Por esa preocupación de leer y estudiar que siempre he tenido y que en ocasiones pasa de ser hábito y se convierte en acuciante necesidad, me siento motivado para tratar de entender lo que se oculta detrás de las palabras. En su interrelación queda expresado el pensamiento, el conocimiento, la verdad y la razón, no pocas veces también la pasión. Pero el que habla y escribe siempre se expone al riesgo de las interpretaciones y cuando se argumenta en apoyo de una ideología la tendencia más evidente es la de utilizar el valor relativo de las palabras a fin de crear conceptos –sobre todo en el contexto de las ciencias sociales- y en cuyo caso se propende con frecuencia a una apología de la justificación.
“Más allá de esa noble aspiración, está otra que es la del respeto al prójimo: un ideal sustentado en el amor a la libertad y en el papel regenerador y profético de la cultura, que constituye un genuino enunciado de paz y concordia entre los seres humanos” (1)
“Entendida de lo material a lo intangible, la cultura, tantas veces proclamada como general e integral, sitúa al ser humano como sujeto; hace resplandecer su dignidad como criatura y le otorga la certeza de que hay valores superiores en el espíritu.
“Ella hace que el hombre acate el orden social o que, cuando éste es soslayado, se rebele contra lo brutal e injusto en aras de una ilimitada inspiración que le lleva a aspirar a lo mejor, a lo más elevado, a lo ideal, al gozo pleno de su libertad…” (2)
Se me hace muy difícil entender que quien pronuncie estas palabras pueda ser la misma persona que, refiriéndose a la cubanía, piense y se exprese de este modo:
“El otro día fuimos a Birán. Y llegamos pasando todos aquellos campos y también por el pequeño pueblo de Banes. A propósito, alguien señaló que cerca estaba la casita donde había nacido Batista, pues resulta ser que el tirano vino al mundo en un pesebre.
“Fue el único de los presidentes no libertadores que pudo exhibir una foto descalzo y otra como retranquero de ferrocarril. Aquel a quien la vanidad perdió desde muy joven y que le respondiera a Jorge Mañach que no era el jefe del ejército, sino su líder. Precisamente, el servidor más fiel y más importante que tuvo el imperio…
“Y de pronto. Atravesando aquella comarca, entramos en otra, en medio de un valle que otrora fue el más cultivado vergel. Allí se nos explicó que, hasta donde alcanzaban los ojos y se extendían los ya vencidos cañaverales, un hombre, un inmigrante, ex soldado español de la guerra de Cuba, había ido comprando –metro a metro- aquella tierra y, sin saberlo, la había convertido en la frontera frente a la geografía de los grandes latifundios norteamericanos.
“En aquella masa verde de más de 800 caballerías, plantó los cedros, a cuya sombra levantó las casas que formaron el precioso e idílico batey. Entonces, se repetiría una historia, la de Marx, la de Céspedes, que es también la de Fidel y la de Raúl.
“Lo importante no es dónde se nace sino como se piensa. Lo importante no es lo que se dice, sino como se vive. Lo importante es vivir” (3)
Según he dicho antes, la acción de denostar no puede ser el camino de la interpretación ni del convencimiento. En el caso aludido y donde en efecto el ponente es la misma persona, la crítica a priori no puede ser un argumento válido. Este hombre, poseedor de una amplia cultura y cuyo esfuerzo encaminado a la justa preservación del patrimonio histórico nacional, aún en un medio que ha podido resultarle hostil y del que entre líneas da fe, debe merecer reconocimiento. La función que asume desde 1967 como historiador de la ciudad de La Habana y en sustitución de Emilio Roig de Leuchsenring, la ha desempeñado con entrega y tesón propios del historiador y humanista que vive en él. Parece, sin embargo, que el precio de su pasión ha torcido su voluntad en apoyo manifiesto de algo que no se compagina ni con su visión filosófica, ni con su religiosidad concomitante y práctica que no oculta. He ahí la razón de su ambivalencia. Eco de mi valoración, fueron las opiniones expresadas sobre el Dr. Leal, por el insigne y ya fallecido arquitecto Nicolás Castellanos, a quien escuché personalmente referirse a él con loas sobre su trabajo profesional.
