Wednesday, September 7, 2011

INVOLUCIÓN EN LA REVOLUCION.

Con el propósito de expresar las razones de un fracaso que es ostensible, trataré de expresar ideas muy simples y para ello he de acudir a los argumentos por todos conocidos, inclusive por quienes se empeñan en no tenerlos en cuenta, o de atenuar sus efectos. El contenido de éste trabajo es un resumen en el que se hace dejación de los consabidos datos estadísticos; factibles, por demás, de ser encontrados en numerosos estudios realizados al respecto. Más bien lo que me interesa es demostrar porque Cuba como nación es en gran medida la negación de lo que supuestamente pretendió ser y porque no es posible tratar de paliar, u ocultar mediante el uso del terror, la fuerza y la represión; verdades que se hacen evidentes y a las que, cada vez en mayor medida, se les trata de encontrar una respuesta ajena a las alternativas gubernamentales.

En el contexto de una explicación consecuente, no habría que hacer demasiados esfuerzos para demostrar lo que en el concierto de naciones, Cuba hoy representa. He de insistir en que numerosos y serios estudios realizados grafican con creces en el frío, pero proverbial mundo de las estadísticas, todo lo que puede decirse.

En consecuencia estimo que una actitud sincera debe estar precedida siempre del reconocimiento de las limitaciones; lo demás es engañarse a sí mismo o engañar a los demás de una manera culposa, y en el caso que nos ocupa; menos lo primero, pero siempre lo segundo, es exactamente lo que hacen quienes ejercen el poder en Cuba.

Si nos atenemos a llamar a las cosas por su nombre, el descalabro de Cuba como nación desatinadamente insertada en la modernidad contemporánea, se originó al tratar de construir, sin éxito, el desarrollo económico basándose en la improvisación y en medio de una absoluta falta de sentido común que, para nuestra desgracia, resultó ser el menos común de todos los sentidos. Quien conozca la historia, grosso modo, ha de saber que fue y aún sigue siendo así.

Basándose en una concepción peyorativa y excluyente se pasó de una supuesta relación de dominación, que en gran medida no era otra cosa que una entelequia para las consignas, a otra que si resultó ser verdadera y comprometedora pero amparada en las mismas eufóricas consignas que pretendieron combatir todo lo vigente con anterioridad; incluido el estado de derecho y las instituciones conformantes de la sociedad civil. Un factor inmediato de influencia temporal –el golpe de estado del 10 de marzo- fue el único pretexto para inducir la confusión.

La falta de visión política, una alta dosis de elevada pasión por los caudillos y la demagogia y el populismo fueron los elementos para concluir la escenografía en medio de la cual ha sido conculcado el destino de la nación cubana. La llevada y traída “batalla antimperialista”ha sido el único argumento capaz de justificar cualquier horror, aunque ello por sí mismo pueda constituir el peor de los errores. El clásico discurso demagógico e incestuoso, de trinchera y barricada, es siempre en todos estos casos la envoltura capaz de ocultar los mecanismos reales para la detentación del poder en la medida de una eternidad que se disfraza de histórica y justiciera.

Miles de páginas se han escrito –en contra y a favor- para tratar de justificar o analizar lo que se anunció bajo los caros propósitos de exhibir un estado soberano, el cual ha devenido en un completo fracaso. El “modelo cubano” que en realidad es inexistente no sirve a nadie de paradigma político o social y mucho menos económico y aunque halla intentos de revitalizarlo bajo otras denominaciones es medularmente irreproducible; más allá de la pretendida contraposición socialismo versus capitalismo, hoy inexistente. La única evaluación real está reflejada en el estancamiento político y la falta absoluta de una opción democrática.

El resultado de lo anterior es la exclusión de los ciudadanos de las alternativas del mundo moderno donde impedir el acceso a la tecnología no es sólo una necesidad que va de la mano de la represión sino también una imposibilidad del estado totalitario que no produce bienes para generar el consumo y muy importante, no se trata aquí de defender el consumismo insensato, pero si del gasto necesario para impulsar la competencia a nivel individual que cualquier estado moderno necesita. La ineficacia productiva es en lo económico una respuesta a la represión socialmente ejercida y su consecuencia más notoria, inevitable e insuperable.

