Tuesday, August 21, 2012

LA CRÍTICA HUECA.



Esteban Morales Domínguez en entrevista recientemente concedida.
A pesar del tiempo que llevo fuera de mi país, Cuba, y no solo porque me interesa; sino también porque me preocupa, trato de mantenerme informado y actualizado (en lo que me resulta posible) de lo que allí sucede. La mayor parte de las veces las fuentes de información son escritas, en otras –situación de privilegio- son directas y personales y me permiten hacerme una idea más exacta de cómo van las cosas.
Es evidente que el silencio no es el marco del quehacer cotidiano de los que se acuestan y se levantan pensando en una situación de por si, demasiado prolongada para ser tan incoherente y ello ha dado lugar a que la crítica y lo que se le parece, se estén manifestando a todos los niveles de la población. Por supuesto, cada cual encara eso que allí llaman “crítica” en relación con su nivel de interpretación de la realidad.
Digamos que la situación del cubano de la calle lo enfrenta a una experiencia cotidiana que lo convierte en el vector de las críticas inmediatas de los estímulos sociales negativos, los que sin dejar de ser parte del costumbrismo revolucionario, tampoco son rémoras, por pertinaces, evitables. ¿Cómo desentenderse de las colas, la falta de transporte, las penurias del racionamiento, la mala calidad de los servicios, la falta de higiene, la inmovilidad regional, el peso de las regulaciones que el estado impone, los niveles de inflación, la dualidad monetaria, y un sinfín de problemas? Tratando de encontrar un asidero que conduzca a una respuesta, nace la crítica que tiene un carácter inmediato y hasta fluido, esa que se ve en “Las Cartas del Lector” y entre las secciones de los órganos de prensa nacionales las que a pesar de su simpleza e inmediatez, tampoco tienen respuesta.
Es el tipo de relación crítica a la que bien encaja aquella sabia frase de Virgilio Piñera, cuando expresó: “si Kafka hubiese vivido en Cuba habría sido un escritor costumbrista” Sabido es que a pesar del tiempo que se le dedica, de las tareas asignadas a los voceros y del énfasis que ellos ponen en hacer su trabajo y de haber escuchado, vaya sarcasmo, que la prensa es repetitiva, aburrida, intrascendente y hasta meliflua y poco creativa; quienes piensan en varias direcciones aunque sólo se manifiesten en una, saben de la imposibilidad de que esa crítica deje de ser vacua. Al fin y al cabo, por mucho contenido “ideológico y revolucionario” que sirva de marco a esta especie de ejercicio en el vacío, para muchos representa la manera de ganarse los frijoles. Para otros, los menos, esta actividad constituye algo más. Los cubanos saben perfectamente de quienes y de qué se trata; algún viaje, gozar de cierta popularidad y el solaz que todo ello representa cuando nadie observa y se hace posible entrar en una especie de contacto clandestino y adictivo con el “enemigo”
Pero hay otro "nivel de crítica” que me interesa mucho más. Entre intelectuales se a puesto de moda aparentar que se está agarrando al toro por los cuernos y, amparados en entelequias como eso que se repite acerca de la “actualización del modelo” y no sólo en cuestiones relacionadas con la economía y en donde sin dudas, comienza la cuestión; muchos se han abanderado con la identificación y exposición de problemas hasta ahora no resueltos. Mi refutación no va aquí por los cauces de la discusión filosófica, inclusiva de argumentos a los que ya me he referido en otras ocasiones; va al grano, y en función de observar con un sentido lógico algo que se me ocurre denominar como crítica hueca.
Utilizando esa lógica elemental y comprensible, meridianamente clara, disparada al centro de las circunstancias prevalecientes; la crítica no es tal cuando no tiene consecuencias fuera del marco de lo establecido: en ese sentido cuando no tiene espacio, no traslada su epicentro a una funcionalidad a través de medios de expresión –comunicación- que permitan mover el debate a donde es estrictamente necesario y casi de una manera didáctica y pedagógica exponer sus objetivos, fines, y proponer resultados; el proceso se traba  -como acotan algunos de los “ejecutores más preclaros”- y se convierte en debate intrascendente. Sobre el particular, los propios expositores se quejan de la falta de “eco” y de la “no respuesta”
Algunos llegan a decir que no se hace entendible la imposibilidad de criticar al Partido Comunista aunque no dejan de agregar el complemento de que constituye el “principal elemento rector de la sociedad” y me pregunto: ¿pueden realmente desconocer quienes así se expresan que, donde no hay competitividad argumental –ya que es imposible hablar de competitividad ideológica- pueden llegarse a obtener resultados allende la inercia? No habría que tener un discurso demasiado sofisticado para dar una respuesta, y es por ello que la crítica cuando se le bautiza como revolucionaria, combativa, responsable, señera y toda esa gama de adjetivos que nada tienen que ver con ella y menos en un contexto como el cubano, nunca dejará de ser una crítica hueca.
Pudiera graficar la idea con muchos ejemplos fuera del contexto cubano, pero en todos los casos (Brasil y el problema de la corrupción a niveles gubernamentales en que la gestión del PT y de sus presidentes –Lula o ahora la señora Rouseff ha sido evidenciada y puesta en tela de juicio, Colombia y la querella entre uribistas y santistas dentro del propio partido de la “U” y ¡hasta en Venezuela! con el desenvolvimiento de las campañas entre Chávez y su contrincante Capriles) rebotan de los medios a la opinión popular, a través de los canales de comunicación, solo porque el control de los mismos no constituye un monopolio del estado.

