Wednesday, July 11, 2012

LOS INEVITABLES "VIENTOS DE FRONDA"

A comienzos del siglo XX en Latinoamérica, las algazaras estudiantiles estaban en su apogeo y era de esperarse que así fuera. En 1918 estalla en Córdoba, Argentina, un inusitado y poderoso movimiento estudiantil cuya influencia cobró fuerza en el resto de la América de habla española. Para 1923 eran notorios en Cuba y dentro de La Universidad de La Habana los “vientos de fronda” a los que se refirió Raúl Roa García en su libro Retorno a la Alborada; que dejaron sentir allí el aliento de la protesta, encubada y magnificada por el descontento.
Hay explicaciones de lo sucedido que reflejan la inmediatez de una versión casi periodística; elaboraciones que por exceso de enjundia no se salvan de la parcialización y se alejan del verdadero contenido de la historia. Hay, por último, hasta interpretaciones noveladas y en consecuencia matizadas de ficción y capaces de proyectar a la intemporalidad a sus autores. El referente del diapasón es amplio y puede ser corroborado.
EL principio del siglo representaba ante todo un hito de ruptura. El triunfo de la Revolución Bolchevique en Rusia, los azarosos afanes previos en que se atisbaron las querellas entre teóricos revolucionarios, el posterior desenlace generador de la incompatibilidad ideológica entre trostkistas y leninistas y sus ecos latinoamericanos tan visibles en países como Argentina, Méjico y Perú; fueron creando las condiciones para la aparición en el escenario de líderes estudiantiles representantes de tendencias políticas diferentes y novedosas.
Donde las oligarquías eran sinónimo de arcaísmo político, los propios hijos de los oligarcas se convirtieron en sus enemigos y esa natural rebeldía que suele generarse en los hogares para desobedecer, aunque sea sórdidamente, la voluntad del padre; hizo que se encendiera la mecha capaz de trocar un fenómeno conceptualmente social – y a nivel familiar- en evento político insoslayable.
Las ideas de José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de La Torre en Perú, los presupuestos de la sociedad cultural y revolucionaria, doctrinal, de José Vasconcelos en Méjico y el no menos influyente y significativo movimiento de reforma universitaria en Cuba a partir de 1923; representan la concordia entre la renovación de las ideas en concomitancia con el espíritu de los nuevos tiempos y, a la vez, el rechazo a la posibilidad de encarar esos tiempos desde oscuros despachos de funcionarios vejetes y corruptos  en función de la perspectiva de argumentos e instrumentos (legales o no) carentes de importancia y actualidad. No se trataba simplemente de la desidia que podía ser “anti-todo”, era un reacomodo a una visión muy distinta de la sociedad y de las leyes en que se amparaba. Debieron ser, y lo fueron, fuertemente criticados.
En Cuba el movimiento que comenzó siendo, como en el caso de Córdoba en la Argentina, de carácter renovador en lo puramente docente; terminó convertido en movimiento político en el que se manifestaron tendencias que iban desde el liberalismo, partido político que ocupaba la presidencia por intermedio de la gestión del Dr. Alfredo Zayas Alfonso (1921-1925); hasta los comunistas cuya vinculación a la figura de Julio Antonio Mella, discípulo de Carlos Baliño ( fundador en 1920 del Partido Comunista), y posteriormente entre los principales protagonistas de la oposición al gobierno de Gerardo Machado y Morales (1925-1933) quien ordenó su asesinato mientras se hallaba exiliado en Méjico y ocurrido en 1929. Mella, líder conspicuo del movimiento reformista, terminó entre los creadores de la históricamente célebre Federación Estudiantil Universitaria (F.E.U.) junto a otras figuras, que no casualmente y hasta 1959, militante y públicamente, exhibieron su filiación teórica y ortodoxamente marxista sin que ellos fueran los únicos del núcleo fundador. La trascendencia de la Federación, previa a su contaminación partidista y actual fue, no obstante, un modelo de diversidad y respeto a los principios democráticos de su concepción y creación, lacerados únicamente durante los tiempos del “bonchismo universitario” coincidente con el período de los gobiernos auténticos (1944-1952) Su posterior desempeño en la historia del movimiento estudiantil así lo atestigua.
Jóvenes todos, hubo también muchos cuyo papel y desempeño en la historia republicana hizo que se encontraran de frente a los comunistas bajo reiteradas y enconadas circunstancias que nunca fueron francamente conciliatorias. La Ortodoxia de Eduardo Chibás y el autenticismo de Ramón Grau San Martín y aún la extrema postura de un líder independiente como Antonio Guiteras Holmes, fundador de “Joven Cuba”, todos generacional y originalmente vinculados en un mismo propósito y movimiento de necesaria e impostergable renovación estudiantil, hubieron de delimitar y deslindar su terreno posteriormente. Al fin, y a pesar de las limitaciones a la democracia apreciables entre 1934 y 1940 (Año de la Constituyente) opinar, discrepar, argumentar y no coincidir era posible. Los tiempos, al menos originalmente, impusieron su ritmo y todo lo que parecía superado quedó atrás y los cubanos, a pesar de su apoliticismo, empezaban a valorar las ventajas de experimentar el modo de vivir y crear en un medio de libre elección.
