Thursday, October 20, 2011

LA COLMENITA, ABRACADABRA Y LOS ZÁNGANOS.

Es bueno advertir mi aversión por las participaciones histriónicas de los infantes, quizas a muchos les parezca errado de mi parte y me atrevería a pensar que tendré en contra de mi opinón un gran número de personas. Creo que el desempeño de la actuación, por elemental que sea, sugiere cierta dosis de hipocresía -en el sentido más genérico del término- que no le es dable a los niños. En función de lo anterior, la no existencia de una conciencia plena -parte de la personalidad en formación- aún en el caso de un adolescente; victimiza en cierto sentido la existencia del niño-actor, algo que me parece un acto de insensibilidad Respeto el criterio, aun de los padres que consideren el teatro infantil como una manifestación espontánea y viable en esos términos. Personalmente no coincido con ello.

Dicho lo anterior que es casi una salvedad -o lo que en inglés llaman "disclaimer"- entremos en materia. No quiero hablar de lo que ya otros han abordado hasta la saciedad: las campañas burdas que se orquestan sin mucho miramiento en el afán de reivindicar causas volátiles y de argumentación ideológica. En el tema está fuertemente implícito el daño que puede hacer el tratamiento ideologizado de un asunto. Visto de esa manera no es necesario argumentar demasiado en torno a una pregunta que no tiene respuesta: ¿Cómo entender que niños de entre 6 y 11 años de edad puedan convertirse en defensores conscientes de una temática de fuerte contenido político e ideológico?

Escuché al director de este grupo de teatro infantil llamado "La Colmenita", procedente de Cuba y de gira por varias ciudades norteamericanas, expresar que viendo la televisión americana (trato de recordar sus palabras con la mayor exactitud posible) vio como a un grupo de niños de kindergarten les hablaban de Marthin Luther King y decía que era plausible el hecho de que los países tengan el derecho de inculcar a sus niños el amor por sus héroes (sic). De ser cierto lo que el señor director alega es necesario recordar que en un medio donde impera el respeto a la opinión, donde el adoctrinamiento no se impone como parte de una política educacional que proviene del estado, ello es criticable, censurable e inaceptable; pudiendo llegar a ser judicialmente dirimible en un proceso que la ley ampara y, según los involucrados estimen, llegar a ser punible.

Lo anterior puede parecer ajeno y extraño a quien o quienes son el producto de una formación impuesta desde la óptica del poder, como en el caso de los defensores de una actitud de irrespeto a la infancia que permite un acto de violación que sí es consciente, imponiéndole a un niño el abanderarse con una ideología que por razones elementales no es capaz de comprender. Desde otra óptica me parece un abuso flagrante de la visión infantil del mundo circundante en formación que, aunque en diferentes circunstancias, puede ser tan criticable como las acciones llevadas a cabo por el difunto Michael Jackson -posteriormente exonerado de culpa tras un arreglo con la parte acusadora- al meter en su alcoba y en su cama niños en la hacienda Neverland, o los execrables desafueros cometidos  por la gavilla de Sergio Andrade -compositor y productor mejicano- prometiendo a menores el éxito en una futura y supuestamente rentable vida artística, mientras eran explotados sin miramiento y  hasta con el consentimiento de los propios padres, como sin dudas, sucede también en el caso que nos ocupa.

No son situaciones similares, pero hay un hito de relación en lo tocante al manejo de la voluntad infantil con propósitos espurios, políticos en este caso. De ello no tengo duda alguna. Se añade, por último, un ingrediente de malsano melodrama, cuando de forma sensiblera se pretende manejar la opinión de quienes no tienen claros los conceptos descritos y lo que es peor, mucho menos la forma de enfrentarse a planteamientos que puedan contribuir a una reflexión que los haga pensar. Llevado a cabo un procedimiento de esta narturaleza sería justo decir que quien comparte el criterio de considerar todo lo anterior como un acto de buena fe y patriotismo, le asiste el derecho; lo imposible es creer que se actúa correctamente al afirmar que presenciar menores espetando diatribas, es un acto de justicia inspirada en el más sublime y conspicuo acto de amor patrio.

Por último me pareció muy buena la recomendación de un conocido abogado del medio que sugirió llevar a los niños a visitar Disneylandia y dejar que quienes quieran ver la puesta en escena de  "Abracadabra" creada para los niños actores por los zánganos de la colmena; acudan, aplaudan e inclusive recomienden a otros que lo hagan; pero si verdaderamente y en lo recóndito de sus conciencias no sienten verguenza ajena al ver un niño espetando bocadillos propios de un agitador de barricada, con enorme tristeza tendré que concluir que los zánganos no tienen remedio.

José A. Arias.


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