Saturday, June 25, 2011

NOTA.-Tenía en perspectiva escribir un trabajo sobre el tema, no creo que hubiera sido mejor o más completo que el que pongo a consideración. Es largo, pero los interesados llegarán al final.

José A. Arias

) El castrismo: una herencia económica catastrófica

Cuba es el país que más ayuda exte­rior, en tér­mi­nos abso­lu­tos y rela­ti­vos, ha reci­bido del mundo al que intentó expor­tar su revolución.
En este tra­bajo, publi­cado en el número 135 de la revista Estu­dios Empre­sa­ria­les de Deusto Busi­ness School – Cam­pus de San Sebas­tián, se expone la polí­tica eco­nó­mica del cas­trismo, sus con­cep­cio­nes y sus con­se­cuen­cias. Esta comenzó siguiendo el dic­tado del Che Gue­vara pre­ten­diendo eli­mi­nar hasta el mismo dinero. Luego se con­vir­tió a la planificación cen­tral. De la Unión Sovié­tica reci­bió abun­dan­tes sub­ven­cio­nes, pero su desa­pa­ri­ción le obligó a adop­tar incen­ti­vos. La Vene­zuela cha­vista vol­vió a garan­ti­zar la super­vi­ven­cia del régi­men dic­ta­to­rial de los Cas­tro. Por todo ello, Cuba es el país que más ayuda exte­rior, en tér­mi­nos abso­lu­tos y rela­ti­vos, ha reci­bido del mundo al que intentó expor­tar su revolución.
La falta de un sis­tema eco­nó­mico míni­ma­mente racio­nal y efi­caz explica su triste situa­ción actual: su capa­ci­dad de pro­duc­ción men­gua sin cesar y todo cuanto logra es man­te­ner un nivel de vida mínimo. Lo más triste de todo es que a la oli­gar­quía cas­trista lo único que les preo­cupa es refor­mar su eco­no­mía para man­te­ner su poder absoluto.
Hace mucho tiempo que no hay datos fia­bles, siquiera apro­xi­ma­dos, sobre la eco­no­mía cubana. Desde 1959 a 1969, el cas­trismo fue gue­va­rista, empe­ñado en la des­truc­ción de la con­ta­bi­li­dad y del dinero como medio de pago. Tras el fra­caso de la zafra de los 10 millo­nes, en 1969, el cas­trismo se con­vir­tió a la pla­ni­fi­ca­ción sovié­tica. Por unos años, hasta que la subida de los pre­cios del azú­car en el periodo 73–76 y el aumento de la ayuda de la URSS per­mi­tie­ron a Cas­tro invo­lu­crarse en las gue­rras afri­ca­nas: Angola, Soma­lia, Etio­pía y Eri­trea fue­ron algu­nos de los paí­ses en los que hubo ejér­ci­tos cuba­nos desde 1976 hasta media­dos de los ochenta. La eco­no­mía cubana pasó a ser la de un país en gue­rra, vol­cada a la inter­ven­ción exte­rior, some­tida a las nece­si­da­des de los gran­des ejér­ci­tos a los que acom­pa­ña­ban sani­ta­rios y edu­ca­do­res. La peres­troika de Gor­ba­chov puso fin a las inter­ven­cio­nes exte­rio­res del ejér­cito cubano. La caída del muro en 1989 y la desa­pa­ri­ción de la URSS deja­ron a la eco­no­mía cubana sin los sub­si­dios sovié­ti­cos que supu­sie­ron, como mínimo, alre­de­dor del 30% de su PIB anual desde 1970 a 1990. La eco­no­mía cubana entró, enton­ces, en lo que se deno­minó un “periodo espe­cial”, carac­te­ri­zado por la adap­ta­ción a una situa­ción en la que la ayuda sovié­tica había des­a­pa­re­cido. Fue el segundo periodo desde 1959 –el pri­mero ocu­rrió entre 1970 y 1976– en el que el líder máximo aceptó la intro­duc­ción legal de algu­nos incen­ti­vos eco­nó­mi­cos, hasta que la con­quista del poder por Chá­vez en Vene­zuela per­mi­tió, desde prin­ci­pios del nuevo siglo, recu­pe­rar sub­si­dios del exte­rior y ase­gu­rar que la pobla­ción no pasara ham­bre. Fidel Cas­tro eli­minó enton­ces algu­nas refor­mas e intentó reto­mar los prin­ci­pios gue­va­ris­tas. Cuba vol­vió a ser “anti-capitalista” sin inten­tar, siquiera, la pla­ni­fi­ca­ción. La enfer­me­dad de Fidel Cas­tro y los lími­tes de la ayuda de Chá­vez obli­ga­ron, hace ahora alre­de­dor de cinco años, por ter­cera vez a ini­ciar otra polí­tica de refor­mas para per­mi­tir que una mínima racio­na­li­dad ele­vara la pro­duc­ción y el comer­cio de ali­men­tos y algu­nos otros pro­duc­tos bási­cos. Ésta ha sido la his­to­ria de la polí­tica eco­nó­mica del cas­trismo. El siguiente capí­tulo comen­zará cuando muera el tirano.
