncer en Campaña Política", no me equivoqué; aunque también es válido eso de que nadie escarmienta por cabeza ajena.
José A. Arias. 

Monday, April 15, 2013

MADURO: ¿VENCEDOR O VENCIDO?

Se llevaron a cabo las elecciones del día 14 de abril –ayer domingo- y con pena, debo reconocer que no me equivoqué. Lo que nunca me pude imaginar fue que la urdimbre alevosamente tramposa de los herederos del poder fuera tan débil y pecaminosa, aún, ridículamente estructurada.
Primero, si estaban decididos a robarse la elección a como diera lugar debieron haber manejado datos algo más prolijos a su favor, pero de seguro no lo hicieron porque pensaban que, al menos, el margen de ventaja obtenido frente a Capriles en las elecciones del pasado 7 de octubre se iba a mantener e incluso podía ser superado teniendo en cuenta el abusivo uso hecho de la imagen del difunto Chávez que presidió la escenografía de estos acelerados comicios.
Pero lo que los chavistas no parecen haber tenido en cuenta –al menos los más crédulos- es que Nicolás Maduro es quien es: persona de poca monta, pocos recursos como político y absolutamente ninguno como tecnócrata, de esos que suelen erigirse de vez en vez en chupópteros del poder en los llamados procesos socialistas marxistas y revolucionarios. Maduro no puede aspirar siquiera, a brindar la imagen del aparachitk dispuesto a medrar a la sombra de un caudillo y, abandonado a su soledad, es como un libro usado, cerrado y cuyo contenido poco o nada dice.
Lo primero que genera certeza –no duda- en el acto de alevosía antidemocrática cometido ayer es la dilación en el ofrecimiento de los resultados; ya es sabido que la demora crea la posibilidad de cometer entuertos contra la realidad y no es más que una forma de ganar tiempo. Lo segundo, la manera en que son presentados,  sólo después de que se da la autorización para hacerlo, lo cual desdice de la supuesta autonomía del CNE. Una combinación de chantaje y llamado a la ecuanimidad: “…pedimos cordura y que todo el mundo vaya a sus hogares pero, advertimos; el CNE tiene por política no someter a revisión sus dictámenes, emanados de uno de los más puros y precisos sistemas eleccionarios del mundo...” Dicho en términos más precisos: en una mano el libro y en la otra el jan.
Es obvio que se entendiera que ante resultados tan parejos (según se presentaron) era lógico que el supuesto perdedor iba a pedir –como lo ha hecho- una revisión minuciosa de las boletas voto a voto; pero lo que deja perplejo a cualquier observador medianamente avisado y sagaz, es que al día siguiente y como quien lleva a cabo una carrera contra el reloj, el supuesto presidente electo se apresurara a ser nombrado y reconocido por la presidenta del CNE como el ocupante de la primera magistratura. Después de todo es éste el trámite que homologa y oficializa su posición, lo demás son procedimientos de rigor que en algún momento deberán tener lugar: imposición de la banda, juramento del cargo y presentación oficial ante la Asamblea Nacional y otros dignatarios e invitados extranjeros; todo lo cual y desde la mentalidad de un alevoso y mitómano, no tiene mayor importancia que la de satisfacer su malhadado ego.
