Friday, November 18, 2011

CUBA, LA RELIGIÓN Y SU INFLUENCIA HISTÓRICA COMO FACTOR SOCIAL.

Nota introductoria.
Mi intención no es periodística, tampoco el contenido ni el formato de éste "blog", que no pretende, ni tiene como objetivo; el dar informaciones noticiosas. Mi propósito y en consecuencia mi labor, se encaminan a desarrollar mis oficios de historiador y profesor con la claridad y la seriedad que siempre me han merecido. Así podrá entenderse la extensión de los trabajos que se incluyen. Quiero dejar constancia a mis lectores y seguidores de mi agradecimiento por su aprecio a mi trabajo. Lamento, sin embargo, que existan personas que se consideren bien informadas y carezcan para ello del tan elemental hábito de la lectura. Gracias.
                                                        
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El tema de la religión, que hasta hoy sigue siendo uno de los más álgidos en Cuba, no puede ni debe ser abordado en función de una óptica festinada, convencional y mucho menos amañada, ya que quienes se vinculan a las diferentes confesiones, comuniones, tendencias o sectas –en el caso de la religión Yoruba así como de otras manifestaciones afrocubanas ( según el origen congo o lucumí)- y desde el mismo instante en que se enuncia, habrá que ser muy cuidadoso, inclusive, al escoger los sustantivos.
No se trata de comprimir el tiempo de la Historia, pero en ocasiones como ésta, deberá tenerse en cuenta. Al igual que todas las colonias españolas en el Nuevo Mundo, el tema de la fe religiosa en la Isla de Cuba tuvo una vinculación única con el catolicismo de origen apostólico y romano. Uno de los principales presupuestos de la conquista y la colonización, fue la catequización de los aborígenes para convertirlos en fieles súbditos de la corona. La cruz y la espada marcharon de la mano, de la misma forma que había sucedido para expulsar a los moros de la Península tras ocho siglos de dominación y, mediante el empuje de La Reconquista; materialmente posible sólo después de la unificación de los reinos de Castilla y Aragón. Isabel, “La Católica”, cuya influencia sobre su marido, Fernando, era decisiva; hizo que tanto fuera como dentro de la corte se hiciera vox populi aquello de que “…tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”.
No en todos los casos las condiciones fueron similares ante el efecto del mismo presupuesto. Como narra el cronista Bernal Díaz del Castillo en sus “Crónicas de la Conquista de la Nueva España”, la estrategia –divide y vencerás- utilizada por Hernán Cortés contra el Imperio Azteca en tierras del futuro virreinato, hubo de ser mucho más taimada y compleja que la de exterminio masivo y acelerado que ocurrió con la población aborigen en la ínsula apenas transcurrida la primera mitad del siglo XVI. De Cuba, precisamente, partió Cortés para llevar a cabo su empresa, con la experiencia además, de haber fungido como uno de los subalternos del Adelantado de Indias Diego Velázquez, poco tiempo después de la fundación en 1506 de la primera villa insular: Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa.
El aniquilamiento de los aborígenes que por diversas razones tuvo efecto bajo la mirada insensible –y con muy pocas excepciones, como en el caso de Fray Bartolomé de las Casas- de los clérigos que acompañaban al conquistador que los diezmaba; sirvió para introducir en el territorio y en nuestra historia el argumento basal de la esclavitud. A fuero de las ventajas que representó para la empresa colonial en el apogeo del desarrollo del capitalismo mercantil, no sólo de España, sino también del resto de las potencias coloniales involucradas en la misma empresa como Holanda, Francia, Portugal e Inglaterra; la esclavitud, en el caso cubano, tuvo un particular efecto en el desarrollo y afianzamiento de las ideas religiosas: el sincretismo fue en nuestro caso  muy diferente y mucho más amplio y marcado que en otros territorios bajo la férula de otras metrópolis como el territorio de Haití bajo los franceses y solamente comparable al de Brasil bajo el control de los portugueses.(1)
Mientras, la evolución que fue teniendo el catolicismo durante la época colonial y que en el caso cubano se prolongó hasta 1898, la imagen de percepción social no fue la mejor. El elemento criollo en primera instancia y hasta los tiempos del “Despotismo Ilustrado”, no logra alcanzar una definición de la cubania sólo hasta después del dominio inglés en la parte occidental de la Isla (1762) y, tras la terminación de este episodio; a través de la fundación de la Sociedad Económica de Amigos del País mediante la gestión del ilustre Francisco de Arango y Parreño y bien entrado el siglo XVIII. Entre tanto, la imagen reflejada del catolicismo no era otra que la de los hechos que se producían en la Metrópoli, donde era posible observar profundas grietas entre el liberalismo aupado por los constitucionalistas y las ancestrales ideas monárquicas apoyadas por la curia de marcada tendencia realista. En medio de la invasión napoleónica y de las guerras carlistas, el pueblo español toma cuenta por primera vez, quizás, en contra de la curia anquilosada y en apoyo de la represión popular. El testimonio para la historia quedó magistralmente reflejado por Francisco de Goya durante la segunda etapa de su vida artística cuya motivación nada tuvo que ver con el refinado escenario de las cortes y las intrigas palaciegas, motivos de sus pinturas de aquella primera época.