«Lo único que preo­cupa a la oli­gar­quía cas­trista es cómo refor­mar la eco­no­mía para man­te­ner el poder polí­tico abso­luto de la nomenclatura.»
Mien­tras en el exte­rior dis­cu­ti­mos sobre si el régi­men cas­trista evo­lu­cio­nará hacia un modelo chino o viet­na­mita, en el inte­rior lo único que preo­cupa a la oli­gar­quía cas­trista es cómo refor­mar la eco­no­mía para man­te­ner el poder polí­tico abso­luto de la nomen­cla­tura, en la que par­ti­ci­pan la fami­lia Cas­tro, los man­dos mili­ta­res, la poli­cía polí­tica y los buró­cra­tas del régi­men. En la duda, se ha depu­rado a los que que­rían más cam­bios y más poder, y se ha optado, nue­va­mente, por la repre­sión polí­tica y auto­ri­zado unas míni­mas refor­mas para evi­tar las hambrunas.
En la Cuba cas­trista no hay esta­dís­ti­cas fia­bles, ni medi­cio­nes homo­gé­neas de la acti­vi­dad, ni un sis­tema de pre­cios que per­mita asig­nar los recur­sos en fun­ción de su ren­ta­bi­li­dad. Hay pre­cios que no se han movido desde prin­ci­pios de los años 60, otros de los 70, los 80 y los 90, hasta pre­cios actua­li­za­dos –algu­nos, incluso, en dóla­res– para un pequeño con­junto de bie­nes de impor­ta­ción que se pue­den adqui­rir por toda la pobla­ción o por peque­ños gru­pos, selec­cio­na­dos con cri­te­rios polí­ti­cos. Desde 1993 hasta 2004, en Cuba con­vi­vie­ron tres mone­das: el dólar nor­te­ame­ri­cano, el peso cubano con­ver­ti­ble –que tenia la misma coti­za­ción que el dólar– y los pesos nacio­na­les, que tenían un tipo de cam­bio ofi­cial de 24 pesos nacio­na­les por 1 peso con­ver­ti­ble. En 2004, apro­ve­chando la mejo­ría que supuso la ayuda vene­zo­lana, se prohi­bió la cir­cu­la­ción del dólar nor­te­ame­ri­cano. En 2005 el peso con­ver­ti­ble fue reva­luado un 8% en rela­ción con el dólar. En 2011 se ha vuelto a la pari­dad peso convertible-dólar nor­te­ame­ri­cano para inten­tar mejo­rar la com­pe­ti­ti­vi­dad del sec­tor turístico.
El único fac­tor de homo­ge­ni­za­ción para medir lo que se pro­duce y lo que se invierte es el con­junto de pre­cios del mer­cado negro en el que se comer­cia­li­zan dóla­res, pesos con­ver­ti­bles, pesos nacio­na­les no con­ver­ti­bles y algu­nos bie­nes y ser­vi­cios. En este mer­cado, la oferta y la demanda fijan pre­cios; pre­cios que, obvia­mente, depen­den de la can­ti­dad de pesos que pone en cir­cu­la­ción el Banco Cen­tral, de la can­ti­dad de pesos con­ver­ti­bles que tiene a la pobla­ción –por trans­fe­ren­cias de los exi­lia­dos a sus fami­lias–, del sumi­nis­tro de pro­duc­tos ali­men­ti­cios que se per­mite que los cam­pe­si­nos ven­dan en los mer­ca­dos y algu­nos ser­vi­cios que, legal o ile­gal­mente –en su mayo­ría– se comer­cia­li­zan tam­bién en esos mer­ca­dos, y de la impor­ta­ción de bie­nes de con­sumo, dura­de­ros y no dura­de­ros, que lleva a cabo el Estado cubano y que legal –y sobre todo ile­gal­mente– ter­mi­nan, tam­bién, en el mer­cado negro.
