Al socaire de este nuevo episodio de “avivamiento” de la crisis propiciada por Corea del Norte, ahora bajo el tercero en línea sucesoria de la misma familia, Kim Yong Un, me interesó –evito decir motivó- leer la “reflexión” de Fidel Castro bajo el título que sugiere evitar una guerra nuclear en esa parte del mundo (quién, como en mi caso, le interese saber hasta donde llega el cinismo de este personaje, puede hacer lo propio, sobre todo si no forma parte de los ciegos como aquellos del famoso “Ensayo Sobre la Ceguera” escrito por el difunto nobel portugués José Saramago, quien en su tiempo no fue precisamente un “reaccionario” ni un “derechista”)
Lo que más concita mi preocupación –confieso que por las dudas y no por temores que parecen, una vez más, exagerados- es leer las unánimes opiniones -alrededor de 174- en el momento en que entré en el sitio donde aparecen vertidas, sobre las palabras expresadas y la insensatez, la falta de coherencia –sobre todo histórica- y de consecuencia en poco más de una cuartilla en que de la misma manera se trata de verter una opinión por parte del autor.
No me sorprende que, haciendo gala en los referidos comentarios de una profusa ignorancia histórica, sino también genéricamente cultural (ortografía y sintaxis incluidas) los seguidores de Castro alaben su “sapiencia” como "hálito de esperanza" Quizás no se equivoquen del todo, porque cuando el comandante ya no esté, dudo que alguien pueda gozar de “autoridad” para expresar barbaridades y denuestos sin pudor, de la forma en que lo ha hecho siempre y aún continúa haciéndolo a pesar de sus achaques. Desde otra dimensión, veremos otras aves diminutas revolotear sobre cabezas confundidas –posiblemente tocororos o zun-zunes, aves oriundas de la ínsula caribeña- como sucede ahora en Venezuela en donde el ego sobredimensionado de otro personaje desaparecido no dejó espacio a la “inteligencia carismática” de otro caudillo.
Pero lo que me interesa puntualizar ahora, son algunas de las contradicciones subyacentes en la citada reflexión de Castro. Alude el autor a la peligrosidad del momento en que durante la Crisis de Octubre de 1962, se encontró a Cuba siendo el epicentro durante algo más de una semana, de una posible confrontación entre la URSS y los Estados Unidos con uso de armas atómicas letales. Según se ha repetido y muchos han creído –como ahora creen en el caso Coreano- los inveterados culpables de cualquier catástrofe son los “ambiciosos y hegemónicos” imperialistas yanquis.
Nada más lejos de la verdad. ¿Quién tuvo la total responsabilidad de que aquella crisis se desatara y pusiera al mundo al borde de una Tercera Guerra con el uso de armas atómicas incluidas? Parece que al propio Castro se le han olvidado sus bravuconadas de aquellos tiempos en que con el pretexto de la amenaza norteamericana, le abrió la puerta a los soviéticos para conjurar la que ya se perfilaba como una proyección “marxista-leninista” del proceso revolucionario por él encabezado y sin dudas, traicionado. Durante la crispante y decisiva semana del 20 al 28 de octubre de 1962 Castro apostó al ataque nuclear sin miramientos desde Cuba, apuntando a los centros vitales del poder de la nación norteamericana en Washington y de importantes ciudades como Nueva York, sin descartar a Miami, en Florida, a la que consideraba -aún lo cree así- la “inmunda guarida de sus enemigos”
Aunque ya la presencia soviética era notoria en la Isla desde 1960 (recordar la inusitada visita de Anastas Mikoyán y el traslado de la exposición “Avances de la Técnica y la Ciencia Soviéticas” en propagandística tournée latinoamericana y que de manera subrepticia fue trasladada de Ciudad Méjico a La Habana –que no estaba en el programa de presentación-como parte de los cuantiosos –públicos y secretos- e innumerables contactos de La Habana con Moscú en aquel entonces). Los efectivos militares soviéticos se vieron acrecentados de manera anormal desde junio-julio de 1962 en que entraron a la Isla elementos de tropas y sus altos mandos bajo el disfraz de ayuda técnica, industrial y comercial, al recién adquirido aliado caribeño. Llegó el momento –alrededor del mes de septiembre- en que las plataformas de lanzamiento de misiles balísticos se hicieron inocultables a los organismos de inteligencia norteamericanos y su ubicación por toda la geografía isleña fue más que evidente e irrefutable.
Innumerables versiones sobre la actividad desplegada por Castro, éste mismo anciano que ahora recomienda cordura para dejar a un lado la animadversión en aras del beneplácito de la humanidad, han demostrado que fue el fogoso instigador de la tesis de tierra arrasada que no se ha cansado de venderle a sus seguidores, nacionales y extranjeros, en aras de un chauvinismo nacionalista que no existía, tal y como vino a quedar demostrado cuando soviéticos y norteamericanos dilucidaron el problema de acuerdo a sus intereses nacionales respectivos y se procedió al establecimiento del pacto Kennedy-Krushcev. Los rusos permitieron el desmantelamiento de las plataformas de lanzamiento y la verificación (no in situ) desde el aire, de los barcos que trasladaron de regreso los dispositivos; de hecho dejaron una brigada de combate en el territorio cubano hasta época relativamente reciente y aún después de la caída del régimen comunista en la Unión Soviética; los norteamericanos levantaron la cuarentena naval que habían establecido y se comprometieron a no permitir el uso de su territorio ni el de ningún otro país del continente, para preparar u organizar ataques o incursiones armadas al territorio insular.