Es cierto que lo ocurrido durante la primera mitad del siglo XIX y con anterioridad al estallido de la Guerra Grande en la colonia cubana (1868-1878), contribuyó a clarificar la influencia de las diversas corrientes de pensamiento, la presencia notable determinada por las enseñanzas del presbítero Félix Varela vino a ser tempranamente diezmada al interior de la Isla por la infausta acción del gobierno colonial en concupiscencia con la propia Iglesia a la que el Padre Varela pertenecía. (2)
Mucho tiempo después y casi transcurrido un siglo desde las prédicas de Varela, se produjeron hechos que ponían en tela de juicio la participación de la Iglesia en la vida política de la colonia como la captura, juicio y ajusticiamiento –asesinato- de Narciso López tras el fracaso de la expedición del Pampero y el desembarco en Cárdenas en 1851; veinte años después ocurre algo no menos culposo y negativamente vinculante, al producirse el proceso y condena a muerte de los ocho estudiantes de medicina en 1871 por el supuesto delito de haber mancillado la tumba del periodista español Gonzalo Castañón, ciertamente muy vinculado a la jerarquía eclesiástica de la colonia en ese momento. (3)
La tardía emancipación de los esclavos por el decreto real de 1884, conjuntamente con la promulgación de la Ley de Vientres Libres dos años antes, en 1882 y que estableció gradientes diferenciales en el aspecto social para los llamados libertos, contribuyeron a que el subterráneo mundo de las creencias generadas por el sincretismo, continuara desarrollándose, entre criollos primero y cubanos después. Creo que, hasta hoy, los principales aportes a la cultura nacional –al menos originalmente- acerca de la influencia de éste fenómeno en nuestra historia siguen siendo y en ese mismo orden de importancia, las obras del etnólogo e historiador Fernando Ortiz, el historiador Ramiro Guerra Sánchez y más recientemente, los también historiadores Leví Marrero y Manuel Moreno Fraginals. En el ámbito de la antropología, la etnología y el folklore es también indispensable y de obligada consulta la monumental obra investigativa de Lydia Cabrera. (4) Otros estudios –muchos y muy serios- han encontrado su punto de partida y su referente científico e intelectual, sin excepción, en las obras de los autores citados.
La historiografía, al documentar los hechos ocurridos durante la segunda mitad del siglo XIX cubano, e independientemente del enfoque que se le de al tema, no pueden hacer desembocar nuestra historia nacional en los albores del siglo XX, en la presencia de un país independiente que se identifique con un catolicismo activo y militante. Viva aun entre los cubanos la imagen de una Iglesia –la católica- que no fue capaz de pronunciarse y oponerse desde su jerarquía a una estrategia como la del general Valeriano Weyler al llevar a cabo la campaña de Reconcentración; las esperanzas alentadas entre los seguidores de los ritos no católicos y fustigados por la Iglesia, parecía alejar a los cubanos del modelo de fe que mantuvo, por más de cuatro siglos, su aliento en España; uno de los territorios más ortodoxos en la práctica de la religión católica.
Aunque en la Constitución de 1901, más por un alarde de civilismo que por constituir la expresión de un ambiente socialmente prevaleciente, se declaró al catolicismo como religión oficial; ello no impidió que sobreviniera un período en el que las cosas no cambiaron mucho y, estoicamente, la Iglesia continúo convalidando, desde una posición de defensa a priori de sus ideales tradicionales, muchos hechos reprobables y de carácter aborrecible.(5) En el período que recién se iniciaba y que abarcó la primera mitad del siglo XX las cosas no cambiaron sustancialmente y ello explica en gran medida la facilidad con que se hizo posible conculcar la fe de los cubanos, hasta el momento en que arribaron al poder los que aun permanecen en él.
La fe en un Dios, máxima expresión de cualquier religión, continúo teniendo dos vertientes fundamentales para los cubanos; las sempiternas ideas basadas en un catolicismo furtivo y no militante y su vinculación con las creencias relacionadas con el sincretismo. Aunque pueda parecer que existe cierta intención empírica, el catolicismo como práctica acendrada entre los sectores populares, no pasaba de ser una actitud que se manifestaba mayormente fuera de los límites de la Iglesia, como entidad oficialmente reconocida y capaz de inspirar entre sus fieles una participación manifestada a través de un ejercicio consecuente. La imagen del Corazón de Jesús y a su lado el altar colmado de ofrendas a los orichas era –sigue siendo- la norma entre la población y si bien no todos eran practicantes de los ritos afrocubanos, los otros integran el numeroso grupo de los que se incluyen en esa categoría tan poco ortodoxa y nada convencional de los que se auto describen como “católicos a su manera”