Estos pre­cios, pre­cios del mer­cado negro, no exis­ten para las auto­ri­da­des. De hecho, los res­pon­sa­bles eco­nó­mi­cos no uti­li­zan nin­gún sis­tema de pre­cios para tomar deci­sio­nes eco­nó­mi­cas. Saben que los ofi­cia­les son fic­ti­cios. Las deci­sio­nes eco­nó­mi­cas se toman por los “pla­ni­fi­ca­do­res” en fun­ción de las caren­cias; por ejem­plo, la falta de car­bón para poner en fun­cio­na­miento las cen­tra­les tér­mi­cas exis­ten­tes, la falta de trans­por­tes para la pobla­ción, la falta de camio­nes para mover mer­can­cías, las fal­tas gra­ves de ali­men­tos, de medi­ci­nas, de camas de hos­pi­tal o de qui­ró­fa­nos. Y, por supuesto, la falta de ener­gía eléc­trica. Los sala­rios, por su parte, se fijan para que la mayo­ría pueda pagar los míni­mos sumi­nis­tros que se con­si­guen con la raquí­tica car­ti­lla de racio­na­miento, con los que es impo­si­ble vivir. En eso con­siste la polí­tica eco­nó­mica. En inten­tar resol­ver los cue­llos de bote­lla que se pre­sen­tan y que nadie muera de ham­bre. El resto es un lujo. Lo es la ali­men­ta­ción no racio­nada, la vivienda, la elec­tri­ci­dad, los libros, la aten­ción hos­pi­ta­la­ria, las medi­ci­nas, los coches y camio­nes, los car­bu­ran­tes, el ves­tido, el cal­zado…
«Nadie puede dis­po­ner de medios eco­nó­mi­cos sufi­cien­tes para vivir al mar­gen de lo que decida el líder máximo.»
El cas­trismo, como ideo­lo­gía, sólo tiene un dogma: que “el coman­dante” es el único cubano con capa­ci­dad para pen­sar y deci­dir lo que nece­si­tan sus súb­di­tos. El dogma tiene dos caras: la pri­mera que el poder tiene que ser abso­luto; la segunda, que nadie pueda dis­po­ner de medios eco­nó­mi­cos sufi­cien­tes para vivir al mar­gen de lo que decida el líder máximo. El gran enemigo es, en esta ele­men­tal ideo­lo­gía, la pro­pie­dad pri­vada. Por eso se nacio­na­li­za­ron pri­mero y se esta­ti­za­ron des­pués todos los medios de pro­duc­ción, desde las fábri­cas hasta los comer­cios, desde la tie­rra hasta las ofi­ci­nas o los medios de trans­porte. Fidel Cas­tro se ha dis­fra­zado con todo tipo de ropa­jes a lo largo de los inter­mi­na­bles 52 años en los que ha ejer­cido la tira­nía. Ha sido gue­va­rista, sovié­tico orto­doxo, gol­pista en Amé­rica Latina, mili­tar en África, cola­bo­ra­dor de nar­co­tra­fi­can­tes, incluso cer­cano al sis­tema capi­ta­lista a media­dos de los 70, pero siem­pre ha tenido claro un prin­ci­pio: en Cuba nadie debe poder ganarse la vida autó­no­ma­mente de una forma con­ti­nuada. Siem­pre ha tenido claro que la pro­pie­dad pri­vada es el ger­men de la liber­tad de pen­sa­miento. Y en Cuba sólo él se con­si­dera con capa­ci­dad para pen­sar correc­ta­mente y deci­dir lo que con­viene a todos y cada uno de los 11 millo­nes de cubanos.
En los tres momen­tos de mayor riesgo polí­tico y eco­nó­mico del régi­men, el pri­mero des­pués del fra­caso de la zafra de los 10 millo­nes de tone­la­das, el segundo tras la desa­pa­ri­ción de la URSS y, el ter­cero, el actual –con ayuda vene­zo­lana, pero limi­tada–, los res­pon­sa­bles eco­nó­mi­cos, siem­pre diri­gi­dos por Raúl Cas­tro, han hecho algu­nas refor­mas que han con­sis­tido en per­mi­tir cierta liber­tad eco­nó­mica para pro­du­cir ali­men­tos, para comer­cia­li­zar­los y para abrir peque­ños nego­cios. Vigi­lando siem­pre que nin­gún cubano pudiera tener dema­sia­dos ingre­sos. La pro­pie­dad pri­vada sigue siendo, y es, el enemigo. A pesar de que cada vez que se libe­ra­liza la acti­vi­dad eco­nó­mica, aumenta la pro­duc­ción y mejora el bie­nes­tar de la pobla­ción. La acti­vi­dad nor­mal, la pública, es inefi­ciente, pesada, corrom­pida, mili­ta­ri­zada o cedida par­cial­mente a empre­sas extran­je­ras. Se admi­nis­tra por la buro­cra­cia castrista.