Todo lo que se apunta es historia perfectamente verificable aunque las fábulas en torno a la realidad se empeñen y traten de disfrazarla. Castro se tuvo que conformar con el papel de obediente súbdito soviético e insignificante enemigo del poderío militar norteamericano, más, necio y malsanamente contumaz como siempre ha sido, trató de sacar partido a la situación y comenzó a elaborar, ahora en concomitancia absoluta con sus aliados soviéticos, sus futuros planes de mesianismo continental y de traspaso de su "acción revolucionaria" a otros territorios del orbe (los Andes debían convertirse en la Sierra Maestra de Latinoamérica –frase que espetó al mundo en fecha tan temprana y anterior a todo lo narrado como en ocasión de pronunciar el discurso de celebración del 26 de Julio en 1960), tiempo después y tras la realización de un sinnúmero de aventuras guerreristas que le costaron muy caras a la nación cubana –en recursos materiales y humanos- y ya bien entrada la década de 1970, intervino en África donde evidentemente se desvanecieron sus sueños napoleónicos (muy a contrapelo, siempre recuerdo la ocasión en que Castro citó como uno de sus libros de cabecera el Manual sobre Táctica y Estrategia escrito por el Mariscal Von Clausewitz, -era preferible presentarse a sí mismo al lado de los victoriosos y no de de los derrotados); desde entonces comenzó el “otoño” de su patriarcado para, insulsa e inexplicablemente convertirse en consejero de la humanidad desde la inconcebible y fanatizada óptica de sus seguidores.
Como quiera que éste trabajo ya es extenso en virtud de los temas abordados, debe ser complementado con la alusión al tema coreano que da lugar a la “reflexión” de Castro y aunque es evidente que Castro –debe entenderse que se trata de él, ya que las calza con su rúbrica- escribe para sus neófitos y pueriles seguidores fuera de Cuba y para quienes considera sus súbditos al interior del país; los argumentos que utiliza son distorsionados y lo peor es que él lo sabe; forman parte de la colección de imágenes –no de hechos verosímiles- que engordan versiones pseudohistóricas de la realidad contemporánea como la de atribuir a Erich Honneker la más perínclita honestidad de cualquier alemán por él conocido (Castro escribió una “reflexión” al respecto)
La guerra de Corea (1952-53) que terminó con la firma de un armisticio que dividió la península en dos territorios al norte y al sur del paralelo 38 constituyó el primer acto de “calentamiento” de la correlación de fuerzas entre sino-soviéticos de una parte y norteamericanos de la otra. Sólo habría que recordar lo que el balance de esta correlación representaba en medio de un ambiente reciente de post-guerra y dentro del sinuoso período de “guerra fría” que prevaleció en los años subsiguientes. Hoy que la URSS desapareció y que China hace mucho que dejó de ser un feudo socialista al estilo de las extintas “democracias” mal llamadas populares euro-orientales, algo que los neófitos desconocen, pero que Castro, no sin amargura y frustración, oculta; dice creer que la estratagema coreana –que ya hemos visto antes- tendiente a concitar el apaciguamiento por la vía del rescate indirecto de occidente con relación a norcorea, puede ser peligrosa y catastrófica para la humanidad.
Si las amenazas del aprendiz de brujo de King Yong Un, pudieran tener un ápice de credibilidad y en el supuesto caso de que no se trate de un desajustado mental en usufructo del poder y la fuerza, habría que preguntarse: ¿en qué lógica puede basarse una evidencia tan gráfica de la realidad como la que ofrece la disparidad entre las dos Coreas? El norte un país empobrecido y militarizado, el sur la economía que ocupa el doceavo lugar a nivel mundial. ¿Tendrá el mundo libre el obtuso interés de desatar un conflicto de incalculables proporciones para dominar un país empobrecido y económicamente arruinado como la “República Popular y Democrática de Corea del Norte”? Más allá de las amenazas que ya se han visto antes y que llevaron a los feudos de la familia de Kim Il Sung numerosas misiones de apaciguamiento, todas, sin excepción; respaldadas por la misma escenografía, me parece exagerado y oportunista pensar en otro desenlace.
Los norcoreanos ganan tiempo y ejercen el chantaje –no hay otra manera de calificarlo- mientras, el principal producto nacional continuará siendo la militarización de la vida en el pais y el establecimiento de un control irrestricto sobre la acción y desempeño de los pobladores de una nación que tiene a unas cuantas millas la certeza de que en un mismo territorio de la geografía peninsular existe otro mundo muy diferente al que se les obliga padecer y, si no tienen una conciencia más clara de esa realidad, es culpa de individuos que, como Castro, endulza su propio ego ante sus seguidores con esa obstinada vocación senil de emborronar cuartillas o se placen en convertir el territorio que gobiernan en un polígono militar gigantesco cuyo trasfondo es el hambre y el atraso de las multitudes a las que imponen su mandato.
Para los norcoreanos lo peor es que su “líder heredero” acaba de cumplir 29 años de edad. ¿Quién sabe cuantos estará en el poder?
José A. Arias.
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