Wednesday, June 27, 2012

SIRIA Y "EL CALENTAMIENTO GLOBAL" DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES.


En el contexto actual de las relaciones internacionales (definición que parece atenuante, a pesar de que sigue siendo diplomáticamente la manera correcta de expresar coincidencias y desavenencias) cabe pensar en un actual “calentamiento” de la situación política planetaria. Estados Unidos, la Unión Europea e Israel y la mayoría de los países de La Liga Árabe, junto a la ONU; frente a una situación desencadenada por un país, la República Socialista Siria y quienes apoyan en diferentes grados la gestión de su presidente heredero Bashar Al Assad.
De nuevo el Oriente Medio vuelve a ser el escenario de una situación altamente combustible y con visos de explotar bajo los efectos de una conflagración bélica. Localmente ya es así en el escenario inmediato de los acontecimientos. El problema allí generado tiene múltiples vertientes que en algunos casos suelen dejarse de lado a la hora de poder entenderlo. Como en cualquier lugar donde la tosudez de un dictador impide la influencia de la democracia –aun limitadamente- Siria no es excepción. Existe coincidencia con la coyuntura de la que se habla como “Primavera Árabe”, pero el asunto no es tan sencillo. Creo recordar que en Siria, por ejemplo, existe el estado de sitio decretado por más de treinta años, el partido de gobierno es el único con acceso al poder y los procesos de sucesión han sido decretados por intermedio de convocatorias a plebiscitos en los que, naturalmente, se ha ofrecido una única opción: el imperio de la familia Assad y del Partido Baath.
Del padre (que gobernó con puño de hierro por más de treinta años) al hijo, que lleva ya doce y no manifiesta intención de abandonar el poder, ni reformarlo –ello implica en última instancia renunciar a su ejercicio- y que han acudido al mismo recurso para paliar las crisis: el asesinato masivo, basado en la acusación a los opositores de terroristas y elementos desestabilizadores; se ha desenvuelto la historia. Se suma aquí una especie de contrasentido cuando se tiene en cuenta que la dinastía Assad –alawita- constituye el 12 % de los islamicos en el territorio, cuya población es mayoritariamente sunií –alrededor del 75%, el resto chiitas y muy pocos cristianos cuya mayoría viven un exilio semisecular en el vecino Líbano. Bashar Al Assad es en consecuencia, no sólo un tirano político con todos los atributos, es también visto  al interior de su propio país como una especie de impostor desde el punto de vista religioso.
La historia contemporánea de Siria, tempranamente vinculada a los avatares del socialismo islámico en tiempos de Gamal Abdel Nasser y su propuesta de panarabismo, que la URSS respaldó en aquel entonces, frente a la presencia de Israel y el apoyo de occidente al estado judío; creo las condiciones para la creación del Baath –partido de la revolución islámica y socialista Siria- de inspiración muy parecida al Baas Irakí de Saddan Hussein. La vigencia del panarabismo que culminó con los sucesos posteriores a la guerra del Yonki Pur en 1967 y la presencia desde entonces de los israelíes en los Altos del Golán, constituyó el catalizador para que Haffez Al Assad diera comienzo en Siria a su larga y terrible dictadura de treinta años que comenzó a sepultar las aspiraciones, religiosas incluídas, del pueblo sirio. He ahí los antecedentes de la actual situación, muy diferente a la del resto de los países que han protagonizado episodios de rebeliones populares en el área recientemente; tanto en los casos de Egipto o de Libia, los más sonados, y cuya proyección acusa, en cada uno de ellos, notables diferencias.
El apoyo a Siria de la desaparecida Unión Soviética, único territorio del área en que  la actual Rusia mantiene una base naval de operaciones (la única en el exterior y en el álgido mediterráneo oriental) y las componendas habidas entre el difunto padre del actual tirano y el extinto país, han determinado la posición tomada por los actuales dirigentes rusos, que alegan entre otras cosas, el cumplimiento de obligaciones que datan de la época de la existencia de la URSS para con el actual gobierno sirio en lo relacionado con los abastecimientos de pertrechos militares caracterizados por niveles de sofistificación que han sido capaces de mantener un considerable nivel técnico de las fuerzas armadas sirias; helicópteros, tanques, cohetería reactiva y pertrechos para la infantería que sin sonrojo la tiranía alawita de Assad –hijo- utiliza hoy para diezmar a los opositores.