Precisamente en esos grupos se inscribían –haciendo salvedad de algunos ateos confesos- los rebeldes de la Sierra Maestra. Muy conveniente debieron resultar las veleidades religiosas de los cubanos, para que las nuevas ideas del marxismo-leninismo, que les eran ajenas y estaban basadas en un ateísmo, casi primitivo para la mayoría, pudieran tener efecto y que uno de esos “creyentes" de poca monta y nula voluntad eucarística, a pesar de su formación, comenzara a proclamar la idea de la justicia social terrenal importada de lejanas latitudes; casi todos se apresuraron a renunciar a su rudimentaria fe, ya tan diezmada; a la vez que influenciada por otros factores que la Iglesia católica, como institución, no supo identificar a tiempo para asi llevar a cabo la denuncia y convertirse en valladar ante la ofensiva del ateísmo. Parecía que casi todo sucumbió al empuje arrasador de los asaltantes del poder, y la fe sólo terminó proyectándose ante los paredones de fusilamiento, mediante el grito valiente, pero sin eco, lanzado por los condenados de “viva Cristo Rey”.
¿Puede haber evidencia más atroz que la ofensiva antirreligiosa y anticlerical de los comunistas españoles durante los años de la república española? (1936-39). Los comunistas fusilaron sacerdotes, quemaron iglesias, pero la fe no declinó ni tampoco desapareció y cuando la República y el comunismo fueron derrotados, la esencia del catolicismo parroquial de los españoles les permitió tender un puente hasta la muerte de Franco y el advenimiento de una concepción más popular y realista que había tenido colofón con la celebración del Concilio Vaticano II en Roma, aun bajo la dictadura franquista  en España y cuya plenitud no sería apreciable hasta después de la muerte del caudillo.
De lo evidenciado hasta ahora hay que colegir que si la fe, en su dimensión extraterrenal no constituye un argumento de aceptación y práctica sistemática, a la vez respaldado por las instituciones que le representan; puede llegar a convertirse en algo totalmente falible. Es eso, lo que parece suceder en Cuba. Otros subterfugios, sin embargo, y con cierta laxitud y temporal cercanía es lo que ha empezado a ocurrir hace algún tiempo. Al forzosamente menguado argumento estructural del catolicismo impuesto por el estado comunista, se han venido a sumar otras manifestaciones del cristianismo cuya raigambre ha sido históricamente focal y ciertamente alejada de la tradicional actitud religiosa de los cubanos.
En los últimos tiempos se ha observado un notable crecimiento de las diferentes vertientes y expresiones del protestantismo y las denominaciones evangélicas y es significativo que, al socaire de este ambiente de aparente diversidad religiosa, el estado, fiel a su estrategia de aprovechar las rupturas que este tipo de diversidad puede  generar y promover; no se ha demorado en reconocer y validar la actividad de los creyentes, pasando de una posición de cancelación y persecución de la práctica religiosa a la de permitirla y reconocerla, sin que, en realidad, ello pueda ser algo más que una maniobra diversificante y tendenciosa. Resulta conocido que en la práctica de la fe y desde los tiempos de Calvino, Lutero y la Reforma, el establecimiento de la Iglesia Anglicana en Inglaterra y su extensión y desarrollo ulterior en otros países como los Estados Unidos, donde el protestantismo es particularmente influyente; el catolicismo ha debido llevar a cabo un marcado esfuerzo para no perder su hegemonía; en alguna medida este factor de competencia religiosa tiene una proyección local que, en el caso cubano no parece ser ni desconocido, ni descartable por el gobierno en ese país.
En medio del control que se ejerce, y como parte de éste, la existencia de una muy controlada libertad de cultos, no puede ser comparada con el status prevaleciente en lugares donde las estructuras religiosas conforman una parte importante en la vida de la sociedad civil.En Cuba, bajo las pretensiones gubernamentales lo que se presenta como el homónimo y que en la práctica es su antítesis, se aúpan estructuras capaces de controlar las actividades de los fieles desde y por el poder. Baste decir que ha existido por muchos años un “Departamento de Relaciones con la Iglesia” –en general- dentro del Partido Comunista, que funciona al más alto nivel y supervisa esas relaciones. En realidad lo que se ha buscado hasta ahora no es un entendimiento para propiciar la práctica de la religión y el efecto práctico ha sido determinante en la limitación de la influencia religiosa en la vida del país y entre sus nacionales.
Muy por el contrario de lo que pudiera pensarse, la supuesta diversidad religiosa, que como todo al interior, carece de real autonomía operativa, lo que se produce como efecto colateral es un afianzamiento de la contraposición entre los grupos por intermedio de las diferencias conceptuales que en el plano estrictamente religioso pueden existir. La Iglesia Católica, que numéricamente es la más importante, conoce perfectamente todos estos manejos, pero en el contexto en que se mueve le es imposible tratar de contrarrestar los efectos; en consecuencia se ha limitado a sobrevivir y es lo que ha hecho y aun continúa haciendo. En fin, que su experiencia histórica y secular como Institución le otorgan un sólido crédito en éste particular.