“Nuestra acción recuperadora tiene como protagonista principal al ser humano, pues, en la medida en que se garantiza su desarrollo y el ejercicio pleno de su libertad, veremos florecer la cultura que señala la existencia verdadera e indiscutible de un pueblo y de una nación” (4)
“…Siempre he creído que debemos prepararnos para una relación intensa con los que han de venir de cualquier parte del mundo, sin el más mínimo temor. Es más, diría que el proyecto del turismo estará automáticamente fracasado sino acepta como posibilidad real, como medio para alcanzarlo, una relación directa que nos permita conocer al otro y salir de esa especie de caja de cristal que la insularidad supone y hace que todos vivamos atisbando que hay más allá del inmenso mar” (5)
Y, después de entender la propuesta me pregunto: ¿Es realmente la insularidad la causa de que los cubanos vivan como en caja de cristal?, ¿Quién o quienes se han encargado de “encerrarlos”?, ¿No sería lógico preguntarse por qué en otros casos de común condición el mar no se erige, como insalvable foso, en barrera infranqueable? Hay un “compañero” del Dr. Leal, y que milita con él dentro de las mismas instancias políticas, que hilvanó una risible respuesta al responder a un joven, de esos pretendidos “hombres nuevos” que la revolución ha creado, argumentando la tesis de una especie de apocalipsis aéreo si; quienes, y como recomienda Leal, tuvieran la opción de abandonar “La caja de cristal que la insularidad supone”
“La Isla lo transforma y lo cambia todo: la arquitectura, las personas, el acento, las comidas, los hábitos del vestir…Hay una manera cubana, un ser cubano, una cultura cubana y, en el pensamiento revolucionario y político, los cubanos hicieron para Cuba un diseño propio, desde los días en que el obispo Santiago José de Hechevarría y Elguezua organizara el funcionamiento del seminario de San Carlos y San Ambrosio, reeditando el reglamento de la nueva institución y preocupándose-además- porque se dieran facilidades a los profesores para preparar el elenco de sus asignaturas” (6)
Como escribe, con razón, el Dr. Leal; el verdadero historiador está obligado a “entrar en la época que describe”, pero me atrevería a recordar que siguiendo esta misma pauta no es factible crear hiatos para soslayar lo inconveniente. Desde los comienzos del período revolucionario y hasta 1980, año en que salí de mi país, se produjeron en Cuba dos procesos de depuración –fue éste el término que encabezó las directrices- en el nivel de educación universitaria: el primero en los tempranos 60, el otro 20 años después en los 80. El objetivo evidentemente no era el ejercicio de la libre cátedra por parte de los profesores y menos la tolerancia y el respeto con relación a los estudiantes, asi como de sus posibles criterios. Yo era docente universitario y puedo dar fe de lo que viví. Bajo una elemental condición de respeto a la libertad de criterio, la compulsión al ejercicio de una hipócrita, falsa y tendenciosa opinión, so pena de ser “depurado” no significa “dar facilidades a los profesores para preparar el elenco de sus asignaturas”; de manera que teniendo en cuenta el período de dos siglos que media entre el hecho histórico citado y los procesos de marras que refiero, el ejercicio de la libre cátedra retrocedió dos siglos; con el único propósito, aún vigente, de coartar la libertad, someterla a criterios pre establecidos y fortalecer la ideología, que como bien la definió Octavio Paz, no es otra cosa que una especié de “corsé” del pensamiento.
“Definimos nuestro proyecto como una defensa de la utopía. Creemos en la utopía, pero sino tuviéramos una base económica, nuestra utopía se convertiría en una fantasía, y andaríamos errantes por los distintos congresos del patrimonio y del turismo en el mundo, llorando porque en nuestro centro arqueológico todo el dinero se lo lleva el Estado central, como vi hace unos días en unas famosas excavaciones latinoamericanas. Maravillosas, pero todo lo que se recibe allí –no se cuántos millones- se lo llevan y después les dan una limosna. Allí mismo le pregunté a un arqueólogo: Y usted, ¿Por qué trabaja aquí? Y me respondió con la palabra clave: Por amor” (7)
Creo que no necesariamente semejante respuesta debe ser entendida como muestra del desinterés del estado –que el Dr. Leal denomina “central”- y que fuera de los pocos países que aún enarbolan y defienden la condición de socialistas marxistas, en ningún caso resulta más centralizado. Nadie desconoce el arquetipo funcional de los estados totalitarios de corte comunista, en donde la centralización no encuentra competencia ni en los casos de los estados que han sido o son gobernados por tiranos de cualquier signo político. Tan conocedor de la historia de nuestros países, a veces parece olvidar el Dr. Leal, el notabilísimo grado de conservación de los principales tesoros arqueológicos pre colombinos, inclusive tratándose de países que no cuentan con grandes recursos como Guatemala o Belice. Obra aparte la de otras naciones como Colombia, Méjico y Perú donde el amor al trabajo es, desde el punto de vista histórico, una tradición que el estado respeta y de la cual se enorgullece. Probablemente muchos de los profesionales cubanos que trabajan y se han desempeñado bajo la dirección del Dr. Leal, también lo hagan por amor; sobre todo sin tener en cuenta que allí, donde el estado todo lo controla, la remuneración no importa tanto; en fin de cuentas Leal siempre será su jefe y el Estado que él representa, su único empleador.