Aquí, evidentemente, no se trata de una gestión de simple trámite como en el caso de Libia; las consecuencias pueden ser muy peligrosas y los dos bloques de países que evalúan el conflicto no son ajenos a los posibles resultados. El trabajo de la diplomacia ha sido, hasta el momento, el camino escogido: el Plan de Paz de Naciones Unidas encabezado por Koffe Anán y cuyos resultados se han estrellado contra la férrea voluntad guerrerista y tiránica de la familia Assad en el poder, así como las posiciones asumidas por Rusia, China, Irán y otros contertulios en apartadas regiones (cuyas conocidas manifestaciones de “solidaridad” no vienen ahora al caso) han contribuído a la internacionalización del conflicto, que todavía, poniendo solamente de manifiesto la debilidad de esas relaciones internacionales a las que aludía en principio, han impedido un éxito ostensible de la diplomacia sin encontrar respuesta a su gestión.
En medio de la campaña electoral en Estados Unidos, el grupo de contendientes a favor del statu quo en Siria es consciente de que puede capitalizar a su favor y, Putín a la cabeza, lo sabe. Si bien los norteamericanos han logrado disminuir la temperatura del conflicto con Irán mediante la aplicación de sanciones aprobadas en Naciones Unidas, la crisis Siria no ofrece visos de paliativos mediante sanciones y de alguna manera ello ha provocado algún desencuentro entre las posiciones de Francia, Inglaterra y Alemania desde el seno de la OTAN con los norteamericanos, más aún tras el deerribamiento del F-4 turco en días recientes  y  con relación a la evaluación de posibles soluciones; militares incluídas. El gobierno de Obama está en cierto modo contra la pared y mientras debe enfrentar la alternativa diplomacia versus intervención de fuerzas militares de la OTAN, tiene ante si la evaluación que hacen sus opositores republicanos, encabezados por su  virtual candidato Mitt Romney y otras prominentes figuras del republicanismo y cuya opinión manifiesta no coincide exactamente con la postura de Obama, ni de su secretaria de exteriores la señora Hillary Clinton. Lo cierto es que ni de las reuniones de Clinton con Anán, ni de Obama con Putín se desprende ningún resultado para despejar el futuro inmediato de la situación en Siria. Tan complicado es el asunto que Al Qaeda –y esto no es muy conocido- enemigo jurado de la nación norteamericana, ha coincidido con la posición de la Liga Árabe en el conflicto en contra de Siria y su gobierno y, como era de esperarse, se ha manifestado por una solución radical al respecto en contra de Asaad; razones evidentemente amparadas en el trasfondo de carácter religioso y que en el mundo de la ortodoxia islámica, tienden a tener un carácter prioritario.
Hay, por último, otro factor sui géneris: el apoyo de los ayatolas persas y de Mahumud Admadhineyad –que en este caso coinciden- apoyados por los jihadistas de hezbolá y amén de la influencia shia en estos dos componentes, al sostenimiento de la dictadura siria. Aquí el interés de armar un fuerte valladar ante el estado de Israel, abiertamente manifiesto en ambos casos, presupone una actitud "antiimperialista" que los obliga a dejar de lado un afán de coexistencia que no les interesa en absoluto,  a diferencia del caso de otros países de la Liga Árabe. El entretejido de la cuestión sigue dejando el campo abierto y las manos desatadas a la tiranía de Assad para, siempre utilizando el mismo mecanismo que aprendió de su difunto padre, ahogar en sangre las aspiraciones del pueblo sirio. El mundo sabe que, apesar de lo qu se diga, lo que ocurre hoy en ese país no es nada nuevo y entre masacres de opositores se ha desenvuelto allí la historia más reciente.
¿Cuál ha de ser la solución? Es muy difícil conseguir una respuesta cotejando argumentos tan diversos. Nadie quiere ni pretende sentarse a negociar con Assad y sus cercanos colaboradores; el presidente vitalicio de los sirios, tampoco quiere hacerlo, sus oídos están cerrados a críticas relacionadas con la necesidad del respeto a los derechos humanos, la guerra civil de la que hoy el país es escenario parece un argumento mayúsculo y terrible para argüir semejantes “nimiedades” Assad sabe además que su vida y la de su familia y sus acólitos le va en la decisión que ha tomado y de seguro no abandonará el poder. Mientras y como es de rigor en estos casos, los menos merecedores pagan las consecuencias.
José A. Arias.  

No comments:

Post a Comment