Mucho me temo que en asunto tan importante como la religión, la premura y la falta de un tratamiento más específico, vinculado al ser humano como tal; no sea la pauta que se siga en la actualidad para llegar a conclusiones más o menos válidas. La superficialidad no es un aval apropiado para entender la influencia de más de dos mil años de historia de la Institución Eclesiástica.
Partiendo de una visión focal y dentro de un ambiente al cual ya me he referido en el trabajo anterior a éste, y a fuero de ser rectificado por quienes conocen mejor el carácter ontológico de la teología; se impone una especie de proceso de simplificación casi matemático y un tanto empírico en lo temporal (cronológico),y que hay valores comunes a cualquier análisis, en cualquier época y bajo cualquier circunstancia. Tengamos en cuenta entonces los dos más importantes: la fortaleza secular de la Iglesia-lo cual no está a debate aquí- y el argumento de la fe del individuo.
En el primero de los elementos existe una especie de “hilo de vinculación” que funciona como una correa trasmisora de una gran parte de la influencia emanada de la Historia, lo cual no significa que la Historia en si, sea un desgajamiento de la Historia de la Religión –fundamentalmente católica y en el Occidente de habla castellana- pero sin dudas ha sido, el único y relevante cauce por el que la Historia, entendida de cualquier manera (hechológica y elementalista o científicamente) se conduce en medio del decursar del tiempo cronológicamente ordenado.
El segundo elemento, sin dejar muchas alternativas a una posibilidad de análisis, es parte integrante de una actitud y una actividad individual de la persona que si bien cambia con el tiempo, enfrenta al hombre con la duda en su medio social específico: se trata de lo que atinadamente se define como Fe. El ensayista español Salvador Pániker dice al respecto: “…el vocablo fe no significa lo mismo en el siglo XIII que en el siglo XX (menos aún en el XXI, N.de A.) La distinción entre personas decentes y las que no lo son va menguando, igualmente va menguando la distinción entre creyentes y ateos. Ambos, creyentes y no creyentes dudan; pero en un caso es la fe la que duda y en otro caso es la duda la que busca la fe (todo ello), ambas actitudes se encuentran en la duda, lugar propio de la razón” en cuyo caso me permito agregar que el planteamiento anterior refuerza el argumento de la eficacia y la perdurabilidad de la fe.
¿Puede ser capaz el elemento histórico, aún encarado desde un punto de vista trascendental, de voltear la página y dejar a un lado la influencia de los vectores mencionados? Se me hace realmente imposible y en términos eclesiásticos, bíblicos; una blasfemia, aun en el caso de los que dicen carecer de fe. La religión ha estado allí porque originalmente constituye un acto de fe y una respuesta cuyo contenido carece de decisiva y final contundencia argumental hasta hoy. Eso quiere decir que su influencia a cualquier nivel social es imperecedera, no por divina; sino por la valía que la fe como tal le concede, sumada a la incapacidad del hombre de encontrar respuestas definitivas en este sentido.
De lo anterior se infiere que tratar de aminorar el efecto de la fe es nadar contracorriente y para quienes lo han intentado, la Historia de los hombres tiene una respuesta terrenal, concreta y contundente, veamos: bajo el título de “Por una propaganda efectiva del ateísmo” Pravda, con fecha 27 de julio de 1968 publicó un artículo del cual reproduzco el siguiente contenido:
“En la etapa actual de desarrollo de la sociedad soviética, cuando se resuelven en una escala inmensa los problemas de la constitución del comunismo, nuestro partido le da una importancia particular al trabajo ideológico…la parte más importante de este trabajo es la que hace referencia a la necesidad de acentuar la propaganda científico-atea” y se agrega más adelante, “…sería falso y además perjudicial creer que la religión morirá por ella misma. ¡No!. La formación de una conciencia comunista es imposible sin una lucha contra la ideología religiosa”
Cuarenta y tres años han transcurrido y la Rusia Soviética y en adición el mundo que regentaba, son parte de un pasado que, como ahora en nuestro caso, constituyen un mero referente histórico. Pero la institución eclesiástica sigue viva sostenida por la fe de los creyentes ortodoxos, los circunstanciales y los que parecen adherirse a una especie de virtud ocasional en dependencia de las circunstancias que casi nunca coinciden con las benevolencias o las carencias propiciadas por los vaivenes políticos a través de los tiempos.
Para concluir con respecto a lo anterior reproduzco un análisis de Jaume Miravitlles quien nos dice: “…Es evidente que el marxismo considera absolutamente imposible un diálogo con cualquier religión, si no está destinado a destruir sus tesis espirituales a favor de la tesis materialista”. ¿Es esto hoy diferente? Con certeza absoluta puedo afirmar que no y aun más, la Iglesia Católica bajo las circunstancias de la llamada “post-modernidad” sabe que es así y allí donde se le tienden trampas a la fe el único objetivo válido y final para sus contendores es conseguir su desaparición.
La Iglesia de Roma, enfrentada a sus enemigos durante dos milenios ha terminado siendo siempre la vencedora porque la Historia a puesto de manifiesto que sus adversarios circunstanciales se involucran en un estado de cosas donde la fe es el factor común en el tiempo de la vida de los hombres y en el decursar de sus generaciones, aún de aquellos que no creen y que al decir de Pániker se sitúan en el lugar común que la duda les crea. Reprimir, controlar, escamotear, solo son recursos que reflejan efímeras ventajas de ocasión; la fe, aunque no esté definida en una tendencia específica es un argumento que va con el hombre y forma parte de su misma esencia. En ese diálogo con su conciencia que los seres humanos son capaces de mantener, aun en medio de la adversidad más acuciante, vale la pena recordar aquellos versos de Machado de su poema Retrato: “Converso con el hombre que siempre va conmigo…mi soliloquio es plática con ese buen amigo… que me enseñó el secreto de la melancolía …y cuando llegue el día del último viaje…y esté al partir la nave que nunca ha de tornar…me encontrareis a bordo, ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar…”. Ese no ha dejado de ser hasta hoy, e independientemente de su voluntad, un superlativo y último recurso para la salvación, física, contundente, real; e inmediatamente conseguida.
Olvidan los que se empeñan en infaustos y fallidos vaticinios, que aún disfrazados de creyentes, su hipocresía y su soberbia los invalidan ante la fe y la Historia. Su lugar en ella siempre tendrá abierto un espacio en el que muy a su pesar tendrán que aceptar la valía de la contundente respuesta del filósofo español Julián Marías al ser interrogado acerca de su fe: “Dios hace de mi lo que quiere, pero lo que quiere es mi libertad”.
José A. Arias.
CARACTERISTICO ARTÍCULO DE REALMENTE PROFUNDO SENTIR Y PENSAR.
ReplyDeleteSÓLO DIOS BASTA, dijo la Santa de Avila Teresa.
Pero es que a muchos hoy, sólo el mundo les llena y les sobra, en un vacio llevado por el demonio, para acabar en sus fosos sin remedio al pasar el tiempo, y perder la fe y su vivir, sin alma ya entonces.
Gracias por su apreciación. José A. Arias
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