Con este “sis­tema”, por lla­marlo de alguna forma, eco­nó­mico –algo que los pro­gre­sis­tas de este mundo no entien­den ni acep­tan– lo lla­ma­tivo es que en la Cuba cas­trista no haya ham­bru­nas, que el nivel edu­ca­tivo ase­gure una for­ma­ción entre baja y media y que el sani­ta­rio evite las epi­de­mias y haya redu­cido al mínimo la mor­ta­li­dad infan­til. Algo que se con­si­de­ran triun­fos fun­da­men­ta­les en el exte­rior de Cuba, sobre todo por los que creen que esos triun­fos se han logrado a pesar del “blo­queo” nor­te­ame­ri­cano. Un blo­queo que per­mite a Cuba comer­ciar con todo el mundo, excepto con Esta­dos Uni­dos y con empre­sas nor­te­ame­ri­ca­nas. Que no ha impe­dido que Cuba sus­penda pagos en rublos con­ver­ti­bles, en divi­sas de paí­ses occi­den­ta­les y en moneda nacio­nal, hasta el punto de que el tipo de cam­bio ofi­cial del peso con­ver­ti­ble es 24 veces el del peso con el que los cuba­nos se ganan la vida. Y que tam­poco ha impe­dido que haya gran­des inver­so­res extran­je­ros, sean espa­ño­les (tabaco y hote­les), cana­dien­ses (níquel) o de otras nacio­na­li­da­des.
«No existe nin­gún medio para medir el valor de la pro­duc­ción de bie­nes y ser­vi­cios cubanos.»
Las ins­ti­tu­cio­nes inter­na­cio­na­les, ya sean el FMI, el Banco Mun­dial, el Banco lnte­ra­me­ri­cano de Desa­rro­llo –de nin­guna de las cua­les quiere ser miem­bro el régi­men cas­trista– no pue­den medir su PIB, ni la renta per capita de sus ciu­da­da­nos. Por más que se empe­ñen los orga­nis­mos nacio­na­les cuba­nos y las cáte­dras espe­cia­li­za­das de las uni­ver­si­da­des nor­te­ame­ri­ca­nas, no existe nin­gún medio para medir el valor de la pro­duc­ción de bie­nes y ser­vi­cios cuba­nos. Cons­cien­tes de esta limi­ta­ción, los buró­cra­tas del régi­men se dedi­can a ela­bo­rar y publi­ci­tar esta­dís­ti­cas de pro­duc­ción, en tone­la­das, metros u otras uni­da­des físi­cas, de todo tipo de bie­nes. Que esos bie­nes se hayan pro­du­cido, que ten­gan algún valor prác­tico, o que su cali­dad per­mita que se apro­ve­chen, no es rele­vante para el régi­men. Igual ocu­rre con los ser­vi­cios. Lo impor­tante para el régi­men y sus estu­dio­sos es resal­tar que en Cuba no hay anal­fa­be­tismo, y que se licen­cian anual­mente dece­nas de miles de maes­tros, médi­cos e inge­nie­ros. Lo que sepan no importa.
Hay que reco­no­cer que el régi­men ha con­se­guido la acep­ta­ción, por parte de los orga­nis­mos intere­sa­dos en la eco­no­mía cubana, de que sus esta­dís­ti­cas se hayan tra­du­cido a un nivel de renta per capita y a un PIB nacio­nal com­pa­ra­ble con los del resto de los paí­ses, lo cual es un error imper­do­na­ble. En Cuba no hay pre­cios. Todo es tan falso como lo eran las esta­dís­ti­cas de Ale­ma­nia Orien­tal, que pare­cía ser una eco­no­mía avan­zada antes de que la reuni­fi­ca­ción pusiera al des­cu­bierto su mise­ria. En Cuba solo hay tres o cua­tro obje­ti­vos eco­nó­mi­cos medi­bles. Siem­pre cuan­ti­ta­ti­vos, nunca valo­ra­bles monetariamente.