Todo lo anunciado en el marco de la “emancipación antiimperialista” se ha convertido en una estafa por la que una población creciente y hasta cierto punto ignorante de la verdadera realidad histórica, aún en el ámbito pueril de las promesas, ha tenido y tiene que pagar un elevado e inmerecido precio. Habría que tener una muy obtusa y/o parcializada mentalidad para poder entenderlo de otro modo fuera del discurso ideológico. Aquí no existen alternativas de discrepancia en el plano de la lógica, puesto que tratar de aplicarla a lo sucedido no sería otra cosa que negarla. La lógica de la razón sólo procede cuando entre los argumentos en contraste existen variables de compensación; en el caso que nos ocupa y al menos desde mi punto de vista la pobreza tangible del argumento ideológico es tal, que sencillamente lo invalida.

Es evidente que no para todos el supuesto intento de edificar una nación próspera basada en la independencia política constituyó el aliento de sus ideas y su proceder, pero todos los que entendieron su motivación en esos términos han sido paulatinamente eliminados y sacados del juego, cuyas reglas impuestas desde “arriba” eran muy diferentes de los subterfugios en que pudieron haber pensado.

Si verdaderamente la inteligencia, la conciencia y el cauto proceder hubieran sido la brújula para emprender el camino, quizás los resultados habrían sido diferentes; pero en medio de la orgía revolucionaria el terror se apoderó de todo y de todos, aún los que tempranamente comprendieron la verdadera esencia del problema y pagaron por ello un precio muy elevado. El resultado lógico e indiscutible es lo que se evidencia hoy en donde la única manera de seguir aferrándose al poder es tratando de perpetuar el engaño.

Llegado el momento en que la sociedad cubana se ha ido consumiendo a través de varias generaciones en el más absoluto ostracismo y cuyo aislamiento solo le permite un mínimo de vinculación con sociedades similares que no abundan en el mundo actual, el único resultado posible es la frustración colectiva y en el plazo inmediato, la desesperación. No se puede desconocer que el resultado de vivir entre eufóricas y falsas consignas es lo que conduce a “caminar al borde del precipicio” y el percatarse de ello y no proceder en consecuencia alejando a las víctimas de la catástrofe, hace a quienes propician y ejercen la demagogia aun más culpables.

Como en otras ocasiones, recuerdo aquel ensayo de Regis Debray ¿Revolución en la Revolución?, cuando desde la óptica del euro socialismo de los 70 y obnubilados con los supuestos logros de la revolución cubana, se pretendió dar un contenido formal al “internacionalismo proletario” y donde los fallidos intentos guevaristas se revirtieron en el pago de una alta cuota para la nación cubana. Para llegar al momento en que hoy se encuentra el país, son muchos y de muy diversa índole los fracasos enfrentados pero el resultado no es otro que el total desgaste de la sociedad cubana, alejada por fuerza del cauce en el que una nación debe utilizar sus recursos en función de su propio desarrollo y no malgastarlos enfrentada a proyectos ambiguos, de dudosos alcances y resultados intangibles. El heroísmo de una nación y de su pueblo no tiene nada que ver con los afanes de gobiernos que se equivocan, sino con la capacidad de poder sustituirlos para que los errores no se perpetúen y poder salir del marasmo creado por la confusión de haber caído en semejante error.

Para los que sin mucho que decir tratan de imponer la tautología disfrazada de verdad y acusan a los que no comulgan con ruedas de carreta de lo que ellos en realidad son; la siguiente pregunta puede ser un buen colofón: ¿Es el estado cubano, bajo el gobierno actual, capaz de resolver los problemas más acuciantes de la población sobre la que ejercita su poder? Si la respuesta es positiva, predeterminada y a priori; habría que demostrar cómo y cuándo. Pienso que para muchos está claro que ello no es posible; sobre todo, porque en el mundo hoy es muy difícil ocultar la verdad y la brecha otrora insalvable entre realidad y fantasía, así como culpar a terceros constituye una retórica desgastada y vacua.

No me parece adecuado creer que fuera de los marcos de una ortodoxia religiosa y en consecuencia, irremediablemente fanática; una sociedad pueda propender al acto de masoquismo colectivo. Los bonzos de tales ideas se cuidan muy bien de permanecer a buen recaudo –dentro y fuera- creando una avanzada del oportunismo revolucionario. Quienes a la sombra de las circunstancias que alegan combatir andan con las banderitas y las consignas a cuesta no representan mas que la rentable fórmula de “hagan lo que digo, pero no lo que hago”, al fin es una buena alternativa para seguir medrando.

Los que padecen el resultado del experimento, tras largos años de frustración y sin el atisbo de alguna mejoría, representan gráficamente la involución de la revolución, única causa de sus problemas y a la que cada vez en mayor medida se atreven a denunciar coherente y consecuentemente. El tiempo no ha transcurrido en vano, parece que por fin le está pasando la cuenta a sus conscientes e incautos dilapidadores.

José A. Arias.






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