El próximo 15 de
octubre habrá elecciones regionales en Venezuela. Esta vez, limitadas a elegir
gobernadores de las 23 gubernaturas existentes nacionalmente y de las que hasta
ahora y después de los últimos comicios celebrados en 2012, 21 gobernadores
chavistas ocupan el cargo al frente del mismo número de magistraturas. Todo parece indicar que
las perspectivas de un cambio son inminentes. Pero, ¿existe garantía de tal
previsión?
Aunque ya se conocía de
la gravedad de su dolencia para ese entonces (2012), Hugo Chávez aún estaba
vivo (su fallecimiento ocurrió en marzo del 2013 según fue anunciado) y eso le
daba ciertos visos de autenticidad al proceso político que en medio de una
tenaz propaganda del PSUV se verificaba. No obstante, la oposición al chavismo
había ido ganando terreno y desde 2008 logró consolidarse como entidad
aglutinante de diversas agrupaciones y partidos políticos bajo el esfuerzo de
la MUD, algo que desde 2006 venía gestándose.
La irrefrenable crisis
nacional ocurrida durante la gestión de Nicolás Maduro permitió que bajo el
efecto degenerativo de diversos vectores de influencia económica, política y
social las cosas hayan ido cambiando hasta llegar a la crisis que hoy enfrenta
a Venezuela como nación y a su población, a un momento en que cualquier
decisión puede parecer y resultar, crucial (1)
En virtud de que la
decisión mayoritariamente consensuada de acudir a elecciones terminó
prevaleciendo esta vez, lo que habrá de ocurrir tras los resultados del 15 de octubre
de 2017, será también definitorio para el derrotero a corto plazo de la vida
política nacional.
La oposición tiene sus
previsiones basadas en cálculos y números que apuntan las encuestas (2) y que,
según afirman, los llevarían a conseguir entre 15 y 18 gobernaciones a pesar de
los empeños que ha puesto el gobierno a través de dos de las entidades que
mantiene bajo su control: el CNE y el TSJ y que, a fin de manipular los
resultados previamente y antes de que el proceso tenga lugar, no han tenido
reparo en demostrar su parcialidad obedeciendo órdenes del ejecutivo bajo la
falaz apariencia de recomendaciones “en virtud de salvaguardar la pureza del
proceso”
Se ha hecho todo lo
posible por limitar la participación de candidatos de la oposición, impedido la
sustitución de aspirantes tras haberlos hecho renunciar o mediante otros espurios
subterfugios, cambiado la capacidad de las mesas de votación reduciendo su
número a fin de crear retrasos en los
procedimientos, se ha establecido un nuevo sistema de votación (en remplazo de Smart
Matic, por uno de propiedad de empresarios vinculados al chavismo) e inclusive,
eliminado el uso de la tinta indeleble para controlar fraudes potenciales.
El grupo oposicionista
que se ha opuesto a la participación en los comicios y donde ocupa una posición
descollante Vente Venezuela de la dirigente oposicionista María Corina Machado,
ha expresado su desacuerdo basándose en el origen comprometido, que, para
ellos, tiene el propio proceso que se ha convocado. Primero, porque la convocatoria
se verifica por funcionarios del CNE que tienen su período de ejercicio vencido
y lo más importante; porque la Constituyente madurista de 30 de julio y que, de
facto, tomó como una de sus primeras decisiones desconocer a la Asamblea
Nacional Constituyente de mayoría opositora electa en diciembre de 2015, es la
principal convocante del proceso electoral. Según el criterio de los que se
abstienen y recomiendan no participar, el hecho de hacerlo es, prácticamente,
un acto de traición y de confabulación con el régimen dictatorial de Nicolás
Maduro.
Pero como se sabe y ha
quedado demostrado, la insistencia de la mayoría opositora pone el énfasis de
las posibilidades para el cambio en el ejercicio del voto y el uso de las urnas
como única contingencia posible frente al totalitarismo, que trata de aparentar por su ya remoto y contradictorio origen, seguir siendo un proceso legal fincado en
mecanismos democráticos. Parece irrefutable que después de los muertos, primero
en 2014 y luego de más de un centenar recientemente, alguien que no milite
entre acólitos y cómplices sea capaz de refrendar el argumento democrático para
tratar de paliar el efecto manifiesto de un régimen dictatorial esencialmente
antidemocrático.
Se sabe cómo concluyó
esta última oleada represiva desenvuelta por el régimen frente al intento
popular de permanecer en las calles enfrentando la represión. Era de esperar
que faltando el apoyo del estamento militar adherido y confabulado con el
gobierno, comprometido con él mediante el soborno y el co-hecho, el esfuerzo de
los movilizados fuera decayendo hasta desaparecer.