Sin embargo, no cabe duda de que man­te­ner ali­men­tada y for­mal­mente edu­cada a una pobla­ción que ha pasado de 6 millo­nes de habi­tan­tes en 1959 a 11 millo­nes en 2010, sin un sis­tema eco­nó­mico digno de ese nom­bre, es un logro, que puede expli­carse, en gran parte, por una serie de fac­to­res eco­nó­mi­cos que se expo­nen a con­ti­nua­ción, pero que resul­tan insu­fi­cien­tes. Para expli­car la super­vi­ven­cia del régi­men hay que tener en cuenta los fac­to­res polí­ti­cos: la reali­dad de una tira­nía bien orga­ni­zada, que cuenta con el miedo, y con el terror con­ti­nuo, para man­te­ner míni­ma­mente acti­vos a todos los tra­ba­ja­do­res cuba­nos. Los fac­to­res eco­nó­mi­cos por sí solos, aun­que impor­tan­tes, como se verá a con­ti­nua­ción, no pue­den expli­car el man­te­ni­miento de un régi­men tan inefi­ciente como el cubano.
1.Cuba era un país prós­pero en 1959. Con una moneda solida, con­ver­ti­ble en dóla­res, con un nivel de anal­fa­be­tismo de sólo el 21% (en España era de más del 32% ese año), con una cul­tura moderna, con un comer­cio exte­rior equi­li­brado y cada vez más diver­si­fi­cado, y, lo más impor­tante, con un nivel de for­ma­ción pro­fe­sio­nal de pri­mer orden en muchos sec­to­res, empe­zando por el edu­ca­tivo, el sani­ta­rio y el de la pro­duc­ción agra­ria. Por más que, polí­ti­ca­mente, fuera un país corrupto, una autén­tica repú­blica bananera.
Muchas de las infra­es­truc­tu­ras exis­ten­tes en ese momento (carre­te­ras, puer­tos, aero­puer­tos, ferro­ca­rri­les y vivien­das y otras edi­fi­ca­cio­nes) siguen siendo uti­li­za­das en 2011. En más de 50 años ape­nas se han cons­truido 300.000 vivien­das, de una espan­tosa cali­dad, mien­tras la pobla­ción se ha doblado. Por eso los cuba­nos viven haci­na­dos en las anti­guas vivien­das cons­trui­das antes del triunfo de la Revolución.
2.Cuba es el país que más ayuda exte­rior ha reci­bido en el mundo, en tér­mi­nos abso­lu­tos y rela­ti­vos, en estos 50 años. De la URSS, de los paí­ses del este euro­peo hasta su libe­ra­ción y de Vene­zuela, desde que Chá­vez se hizo con el poder.
Ha sido una ayuda en forma de bie­nes físi­cos, como el petró­leo, el trigo, los fer­ti­li­zan­tes y el acero, o de cons­truc­ción de fábri­cas –aun­que con tec­no­lo­gía sovié­tica– o de cré­di­tos para uti­li­zar en los paí­ses del anti­guo COME­CON. Impo­si­ble cal­cu­lar cuánto supuso esa ayuda. Cier­ta­mente más del 30% del PIB desde fina­les de los sesenta hasta la desa­pa­ri­ción de la URSS. Ade­más de la ayuda directa, Cuba reci­bía cré­di­tos de los paí­ses comu­nis­tas. Sólo en cré­di­tos impa­ga­dos, Cuba debía más de 30.000 millo­nes de “rublos con­ver­ti­bles” a Rusia en 1991. Más del 100% del PIB cubano de ese año.
Por otra parte, la cola­bo­ra­ción mili­tar, que no apa­rece en nin­guna esta­dís­tica, ni en las sovié­ti­cas ni en las cuba­nas, mul­ti­plica lo reci­bido por Cuba, que tuvo en África ejér­ci­tos de miles de hom­bres a los que la URSS armaba pero a los que Cuba apor­taba la tropa, junto con dece­nas de miles de edu­ca­do­res y sani­ta­rios que nunca sabre­mos cómo se finan­cia­ban pero que posi­ble­mente, en parte, se hacía con dinero cubano, a costa de la eco­no­mía nacio­nal. Son innu­me­ra­bles los casos que cuen­tan los exi­lia­dos de oca­sio­nes en los que se “cani­ba­li­za­ron” plan­tas indus­tria­les para con­se­guir equi­pos para enviar a África. O del des­pla­za­miento de téc­ni­cos y espe­cia­lis­tas, a los que se “suge­ría” que pasa­ran unos años en algún país afri­cano, aun­que ello supu­siera la para­li­za­ción de otros pro­yec­tos impres­cin­di­bles para la eco­no­mía cubana.