Lo más importante, sin embargo, es tratar de explicar y hacerlo inteligible, digerible a los demás –dentro y fuera- es que estas personas dicen ser unos excelsos representantes en el ejercicio del poder de las mayorías (en Cuba –el paradigma- se ha llegado al descoque de afirmar que la perpetuidad en el ejercicio de los cargos de quienes ejecutan el poder del estado, único y unipartidista, se eligen y reeligen con porcentajes que oscilan entre el 95 y el 98, pero allí no hay competencia), ¿de qué hablan, cuando ellos mismos reconocen que el margen que separó al candidato supuestamente ganador del que ellos dicen derrotado es de 1.59%. ¿Cómo se puede explicar que desde hace mucho tiempo los supuestos poderes del estado (Asamblea Nacional, Poder Judicial y CNE) estén bajo el control mayoritario y absoluto del poder ejecutivo y no exista la más mínima voluntad de que ello pueda cambiar? La artificial separación de poderes no es más que una entelequia y está demostrado.
Ya sabemos, los que hemos sido testigos del “legado” del extinto precursor y mecenas de Maduro, que su “diplomática” e “inteligente” gestión al frente del país estaba pautada por la emisión de una serie de bravatas y argumentos ofensivos e irreproducibles, para después hacer caso omiso de cualquier contravención a sus intereses personales; como sucedió con el referéndum del año 2007 acerca de dar a la constitución carácter socialista en el que perdió y cuyos resultados no sólo desconoció dándoles además una connotación escatológica (en el sentido más fétido y terrible del término)
Ahora, entre muchos, el gran problema de Maduro es tener que aceptar que en el país, la mitad de los electores no apoyan al gobierno, desdicen de él públicamente y consideran la gestión llevada a cabo durante 14 años como lo que realmente es desde el punto de vista político: un soberano y rotundo fracaso y, si se pudiera decir que la mitad que le apoya lo hace por plena convicción y conciencia de lo que aprueba con su voto –lo que no es real- en el mejor de los casos habría que gobernar con un criterio inclusivo capaz de poner límite y freno al despeñadero por el que se desliza el país. Sería además interesante poder imaginar la posición del resto de los cuatro millones de abstinentes, del total de votantes inscriptos y poseedores de células.
Una vez más, como ya he advertido, la matemática tampoco es el fuerte de los revolucionarios; suele ser muy exacta y poco dúctil, menos aún maleable y, en consecuencia, lo aconsejable es desconocerla. He aquí que la única ventaja que proporciona el hecho de que anti-demócratas se hagan con el poder por la vía electoral es el hecho de no poder ocultar, menospreciar o hacer delusiva, como en otros casos conocidos, la acción de los opositores y, cualquier trámite tendiente a conseguirlo usando la fuerza del poder, es inversamente proporcional al efecto que puede tener la acción de más de 7 millones de electores de un total de 14 millones que ejercieron su derecho al voto. En otros términos, los que unilateralmente se aprestan a gobernar no sólo se contradicen desde el poder; también lo seguirán utilizando para seguir mintiendo, en tanto, todo lo alegado  constituye un sofisma sin asidero real.
Es loable e inteligente la manera en que la oposición con Capriles a la cabeza se ha aprestado a encarar el vendaval. No hay que ser estratega de alta política para enfrentar a quienes abusan del poder usando argumentos fútiles y extemporáneos y, si bien existen pocos antecedentes en que basarse para ganar a esta gente la partida, la factualidad de los hechos hasta ahora acontecidos no le acredita mucha ventaja a quien dice ser un seguidor del difunto Sai-Baba y de otro supuesto avatar –también extinto- cuya influencia parece haberse disuelto en un plazo menor del que cualquiera pudo imaginar.
José A. Arias.