“Siempre he pensado cuanto pudo haber influido, antes de 1868, la admiración que suscitaba esa nación vecina que, aunando a sus trece colonias, había proclamado su independencia el 4 de julio de 1776.
“Para muchos cubanos de entonces, poniéndonos en su piel y en su conciencia, Estados Unidos debió ser como fue, en un tiempo para nosotros, la poderosa Unión Soviética. Sólo veíamos sus cualidades y nadie veía sus defectos” (8)
Es un hecho conocido, el de la historia del nacimiento de las relaciones entre Cuba y la desaparecida Unión Soviética; pero en política y sobre todo en economía hay un argumento que nunca resulta descartable: el de la geopolítica. En medio de la guerra fría las dos principales potencias contendientes se manejaban en los términos de conceder una enorme importancia estratégica a crear esferas de influencia cercanas territorialmente la una de la otra. Estados Unidos a través de la OTAN en Europa y con respecto a la Unión Soviética y ésta última con la posición de avanzada en esa misma área a la que bien se refiere el Dr. Leal como “Mediterráneo Americano”y que el castrismo le sirvió en bandeja de plata. Hacer historia de ideas que si bien existieron, nunca fueron posibles, ni viables, ni siquiera predominantes como se ha tratado de hacer creer, como en el caso de la anexión directa a los Estados Unidos; representa desconocer actitudes verdaderamente laudatorias como la de Juan Gualberto Gómez, amigo de Martí, organizador junto a éste de la Guerra de Independencia y brillante ponente en la Constituyente de 1901 en contra de la Enmienda Platt. No existe aquí lo que aparentemente pudiera parecer una contradicción: los cubanos nunca aceptaron la Enmienda que al final quedó abolida en 1934.
La historia de la nación cubana no puede escribirse sin aludir a la presencia del vecino norteño, razones geopolíticas así lo determinan y todos los historiadores clásicos le han concedido importancia a esa relación. Ramiro Guerra, José Antonio Portuondo, Herminio Portel Vilá, Fernando Portuondo, Leví Marrero, Manuel Moreno Fraginals, José Luciano Franco Ferrán, Octavio Costa; y otras notables figuras que, sin ser historiadores de oficio, han contribuido al conocimiento del quehacer nacional como en los casos de Manuel Márquez Sterling, José Vasconcelos, Manuel Bisbé, Jorge Mañach, Gastón Baquero y el doctor Luis Felipe LeRoy y Gálvez, químico de profesión y autor de la magnífica obra sobre el alevoso asesinato de los estudiantes de medicina en 1871, publicada en Cuba bajo el título de “27 de Noviembre de 1871: A Cien Años del Fusilamiento de los Estudiantes”
Ante semejante embate investigativo generado por la mínima nómina referida de nombres cuya autoridad nadie osa discutir; ¿Dónde quedaría la intrascendente muestra de la relación soviético-cubana pre revolucionaria? A excepción de algunos nombres como los de Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez y Raúl Roa García, en cuyos casos su filiación marxista era ya conocida antes de enero de 1959; y poseedores de una concomitante bibliografía, casi todo lo demás es historia vinculada a figuras representativas del anarquismo y el anarco sindicalismo que prosperó a finales del siglo XIX y principios del XX por intermedio de figuras como Diego Vicente Tejera, Carlos Baliño y Julio Antonio Mella. Para crear una relación forzada con el bolchevismo leninista y la revolución de 1917 y en una vinculación con la historia nacional traída de los pelos, otros historiadores de partido, han tenido a su cargo la encomienda: Julio LeRiverand Bruzón, Erasmo Dumpierre y el historiador-militar Jorge Ibarra se cuentan entre los más conocidos. Ahí está el testimonio de la obra en cada caso, los interesados pueden hacer su propio juicio.
