Thursday, December 1, 2011

CUBA: ENTRE EL HAMBRE Y LA MITOMANIA.

Es probable que los cubanos aun no tengan perfectamente establecido lo que quieren, pero de lo que estoy seguro es que saben lo que no quieren. Esa es una buena manera de comenzar a proyectar, como pueblo, sus preocupaciones; recientemente escuché a alguien opinar acertadamente al respecto al decir: los cubanos abogan, sin saberlo, por un capitalismo con comida y desdeñan el socialismo con hambre del que han tenido demasiado. Si tratamos de cotejar esta sentencia con la idea anterior, se establece una sintonía innegable con las cosas que estamos observando.
Hasta ahora la pertinaz propaganda alienante del gobierno, con mayor o menor dificultad y con cierto resultado a su favor, ha servido para conjurar y lo que es peor, posponer, las reivindicaciones que son imperantes e ineludibles para el funcionamiento de cualquier sociedad y que sólo son viables por intermedio de la relación democrática entre pueblo y gobierno. Al no haber opción (esta es una palabra borrada del vocabulario de los cubanos y sustituida por otra –“orientaciones”), como conviene a los ejecutores que actúan desde el poder, la democracia adquiere la categoría de argumento desconocido.
Muchos analistas coinciden en que una nueva estrategia basada en un enfoque de carácter verdaderamente popular, espontáneamente se está manifestando en la actitud de las personas que protagonizan las protestas que se están produciendo. No es el factor político el prioritario, aunque allí donde todo tiene un matiz relacionado con la política; el hambre y las necesidades materiales en general, representadas por ese engendro conocido como “libreta de abastecimiento”, se transforman automáticamente en una fuerte, definida y consistente demanda política.
Ante una coyuntura con esas características, el pretendido proyecto gubernamental está totalmente agotado. No importa que se inventen argucias, que se traten de reeditar consignas que carecen de valor sustancialmente inmediato, que se lleven a cabo congresos, plenos –todos del y por el partido comunista, el único); para los cubanos de hoy, todo queda en familia y literalmente es así. Los cubanos no quieren seguir escuchando mentiras de una casta que desde el poder ha hecho de la mitomanía una costumbre y, en consecuencia, se atreven a pintar un cartel con una simple leyenda: “BASTA YA DE MENTIRAS AL PUEBLO CUBANO, QUEREMOS EL CESE DEL HAMBRE, LA POBREZA Y LA MISERIA DEL PUEBLO”
Otro analista apuntaba un importante detalle: en Agosto de 1994, la protesta que se produjo –se refería al hecho conocido como el “maleconazo”- fue enmarcada en una sociedad “cerrada” en la que no habían existido, ni era aún posible y mucho menos probable que así fuera; algún tipo de reformas. Ahora las protestas tienen como escenografía las tímidas y lentas reformas propuestas por el gobierno. La calificación dada por la población al actual estado de cosas se resume de manera clara y contundente en la leyenda de la sábana enarbolada por dos mujeres.
Muchos se preguntan por qué es tan sobresaliente el papel de las mujeres, no soy precisamente yo tratando de elaborar una respuesta quien la da; creo que Eliecer Ávila –el joven que ridiculizó a Alarcón- acertó en gran medida al decir: es la mujer la que tiene que buscar con que alimentar a sus hijos y su familia, la que padece cotidianamente el dolor de cabeza que representa llevar un plato de comida a la mesa cada día. Si tenemos en cuenta algunas de las exclamaciones escuchadas podemos concluir que la pobreza toma cuerpo por intermedio de la realidad de un salario real que no alcanza para pagar cinco pesos por una libra de arroz o que convierte un litro de leche en objeto de un escamoteo para la supervivencia, en un medio donde las promesas y los mitómanos partidistas prometieron hace muchos años un paraíso, capaz de hacer palidecer la imagen de los míticos Jardines de Babilonia.
Pero lo más interesante es la reacción a la acción desenvuelta por quienes tienen como oficio ejercer la represión a lo que ellos se refieren como “mantener el orden público” Todos sabemos que llegado el momento en que la masividad de las protestas, que tendrá que producirse, es inevitable que así sea; ya no serán simples policías, harán su aparición los antimotines, los gallos negros, las tropas especiales y toda esa claque de “puros a prueba” cuyo nivel de compromiso los compele a actuar sin escrúpulos. Tendrá entonces el régimen sus esbirros conocidos no solo entre los cubanos a quienes victimizan, también se hará pública y condenable su imagen de represores para quienes han dudado de la verdadera enjundia del sistema, imagen mucho más cercana a las vividas en otros tiempos, por otras personas, en otras latitudes, pero motivadas por circunstancias similares y, sobre todo, con resultados muy parecidos a los que hemos visto y veremos también en nuestro medio.
No se puede perder de vista el papel de la tecnología contra la que la tradicional ignorancia auspiciada y alentada por el régimen nada puede. Los comunistas han caído en “la red” de la Web y como sardinas sin oxígeno en las artes de los pescadores, dan sus últimos coletazos tratando de sobrevivir. A veces parecen pretender la creación de una “red” dentro del agua pero no pueden evitar que penetren “peces” que atrapados pretenden nadar libremente y eso, créanme, no van a poder evitarlo. Algunas evidencias respaldan esta tesis.
Sus congresos, asambleas, mesas redondas, plenos y toda la gama de recursos en los que se han desgastado en el marasmo de un país y un proyecto no funcional se les viene encima y los enterrará en el caos que ellos mismos crearon. ¿Cuándo sucederá?, es difícil calcularlo, pero lo que si va quedando evidenciado es que no está al alcance de quienes crearon el problema, resolverlo. Es de esto de lo que el pueblo esta tomando conciencia y esa la razón de que busque el camino. Ya encontrarán los cubanos la manera de llegar a saber lo que quieren, mientras, y como ha sucedido en otras partes, se afianzan en la idea acerca de la certidumbre de lo que no quieren.
José A. Arias.
Nota.-Soy cubano, nadie puede negarlo, y como a otros que viven imbuidos de un sentimiento servil, no me pagan por decir lo que pienso. No es mi caso, por suerte mi medio de supervivencia, que no está relacionado con nada de lo que escribo, me deja en la libertad de no estar atado a ningún compromiso con algo o alguien. Me tiene sin cuidado cualquier acusación de los críticos de ocasión.


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