  

Sunday, April 7, 2013

CASTRO Y SU "REFLEXIÓN" SOBRE LA CRISIS NORCOREANA.

Al socaire de este nuevo episodio de “avivamiento” de la crisis propiciada por Corea del Norte, ahora bajo el tercero en línea sucesoria de la misma familia, Kim Yong Un, me interesó –evito decir motivó- leer la “reflexión” de Fidel Castro bajo el título que sugiere evitar una guerra nuclear en esa parte del mundo  (quién, como en mi caso, le interese saber hasta donde llega el cinismo de este personaje, puede hacer lo propio, sobre todo si no forma parte de los ciegos como aquellos del famoso “Ensayo Sobre la Ceguera” escrito por el difunto nobel portugués José Saramago, quien en su tiempo no fue precisamente un “reaccionario” ni un “derechista”)
Lo que más concita mi preocupación –confieso que por las dudas y no por temores que parecen, una vez más, exagerados- es leer las unánimes opiniones -alrededor de 174- en el momento en que entré en el sitio donde aparecen vertidas, sobre las palabras expresadas y la insensatez, la falta de coherencia –sobre todo histórica- y de consecuencia en poco más de una cuartilla en que de la misma manera se trata de verter una opinión por parte del autor.
No me sorprende que, haciendo gala en los referidos comentarios de una profusa ignorancia histórica, sino también genéricamente cultural (ortografía y sintaxis incluidas) los seguidores de Castro alaben su “sapiencia” como "hálito de esperanza" Quizás no se equivoquen del todo, porque cuando el comandante ya no esté, dudo que alguien pueda gozar de “autoridad” para expresar barbaridades y denuestos sin pudor, de la forma en que lo ha hecho siempre y aún continúa haciéndolo a pesar de sus achaques. Desde otra dimensión, veremos otras aves diminutas revolotear sobre cabezas confundidas –posiblemente tocororos o zun-zunes, aves oriundas de la ínsula caribeña- como sucede ahora en Venezuela en donde el ego sobredimensionado de otro personaje desaparecido no dejó espacio a la “inteligencia carismática” de otro caudillo.
Pero lo que me interesa puntualizar ahora, son algunas de las contradicciones subyacentes en la citada reflexión de Castro. Alude el autor a la peligrosidad del momento en que durante la Crisis de Octubre de 1962, se encontró a Cuba siendo el epicentro durante algo más de una semana, de una posible confrontación entre la URSS y los Estados Unidos con uso de armas atómicas letales. Según se ha repetido y muchos han creído –como ahora creen en el caso Coreano- los inveterados culpables de cualquier catástrofe son los “ambiciosos y hegemónicos” imperialistas yanquis.
Nada más lejos de la verdad. ¿Quién tuvo la total responsabilidad de que aquella crisis se desatara y pusiera al mundo al borde de una Tercera Guerra con el uso de armas atómicas incluidas? Parece que al propio Castro se le han olvidado sus bravuconadas de aquellos tiempos en que con el pretexto de la amenaza norteamericana, le abrió la puerta a los soviéticos para conjurar la que ya se perfilaba como una proyección “marxista-leninista” del proceso revolucionario por él encabezado y sin dudas, traicionado. Durante la crispante y decisiva semana del 20 al 28 de octubre de 1962 Castro apostó al ataque nuclear sin miramientos desde Cuba, apuntando a los centros vitales del poder de la nación norteamericana en Washington y de importantes ciudades como Nueva York, sin descartar a Miami, en Florida,  a la que consideraba -aún lo cree así- la “inmunda guarida de sus enemigos”
Aunque ya la presencia soviética era notoria en la Isla desde 1960 (recordar la inusitada visita de Anastas Mikoyán y el traslado de la exposición “Avances de la Técnica y la Ciencia Soviéticas” en propagandística tournée latinoamericana y que de manera subrepticia fue trasladada de Ciudad Méjico a La Habana –que no estaba en el programa de presentación-como parte de los cuantiosos –públicos y secretos- e innumerables contactos de La Habana con Moscú en aquel entonces). Los efectivos militares soviéticos se vieron acrecentados de manera anormal desde junio-julio de 1962 en que entraron a la Isla elementos de tropas y sus altos mandos bajo el disfraz de ayuda técnica, industrial y comercial, al recién adquirido aliado caribeño. Llegó el momento –alrededor del mes de septiembre- en que las plataformas de lanzamiento de misiles balísticos se hicieron inocultables a los organismos de inteligencia norteamericanos y su ubicación por toda la geografía isleña fue más que evidente e irrefutable.
Innumerables versiones sobre la actividad desplegada por Castro, éste mismo anciano que ahora recomienda cordura para dejar a un lado la animadversión en aras del beneplácito de la humanidad, han demostrado que fue el fogoso instigador de la tesis de tierra arrasada que no se ha cansado de venderle a sus seguidores, nacionales y extranjeros, en aras de un chauvinismo nacionalista que no existía, tal y como vino a quedar demostrado cuando soviéticos y norteamericanos dilucidaron el problema de acuerdo a sus intereses nacionales respectivos y se procedió al establecimiento del pacto Kennedy-Krushcev. Los rusos permitieron el desmantelamiento de las plataformas de lanzamiento y la verificación (no in situ) desde el aire, de los barcos que trasladaron de regreso los dispositivos; de hecho dejaron una brigada de combate en el territorio cubano hasta época relativamente reciente y aún después de la caída del régimen comunista en la Unión Soviética; los norteamericanos levantaron la cuarentena naval que habían establecido y se comprometieron a no permitir el uso de su territorio ni el de ningún otro país del continente, para preparar u organizar ataques o incursiones armadas al territorio insular.