3.A par­tir de 1971/72 Cuba se con­vierte, apa­ren­te­mente, en una eco­no­mía socia­lista más y los paí­ses occi­den­ta­les, sus ban­cos y sus gobier­nos, con­si­de­ra­ron que el riesgo polí­tico había des­a­pa­re­cido. En ape­nas 10 años, Cuba se endeudó en más de 6.000 millo­nes de dóla­res. En 1983, como resul­tado del dete­rioro de una eco­no­mía que no fue capaz de sopor­tar las gue­rras afri­ca­nas y el sumi­nis­tro a la pobla­ción de ser­vi­cios médi­cos, edu­ca­ti­vos y de pro­duc­tos ali­men­ti­cios sin nin­gún tipo de pagos ni de impues­tos, así como de deci­sio­nes eco­nó­mi­cas incohe­ren­tes por parte de Fidel Cas­tro, Cuba sus­pen­dió pagos en divi­sas. Vein­tio­cho años des­pués, en 2011, toda­vía no se ha sen­tado en la mesa de nego­cia­ción con sus acree­do­res. Los cré­di­tos exte­rio­res impa­ga­dos, desde media­dos de los ochenta, a los paí­ses de eco­no­mía de mer­cado deben sumar, hoy, alre­de­dor de 10.000 millo­nes de dólares.
4.Hasta la desa­pa­ri­ción de la URSS, Fidel Cas­tro no per­mi­tió el desa­rro­llo del turismo, al que tachaba de corrup­tor. Des­pués, en el “periodo espe­cial”, cam­bió la polí­tica hasta el punto de que las “jine­te­ras” y “jine­te­ros” se con­vir­tie­ron en uno de los mayo­res atrac­ti­vos del turismo cubano.
5.Desde enton­ces, desde 1991/92 hasta hoy, se ha per­mi­tido que en algu­nos sec­to­res gene­ra­do­res de divi­sas –turismo (con el que se ingre­san, en bruto, alre­de­dor de 2.500 millo­nes de dóla­res), tabaco y mine­ría (níquel), bási­ca­mente– entrara inver­sión extran­jera, aun­que siem­pre en mino­ría, en empre­sas mix­tas. La parte cubana está repre­sen­tada en esas empre­sas por la poli­cía polí­tica, los mili­ta­res o los buró­cra­tas más pró­xi­mos a la fami­lia Cas­tro. Los ingre­sos de divi­sas, tanto de la inver­sión como de la acti­vi­dad corriente, se uti­li­zan para hacer las impor­ta­cio­nes impres­cin­di­bles para cum­plir con los obje­ti­vos que se mar­que el régi­men, que nunca se sabe cuá­les van a ser. Todo sigue, incluso hoy, depen­diendo de las ocu­rren­cias de Fidel Castro.
6.El mayor gene­ra­dor neto de divi­sas es la comu­ni­dad cubana exi­liada, que suman hoy alre­de­dor de dos millo­nes de per­so­nas y que trans­fie­ren a sus fami­lia­res alre­de­dor de 1.000 millo­nes de dóla­res anua­les para que pue­dan sobre­vi­vir. Esas divi­sas sólo se pue­den gas­tar, en teo­ría, en los comer­cios públi­cos ins­ta­la­dos por el régi­men donde, a pre­cios de expo­lio, los afor­tu­na­dos con un fami­liar gene­roso en el exte­rior pue­dan com­prar bie­nes impres­cin­di­bles para sobrevivir.
Estos fac­to­res, la heren­cia del pasado, la ayuda y los cré­di­tos del socia­lismo, los cré­di­tos occi­den­ta­les, las inver­sio­nes extran­je­ras en los sec­to­res gene­ra­do­res de divi­sas, el turismo y las trans­fe­ren­cias de los exi­lia­dos a sus fami­lia­res, expli­can el ori­gen de los fon­dos de los que ha dis­puesto, y dis­pone, el régi­men cas­trista para per­mi­tir que la eco­no­mía cubana siga renqueando.
La falta de un sis­tema eco­nó­mico míni­ma­mente racio­nal explica, a su vez, que esa ingente suma de fac­to­res posi­ti­vos se haya tra­du­cido, sola­mente, en el man­te­ni­miento de un mínimo nivel de vida, mien­tras la capa­ci­dad de pro­duc­ción autó­noma de la eco­no­mía cubana es cada vez más redu­cida. Hasta el punto de que incluso la pro­duc­ción de azú­car es un 70% infe­rior a la de 1959.
