Sunday, March 4, 2012

LA REVOLUCIÓN CUBANA, O UN CERCO AL INTELECTO.


San Jorge enfrentando al dragón.

Existe un razonable empeño, al menos desde mi punto de vista, en tratar de explicar lo beneficioso que puede ser el avance de un entendimiento entre los escritores que sinuosamente van sobreviviendo literariamente en Cuba y los que mantienen viva la cultura cubana en el exilio. Opiniones, muchas coincidentes, son expresión de las dificultades con que se tropieza en ambos escenarios.
En principio es innegable, “…que la cultura la hacen los miembros de una comunidad o un país, no un gobierno…” (1); pero por intermedio de una insalvable coyuntura representada por los parámetros gubernamentales en el caso cubano, se sigue haciendo imposible la obligación para el intelectual en la Isla, de asumir su “responsabilidad ciudadana” (2).
En función del inevitable desgaste de un régimen sin muchos asideros –sobre todo en el terreno del intelecto- se ha ido concretando una política cultural que tiene mucho más de oportunista, que de real. Tempranamente y con meridiana razón Fernando Savater lo denunció al socaire de la publicación del libro sobre Guillermo Cabrera Infante y de la autoría de dos jóvenes (Elizabeth Mirabal y Carlos Velazco) a los que la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba) les concedió el premio de ensayo: “Fingen un reconocimiento tardío a sus méritos ensalzando sus logros creativos para mejor difuminar su oposición al régimen, que queda soslayado como algo circunstancial y menor” y Agrega: “…la edición del citado ensayo, es el abrazo del oso, el abrazo doloso que el castrismo agonizante quiere dar a su incansable opositor para aprovecharse de su nombre”
Debe entenderse que la fundamentación de una opinión como la anterior, no excluye en lo absoluto la positiva valoración que puede hacerse de la actividad literaria de escritores como Leonardo Padura o José Antonio Ponte. Junto a otros creadores, han ido produciendo una literatura que al menos logra evadirse de una cotidianidad real de la que es difícil desentenderse y que contraviene en mayor o menor medida el discurso partidista e institucional. Algunos, como Pedro Juan Gutiérrez, deben permanecer en el “underground” de la política editorial en la medida en que sus argumentos rebasan la censura aún vigente. Es evidente, además, que me refiero a quienes escriben y producen su obra en Cuba.
Si como se sabe el intelecto tiene como origen las cátedras universitarias, encontramos un panorama bastante desolador para los creadores en potencia y en formación. He visto programas docentes para determinados niveles de carreras en el ámbito de las humanidades y en algunos casos son aún más restrictivos que los que conocí hace muchos años. Para tener idea de lo que afecta la docencia a niveles superiores veamos una opinión:
“No se podía esperar demasiado de las actuaciones de la delegación cubana (al Congreso Nacional de Educación Superior, “Universidad 2012” celebrado en La Habana, N.de A.). Todos repitieron el ritual de los logros de la revolución cubana a partir de 1959, donde no faltó la Campaña de Alfabetización, así como datos sobre el número de instituciones y graduados universitarios. Los organizadores de la cita muestran al modelo cubano como referente obligatorio y borran de un plumazo sus profundas deficiencias”
“Detrás del telón del Teatro del Palacio de las Convenciones la verdad es otra, nos encontramos una universidad secuestrada por el Estado/Partido sin muchas más opciones que hacerle el juego a la casta en el poder, una universidad para los revolucionarios a lo guevariano, donde las tensiones y protestas son diluidas mediante amenazas de expulsión, donde las tesis de grado son analizadas bajo el ridículo lente de la ideología partidista que convierte estudios sobre Néstor Almendros o León Trotsky en temas tabú. Universidad en que no se respeta la libertad de cátedra y se eliminan aquellos círculos de pensamiento que no responden a las directrices de una Federación Estudiantil manipulada por la Unión de Jóvenes Comunistas”
“En Cuba, el estudiantado universitario y la Universidad como institución no logran ser participantes activos en los procesos de pensar la sociedad o dialogar con ésta” (3)
