Monday, April 15, 2013

MADURO: ¿VENCEDOR O VENCIDO?

Se llevaron a cabo las elecciones del día 14 de abril –ayer domingo- y con pena, debo reconocer que no me equivoqué. Lo que nunca me pude imaginar fue que la urdimbre alevosamente tramposa de los herederos del poder fuera tan débil y pecaminosa, aún, ridículamente estructurada.
Primero, si estaban decididos a robarse la elección a como diera lugar debieron haber manejado datos algo más prolijos a su favor, pero de seguro no lo hicieron porque pensaban que, al menos, el margen de ventaja obtenido frente a Capriles en las elecciones del pasado 7 de octubre se iba a mantener e incluso podía ser superado teniendo en cuenta el abusivo uso hecho de la imagen del difunto Chávez que presidió la escenografía de estos acelerados comicios.
Pero lo que los chavistas no parecen haber tenido en cuenta –al menos los más crédulos- es que Nicolás Maduro es quien es: persona de poca monta, pocos recursos como político y absolutamente ninguno como tecnócrata, de esos que suelen erigirse de vez en vez en chupópteros del poder en los llamados procesos socialistas marxistas y revolucionarios. Maduro no puede aspirar siquiera, a brindar la imagen del aparachitk dispuesto a medrar a la sombra de un caudillo y, abandonado a su soledad, es como un libro usado, cerrado y cuyo contenido poco o nada dice.
Lo primero que genera certeza –no duda- en el acto de alevosía antidemocrática cometido ayer es la dilación en el ofrecimiento de los resultados; ya es sabido que la demora crea la posibilidad de cometer entuertos contra la realidad y no es más que una forma de ganar tiempo. Lo segundo, la manera en que son presentados,  sólo después de que se da la autorización para hacerlo, lo cual desdice de la supuesta autonomía del CNE. Una combinación de chantaje y llamado a la ecuanimidad: “…pedimos cordura y que todo el mundo vaya a sus hogares pero, advertimos; el CNE tiene por política no someter a revisión sus dictámenes, emanados de uno de los más puros y precisos sistemas eleccionarios del mundo...” Dicho en términos más precisos: en una mano el libro y en la otra el jan.
Es obvio que se entendiera que ante resultados tan parejos (según se presentaron) era lógico que el supuesto perdedor iba a pedir –como lo ha hecho- una revisión minuciosa de las boletas voto a voto; pero lo que deja perplejo a cualquier observador medianamente avisado y sagaz, es que al día siguiente y como quien lleva a cabo una carrera contra el reloj, el supuesto presidente electo se apresurara a ser nombrado y reconocido por la presidenta del CNE como el ocupante de la primera magistratura. Después de todo es éste el trámite que homologa y oficializa su posición, lo demás son procedimientos de rigor que en algún momento deberán tener lugar: imposición de la banda, juramento del cargo y presentación oficial ante la Asamblea Nacional y otros dignatarios e invitados extranjeros; todo lo cual y desde la mentalidad de un alevoso y mitómano, no tiene mayor importancia que la de satisfacer su malhadado ego.
Lo más importante, sin embargo, es tratar de explicar y hacerlo inteligible, digerible a los demás –dentro y fuera- es que estas personas dicen ser unos excelsos representantes en el ejercicio del poder de las mayorías (en Cuba –el paradigma- se ha llegado al descoque de afirmar que la perpetuidad en el ejercicio de los cargos de quienes ejecutan el poder del estado, único y unipartidista, se eligen y reeligen con porcentajes que oscilan entre el 95 y el 98, pero allí no hay competencia), ¿de qué hablan, cuando ellos mismos reconocen que el margen que separó al candidato supuestamente ganador del que ellos dicen derrotado es de 1.59%. ¿Cómo se puede explicar que desde hace mucho tiempo los supuestos poderes del estado (Asamblea Nacional, Poder Judicial y CNE) estén bajo el control mayoritario y absoluto del poder ejecutivo y no exista la más mínima voluntad de que ello pueda cambiar? La artificial separación de poderes no es más que una entelequia y está demostrado.
Ya sabemos, los que hemos sido testigos del “legado” del extinto precursor y mecenas de Maduro, que su “diplomática” e “inteligente” gestión al frente del país estaba pautada por la emisión de una serie de bravatas y argumentos ofensivos e irreproducibles, para después hacer caso omiso de cualquier contravención a sus intereses personales; como sucedió con el referéndum del año 2007 acerca de dar a la constitución carácter socialista en el que perdió y cuyos resultados no sólo desconoció dándoles además una connotación escatológica (en el sentido más fétido y terrible del término)
Ahora, entre muchos, el gran problema de Maduro es tener que aceptar que en el país, la mitad de los electores no apoyan al gobierno, desdicen de él públicamente y consideran la gestión llevada a cabo durante 14 años como lo que realmente es desde el punto de vista político: un soberano y rotundo fracaso y, si se pudiera decir que la mitad que le apoya lo hace por plena convicción y conciencia de lo que aprueba con su voto –lo que no es real- en el mejor de los casos habría que gobernar con un criterio inclusivo capaz de poner límite y freno al despeñadero por el que se desliza el país. Sería además interesante poder imaginar la posición del resto de los cuatro millones de abstinentes, del total de votantes inscriptos y poseedores de células.
Una vez más, como ya he advertido, la matemática tampoco es el fuerte de los revolucionarios; suele ser muy exacta y poco dúctil, menos aún maleable y, en consecuencia, lo aconsejable es desconocerla. He aquí que la única ventaja que proporciona el hecho de que anti-demócratas se hagan con el poder por la vía electoral es el hecho de no poder ocultar, menospreciar o hacer delusiva, como en otros casos conocidos, la acción de los opositores y, cualquier trámite tendiente a conseguirlo usando la fuerza del poder, es inversamente proporcional al efecto que puede tener la acción de más de 7 millones de electores de un total de 14 millones que ejercieron su derecho al voto. En otros términos, los que unilateralmente se aprestan a gobernar no sólo se contradicen desde el poder; también lo seguirán utilizando para seguir mintiendo, en tanto, todo lo alegado  constituye un sofisma sin asidero real.
Es loable e inteligente la manera en que la oposición con Capriles a la cabeza se ha aprestado a encarar el vendaval. No hay que ser estratega de alta política para enfrentar a quienes abusan del poder usando argumentos fútiles y extemporáneos y, si bien existen pocos antecedentes en que basarse para ganar a esta gente la partida, la factualidad de los hechos hasta ahora acontecidos no le acredita mucha ventaja a quien dice ser un seguidor del difunto Sai-Baba y de otro supuesto avatar –también extinto- cuya influencia parece haberse disuelto en un plazo menor del que cualquiera pudo imaginar.
José A. Arias.

  

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