Es común escuchar críticas, en algunos casos demoledoras, condenando la posición del episcopado y la persona del Cardenal Jaime Ortega Alamino, pero su gestión encarada en el día a día de la Iglesia Católica cubana y sin ánimo de tomar partido en un sentido crítico o de aprobación de su responsabilidad, ha sido inteligente: “del lobo un pelo” y es evidente que la alta dirigencia en Roma respalda esa actitud. Desde los tiempos de monseñor Zachi, que en los años difíciles fungía como Nuncio Apostólico y cuando la correlación de fuerzas entre la Iglesia católica y el gobierno estaba totalmente inclinada a favor de éste último, no ha sido diferente.
Tras haberse producido la visita de Juan Pablo II, no han habido avances significativos más allá de lo relativo al mantenimiento del statu quo religioso al interior del país. La imagen del Pontífice, recientemente beatificado y en acelerado proceso sin precedente, por su sucesor el Papa Benedicto XVI; pronunciando homilías colmadas de frases sentenciosas como aquella de que “…el mundo se abra a Cuba y Cuba se abra al mundo, o la de recomendar a los cubanos perder el miedo (“…no tengan miedo”) y que en algunos de los discursos de introducción a las eucaristías efectuadas por Juan Pablo sirvieron para presentar de una manera inédita hasta ese momento, a los líderes regionales de la curia, que como en el caso del memorable discurso del Arzobispo de Santiago de Cuba Pedro Meurice Estiú, brevemente, fue capaz de decir cosas que en más de cincuenta años los cubanos nunca habían escuchado, la consecuencia tangible es que a pesar de los esfuerzos, todo se encuentra en el mismo sitio.
Hace aproximadamente un año el Cardenal Tarsicio Bertoni, Secretario de Relaciones Exteriores del Vaticano, visitó la Isla; como era de esperarse su proceder, a tono con la gestión diplomática ejecutada al más alto nivel, demostró la complacencia de Roma con el desempeño de la Iglesia Católica en Cuba; algo que entra en contradicción con las expectativas de los fieles a nivel popular. Acaba de anunciarse la próxima visita de Benedicto XVI para la primavera del año entrante y lo que la lógica indica es que más allá de algunas que otras sentencias expresadas desde el púlpito, quizás menos contundentes que las de su antecesor, pero más a tono con su intelecto, no existan otros resultados que los que se empeñan en hacer prevalecer el grupo de viejos comisarios que sólo tienen en común con el Pontífice el ejercicio vitalicio de sus respectivos cargos.
Mientras, seguimos esperanzados y esperando que, con, o sin la fe de los cristianos –todos- Cuba se abra al Mundo, lo que a nivel gubernamental parece haberse entendido entre los devaneos de la discusión bizantina en torno al "embargo/bloqueo", o mostrando una raquítica reforma económica, no estructural en lo político y medieval en lo puramente económico. ¿Será capaz el Papa Benedicto de evaluar y dar consecuente seguimiento a las propuestas de su antecesor? Creo que al respecto, el “General Presidente”, tendrá bien definida su postura y, mientras se haga presente para escuchar a Benedicto propagando el evangelio entre mis compatriotas, muy en silencio se hará eco de aquella castiza sentencia que reza: “…predícame pura, predícame fraile, que por un oído me entra y por el otro me sale”.
José A. Arias.
NOTAS.-
(1).-Ello tuvo mucho que ver con las guerras entre las potencias coloniales por conseguir acceso a los mercados de esclavos que, procedentes de diferentes regiones africanas, profesaban diferentes manifestaciones de sus primitivas religiones que sólo tenían en común el politeísmo, lo cual en el proceso de sincretización que da origen al pabellón Yoruba identifica las deidades con el santuario católico.
(2).-Como es conocido la prédica del Padre Varela fue identificada por las autoridades coloniales como un elemento de subversión que le mereció el destierro y lo trajo a ejercer su pastoral a San Agustín en época del dominio español en el territorio de Florida.
(3).-La condena a muerte de Narciso López y el fusilamiento de los estudiantes de medicina, aunque no fueron los únicos hechos del período de referencia (pueden citarse otros como las condenas y ejecuciones del poeta Gabriel de la Concepción Valdés “Plácido”, el proceso seguido a los participantes de la conocida “Conspiración de la Escalera” o los de los camagüeyanos Francisco Agüero e Isidoro Armenteros). Sobre el fusilamiento de los estudiantes en 1871 –para los interesados- recomiendo la obra de investigación del historiador –ya fallecido- Luis Felipe Le Roy y Gálvez: “A Cien Años del Fusilamiento de los Estudiantes, 27 de Noviembre de 1871”publicada con motivo del centenario de los hechos.
(4).- Fernando Ortiz: Los Negros Brujos y Contrapunteo Cubano del Tabaco y el Azúcar. Ramiro Guerra y Sánchez: Azúcar y Población en Las Antillas. Leví Marrero: Historia de Cuba -11 tomos, específicamente los tomos 4 y 5. Manuel Moreno Fraginals: El Ingenio. Lydia Cabrera: El Monte.
(5).-En los inicios de la etapa republicana acontecieron hechos deplorables como el asesinato y desmembramiento del cadáver del General Quintín Banderas, los crímenes perpetrados durante la “Guerrita de Agosto de 1906”, los hechos de profundo matiz racista vinculados a los “Independientes de Color” y Martín Morúa Delgado en 1912. Muchas de las implicaciones sociales de estos sucesos se reflejan en la literatura de la época como en el caso de las novelas de Miguel de Carrión.