A partir de una apreciación como la referida y que constituye un juicio in situ, ipso facto; que no puede ser desconocido por parcial –hacerlo constituye un acto de de excesiva e imperdonable necedad- debe colegirse que el esquema condicionamiento-represión sigue aún determinando en gran medida, no lo que se produce literariamente, pero si lo que se decide publicar, luego el acto de exorcismo de los autores nacionales es más de origen interno, que el resultado de una opinión proveniente del exterior, sobre todo en los casos en que exhibe un verdadero conocimiento de causa acerca de lo que se dice. Sería importante recordar el apócrifo argumento del humanismo totalitario en el socialismo cubano a través del cual se incumple todo lo que se dice.
“Que el intelectual viera relegado su papel en los aspectos políticos no fue necesariamente una consecuencia negativa. Quizás todo lo contrario. Más allá de la función de conciencia crítica, inherente al acto de creación, la participación de los escritores y artistas en los medios de gobierno…no sólo ha resultado en muchos casos errónea, sino incluso contraproducente y hasta peligrosa” (4) Me parece que lo dicho tiene una importancia medular en el tema que nos ocupa; a saber: el mundo de la intelectualidad y el estado político vigente que no admite debate. Quizás pueda producirse una presentación, intercambio, panel, conversatorio o como quiera llamársele; entre intelectuales que evitan no ser considerados revolucionarios por quienes les observan a través de la lupa ideológica y por puro instinto de conservación. De ahí a la aceptación del apoliticismo por el estado, y por parte de los intelectuales, hay una distancia aún insalvable. ¿Acaso la obra de escritores proscritos y  considerados contrarrevolucionarios o disidentes –desde el punto de vista de la “autoridad”, no hay diferencia-, circula libremente en el país con la anuencia gubernamental? En la otra parte del foso de la “urna de cristal”, referida por uno de esos intelectuales que goza del favor partidista –él mismo es un miembro connotado de la institución- acá, en el exilio, podemos decir misa y, hasta hoy, sólo hemos logrado producir una especie de solidaridad afectiva que entraña algún reconocimiento; mientras los insulares detractores se ceban en sus acusaciones. Es cierto, Calibán aparece de vez en vez entre nosotros, pero sigue residiendo permanentemente en Cuba.
Entre los términos incluidos en el léxico revolucionario de los comisarios el de “diversionismo”, sobre todo cuando se le agrega la coletilla de “ideológico” y cuya aparición data de las tempranas épocas de las EIR y las EBIR (5), constituye la base de una interpretación tendenciosa de la libre opinión. Es como decir que resulta imposible discrepar sin convertirse en un diversificador (enemigo) de la ideología. Parece que el epítome de esa propuesta encontró una demoledora síntesis en la frase de Castro en su discurso a los intelectuales de 1961: “…Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”. Por cierto, no creo que ha sido lo suficientemente desmitificado el hecho de que en la tan absoluta propuesta del dictador hay una ausencia total de originalidad: Mussolini convirtió en slogan una frase de su principal ideólogo Giovanni Gentile que aseguraba que “todo en el estado, todo para el estado, nada fuera del estado, nada contra el estado; no es ya el estado para el hombre, sino el hombre para el estado” (6). Parece ser que el parecido, salvando la distancia cronológica, no es pura coincidencia.
Como es de esperar en los eventos de” pensadores”, a veces también llamados intelectuales y sin que necesariamente se hagan –al menos en todos los casos- merecedores de tal categorización aparecen ideas tratando de hurgar en la dureza de la piedra; el resultado suele ser casi absolutamente negativo para quienes lo intentan. Es fácil echar mano de nombres conocidos como el de Borges y referirse a sus cuentos agrupados en “El Aleph”, 17 en total y que constituyen un caleidoscopio, mirado a través de otro, casi mágico, cuya variedad es como el testimonio más sucinto de la vida literaria de su autor. Hablar de Borges, ese hombre que soportó con estoicismo la humillación del ente autoritario que fue Perón, al encomendarle la dirección de una suerte de Ministerio de Avicultura, tratándose de la figura que ya era; es casi como mencionar la soga en casa del ahorcado, sobre todo si quien lo hace es un “periodista-investigador” que quiso atribuirse a si mismo la categoría de “luciferino” en entrevista a Raúl Roa García y tratando de emular su prolija y creativa jerga coloquial, sin conseguir mucho éxito.