Pero las caren­cias eco­nó­mi­cas no se expli­can sólo por la irra­cio­na­li­dad del sis­tema eco­nó­mico. Desde 1959 ha habido otros obje­ti­vos que han absor­bido una gran parte de los recur­sos disponibles:
1.El apa­rato poli­cial y repre­sivo. Cuba es una dic­ta­dura en la que lo único que fun­ciona es la poli­cía, que uti­liza la vio­len­cia y el miedo de una pobla­ción some­tida, a la que se obliga a tra­ba­jar por suel­dos de mise­ria, así como para evi­tar cual­quier tipo de con­tes­ta­ción al régi­men. Un apa­rato repre­sivo de esta natu­ra­leza ha absor­bido, y absorbe, una gran can­ti­dad de recur­sos económicos.
2.El ejér­cito. Durante muchos años el pri­mero –o el segundo, tras Bra­sil– más pode­roso de Amé­rica Latina. Las gue­rras expli­can el papel de los mili­ta­res en la Cuba actual. Los man­dos mane­jan una parte sus­tan­cial de la eco­no­mía gene­ra­dora de divi­sas y con­tro­lan los sec­to­res eco­nó­mi­cos inter­nos más sen­si­bles para el man­te­ni­miento del régi­men. Y siguen supo­niendo un coste muy ele­vado para una eco­no­mía en con­trac­ción o en estan­ca­miento permanente.
3.Las inter­ven­cio­nes en el exte­rior. No sólo en el pasado, en Amé­rica Latina, Medio Oriente y África. No sabe­mos cuánto cuesta la pre­sen­cia de mili­ta­res, poli­cías, médi­cos y otro per­so­nal sani­ta­rio y edu­ca­do­res en Vene­zuela. No es impo­si­ble que, si se pudiera valo­rar, el coste para la eco­no­mía cubana fuera supe­rior a los sub­si­dios que recibe de Chá­vez. Pero, nue­va­mente, lo impor­tante no es la eco­no­mía sino lo que decida “el comandante”.
El fac­tor clave, el que explica –como se ha expuesto ante­rior­mente– que pueda man­te­nerse un régi­men tan inefi­ciente eco­nó­mi­ca­mente, es el miedo. Los cuba­nos crí­ti­cos con el sis­tema saben que si mani­fies­tan sus opi­nio­nes tanto ellos como sus fami­lia­res per­de­rán su tra­bajo, y que sus hijos serán dis­cri­mi­na­dos en las escue­las y que no podrán estu­diar en la uni­ver­si­dad. Saben que ten­drán que bus­carse la vida en la eco­no­mía infor­mal o con­se­guir la ayuda de algún fami­liar que viva en el extran­jero. Y si sus crí­ti­cas suben de tono y se con­vier­ten en disi­den­tes saben que ellos, y sus fami­lias, serán gol­pea­dos alea­to­ria­mente y encar­ce­la­dos por tiempo indefinido.
El miedo del con­junto de los tra­ba­ja­do­res y del resto de la pobla­ción con­si­gue, sin embargo, el man­te­ni­miento de un cierto nivel de pro­duc­ción nacio­nal, así como de inter­cam­bio y venta de lo pro­du­cido en las empre­sas públi­cas a los pre­cios que dicta el régi­men. La eco­no­mía cubana es un no-sistema eco­nó­mico, en el que los bie­nes y ser­vi­cios se pro­du­cen, se inter­cam­bian y se dis­tri­bu­yen en fun­ción de los pre­cios –y en las can­ti­da­des– que deci­dan las auto­ri­da­des. Que, a su vez, no tie­nen otro reme­dio que apo­yarse en la prác­tica de 50 años de transac­cio­nes obli­ga­to­rias para con­se­guir, final­mente, sumi­nis­trar algu­nos bie­nes y ser­vi­cios fina­les a la pobla­ción, al ejér­cito y al apa­rato represivo.
No hay nada más incierto que la forma en que ter­mi­nará la dic­ta­dura cas­trista. Lo que sabe­mos de otros regí­me­nes dic­ta­to­ria­les de paí­ses comu­nis­tas o del ter­cer mundo en los que el poder se ejerce, o se ha ejer­cido, con carác­ter exclu­si­va­mente per­so­nal, como Corea del Norte, China, Siria e Irak es que en todos los casos los dic­ta­do­res inten­tan impo­ner una suce­sión fami­liar, que puede tener éxito o no. En el caso de Cuba, Raúl, here­dero de su her­mano, no tiene suce­sor. Su dinas­tía se extin­guirá con la desa­pa­ri­ción de ambos.
