Los
guerrilleros andan por la selva y en una especie de prolongación de su propia
agonía, que entre el elemento de fila, tiene más de supervivencia económica que
de principios políticos; todo lo que pueden hacer es obtener un poco más de
tiempo que ni se traduce en victorias, –ya ni siquiera capaces de ser
catalogadas como pírricas- ni en el alcance de supuestos objetivos políticos
que nunca alentaron la idea de endosar la democracia.
Grosso modo,
fue evidente que finalizada la presidencia de Pastrana y tras el posterior
arribo al poder de Uribe, las cosas para las FARC fueron de mal en peor. La “política
de seguridad democrática” adelantó al país una especie de garantía de
supervivencia social de la que había dejado de disfrutar en medio de la zozobra
propiciada por el terrorismo en la época inmediatamente anterior. Conseguido
ese primer objetivo, el gobierno fue a la ofensiva en contra de los
guerrilleros y decidió confrontarlos en su propio medio, con toda la fuerza y
el poder de sus instituciones armadas y organizadas a través del acopio de una
valedera experiencia castrense de más de cuatro décadas en esas lides.
Los resultados
no se hicieron esperar: cabecillas (parece un acto de condescendencia llamarles
líderes, aun refiriéndonos al entorno de sus propios elementos de fila) que habían
impuesto el terror entre sus subalternos y en los medios en que operaron con
relativa libertad de movimiento y entera impunidad, fueron cazados y “dados de
baja” –como suele decirse en los partes gubernamentales- uno tras otro. Ahora y
bajo la dirección de otro “alias”, el camarada “Timochenko”, las FARC son un
grupo revolucionario en extinción, abatido por los reveses que consecutivamente
les han sido asestados, pero que ávidamente está buscando la forma de
supervivir. Es posible que las tácticas se inspiren en esas conspicuas y
teóricas mañas bajo el nombre de “retiradas estratégicas”, en las que los revolucionarios
modernos alegan tener gran experticia desde Lenin a nuestros días.
El nicho de
la guerrilla, políticamente excavado entre el soporte principal del
dinero proveniente del narcotráfico y el apoyo, a veces no tan explícito, aunque si implícito de los gobiernos de la actual izquierda radical a nivel
continental y que en el caso del gobierno de Hugo Chávez en Venezuela desempeña
un rol de primer orden; permiten a la guerrilla el mantenimiento de una especie
de compás de espera que les hace factible maniobrar en función de una
estrategia diferente. En fin, que donde único asoma la cabeza de “tirofijo”
Marulanda es en ese “homenaje” execrable del busto erigido para “recordarle”
entre los pobladores marginados del “23 de enero” y con cuya secular pobreza el
gobierno del impoluto Chávez no ha podido terminar.
Parece que el
actual presidente Santos, manejando con destreza las alternativas, y en cuya
hoja de servicios a la nación colombiana obran hechos importantes en el
defenestramiento de la malhadada entidad guerrillera; ha tratado de combinar
varias vertientes en el tratamiento de la problemática. Esa nueva expresión de Santos acerca de
Chávez y que a tantos irrita, de llamarle “nuevo mejor amigo”, no es más que una
inteligente alternativa para neutralizar un bribón de la catadura del venezolano.
Quizás, lo más seguro, es que Chávez lo haya intuido; pero no le es posible
pelearse con quien le tiende una rama de olivo, que para los colombianos
representa muchos y válidos intereses, incluido el continuar adelante con la
idea de mantener a la guerrilla neutralizada y bajo control, a la par que se
conjura la posibilidad de altibajos en la relación económica entre Colombia y
Venezuela.
Explicando de
cierta manera lo que pudiera convertirse en manifestación de una peculiar
variante para distorsionar y distraer la democracia al estilo de los mesiánicos profetas
del ALBA, se anuncia para los términos del presente mes de abril, la creación de
un “movimiento político" que deberá hacer uso, y sin declararse abiertamente
partidario de las FARC –lo que en Colombia sería pecado de origen- del abierto juego
democrático. Nadie puede ser capaz de predecir que puede prevalecer en la mente
de Timochenko –siempre se ha dicho que es un tipo más político que sus
antecesores- o de la inveterada amiga de la guerrilla, la ex senadora Piedad
Córdoba, perenne liaison con los radicales pasados y presentes. Sin dudas, este
será un nuevo reto para Santos en medio del
ejercicio de su presidencia y hacer prevalecer la democracia, a veces obliga a sacar
conejos de la chistera.
José A. Arias
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