Hay otra vertiente del intelecto a la que es necesario aludir: el academicismo. Como ha referido Rafael Rojas en sus trabajos más recientes; y  a pesar del maltrato del tema histórico por intermedio de una metodología excluyente y en tanto inapropiada de las fuentes y, la designación de “cronistas revolucionarios” capaces de contar sólo la historia conveniente y hacer de la inconveniente un objeto de acusación y distorsión; existen investigadores cuya condición de desconocimiento, no los hace desistir de sus obligaciones, solo que aquí es algo más difícil que cuando se trata de escritores de ficción en cualquier género. ¿Cómo abordar la historia verdadera en un medio en que la mistificación es óbice del academicismo oficialista? Aun así, en medio de los controles de bibliotecas, archivos, legajos y colecciones, la voluntad termina por imponerse. Nadie puede impedir que alguien marche de la simple y elemental inferencia, inducida por el medio, a la realidad. Un gran investigador me enseñó que la intuición en muchas ocasiones puede conducirnos a la realidad que en algunos casos, los propios protagonistas no pueden ubicar y que termina haciéndolos vulnerables. Solo es cuestión de esperar y no desperdiciar la oportunidad cuando aparezca; así me dijo el Dr. Luis Felipe Le Roy y Gálvez mientras conversaba con él, entre los legajos del archivo universitario que por aquellos tiempos -los 70- dirigía.
Entre los espadones del intelecto que algunos historiadores defienden con procaz alevosía y la realidad de la modernidad que se impone en medio del liberalismo global en que vivimos, la opción no puede ser defender una cultura de la conformidad en el atraso. Ningún pueblo pierde su cultura por acceder a la modernidad, acusar de agente demoledor de la cultura al progreso no es más que un acto que esconde la soberbia de la impotencia, pretender que el futuro puede ser frenado porque perjudicaría nuestra herencia histórica, me parece uno de los disparates más horrendos que he escuchado. No se puede vivir atravesando avenidas en volantas en la época de la cibernética y todos sus avatares y de hecho, el buscar una justificación para que así sea, es hacerse cómplice de la maldad de los otros desde una hipócrita actitud de benefactor. Defender la Historia, como ha dicho Andrés Oppenhaimer en su libro más reciente no significa vivir de ella en el ejercicio de la más absoluta, inconsecuente e intrascendente demagogia. Por demás y hasta los detractores lo saben; la cultura es permanente y atemporal a la vez, su historia habla de su pasado, su presente es obra viva y contundente, su futuro será algún día su pasado y el testimonio nos será dado por quienes la enriquezcan.
Al concluir, es necesario producir una suerte de cotejo entre intelecto, cultura, progreso y educación –sobre todo universitaria. El balance en el caso cubano no arroja, ni siquiera promueve, un saldo alentador. No se trata de insistir y quien quiera “padecer” un testimonio directo que grafica mi afirmación, que revise las ediciones digitales de “Calibán” –precisamente el mismo nombre de inspiración Shakesperiana (La Tempestad), del que se adueñó Fanon para idealizar la justeza de la acción antiimperialista entre los caribeños- revista del Instituto de Historia y Filosofía de la Academia de Ciencias de Cuba. Ya sabemos y hemos comentado sobre una especie de calafateo histórico de la zozobrada nave socialista nada menos que desde Carenas –nombre dado por Sebastián de Ocampo al puerto habanero a comienzos del siglo XVI- allí y muy rudimentariamente se sigue insistiendo en concluir tareas interminables, reavivar consignas de la guerra fría, crear un ambiente de abundancia con menos recursos, ganar la batalla de las ideas a desinteresados enemigos cuyo ánimo combativo no se manifiesta, o abanderarse de una apología de la justificación que desentiende cada vez más a las “masas” –esa peyorizada y maltrecha entidad- menos interesadas en versiones disparatadas e increíbles. Ni siquiera habría que ser muy intelectualmente versado o erudito para entenderlo.
José A. Arias.
NOTAS.-
(1).-Armengol, Alejandro. Intelectualidad y Debate Político. Artículo publicado en Cubaencuentro   01-03-12.
(2).-Armengol, Alejandro.  Trabajo citado.
(3).-García, Nadia.-La Inercia Estéril de Nuestras Universidades. Artículo publicado en Cubaencuentro. 01-16-12.
(4).-Armengol, Alejandro.-Trabajo citado.
(5).-EIR.-Escuelas de Instrucción Revolucionaria, fundamentales en la entronización de las ideas comunistas durante los años de la década del 60 en Cuba. Las EBIR (Escuelas Básicas de Instrucción Revolucionaria) constituyeron un nivel de formación más elemental entre los escogidos y designados para pasar los cursos en la misma época referida, que en el caso de las EIR.
(6) Ver: Definición de Totalitarismo en Wikipedia.


No comments:

Post a Comment