En Cuba ese mismo partido que se quiere criticar para, según se alega: “respetar la opinión del otro aunque esté equivocada”, está representado por  el presidente, la Asamblea Nacional del Poder Popular, el sindicato único y oficialista y se desgaja de un credo cuya santificación quedó manifestada cuando a propuesta del “máximo líder” se declaró irreversible el carácter del socialismo cubano -y sin posibilidad de ser puesto en evidencia- agrego; porque desde el poder es y se considera a sí mismo perfecto.

Payá, que trató de hacerlo en su momento utilizando lo que él entendía como posibles subterfugios y resquicios dentro de la constitución socialista de 1976, ahora, como en aquella imagen recreada por la genialidad de Coppola en El Padrino y en la que en clave irrestricta de la mafia siciliana, Lucca Brazzi, recibe los peces envueltos en papel de estraza y un mensaje de advertencia en el que se leía: todo el que se interponga irá a parar, junto a los peces al fondo del mar;  donde “yace” hoy, es la evidencia. Parece cruel, pero es real y único resultado ostensible para los que se han atrevido a encarar la crítica con visos de cierto y creíble rigor y pensando en los resultados que debe acarrear cuando se inculpa a los verdaderos responsables de lo mal hecho y no se produce desde el poder y por sus representantes; a los que siempre se les hace muy fácil encontrar chivos expiatorios capaces de “embriagarse con las mieles del poder”; y que de alguna manera tampoco se  han salvado de ir a parar “con los peces al fondo del mar”  
Algo que a mi juicio, culposamente o no, parece estar confundiéndose actualmente en Cuba; es el hecho de poner a un mismo nivel la discusión, la supuesta alternativa de ejercer la crítica y la gestión del gobierno desde sus mono formes y verticales instancias. A pesar de todo lo que pueda decirse, ese gobierno sigue siendo el mismo, atemperado por una avasalladora voluntad de equiparar los intereses populares y lo que es peor, los de la nación; con sus propios intereses. No importa el apelativo a que se acuda, nunca veremos gozar de espacio –ni siquiera la iglesia ha podido conseguirlo, y eso ya es mucho decir después de dos visitas papales a la Isla- ni en los medios televisivos, la prensa escrita o cualquier otro canal de comunicación social exponiendo un criterio alternativo. Si la esencia no es la evidencia de lo aceptable, la crítica no ha lugar y es esa la razón por la cual se mimetiza, se diluye y termina convirtiéndose en óbice de complicidad y abyección con relación "al enemigo" Así, los críticos van con su música a otra parte, o se convierten en víctimas de su “confusión ideológica”, hacen mutis y desaparecen de la escena.
Tampoco puede ser un argumento demasiado relevante el hecho de que desde los fueros de la mentalidad creativa de los intelectuales, se haga literatura,  cine, se escriban ensayos, monografías, artículos para alguna que otra publicación especializada, se expongan conferencias con propósitos docentes y académicos y que de alguna forma sean todas estas manifestaciones referidas, contentivas de un mensaje subliminal capaz –como ha sucedido y sucede en ocasiones- de propender a una crítica más cabal y consecuente del medio social y político; todo ello queda siempre dentro del mundo oficialista, artificialmente construido e impuesto y donde ese monstruo que habita en todas las sociedades totalitarias (insisto, en todas) llamado censura es, como en la granja orwelliana, una inevitable sombra de todos y de todo.
Hace un tiempo escribí un trabajo sobre lo que denominé “apología de la justificación” en él elaboré lo único que me queda por decir en esta ocasión: a saber lo relacionado con ese saco roto en que caben todas las acusaciones de culpabilidad con respecto a quienes se permiten el lujo de pensar y criticar –de verdad- por la imposible acción de comulgar con ruedas de carretón. Ya nuestros problemas nacionales no tienen que ver con la “batalla de ideas”, “la guerra total y de todo el pueblo contra el imperialismo”, el “bloqueo/embargo” y todos esos pretextos que tendenciosamente se arguyen. Si quienes se cuestionan los problemas reales de la nación cubana desde una perspectiva de seriedad y sinceridades mínimas quieren encontrar respuestas y soluciones, la única alternativa válida es la democracia fuera de los cánones del totalitarismo ideológico y el estalinismo aún prevalecientes. Así de sencillo, luego vendrán otras etapas en que de seguro no habrán de faltar muchos, dispuestos a ejercer la crítica entre los que ahora no la ejercen, o lo hacen limitada y contemporizadoramente.
Se habla del auge y la entronización de la corrupción a todos los niveles; aún el gobierno reconoce las implicaciones, para ellos negativas, de estos problemas. Al interior de la sociedad constituyen lacras que acarrean laceraciones cuyas consecuencias no son fáciles de eliminar a corto plazo. ¿En medio y a consecuencia de que circunstancias se han producido? ¿No es el modelo cubano,  según sus dirigentes y voceros, un arquetipo de moralidad y consecuentes virtudes en la comunicación que se establece entre ellos y la población? Siempre, y en medio de una cacofonía ideológica demasiado reiterada se trata de acudir a la justificación al abordar la creciente proliferación de estos males, atribuyéndole causas foráneas. Si se alega que con los instrumentos alentados desde el poder es posible conjurar y erradicar los mismos, ¿no constituye una contradicción evidente su incidencia –muy gravemente y por añadidura- con respecto al discurso triunfalista y antiimperialista? Las respuestas existen y muchos las conocen y a no ser que sean capaces de demostrarme otra cosa quienes se dicen “al pié de la obra” sigo pensando que; o prefieren callarse, o continuar maquillando la verdad. En ambos casos la solución del problema no es perceptible ni a corto o mediano plazo. Mientras, seguiré como hasta ahora, alimentando mis propias convicciones –ya expuestas- en la observancia de los “profundos y argumentativos” debates que se verifican para seguir generando la crítica hueca. En fin, no estoy “al pié de obra”, aunque me reservo el derecho de opinar.
José A. Arias Frá



     


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