“Una vez en casa del Canciller de la Dignidad, el doctor Raúl Roa, a quien recuerdo con tanto cariño y gratitud, un grupo le preguntó qué quería decir cuando expresaba estamos concordes. A lo cual Roa les contestó: Mostramos que estamos de acuerdo levantando la mano; pero estar concordes quiere decir estar con los corazones
“¿Están concordes con lo que se está planteando?, inquiría en la Asamblea. Porque no solamente se trata de estar con la conciencia; hay que estar con el corazón, ese receptáculo glorioso –y gozoso- donde se depositan los sentimientos del hombre y; en primer lugar los del amor. Mientras el cerebro se vincula con la razón, el cálculo, la idea…” (9)
El Dr. Leal es miembro de la Asamblea Nacional del Poder Popular, donde los records de votación parecen indicar que no suele votarse ni con el cerebro, ni con el corazón. El Dr. Roa, que fue vicepresidente de la Asamblea hasta su muerte y mientras ocupaba la presidencia Blas Roca Calderío, no puede haberse desentendido de sus propias elucubraciones y aceptar la unanimidad como algo posible en medio de un proceso determinado por una política unipartidista pre establecida; hasta hoy es así y le recuerdo a mis lectores la simpática visión del actual presidente, Ricardo Alarcón de Quesada, cuando cruzado de brazos escuchaba a Fidel Castro, a solo unos pasos delante de él y, cuando éste, argumentando en su discurso, mencionó la frase “no podemos permanecer cruzados de brazos…”; mirando hacia ambos lados de soslayo, descruzó los brazos y con un aparente rictus de nerviosismo en su rostro casi adopta la tradicional posición de atención. ¿Puede haber, del presidente hacia abajo, y en este cónclave, alguien dispuesto a ser “concorde” y dejar de estar “de acuerdo”? La respuesta no es asunto mío, la dejo a consideración, aunque más bien se hace evidente que el cálculo se impone.
“Algunos equivocados han pretendido buscar las razones para el levantamiento de Céspedes en La Demajagua en su origen burgués, o en el que sus negocios estaban quebrados. Se equivocan por completo los que consideran que el origen de clases –sólo y absoluto- es el que determina la filiación política de los hombres. No, pues la verdadera evolución, la que sorprende y conmueve, es la de las conciencias humanas” (10)
Nos trata de explicar el Dr. Leal que en medio de la virulenta represión colonial que antecede al comienzo de la Guerra Grande en 1868, no fueron solo y enfáticamente los factores vinculados a la teoría de la lucha de clases, con la consabida y marcada influencia del factor económico, los que motivaron a Céspedes para iniciar la lucha. Estoy completamente en acuerdo, pero a la vez recuerdo el énfasis obligado en adecuar la teoría de las condiciones objetivas y subjetivas para explicar el fenómeno revolucionario, aún desde los tiempos del presbítero Félix Varela y Morales, de cuya obra se hacía una selectiva muestra para fundamentar su pensamiento independentista. Frente a otras tendencias que debían ser explicadas en el crisol de la interpretación marxista de la historia y, en los tiempos de las más férrea intolerancia religiosa, era nulo el resultado para tratar de escrutar la fe católica en el pensamiento del padre Varela. Aún recuerdo la inclusión en cualquier bibliografía recomendada a los estudiantes por entonces, de un ensayo de Carlos Rafael Rodríguez sobre José Martí y el marxismo y, en mi memoria, es muy difícil cotejar la impronta del universalismo de Martí y de su amplio pensar, con ideas tan ajenas y solo de soslayo aludidas por él.
“Esta mañana llegamos a una obra en construcción, donde íbamos a filmar un programa televisivo, y vimos venir ingenuamente a un muchacho con una bandera norteamericana puesta en el pecho. La realizadora le pidió que se quitara de atrás porque no podía aparecer en la televisión con esa camiseta.
“Yo detuve el trabajo, fui hacia él y le expliqué que no era un problema de la televisión. Porque; en realidad –le dije- a mi no me interesa que haya banderas norteamericanas en ese tipo de ropa, lo que realmente me produce angustia es que existan personas que se las coloquen en sus pechos y cabezas. Y entonces choqué contra un problema cultural: su desconocimiento profundo de la historia, de las esencias…” (11)
Pues bien, tengo la posibilidad de contar una historia parecida, aunque no fuera parte de un programa en filmación y, como tantas otras, inadvertidas y sin trascendencia. Andaba por Islas Mujeres, Méjico, buscando un restaurante para almorzar, cuando desde un zaguán me abordó un joven y me extendió el menú impreso en un volante del restaurante para el que trabajaba; tenía puesta una camiseta con una imagen del Che, seguro de que no era cubano, le pregunté por qué la usaba y si me podía explicar de quien se trataba; sorprendido me dijo que creía que era “un revolucionario cubano y que sus amigos y él la usaban porque estaba de moda”. Ahora que leo la experiencia del Dr. Leal entiendo que lo que yo sentí, también puede definirse como “un problema cultural, atizado por un profundo desconocimiento de la historia y de las esencias…” Acepté su respuesta; pueril, vacua; pensando que sería similar a la de muchos en semejantes condiciones y terminé disfrutando de un agradable almuerzo en aquel restaurante.
