Monday, June 4, 2012

EL QUINQUENIO GRIS. Víctor Manuel Domínguez.



El Quinquenio Gris: Revisitando el término, a“debatir”, pero suavecito y con control.
Las instituciones abiertas al público en La Habana para debatir sobre temas y hechos culturales vinculados al dogmatismo, la censura y la represión, más que sitios donde compartir experiencias o intercambiar conceptos, son espacios para lamerse a solas las heridas causadas por la revolución. El revuelo formado en torno al grupo de intelectuales que desató la denominada “guerrita de los emails” (6 de enero de 2006), cuando varios escritores y artistas protestaron por la aparición en la televisión de algunos ex represores del sector, fue sólo un pataleo mediático.

Unos días después, una serie de reuniones entre los “sublevados”, la dirección de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), el Ministro de Cultura, y no podía faltar, el ideólogo del partido, determinaron demonizar a Luís Pavón Tamayo, Armando Quesada y Jorge Serguera, los ex represores convertidos en divos por una “pifia” de la televisión cubana.

Desiderio Navarro, convertido en capitán araña de los actos de repudio contra los hechos que desataron la efímera guerrita de los emails, circuló entre los más de cincuenta artistas y escritores reunidos, la invitación para la conferencia inaugural a realizarse en el Centro Teórico-Cultural Criterios.

La primera conferencia, titulada “El Quinquenio Gris: Revisitando el término”, fue impartida por el ensayista, escritor, crítico y editor Ambrosio Fornet (actual Premio Nacional de Literatura), el martes 30 de enero de 2006, como parte de un ciclo que se extendería unos meses más.

En igual fecha, el mismo escenario (Casa de las Américas), y como introducción al Ciclo “La política cultural del periodo revolucionario: Memoria y reflexión”, Navarro impartió la conferencia ¿Cuántos años, de qué color?, que abordó el zarandeado quinquenio.

Sin cambiar el guión de que podían tocar la cadena (solo los ex represores de marras en específico), pero sin tocar el mono (el gobierno), como reza un refrán popular, fueron desfilando en meses alternos varios “siquitrillados”, conversos, y cómplices de lo mal hecho, resueltos a enterrar el pasado que los amenaza y para de contar.

“El trinquenio amargo y la ciudad distópica: autopsia de una utopía”, de Mario Coyula; “El Quinquenio Gris: testimonio de una lealtad”, de Eduardo Heras León; “Con tantos palos que te dio la vida: poesía, censura y persistencia”, de Arturo Arango, y “Pensamiento social y política de la revolución”, de Fernando Martínez Heredia, conformaron un ciclo que ha tenido poca o ninguna continuidad.

Los ponentes, acusados de ir “contra el heroísmo de la época, de caer en el criticismo tendencioso y la confrontación ideológica, de apáticos o reaccionarios”, alardearon de su paciente virtud revolucionaria, y hablaron de las múltiples humillaciones a que fueron sometidos como si fueran condecoraciones por su lealtad.

En esta especie de muro de las lamentaciones ideológicas y políticas, jamás se hizo alusión a la parte que les correspondía a las autoridades gubernamentales en los actos de represión efectuados contra los artistas e intelectuales en el “Quinquenio Gris”.

Tampoco se vinculó a las autoridades con hechos anteriores y posteriores que, si bien en un menor perfil, han contribuido a la marginación intelectual por razones raciales, ideológicas y sexuales en más de medio siglo de política cultural revolucionaria.

En esta convocatoria a enfilar los cañones contra unos fantasmas del pasado reciente que se negaban a desaparecer, si bien participaron algunos epígonos de los combatientes de la “guerrita de los emails”, el pueblo tuvo poca o nula participación.

Más allá del anunciado propósito de intercambiar con todos los interesados en conocer una etapa que se necesita exorcizar del acervo cultural de la nación, los ex siquitrillados prefirieron lavar la ropa sucia en casa, es decir, entre los lavanderos de opinión.

Convertidos de víctimas en victimarios, muchos de los intelectuales preteridos por décadas en el país, aplican a ciudadanos que quieren conocer los rumbos del pensamiento y la cultura nacional, parecidos métodos de exclusión a los que fueron sometidos alguna vez.

El espacio Último jueves, de la revista Temas, que bajo la conducción general de Rafael Hernández, cada mes desarrolla un análisis sobre un tópico socio cultural con un panel integrado por intelectuales de diversas ramas y el pueblo en general, se arroga el derecho de admisión a muchos interesados en los debates.

José Antonio Madrazo, Coordinador Nacional del Comité Ciudadano por la Integración Racial (CIR), y Leonardo Calvo Cárdenas, licenciado en historia y representante de dicha organización, no pocas veces han tenido prohibido el acceso por parte de los organizadores del evento y los agentes de la Seguridad del Estado.

En fecha reciente, ambos activistas por la integración racial, junto a otros que desean debatir desde una posición ciudadana los problemas que competen a toda la nación, fueron expulsados de la presentación de Criterios, revista dirigida por Desiderio Navarro, uno de los más heroicos combatientes de “la guerrita de los emails”.

De acuerdo con la opinión de Madrazo, “esta política de exclusión se aplica lo mismo en las mencionadas presentaciones de las revistas Temas y Criterios, como en algunos eventos de la UNEAC, la Cofradía de la negritud, y en otros espacios donde se debaten los rumbos de la cultura en su sentido más abarcador dentro del país”.

Los marginados de ayer son los que marginan hoy. Las prebendas que tienen que cuidar, y el temor de volver a caer en la lista negra de los apestados de la cultura nacional, constituyen razones suficientes para denegar el acceso a los debates de opinión.


Nota.- Tomado de www.cubanet.org



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