El poder se lo dispu­tarán los mili­ta­res y la poli­cía polí­tica y el resul­tado es impre­vi­si­ble. Pero parece difí­cil creer que un régi­men tan per­so­na­lista como el cubano pueda sos­te­nerse sin gran­des cam­bios, polí­ti­cos y eco­nó­mi­cos.
«Todas las empre­sas gene­ra­do­ras de divi­sas ya se han repar­tido entre la poli­cía, los mili­ta­res, la fami­lia y los buró­cra­tas más afi­nes a los Cas­tro. Habrá luchas entre esas mafias.»
Si hubiera una revo­lu­ción, pací­fica o vio­lenta, el cam­bio eco­nó­mico sería inevi­ta­ble. Si hubiera una trans­for­ma­ción a la china, lo que sin duda quiere toda la nomen­cla­tura cubana, habría en lo eco­nó­mico gran­des cam­bios, inclu­yendo la pri­va­ti­za­ción de la mayo­ría de los acti­vos del sec­tor público.
Pero el pro­ceso de pri­va­ti­za­ción no será como el de la Rusia de Yel­tsin. Todas las empre­sas gene­ra­do­ras de divi­sas ya se han repar­tido entre la poli­cía, los mili­ta­res, la fami­lia y los buró­cra­tas más afi­nes a los Cas­tro. Habrá luchas entre esas mafias, ven­gan­zas y reasig­na­ción de par­ti­ci­pa­cio­nes. Pero la nomen­cla­tura inten­tará poner en valor sus acti­vos abriendo la eco­no­mía y pri­va­ti­zando para obte­ner, final­mente, patri­mo­nios per­so­na­les y no sólo corporativos.
Lo que es seguro es que, eco­nó­mi­ca­mente, Cuba pasará por una época caó­tica, en la que todo dejará de fun­cio­nar. Hasta que la liber­tad en la fija­ción de pre­cios deter­mine qué es y qué no es ren­ta­ble pro­du­cir. Un periodo de tran­si­ción en el que des­a­pa­re­cerá una parte sus­tan­cial de la indus­tria y en el que debe­rían pro­du­cirse inver­sio­nes en el sec­tor agra­rio –de una tie­rra que ten­drá que ser pro­pie­dad de alguien– y en el sec­tor del turismo, el más cla­ra­mente com­pe­ti­tivo. Una tran­si­ción que ten­drá que sopor­tar una pobla­ción enve­je­cida demo­grá­fi­ca­mente, que no con­tará con pen­sio­nes públi­cas cuando se retire ni ser­vi­cios médi­cos míni­ma­mente aceptables.
Ten­drá, sin embargo, la posi­bi­li­dad de apo­yarse en las inver­sio­nes que pueda lle­var a cabo la colo­nia cubana que vive en el exte­rior, que sabe que puede con­tar con un nivel de for­ma­ción media de la pobla­ción cubana, junto con un cono­ci­miento exhaus­tivo de la situa­ción de las infra­es­truc­tu­ras y de los dife­ren­tes sec­to­res eco­nó­mi­cos. Los capi­ta­les nece­sa­rios para ir recons­tru­yendo la eco­no­mía exis­ten en poten­cia. Lo que, lógi­ca­mente, no va a ocu­rrir es un pro­ceso de inver­sión desde el exte­rior sin un pro­yecto polí­tico que ofrezca un mínimo de segu­ri­dad a todos, tra­ba­ja­do­res, empre­sa­rios e inversores.
Fuente: Marha Colmenares
Autor: Alberto Recarte

 

3 comments:

  1. Lo habia leido en Libertad Digital . Buenisimo.
    Saludos.

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  2. Hay que tomar una aplanadora y varias escavadoras junto a un comando de limpieza a ver si se limpia a Cuba de una vez y por todas y se envia la pudredumbre al Africa.

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  3. Es la inmoralidad mas indignante y mas sumisa que en pleno 2011 la isla de Cuba haya sido convertida en el basurero letrinico absoluto ,demagogo y mafioso de las Americas con una de las dictaduras mas luciferinas y antiexistencialistas que recuerde la historia de la humanidad muy por encima aun de dictaduras como la de Francisco Franco ,Julio Cesar, Caligula ,Hitler o el mismo Mussolinni ,es inmoral.

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