Concluyo con una cita hecha por el Dr. Leal en su “Elogio a Eduardo Torres Cuevas” y en la que alude a José de la Luz y Caballero; donde el insigne maestro y patriarca de nuestro pensamiento decimonónico afirma: “Todas las escuelas y ninguna escuela, he ahí la escuela”, respetuosamente discrepo del Dr. Leal, cuando seguidamente agrega la que, en mi criterio, me parece una afirmación ininteligible y enmarcada en los cánones del totalitarismo se diluye en su significado al afirmar: “…lo cual se corresponde mucho con el sentir cubano” (12). La referencia queda inconclusa sino se hace la salvedad de que ello sólo es posible en condiciones de plena y absoluta libertad. La cita de Luz y Caballero, se explica por sí sola y no es connivente con la realidad del contexto político en que queda mencionada. Una vez más; parece ser contraria a cualquier afán ideológico.
Después de haber leído y estudiado, realizado acotaciones, seleccionado las citas y, consecuentemente, ordenar mi pensamiento y el material seleccionado; se me hace imprescindible incluir aquí lo que pienso sobre el autor de “Patria Amada”, y que ya había apuntado en el anverso de una página en blanco de su referido texto.
Eusebio Leal: Hombre que se refugia en su mundo interior conformado entre le enjundia sin límite de su pensamiento y la pasión de su espíritu, sin poder encontrar una coherente relación con el ambiente político que le rodea a pesar de defenderlo. Puedo, quizás, entender al hombre; lo que se me hace imposible es disculpar al ser humano que se expresa en los términos de un patriotismo ambivalente.
José A. Arias.
Citas.-
(1).- Leal Spengler, Eusebio: “Patrimonio y diversidad”.-En: Patria Amada. Pag. 90
(2).- Leal Spengler, Eusebio: “A Delio Carrera”.-Ob.Cit. Pag. 147
(3).-Leal Spengler, Eusebio: “Sobre la cubanía”.-Ob. Cit. Pp. 27-28.
(4).-Leal Spengler, Eusebio: “Para no olvidar”.-Ob. Cit. Pag. 98.
(5).-Leal Spengler, Eusebio: “En manos de la cultura”.-Ob Cit. Pag. 114.
(6).-Leal Spengler, Eusebio: “Elogio a Eduardo Torres Cuevas”.-Pag. 150.
(7).-Leal Spengler, Eusebio: “En manos de la cultura”.-Ob. Cit. Pag. 118.
(8).-Leal Spengler, Eusebio: “Sobre la cubanía”.-Ob Cit. Pp. 21-22.
(9).-Leal Spengler, Eusebio: “Sobre la cubanía”.-Ob. Cit. Pag. 23.
(10).-Leal Spengler, Eusebio: “Sobre la cubanía”.-Ob. Cit. Pag. 27.
(11).-Leal Spengler, Eusebio: “Sobre la cubanía”.-Ob. Cit. Pag. 23.
(12).-Leal Spengler, Eusebio: “Elogio a Eduardo Torres Cuevas”.-Ob. Cit. Pag. 150
Todas las citas perternecen a:
Leal Spengler,Eusebio.-Patria Amada. Ediciones Boloña, colección Opus Habana. Artículos, discursos y presentaciones glozadas por: Argel Calcines, Editor. La Habana, 2005.
Todas las citas perternecen a:
Leal Spengler,Eusebio.-Patria Amada. Ediciones Boloña, colección Opus Habana. Artículos, discursos y presentaciones glozadas por: Argel Calcines, Editor. La Habana, 2005.
Jose gracias por tu trabajo, pero Eusebio es en mi opinión otro animalucho reptil que lleno de cultura y educación encolada con "garrapata' ha hecho realidad aquello que dice; a quien buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija. lamentablemente ses buen árbol para el ha sido la gran desgracia de Cuba.
ReplyDeletedionisio