Friday, January 20, 2012

EN CUBA: DONDE LA NOTICIA SIEMPRE SUELE SER MALA.

Ocasionalmente el agitado mundo en que vivimos nos trae alguna que otra buena nueva; la norma, a contrapelo, es lo contrario; las malas noticias siempre sobran y algunas, inclusive, satisfacen la sedicia de quien las espera para alimentar alguna especie de malsano regodeo espiritual. Algunos anticipadamente huyen de las imágenes televisivas que son programadas para compulsar, junto al “rating” la curiosidad del televidente y que conjuntamente con la supersónica velocidad del internet, a través de los numerosos portales informáticos, permiten que se sepa todo: lo bueno y lo malo.
Lo que para mí no deja de ser curioso es que existan lugares que por excelencia son como una especie de redil permanente y original de la noticia infeliz y desalentadora, esa que con simpleza definen como mala. Habría que tratar de entender bajo qué condiciones algunos lugares, personas y en consecuencia, las circunstancias que las rodean nunca pueden constituirse o ser protagonistas de una  buena noticia. Evidentemente en todos esos casos las razones siempre suelen coincidir en esos predios enajenantemente mediáticos en donde nunca sucede nada bueno.
Pudiéramos tratar de recordar algún asidero para la eufemística imagen en cámara lenta, de un grupo de niños que corren -llevar a cabo semejante acción mistificando su tiempo real, es siempre sugestivo y hasta artístico- hacia la conquista de su futuro enlazada con un inalcanzable porvenir eternamente anclado en los cánones de la proposición. La elemental y para algunos cotidiana refrenda revisoría se convierte en esfuerzo improbable: de Cuba nunca salen buenas noticias y a veces las mejores pueden ser, y han sido, la de un grupo de balseros que coronó su riesgo sentados sobre un ríspido peñón oficialmente integrado a la geografía de Estados Unidos, en cuyo caso ni siquiera el testimonio gráfico es nacional; sólo las penosas razones de una migración sin precedentes.
Y si por intermedio de un esfuerzo tremendo y que quizás lo vivido me permite llevar a cabo, trato de recordar algo bueno en más de medio siglo; ni los protagonistas de la gran falacia semi secular, cuyas aptitudes histriónicas nunca fueron sobresalientes y que con el tiempo sufren un evidente deterioro, pueden aportar elemento alguno de felicidad; nunca han dejado de ser los agoreros del terror.  Curiosa y enrevesada mentalidad la de los que ven en la involución, materializada en la pobreza y la desesperanza, una coincidencia con el contento y la motivación, la alegría y el futuro. Allí solo pervive el germen de las malas nuevas y me asombra y me produce repugnancia la prosapia intelectual y la imaginación literaria de los acomplejados defensores de la insania.
Lo peor es que el horrible colofón de la mediocridad noticiosa a que la realidad obliga, siempre coincide con la muerte. Muertes, no se sabe exactamente cuantas, han habido demasiadas y quizás lo único nuevo, sea que ahora es imposible ocultarlas; eso hace más evidente y criticable la desfachatada actitud de los verdugos que en empírica comunión con el gobierno no suelen avergonzarse de sus crímenes y aún, habría que decirlo, su proceder es una especie de advertencia pre-luctuosa a lo que ellos mismos y sin rubor llaman una actitud pre-delictiva.
En Cuba y por decreto, nadie puede ser bueno si no es esencial y humanamente malo y todo el que discrepa, disiente o se rebela está condenado de antemano a convertirse en el protagonista de una mala noticia y formar parte de una lista de procaces y diabólicos ciudadanos que no hacen honor a su gentilicio y en consecuencia no lo merecen. Es obvio que los que propalan la historia se olvidan del verdadero significado de la maldad que está en el origen de quienes ejecutan las órdenes atrincherados en intereses malsanos. Es triste pensar que los hacedores del caos hayan sido capaces de generar este peculiar galimatías de la propaganda que siempre termina incrustando involuntariamente en nuestra mente otra mala nueva que recrudece e incrementa nuestra infelicidad nacional: la de la muerte injusta e innecesaria de un compatriota. Descanse en paz Wilman Villar.
José A. Arias


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