En el caso cubano la historia comenzó a cambiar en 1959 y sólo diez años después de haber trascurrido media centuria de ensayo republicano, el nuevo gobierno rebautizó como “República Mediatizada” el esfuerzo llevado a cabo. La aludida “mediatización” que por acción, aparecía vinculada al “imperialismo yanqui”, origen y colofón de todos los problemas y los males nacionales; se convirtió en el principal y único vector sugerente del cambio revolucionario y radical. El libreto, tendenciosamente simplificado, no vale la pena abordarlo una vez más; habría que referirse por intermedio de muchos argumentos corroborativos, incontrastables y definitorios –algo muy elaborado- a los otros cuarenta años durante la otra parte del siglo, como la gran debacle nacional en los que se estableció y aún permanece, un modelo dictatorial basado en la ortodoxia marxista, caricaturizada en extremo; sin antecedentes en la América hispana, capaz de subvertirlo todo, frenarlo todo; excepto el transcurso del tiempo.
Muchos están de acuerdo en que el descarrilamiento político de la nación cubana bajo el socialismo determina la existencia de un hiato, en primera instancia puramente cronológico y seguidamente socio-político y cultural. El arquetipo de sociedad impuesta hace prevalecer conceptos, y lo que es peor, los convierte en cánones vinculados a factores ajenos a la idiosincrasia nacional. La situación queda salvada y limitada por una razón puramente cronológica y coyuntural, las generaciones que deberán hacer su aparición con el siglo venidero aun estarán por llegar. Los nuevos “vientos de fronda” no se han incubado en medio de una situación de redil ideológico como parece definir Orwell -en términos cuasi ficticios, pero fabulosos- las relaciones económicas y sociales en los marcos del socialismo soviético y euro oriental.
La disposición de ánimo, que junto a la arenga de consignas y barricadas produce una fiebre colectiva de apoyo a lo inaceptable y que sin embargo, muchos no aceptan, comienza a develarse en ojo de la tormenta. Es posible que el instinto tenga mucho que ver en estos casos excepcionales y en los que la experiencia política no fue un asidero inmediato. La supuesta eliminación de las clases sociales y el pretendido igualitarismo –que no es tal- genera las condiciones de una reinversión de los factores en el orden político, a la que únicamente falta un protagonista: aquellos que en su momento, como ahora, fueron y deberán ser llamados “generación no comprometida”. Ésta, la de ahora, alienta en lo recóndito de su aún inconfesable espíritu el deseo del cambio, junto a una absoluta falta de compromiso. Es tan evidente que no existe en ella, a pesar del esfuerzo, los recursos y la demagogia gubernamental, el menor interés por lo que se promueve desde el poder. La única visión posible es la de una marcada diferencia entre octogenarios y jóvenes a los que aquellos no les dicen nada. Tan grave es el problema que ni siquiera a los que quedamos en una especie de limbo temporal y por razones de haber sido testigos, en muchos casos mudos, de una transición impuesta por la fuerza, tampoco hemos de merecerle confianza.
El panorama se grafica por intermedio de esa actitud que llamamos apolítica, insensata, desvirtuada, desinteresada, inconsecuente e irresponsable. Algo a lo que muchos se refieren como el colorario de la inercia en nuestro caso. El funcionamiento de los mecanismos de cambio tiene muchas vertientes, a pesar de acusar aristas que indefectiblemente hacen mella en el pasado y que hacen coincidir el camino con el presente y crean las bases para el futuro. La historia de las naciones y de sus pueblos, no es; como quieren pensar los obnubilados y mesiánicos líderes que nos encajan su mandato proveniente de una larga y errónea tradición, la de sus revoluciones; al cabo habrá un final que nace, se desarrolla y crece en el “underground”, los movimientos espontáneos (y populares) que no tienen una cabeza visible, pero muchos cerebros pensando en la estafa de que han sido víctimas y sapientes de que actúan bajo una condición de inhibición por monotonía que debe ser superada. Cuando los “vientos” intensifiquen su circulación y vayan convirtiendo en su víctima a la corrupta carroña gubernamental parecerá muy difícil impedir que todo cambie.
Ayer conversaba con un viejo y querido amigo, a quien no escuchaba hacía muchos años. Testigo de primera mano y descorazonado como yo por la acción inmediata de las circunstancias, pero agudo e inteligente en sus análisis; debe parecerle grato entender que todavía nos queda el interés y la comunión de pensamiento para encontrar respuestas. En cierto modo, he de reconocerlo, nuestra conversación me motivó para encarar éste análisis; ojalá quienes lo lean coincidan con nosotros.

José A. Arias.
  

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