Todo lo que se apunta es historia perfectamente verificable aunque las fábulas en torno a la realidad se empeñen y traten de disfrazarla. Castro se tuvo que conformar con el papel de obediente súbdito soviético e insignificante enemigo del poderío militar norteamericano, más, necio y malsanamente contumaz como siempre ha sido, trató de sacar partido a la situación y comenzó a elaborar, ahora en concomitancia absoluta con sus aliados soviéticos, sus futuros planes de mesianismo continental y de traspaso de su "acción revolucionaria" a otros territorios del orbe (los Andes debían convertirse en la Sierra Maestra de Latinoamérica –frase que espetó al mundo en fecha tan temprana y anterior a todo lo narrado como en ocasión de pronunciar el discurso de celebración del 26 de Julio en 1960), tiempo después y tras la realización de un sinnúmero de aventuras guerreristas que le costaron muy caras a la nación cubana –en recursos materiales y humanos- y ya bien entrada la década de 1970, intervino en África donde evidentemente se desvanecieron sus sueños napoleónicos (muy a contrapelo, siempre recuerdo la ocasión en que Castro citó como uno de sus libros de cabecera el Manual sobre Táctica y Estrategia escrito por el Mariscal Von Clausewitz, -era preferible presentarse a sí mismo al lado de los victoriosos y no de de los derrotados); desde entonces comenzó el “otoño” de su patriarcado para, insulsa e inexplicablemente convertirse en consejero de la humanidad desde la inconcebible y fanatizada óptica de sus seguidores.
Como quiera que éste trabajo ya es extenso en virtud de los temas abordados, debe ser complementado con la alusión al tema coreano que da lugar a la “reflexión” de Castro y aunque es evidente que Castro –debe entenderse que se trata de él, ya que las calza con su rúbrica- escribe para sus neófitos y pueriles seguidores fuera de Cuba y para quienes considera sus súbditos al interior del país; los argumentos que utiliza son distorsionados y lo peor es que él lo sabe; forman parte de la colección de imágenes –no de hechos verosímiles- que engordan versiones pseudohistóricas de la realidad contemporánea como la de atribuir a Erich Honneker la más perínclita honestidad de cualquier alemán por él conocido (Castro escribió una “reflexión” al respecto)
La guerra de Corea (1952-53) que terminó con la firma de un armisticio que dividió la península en dos territorios al norte y al sur del paralelo 38 constituyó el primer acto de “calentamiento” de la correlación de fuerzas entre sino-soviéticos de una parte y norteamericanos de la otra. Sólo habría que recordar lo que el balance de esta correlación representaba en medio de un ambiente reciente de post-guerra y dentro del sinuoso período de “guerra fría” que prevaleció en los años subsiguientes. Hoy que la URSS desapareció y que China hace mucho que dejó de ser un feudo socialista al estilo de las extintas “democracias” mal llamadas populares euro-orientales, algo que los neófitos desconocen, pero que Castro, no sin amargura y frustración, oculta; dice creer que la estratagema coreana –que ya hemos visto antes- tendiente a concitar el apaciguamiento por la vía del rescate indirecto de occidente con relación a norcorea, puede ser peligrosa y catastrófica para la humanidad.
Si las amenazas del aprendiz de brujo de King Yong Un, pudieran tener un ápice de credibilidad y en el supuesto caso de que no se trate de un desajustado mental en usufructo del poder y la fuerza, habría que preguntarse: ¿en qué lógica puede basarse una evidencia tan gráfica de la realidad como la que ofrece la disparidad entre las dos Coreas? El norte un país empobrecido y militarizado, el sur la economía que ocupa el doceavo lugar a nivel mundial. ¿Tendrá el mundo libre el obtuso interés de desatar un conflicto de incalculables proporciones para dominar un país empobrecido y económicamente arruinado como la “República Popular y Democrática de Corea del Norte”? Más allá de las amenazas que ya se han visto antes y que llevaron a los feudos de la familia de Kim Il Sung numerosas misiones de apaciguamiento, todas, sin excepción; respaldadas por la misma escenografía, me parece exagerado y oportunista pensar en otro desenlace.
Los norcoreanos ganan tiempo y ejercen el chantaje –no hay otra manera de calificarlo- mientras, el principal producto nacional continuará siendo la militarización de la vida en el pais y el establecimiento de un control irrestricto sobre la acción y desempeño de los pobladores de una nación que tiene a unas cuantas millas la certeza de que en un mismo territorio de la geografía peninsular existe otro mundo muy diferente al que se les obliga padecer y, si no tienen una conciencia más clara de esa realidad, es culpa de individuos que, como Castro, endulza su propio ego ante sus seguidores con esa obstinada vocación senil de emborronar cuartillas o se placen en convertir el territorio que gobiernan en un polígono militar gigantesco cuyo trasfondo es el hambre y el atraso de las multitudes a las que imponen su mandato.
Para los norcoreanos lo peor es que su “líder heredero” acaba de cumplir 29 años de edad. ¿Quién sabe cuantos estará en el poder?
José A. Arias.  

