La mañana era gélida, quizás no la más apropiada para disfrutar en todo su esplendor el paisaje circundante. La organización que la modernidad ha creado en el mismo sitio en que se inscribe la Historia; el único elemento disociador en medio del encanto. Hay en el lugar una pared de roca, en que sabiamente escogidos, están escritos en bajo relieve dos párrafos de Jorge Luis Borges referentes a La Alhambra.
No puede haber mejor escenario que la geografía andaluza para la ciudadela fortificada que los califas nazaríes escogieron como su morada palaciega y, entre la astucia y el misterio que emana de su religión, erigieron el principal desafío a la tradición de la cristiandad. El promontorio en que se asienta la construcción, permite al observador graficar con creces todo lo contado entre olivares y dinastías taurinas. Es, como si el presente pretendiera rendir un homenaje al pasado.
Aún sin saber cuan hondo puede calar la significación de hallarse ante la historia, tocarla y sentir al tacto que es posible adueñarse de ella; se nos va transformando la curiosidad en sentimiento de absoluta e imperiosa necesidad. Desandando la Calle Mayor, comienza a perfilarse la evidencia del estilo mudéjar de cimacios y obeliscos calafateados, de imperecederos azulejos; recintos soportados por columnatas de capiteles en yeso repujado y de elaboración perfecta. Son siglos en los que se conjuga la sapiencia de los habitantes originales de la fortaleza, con la idolatría pagana y la ortodoxia cristiana. No creo que exista otro lugar donde esta impía trilogía pueda encontrar una mejor imbricación. Aquí la tierra granadina desempeña, sin dejar margen a la duda, un papel sobresaliente.
Lo que La Alhambra representa para nosotros hoy, es un perfecto patrón donde la arquitectura militar se vuelve arte y las erróneas costumbres de los hombres quedan para siempre sepultadas. ¿Acaso se puede odiar al prójimo después de atravesar los imponentes portones que nos conducen entre las habitaciones y observar los celajes de sus bóvedas que nos acercan al misterio de la cosmogonía celestial?.
Hay hitos singulares en la historia que el hombre ha conservado para afincar en ellos sus raíces: la Acrópolis ateniense con sus Cariátides colgadas de balcones, palacios nórdicos en que las walkirias emergen de sus sombras para vivir eternamente entre los nibelungos; pero aún así, no dejan de ser mono temáticos ritos imperecederos. La Alhambra es, sin embargo, una amalgama a pesar de su origen musulmán. De su interior y como evidencia de su multilateral filosofía, se proyecta el sobrio y contrastante estilo del Palacio Real de Carlos V, y de la huella dejada en sus acechantes murallas por la invasión napoleónica y el consecuente descalabro de los mamelucos franceses a sus pies.
Sigue hoy allí, la frescura de sus acequias perfectamente concebidas. Vagan a la sombra de sus jardines imponentes, repletos de silentes cipreses, sus moradores originales. Canta hiriendo la quietud y entre abigarrados arpegios; la guitarra gitana y andaluza, velan entre sus postigos y aspilleras en los minaretes, los negros ojos de una bella mujer que nos observa, oran entre gemidos y sollozos huestes de hombres dispuestos a morir.
Tendríamos que prescindir de casi todo lo humano para acercarnos a la vida de La Alhambra. Sería de rigor envainar el alfanje de la guerra para redimir la paz en nuestras vidas, lo que al decir de Borges, haría valedera nuestra existencia y, en consecuencia, estar conscientes de nuestra verdadera dimensión al hallarnos al pié de esta majestuosa fortaleza.
José A. Arias
Agosto 3, 2007.
ETERNA ALHAMBRA
Entre el gélido umbral de la mañana
se oye una copla sin que nadie cante,
nace del corazón de una guitarra
herido por el filo de un alfanje
Se desliza cristalina el agua
por las acequias de tu arquitectura
que en seculares vidas atestigua
la eterna majestad de tu estructura
Por los visillos de los capiteles
y entre murmullos ininteligibles
nos velan las pupilas azabaches
de doncellas preciosas y sensibles
Perfume de su cielo, azahares,
que inundan a la tierra granadina,
adornan como gemas el gracejo
tejido entre batallas y conquistas
Majestuosa Alhambra de los sueños
te hiciste realidad ante mis ojos,
naciste para mí junto a los versos
que con vehemencia te cantó el poeta.
Poema dedicado a La Alhambra tomado del poemario "AMAR EN VARIOS TIEMPOS".
Tremenda ogra, mas de cinco kilometros toma el recorrido por las secciones abiertas al publico,. Increible la belleza arquitectonica dejada por los Moros en nuestra cultura.
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