Wednesday, April 3, 2013

MADURO: POR QUÉ Y PARA QUÉ.



Siempre es necesario establecer la relación entre los sectores que representan un interés político y sus auto titulados líderes; es casi un presupuesto que desde el punto de vista sociológico tiene un gran peso. Sin excepciones se observa una correspondencia directa y unívoca entre quienes dictan la pauta y aquellos a quienes demagógicamente se les caracteriza como “fuente del poder” En ejercicio históricamente repetido se combinan factores psicológicos y doctrinales que en ocasiones tienen un bajo perfil de notoriedad a pesar de desempeñar un rol definitivo y definitorio entre sus víctimas. Se trata, en la práctica, de lo que se conoce como “adoctrinamiento”

El actual caso venezolano es un ejemplo muy diáfano de lo anterior y no es precisamente ahora, cuando el “presidente encargado” Nicolás Maduro está al frente de un gobierno establecido por su antecesor hace catorce años, cuando se pueden apreciar los fueros de la insensatez disfrazados de una política en defensa de los intereses de los desposeídos. Lo que ahora se puede observar, es lo mismo que se entronizó antes por intermedio de la mal intencionada gestión de un caudillo populista, de esos que tanto agradan a los que por variadas razones –no siempre injustificadas- desconocen las consecuencias de sus actos.

Bastaría solamente con manejar simples datos que reflejan una incontrastable, pero diáfana y terrible verdad. A la llegada del difunto Chávez a la presidencia, ni el índice de pobreza era tan elevado como ahora (27% contra 42%), ni la inflación era exorbitante como lo es hoy, ni el índice de criminalidad era un fenómeno rampante que conduce a repletar las morgues, ni el desabastecimiento un fenómeno con el que muchos se ven obligados a lidiar cotidianamente. Pero, aunque sin interés de participar en la actividad  política halla quienes lleven a cabo la denuncia; esa tenaz labor de zapa casi pavloviana que se lleva a efecto, cumple su función.

Lo anterior explica porque pueden asaltar el poder –y esto en medio de cualquier circunstancia- personas sin preparación, sin la más mínima capacidad administrativa, con un discurso rudimentario y elemental que se mueve entre la fábula de la idiotez y el odio flamígero que la “lucha de clases” alimenta. Por eso quien no comparte la “tierna y justa” versión de un ignorante es, en la antípoda, un burgués, un desgraciado y un lacayo del imperialismo (conste que uso las propias palabras de los fabuladores)

Para quienes estamos de vuelta de todas estas cosas y aún seguimos siendo sus víctimas, amén del punto de la geografía planetaria en que nos encontremos, nada de esto es sorprendente. Siempre, y por reiterativa que parezca, lo de la mentira repetida que llega a ser –o parecer- una verdad, adquiere un matiz francamente fascistoide en absoluta y concomitante relación con sus orígenes.

En la mecánica social de los operadores del acomodo socialista lo que siempre se nota es el adelanto de la acusación de los pecados propios a los que se consideren enemigos reales y potenciales. Habrá, como el propio Lenin orientaba, que estar siempre delante de ellos y la mejor manera de hacerlo es produciendo cualquier acusación en tanto que habiendo  emanado del poder que cancela como condición de su ejercicio, el derecho ajeno, siempre es válida y en última instancia, cierta.

Pero lo que no se puede evitar es el resultado, considerado por algunos de manera muy benévola, como “poco alentador” y que conduce a la inercia, la improductividad, el clientelismo y todas las secuelas que va dejando el chavismo –al que Chávez, dígase lo que se diga, parece haberse llevado con él a la dimensión representada en ese pueril animado que se proyecta en medios televisivos venezolanos- y que atornillan el desastre y agravan la enfermedad de la nación que no parece tener cura o aún paliativo inmediato y que merecería, por su propia historia, un mejor destino.

Como siempre es válido aquello de que: a buen entendedor, pocas palabras bastan; no es difícil ni complicado hacer un vaticinio. Probablemente Venezuela caerá en manos del sucesor que en herencia recibió el mandato de su antecesor y su gestión, sumada a la del grupito al que muchos venezolanos aluden como “su combo” seguirá horadando la nación, condenada a consumirse  entre odios y diatribas aupadas desde el poder. A los cubanos nos consta que esta gente no sabe hacer otra cosa. Ojalá me equivoque.

José A. Arias.

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