Desde el punto de vista
de una perspectiva global a la que la Unión Europea (UE) se encamina en razón
de su interpretación de los principales acontecimientos en su contexto
inmediato ― también fuera de él ―, el caso de Cuba parece interesante, tiene aristas
que, cuando menos, tienden a ser contradictorias. Nunca, sin embargo, deberán
ser analizadas fuera de contexto, ni de una lógica razonable y desapasionada; algo
que debe suceder desde cualquier perspectiva.
Es visible que, al
interior insular, el reclamo de derechos elementales conculcados por décadas y
que no se circunscriben solamente a derechos políticos que, además, conforman
la amplia gama de voluntades reprimidas y a consecuencia, precisamente, de la
gestión política; esa, la interpretación del concepto
de derechos humanos haya sido y continúe siendo el vórtice de la tormenta. En
teoría, desplaza el argumento pragmático que, contra la más racional ética
evolutiva, demuestran en cuanto a la economía una absoluta incapacidad
operativa.
Entre la voluntad
visible y manifiesta de entidades representativas de una gestión alternativa y
paralela a la gubernamental, se nota una estructuración en activa y lógica
correspondencia con una visión mucho más estructurada ― científicamente ― que
no sería inteligente desconocer: ese es un fenómeno que, de nueva cuenta, ha
puesto en vilo a las autoridades que se empeñan en mantener el poder aferrados
a viejas estructuras totalitarias ancladas en el modelo superado del sovietismo
a ultranza.
En éste, su último
viaje de comienzos de año, el tercero de Federica Mogherini a Cuba, hay
evidencias de que todo no parece ser como muchos creen. Es lógico que si la
representante y encargada de las relaciones internacionales del SEAE (Servicio
Europeo de Acción Exterior) regrese al país, se reúna con funcionarios de alto
nivel, firme acuerdos, cartas de intención y cooperación y oficialice de esa
manera, lo que ya se venía adelantando; produzca una oleada de interpretaciones
en función del efecto inmediato. Pero en lo esencial, hay que tener en cuenta
los resultados basados en: a) la coyuntura internacional y la peculiar visión
territorial (geopolítica) diferenciada de la UE, b) la reiterada práctica elusiva
del gobierno cubano de interpretar cualquier posibilidad como una coyuntura que
se traduzca en garantía de mantener el poder político in extensus.
En cuanto al primer
enunciado Mogherini dejó clara la posición de UE en el interdicto cubano;
habría que recordar que circunstancialmente la posición de UE ha devenido
diferente desde que se establecieron las relaciones en 1988, sólo ocho años
después esas relaciones se congelaron y en 2008 se anunció la Posición Común de
los 28 estados miembros reforzando el aislamiento y condicionando su
desaparición a un cambio de interpretación en el tema de los derechos humanos;
en 2016 se reanudaron las negociaciones y se les dio cuerpo en este tratado, funcional
desde el 1 de noviembre pasado y oficialmente reconocido ahora en enero 2018 pero
que deberá ser ratificado en febrero 28, algo que se da por hecho.
La evidencia
correlativa y coyuntural queda manifiesta al decir de Mogherini, cuando
expresa: “…frente a los que levantan muros y cierran puertas, nosotros los
europeos queremos tender puentes y abrir puertas mediante la cooperación y el
diálogo” (1)
Luego agrega: “…igualmente
rechazamos las acciones norteamericanas sobre ciudadanos, empresas e intereses
cubanos. No podemos aceptar que medidas unilaterales impidan las relaciones
económicas y comerciales con Cuba”
Con acierto se dice que, el momentun y la secuencia entrañan una interpretación
sesgada y carente de observancia en el detalle. Con respecto al régimen cubano
el diálogo se produce con los personeros de su tradicional desenfado argumental
y los que observan desde fuera van a tenerlo en cuenta; no importa desde que
atalaya presencien el devenir de los acontecimientos. Si en Cuba la sociedad
civil ha dado muestras del incremento de su actividad; a contrapelo, y en función
de la respuesta de las autoridades, no es posible pensar en lo que se ve como
una actitud de inmovilidad que se traduce en una ostensible falta de declive
(todo lo contrario) de la represión concebida como un todo excluyente de
excepciones, porque en la práctica es "frente a la contrarrevolución y el
entreguismo"; términos aún vigentes en el discurso cotidiano de la dirigencia
que se define a sí misma como revolucionaria.
Precisamente en ese
último argumento se entroniza la veleidad coyuntural de UE si recordamos que
con respecto a Bielorrusia el Consejo de la UE (que Mogherini preside ― también
en el momento referido) ha decidido, fundamentalmente, en función del irrespeto a los
derechos humanos en ese país y bajo el régimen de Alexander Lukashenko (94),
mantener activas las medidas dictadas en su contra por violaciones que, exactamente
se corresponden con el régimen de detenciones arbitrarias, desapariciones
forzosas, persecución de individuos por su integración personal a diferentes
organizaciones, reclamos de libertad sindical y derecho a huelga; aún más en el
caso cubano; importantes funcionarios considerados en la línea de sucesión al
poder, que públicamente manifiestan su voluntad de limitar la participación
ciudadana en una perspectiva y entorno verdaderamente democráticos. Parece razonable
la pregunta: ¿cuál es la diferencia?
Para algunos la
diferencia puede constituir un acto de nihilismo geopolítico y circunstancial.
