Ahora que nos llegan noticias alentadoras del que, en su tiempo, los inefables y astutos compañeros de viaje denominaron “continente de la esperanza” -África- tendríamos que hacer memoria de algunas de las razones que tuvieron para ello. Recuerdo los tiempos de la Conferencia Tricontinental en La Habana de entonces y en la que sin sobrados recursos para vivir decentemente –como sigue sucediendo hoy- no se escatimaban esfuerzos para tratar de crear bloques de países unidos por el “sagrado” afán de combatir al imperialismo y su consiguiente argumento de parcializada y contumaz tendencia: el neocolonialismo.
Ello demuestra que todos aquellos afanes eran “tareas priorizadas” que con el viento a favor y en medio de la guerra fría, podían ser argumentos muy redituables para sus autores e impulsores. En Cuba, y como uno de los acuerdos de la “Tricontinental” se creó la OSPAAAL (Organización de Solidaridad para los Pueblos de Asia, África y América Latina); había que trascender el limitado marco de una “revolución bonsái” (*) que quedaba pequeña a sus autores al aliento, sobre todo de su gran precursor; de ínfulas e intereses desmedidos y que habrían de ser muy costosos para el pueblo cubano.
No es dable en los términos de un artículo incluirlo todo, se ha escrito mucho al respecto; aunque uno de los esfuerzos más loables y completos es el de Juan Benemelis en su libro “Las Guerras Secretas de Fidel Castro”, de obligada referencia; el lector encontrará allí la específica razón y las causas de lo que antes afirmo. Digamos que la ola desatada por la descolonización de África ,que encaró al mundo con el propósito real y espureo de muchos “dirigentes” nacionales en aquel entonces, sirvió de trasfondo para poner en evidencia, lo que potencialmente primero, y prácticamente después, se convirtió en el camino para llegar al momento actual.
En el trasunto de la oleada de inconformidad desenvuelta en el mundo árabe en la actualidad, está la consecuencia de lo que puede ser considerado uno de los fracasos más estrepitosos y gráficos del socialismo como “tesis para la liberación”. El abuso sinuoso y parcialmente intencionado de algunos “líderes” devenidos en tiranos del tercermundismo y el antiimperialismo, sólo ha servido para abrir los ojos a las víctimas de una herencia histórica que si bien no fue buena en su momento, no hizo otra cosa que cambiar los parámetros de la dominación y hacerla aún peor.
La contemporaneidad se ha encargado de ir poniendo las cosas en su lugar y a quienes aún apuestan por la identificación entre el terror y las dictaduras de izquierda –las de derecha han demostrado su insolencia per sé- en evidencia. Las tesis mesiánicas reforzadas por la ortodoxia de algunas creencias de sus representantes y que siempre serán usadas como un freno a la desobediencia y el desentendimiento, han dejado de ser una amenaza. Es impresionante y significativo que la voz de fuego ante lo inadmisible, no se diera por intermedio de los disparos contra los imperialistas y por sus aguerridos opositores, obligados ahora a poner en fuga su vejez ideológica y física, además de su desnudada tozudez en contra de los afanes neocoloniales con los que se vistieron. Por supuesto y desgraciadamente, dejar el terror a un lado implica en estos casos el riesgo de la vida y por lo regular los culpables siempre hacen uso de las armas antes de ascender al patíbulo. o desaparecer por cualquier otra vía. Los que lo intuyen, han estado dispuestos a encarar el reto.
La guerra fría terminó, casualmente, de la misma manera; desapareció la URSS, el bloque euro oriental bajo su férula, cayó estrepitosamente el Muro de Berlín e inexplicablemente algunos de estos personajes tratan de aferrarse a las ruinas que la libertad, sobre todo informática, ha sepultado por el bien de la humanidad, definitivamente. Para mi queda evidenciado que el propósito de quienes así actúan se debate entre su personal existencia y la malsana idolatría por lo que no resulta posible. Ello puede tal vez, explicar lo que pudiéramos llamar la inaudita alternativa de los gerontes y, en los casos más deleznables, la de los oportunistas que venden el alma al diablo por el disfrute terrenal de sus propósitos, inventando nuevos derroteros para un futuro peor.
Hoy cuando los rebeldes están a punto de sacar a Muammar Kadhafi de Lybia, cuando la mano de hierro del heredero del poder en Siria, Al Assad se va calentando para fundirse ante la arremetida en contra de su propio pueblo, y donde ya han sido juzgados y lo están siendo otros tiranos que se hicieron con el poder al aliento de las “conferencias y muestras de solidaridad” de los “quijotes” encabezados por Ché Guevara y aupados por Fidel Castro desde su incendiario bunker, en una Isla que no merecía su destino; estos pseudolíderes de luengas barbas, apariencia extemporánea y sobreseído discurso, se enfrentan a una realidad que nunca imaginaron: Internet y Redes Sociales –algo muy ajeno a sus trincheras y sus armas, sus inflamados discursos y su inaceptable verborrea antiimperialista. Barrer la basura bajo la alfombra y crear argumentos a la medida, se identifica hoy como una argucia estalinista desmantelada en sus dimensiones reales. Si Pasternak o Solzhenitsin y hasta el mismo Sajarov hubieran vivido plenamente estos tiempos, sus esfuerzos habrían tenido resultados inmediatos. Desgraciadamente el Gulak y esa especie de remedo a lo cubano que fueron las UMAP, sólo tuvieron efecto entre sus víctimas, otros han debido imaginarlo y aún en el caso de creerlo, del dicho al hecho hay largo trecho.
¿Qué pensarán ahora los que alentaron el terror? Para ellos es difícil callar por pudor, es algo que les resulta improbable y muy ajeno a sus naturalezas patriarcales. Pero la andanada informática se les viene encima sin que puedan hacer nada. Me consta que en su fuero interno, también “culpan al imperialismo” de su descrédito actual; sólo la libertad en su amplio diapasón ha permitido desenmascararles y la única alternativa que les queda es la de aminorar los efectos de estos benditos tiempos que hacen imposible la demagogia y la mentira.
No temo en lo absoluto a lo que pueda venir, el origen de lo que sucede hoy en el Magreb no es ni con mucho una revolución por el socialismo; este terminó de sepultar las libertades conculcadas por el colonialismo y quienes luchan por desenterrarlas no representan un regreso al pasado que en cualquier caso siempre fue peor. En medio de una especie de ejercicio de simplificación política, la única alternativa posible es la democracia. Es cierto, tendrá particularidades en cada caso y así debe ser, pero de lo que las nuevas generaciones enlazadas en medio de la globalización informática se han dado cuenta, es de que el protagonismo en el presente siglo XXI, no pertenece a los que, anclados en el pasado; tratan de permanecer insensibles. El siglo XX, fue el marco de dos guerras mundiales y de una no menos cruenta, por solapada –la guerra fría. Fue un siglo de transición, ya "la mentira repetida mil veces no sustituye la verdad" y "la imagen, que vale más que mil palabras", impide seguir viviendo en la oscuridad de la mentira, poniendo en evidencia a los que se amaparan en ella y los descarta.
José A. Arias.
(*).-Debo dar crédito al uso del término "bonsai". Un colega hubo de utilizarlo para referirse a otro tema; el de la "buhonera" economía cubana actual, supuestamente impulsada por el gobierno de la Isla, y que me pareció formidable. Ahora y en otro contexto en el que se me hace aplicable, lo repito. Muy gráfico, mis agradecimientos. La miniaturización ideológica y de probeta me parece acertada a la hora de caracterizar a sus autores e impulsores; por supuesto, con el perdón de los liliputienses y los amantes del arte del bonsai.
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