Saturday, August 13, 2011

EL VERDADERO TALENTO DE LOS OPORTUNISTAS.


Hace algunos años, cuando era aún muy joven y la inevitable inmadurez no me permitía aceptar como verdades algunas cosas que con el devenir de los años empezaron a parecerme normales; cayó en mis manos un pequeño folleto escrito por un periodista norteamericano que contaba sus vivencias en la China de Mao-Tse-Tung (o Dong,según se dice ahora) en pleno apogeo de la Revolución Cultural. Las crónicas hablaban de muchas experiencias, entre otras se refería el periodista a la obligatoriedad de todo ciudadano de poseer las famosas “Citas de Mao”, donde el  "Gran Timonel” –uno de sus tantos y reconocidos sobrenombres- se dedicaba a trasmitir sus “valiosas” experiencias al resto de sus congéneres.

Había una crónica que me llamó poderosamente la atención, era quizás una pauta, casi críptica; de lo que representan el comunismo y el socialismo marxista en toda su gama de argumentos estranguladores del pensamiento y la libertad. Contaba el periodista que grupos de Guardias Rojos recorrían las calles de las principales ciudades del país armados de maquinillas manuales de cortar el cabello y arremetían contra todos los que no exhibieran un corte similar al del Camarada Mao rapando la mitad de su cabellera y,de ese modo  poderlos distinguir del resto; era un castigo mediante el bochorno y una acción revolucionaria, desde el punto de vista de los ejecutores, una lección y una advertencia. De momento aquello me pareció exagerado e inverosímil. 

Ya bien entrada la década de los 60, y en mi propio país, comencé a ser testigo de algunas estrategias que me trajeron a la mente lo que alguna vez había leído. Los comisarios cubanos de la juventud comunista endilgaban el calificativo de contrarrevolucionario, no sólo a quienes osaban dejar crecer su cabello más de lo que era tolerable y habría que tener en cuenta que hasta el “corte cuadrado” era un pecado y una violación que ningún joven que se considerara revolucionario podía permitirse. Para ser un “buen revolucionario” había, entre otras cosas, que repelarse.

Pero eso era sólo el comienzo, también eran pecados de lesa impudicia contrarrevolucionaria, escuchar música en inglés, declararse admirador de grupos musicales o intérpretes no autorizados, leer publicaciones extranjeras, vestirse de un modo estrafalario –entiéndase cualquier indumentaria fuera de lo distribuido en lo normado para el consumo de la población- tener familiares en el exterior –peor aún si se mantenía comunicación con ellos-, poseer algún tipo de creencia o filosofía considerada diversificante desde el punto de vista ideológico, religioso o metafísico. Ni que decir de la posibilidad de manifestar algún tipo de preferencia sexual encausada en lo que se consideraban “desviaciones enajenantes". Siendo testigo de todas esas cosas, las crónicas pekinesas del periodista aludido comenzaron a parecerme mucho más creíbles.

El paso del tiempo, que a veces permite la disolución de los hechos mientras las víctimas de lo contado van olvidando y aparecen nuevos testigos de lo más actual, contribuye a que lo alegado pueda parecer exagerado en virtud de la acción del mismo mecanismo que actuaba en mí ante la evidencia de cosas que me parecían improbables; y en un factor que potencialmente puede inducir al perdón. La cuestión aquí es que no se trata de perdonar, los victimarios, que aún están allí, no lo han solicitado, ni lo van a hacer,  nadie está autorizado para hacerlo en su nombre, ni es aceptable; para mi la mentalidad que los llevó a actuar en contra de la libertad, sigue siendo su principal asidero y estoy seguro que si eso que estuvo tan en moda durante la guerra fría bajo el denominativo de “correlación de fuerzas”, estuviera a su favor,  volverían gloriosamente a las andadas.

La libertad no puede ser apabullada, desconocida, lastimada y eliminada sin dejar huellas y quienes han conformado un abultado y amañado expediente en su contra para justificar sus acciones pasadas o presentes han de ser permanentemente condenables y execrados. No es asumir la misma actitud en venganza retroactiva, es llamar a las cosas por su nombre para impedir que lo inocuo, cuando menos, nos de vueltas bajo el disfraz de una tolerancia que aún en el reino de los ideólogos no existe. Desde mi punto de vista, tolerancia e ideología –sobre todo en política- son términos inversamente proporcionales y esa relación no puede alterarse bajo la férula de los ideólogos.

El tema es prolijo y tiene muchas vertientes, no es posible abarcarlo todo. Creo que es importante establecer diferencias entre términos que no tienen nada en común como perdón y olvido aunque erróneamente a veces se quieran utilizar como sinónimos. Se puede perdonar sin olvidar, lo que no es posible es dejar de recordar porque la memoria, la nuestra en particular, muy desafiada por el flagelo del abuso cometido sin razón, siempre va a negarse a borrar todo lo malo, que ha sido demasiado y, en términos históricos, muy reciente.

Los seres humanos gozamos de una capacidad genética que nos distingue: el libre albedrío, la lógica debe inducirnos a creer que lo usamos de acuerdo a un criterio de justicia que puede identificar ante los demás nuestra conciencia individual y colectiva. La experiencia muestra, a contrapelo, otras cosas, y allí en donde la proyección personal, mediante el atributo del libre albedrío sirve para justificar todo lo que no es razonable; nos enfrentamos con una actitud oportunista ante la vida que siempre tendrá en su origen una motivación malsana.

A veces entre el talento y el oportunismo existe una relación más estrecha y vinculante que la que muchos suelen creer. Siempre los más exitosos oportunistas suelen tener talento. Aprovechar las oportunidades originadas en la negación de su propia conciencia, es algo que no resulta propio de ignorantes, sobran ejemplos; pero de ello a hacer creer a los demás que se actúa y procede en función de una extrema pureza conceptual y original, hay una gran distancia. El oportunista no dice lo que piensa, sino lo que le conviene y le es más redituable en cada momento. Como los conozco desde hace mucho tiempo, no será ahora que me hagan víctima de sus engaños. La música –lenguaje universal- puede ser buena, pero vayan a tocarla a otra parte donde puedan creerle lo que dicen – que no es lo que piensan- para seguir siendo fieles a su condición de redomados oportunistas.

José A. Arias.



2 comments:

  1. Lamentablemente la vida es dificil y aun mas cuando el tiempo pasa y se trata de borrar y si no de borrar mas bien de olvidar por lo que muchos pasaron.

    Gracias por recordar algunas de los abusos cometidos por los Castros y el comunismo internacional, ahora muchos enfundado en el "Cambio"(que cambio) pretenden que olvidemos y que no se haga justicia.
    Dionisio de la Torre,Jr

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  2. Por ahi hay mucho cubanologo intelectual que vive de la letra y del comentario

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