Las relaciones entre la Rusia de Putin y la UE no son las mejores y las
reiteradas amenazas a los estados orientales miembros, el conflicto de Ucrania
y la ocupación de Crimea son espina clavada en el costado de UE. En ese sentido
y en varias ocasiones, la más reciente en visita de un alto funcionario de UE a
Bielorrusia, Lukashenko ha manifestado su intención de fungir como mediador
entre Rusia y UE, a su decir, sin ningún interés personal de su parte. Lo
cierto es que desde 2016 se han apreciado ciertos cambios ―elementales y
someros ― en las relaciones Bielorrusia - UE. Ello sin dejar de tener en cuenta
el desinterés de Bielorrusia en solicitar su integración a la Unión (ni ésta
habérselo ofrecido) porque prefiere seguir representando su papel de estado
colchón de Rusia en el anillo periférico del ring
land del proyectado entramado neo-imperial de Putin y que UE la inserte como estado en
medio de una relación de favorecimiento que data de 1989, antes de la desaparición
de la URSS.
Cuba, Isla caribeña, es
otra cosa y sería ilusorio pensar y/o creer que en el contexto de la relación
bilateral puedan existir todos esos presuntuosos avatares de la diplomacia que
no son válidos en ningún contexto, ni más allá del discurso, excepto cuando la
fuerza establece la visión inmediata de una amenaza real, como en el caso del
conflicto Estados Unidos – Corea del Norte. Allende ese discurso, es necesario
adentrarse en su letra sujeta a correcciones que aún aguardan por su
realización en lo que atañe a la parte cubana; dicen mucho, y más que una
lectura entre líneas, parecen alusiones definitivas y definitorias.
Llama la atención que
en el último lustro Cuba ha tenido sucesivamente tres proveedores principales
que se han disputado la deshonrosa categoría de ocupar el primer lugar en esa
lista: Venezuela, China y ahora UE. Tras la firma del acuerdo definitivo que
tendrá lugar en Bruselas en 2018 (entre Mogherini y Bruno Rodríguez) debuta UE
como la entidad que ocupará ese nada envidiable sitial. Pero lo hace en una
perspectiva muy afín a sus intereses y a un nivel de desbalance comparativo muy
inferior a los anteriores proveedores del período postsoviético (catastrófico
en resultados) Aquí, el monto de la inversión inicial de UE es de apenas 49
millones de euros; 18 para un programa de conservación de energías renovables,
21 para la agricultura sostenible y un programa de ayuda al sostenimiento de la
cultura y la rehabilitación de las zonas afectadas después del paso del huracán
Irma de 10 millones de euros. Con pragmatismo económico pleno: más o menos el
costo de unos envíos de pollo congelado, arroz y cereales, por los que Cuba
debió pagar en cash a los EE. UU. en tiempos recientes.
Sería apropiado
referirse a dos aspectos que desde la perspectiva cubana no parecen tener,
independientemente de la manifestación labios afuera de una supuesta voluntad
política, una solución inmediata y que sin embargo están en el interés de
conseguir. Sobre la posibilidad de que UE retire el visado a Cuba de sus
nacionales, Mogherini expresó: “…tenemos un diálogo abierto con Cuba para
tratar diferentes temas. Esta mañana durante mi reunión con el canciller Bruno
Rodríguez, convocamos a nuestros equipos a generar todos los asuntos posibles
que se puedan tratar desde este momento hasta febrero, cuando desarrollaremos
el primer Consejo. Vamos a explorar los temas de interés común y estamos
abiertos al debate” Parece evidente el propósito que entraña la respuesta
(dilación-ganar tiempo -disolver argumentos -evitar las contradicciones entre
Estados Miembros) O, ¿está UE en disposición de convertirse en receptor de más
emigrantes y en medio de los consabidos y enormes problemas que confronta al
respecto?
El otro asunto de
sensibilidad medular, el de la interpretación sobre la importancia de los
derechos humanos quedó definido en los siguientes términos: “…estamos
trabajando ―dijo Mogherini ― para formalizar el diálogo de Cuba y Europa sobre
los derechos humanos, que comenzó en 2015. Aunque hay algunas diferencias en
nuestras posturas respectivas, la apertura y disposición para el diálogo están
siempre presentes”
Hasta hoy las
evidencias demuestran que, para Cuba, China, Viet Nan y el caso extremo de
norcorea, la importancia del vínculo partido-estado cancela cualquier
posibilidad de negociación en la práctica y en este sentido; llega a suceder,
inclusive, en el caso ruso y bajo una supuesta y actual influencia que tiende a
una vinculación del asunto con temas ideológico-religiosos que no vienen al
caso. ¿qué esperar de argumentos que desdicen de la lógica política más
elemental al escudarse en una interpretación de la soberanía nacional en la que
según alegan, los “principios” no están a discusión? Ello equivale a entender
los derechos humanos como parte de una interpretación sui generis, deslindada de su esencia genérica y bajo la conceptualización
conveniente de una política de estado totalitario. Para quien sabe de lo que se
trata, es posible entender que semejante relación no es válida, pero, además; de
ser así, las evidencias prácticas lo demuestran en lo que se crea la condición
del desmentido.
Como en la concertación
entre realidad y fantasía, en la que suele mediar un abismo de circunstancias
insalvables, los argumentos ― por momentos intangibles ― ajenos a la realidad, desbordan
las posibilidades. Los problemas acuciantes de la Cuba actual no van a
encontrar solución fuera de sus límites geográficos. No importa si se mira en
dirección a diferentes referencias y/o vectores; mientras los demás se entienden
entre sí, los cubanos estamos obligados a mirar hacia adentro. En eso, debemos
andar, ¿Aprenderemos a hacerlo?
José A. Arias-Frá
1/07/2018.
(1).- Todas las citas de Mogherini pertenecen a la conferencia de prensa dada tras la presentación de una "conferencia magistral" (Relación UE-América Latina) en el antiguo Seminario de San Carlos y San Ambrosio, ahora Centro de actividades artísticas y culturales para la Juventud; uno de los proyectos de restauración del Casco Histórico llevados a cabo bajo el auspicio de UE en Cuba por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
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