Es ese, el punto de
inflexión en la estrategia oposicionista que responde a una implementación
presuntamente lógica de los argumentos y que no tiene otro derrotero que
defender la posición de participar en la confrontación electoral y los resultados
que de ella puedan provenir; salidos de las urnas como máxima expresión de la
voluntad popular y a fin de alcanzar una definición ulterior.
Hay, aún, otro presupuesto
que los electoralistas defienden. Ellos estiman que otra contundente victoria
en contra del oficialismo los sitúa automáticamente ante la posibilidad de
enfrentar a Maduro en absoluta ventaja en los próximos comicios para presidente
que según el propio Maduro “…llueva, truene o relampagueé tendrán lugar en 2018”
Algo que, sin embargo, y dado el récord de violaciones que tienen los órganos
de poder encargados de garantizarlas, muchos ponen en duda, máxime, después de
haberse verificado la puesta en práctica de la estrategia de la Constituyente
Comunal con poderes y facultades ilimitadas en el ejercicio de sus funciones.
ALGUNAS VALORACIONES
Argumentos como los que
siguen, se escuchan a diario:
― Nadie dijo que esto
iba a ser fácil ― expresó un dirigente político entrevistado por un periodista ―,
aquí en Venezuela, todos queremos un cambio, mantengamos la vigilancia sobre el
ejercicio del pueblo en las urnas (sic) y sobre los resultados.
El derecho del pueblo a
participar es sagrado y no debe ser desconocido, el estado no decide (¿?), sólo
representa el poder electoral y si determina desconocer la voluntad popular
terminará de descaracterizarse.
― Éste de ahora es un
voto de rebeldía ― continúo diciendo ― el proceso es muy local, pero a pesar de
ello el mundo tiene sus ojos puestos en él y será el primer paso para elegir un
presidente que saque a Maduro del poder.
― Estoy convencido de
que irán muchos venezolanos a votar contra el régimen, el problema es que el
gobierno lo acepte. Concluyó.
La anterior, es la
visión aparentemente optimista y en cierto sentido triunfalista de un asambleista al que, ese mismo tirano que es Maduro, junto a sus cómplices,
lleva dos años impidiéndole el ejercicio de sus funciones a pesar de haber sido
electo, basándose en una acusación tan infundada, absurda y pueril como la de
ser “pro-yanqui, oligarca y burgués”
Si la evidencia es la
prueba fehaciente para lograr establecer la certidumbre del análisis, ¿qué
debería concluirse con respecto al caso venezolano en el que tantas veces ha
sobrevenido la frustración tras el fracaso a consecuencia del intento y las
argucias de un régimen carente de pudor a la hora de subvertir y mentir?
¿A qué tipo de
construcción políticamente viable aspira la oposición venezolana, aún en el
caso de los que recomiendan la abstención? ¿Existirá la idea de la
compartimentación del poder con un régimen excluyente? ¿Qué conversión puede
esperarse en términos de democracia verdadera proveniente de cualquier alianza
con el actual poder fáctico de la dictadura? En perspectiva inmediata todos los
cuestionamientos parecen válidos y no es casual que, desde el poder, algunos de
sus voceros más conocidos argumenten al respecto mintiendo exprofeso al
propalar versiones sobre nuevos diálogos entre gobierno y oposición en terceros
países.
De seguro una situación
tan seria, por grave, como la que existe hoy en Venezuela no puede ser objeto
de divertimentos que garanticen la consecución de lo que más necesita el
régimen: ganar tiempo.
Voten, velen, protejan
su decisión; el discurso se repite y las razones son obvias. Nunca existió un consenso
internacional mayoritario y coyunturalmente favorable como ahora, ni el
madurismo se vio enfrentado a una situación económicamente peor; pero aún
cuentan con el poder de la fuerza y de las armas y en tal caso, poco les
importa la razón. La historia se repite con demasiada frecuencia y hacer hábito
de la conformidad y el inmovilismo no produce buenos resultados.
José A. Arias-Frá.
10/10/17
Notas:
(1) Todos
los índices estadísticos apuntan a una agudización de la crisis venezolana.
Baste mencionar que los niveles de inflación calculados por el FMI para 2018
alcanzaran la cifra sin precedentes de ¡2349.3%! y la disminución del PBI
deberá estar entre un 10 y 12% en el mismo período (fuente: FMI) Venezuela es,
además, el único país que no ha generado un decrecimiento en el índice de
criminalidad en el área y se reporta un 91.8 (2016) de personas fallecidas por
cada 100 000 habitantes en un país cuya población es de 31.5 millones. Tanto
los índices de alimentación como los relacionados con cuidados de salud se han
mantenido en niveles críticos.
(2) Previsiones
relacionadas con las próximas elecciones:
Encuestadora: HERCON
Fuente: La Patilla
Fecha de publicación: marzo 2017
MUD: 63.3%
PSUV: 16.9%
Indecisos: 19.7%
Hasta el presente los números pueden mostrar cambios, pero no alteran la correlación.
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