                                                          



1 comment:

  1. Mi estimado Pepe, una vez más le felicito por la facilidad que Dios le dotó para leer, interpretar, analizar memorizar y comentar acerca de los sucesos históricos narrados por quienes los han escrito.
    Difícil tarea es concretar y conciliar tantos hechos, que no muchos pueden hacer incluso con la visión que Ud. lo hace.
    Pero….. acerca de la Fe religiosa verdadera….., de donde se amparó y surgió el catolicismo romano en un imperio corrompido, decadente y dominado por otras religiones plagadas de la intromisión y determinación en la política, tratando de darle continuidad a su dominio mezclando una con la otra y de donde está clara la herencia del ”estado del vaticano” y de donde surgen todas esas conclusiones reales y aplastantes a las que Ud ha llegado, basado en la historia que ella realmente ha provocado y con toda su razón.
    Pero… de esa Fe verdadera, que solo los que la experimentan ó tienen la dicha de experimentarla cuando indagan por ella, me gustaría invitarle a que se documentara, viera ó tratara de ver, más con los ojos espirituales que con los humanos. Aunque cuando digo viera con ojos espirituales incluyo las realidades que esa Fe ha producido y produce en tantas personas desde que surgió, que para mí son reales, porque yo también la he podido experimentar, pero que para otros son unos mentirosos ó fanáticos.
    Sin embargo no dejo de reconocer la tergiversación que muchos y no pocos han hecho de su historia con oportunismo y afanes de lujo, fácilmente reconocidos por los que con un poco de instrucción acerca de dicha Fe podemos hacer.
    Por lo demás una vez más aprendo con sus escritos, que reconozco me obligan a tener un diccionario abierto, para aprender aún más de la lengua española tan rica y variada en palabras.

    ¡Gracias por tenerme en cuenta!, el honor ha sido para mi

    Severino

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