Wednesday, April 3, 2013

MADURO: POR QUÉ Y PARA QUÉ.



Siempre es necesario establecer la relación entre los sectores que representan un interés político y sus auto titulados líderes; es casi un presupuesto que desde el punto de vista sociológico tiene un gran peso. Sin excepciones se observa una correspondencia directa y unívoca entre quienes dictan la pauta y aquellos a quienes demagógicamente se les caracteriza como “fuente del poder” En ejercicio históricamente repetido se combinan factores psicológicos y doctrinales que en ocasiones tienen un bajo perfil de notoriedad a pesar de desempeñar un rol definitivo y definitorio entre sus víctimas. Se trata, en la práctica, de lo que se conoce como “adoctrinamiento”

El actual caso venezolano es un ejemplo muy diáfano de lo anterior y no es precisamente ahora, cuando el “presidente encargado” Nicolás Maduro está al frente de un gobierno establecido por su antecesor hace catorce años, cuando se pueden apreciar los fueros de la insensatez disfrazados de una política en defensa de los intereses de los desposeídos. Lo que ahora se puede observar, es lo mismo que se entronizó antes por intermedio de la mal intencionada gestión de un caudillo populista, de esos que tanto agradan a los que por variadas razones –no siempre injustificadas- desconocen las consecuencias de sus actos.

Bastaría solamente con manejar simples datos que reflejan una incontrastable, pero diáfana y terrible verdad. A la llegada del difunto Chávez a la presidencia, ni el índice de pobreza era tan elevado como ahora (27% contra 42%), ni la inflación era exorbitante como lo es hoy, ni el índice de criminalidad era un fenómeno rampante que conduce a repletar las morgues, ni el desabastecimiento un fenómeno con el que muchos se ven obligados a lidiar cotidianamente. Pero, aunque sin interés de participar en la actividad  política halla quienes lleven a cabo la denuncia; esa tenaz labor de zapa casi pavloviana que se lleva a efecto, cumple su función.

Lo anterior explica porque pueden asaltar el poder –y esto en medio de cualquier circunstancia- personas sin preparación, sin la más mínima capacidad administrativa, con un discurso rudimentario y elemental que se mueve entre la fábula de la idiotez y el odio flamígero que la “lucha de clases” alimenta. Por eso quien no comparte la “tierna y justa” versión de un ignorante es, en la antípoda, un burgués, un desgraciado y un lacayo del imperialismo (conste que uso las propias palabras de los fabuladores)

Para quienes estamos de vuelta de todas estas cosas y aún seguimos siendo sus víctimas, amén del punto de la geografía planetaria en que nos encontremos, nada de esto es sorprendente. Siempre, y por reiterativa que parezca, lo de la mentira repetida que llega a ser –o parecer- una verdad, adquiere un matiz francamente fascistoide en absoluta y concomitante relación con sus orígenes.

En la mecánica social de los operadores del acomodo socialista lo que siempre se nota es el adelanto de la acusación de los pecados propios a los que se consideren enemigos reales y potenciales. Habrá, como el propio Lenin orientaba, que estar siempre delante de ellos y la mejor manera de hacerlo es produciendo cualquier acusación en tanto que habiendo  emanado del poder que cancela como condición de su ejercicio, el derecho ajeno, siempre es válida y en última instancia, cierta.

Pero lo que no se puede evitar es el resultado, considerado por algunos de manera muy benévola, como “poco alentador” y que conduce a la inercia, la improductividad, el clientelismo y todas las secuelas que va dejando el chavismo –al que Chávez, dígase lo que se diga, parece haberse llevado con él a la dimensión representada en ese pueril animado que se proyecta en medios televisivos venezolanos- y que atornillan el desastre y agravan la enfermedad de la nación que no parece tener cura o aún paliativo inmediato y que merecería, por su propia historia, un mejor destino.

Como siempre es válido aquello de que: a buen entendedor, pocas palabras bastan; no es difícil ni complicado hacer un vaticinio. Probablemente Venezuela caerá en manos del sucesor que en herencia recibió el mandato de su antecesor y su gestión, sumada a la del grupito al que muchos venezolanos aluden como “su combo” seguirá horadando la nación, condenada a consumirse  entre odios y diatribas aupadas desde el poder. A los cubanos nos consta que esta gente no sabe hacer otra cosa. Ojalá me equivoque.

José A. Arias.