Sunday, September 6, 2015

GLOBALIZACIÓN, EMIGRANTES Y FRONTERAS.


En el mundo global en el que se habla de fronteras que desaparecen, distancias que se acortan a consecuencia de la influencia de las comunicaciones y la indiferencia ante el desarraigo pospuesto ante la importancia de la propia vida, no siempre se cumplen los sueños dorados de los emigrantes y huir, a veces sin tener conciencia plena del destino, revitaliza el concepto político de los límites geográficos. ¿De qué huyen los que emigran y por qué lo hacen?

Al parecer, las causales no son siempre las mismas pero en el meollo de la cuestión hay argumentos que constituyen un denominador común. La pobreza y una visión, a veces inconsciente, del futuro que se proyecta estático e irreductiblemente atenido a la inercia y en consecuencia contrapuesto a la esencia de la interpretación individual, termina por manifestarse colectivamente de manera espontánea. Salvar lo  que se poseé -poco o nada- y que en el ejercicio de la humanidad misma crea la conciencia de que mientras exista la vida habrá esperanza, se convierte en catalizador de la decisión.

Si ante la confluencia de tales factores se manifiesta la presencia obstinada y cruel de agentes sólo capaces de demostrar la ineficacia de su gestión por intermedio de la demagogia, habría que aceptar y aun justificar, que las razones del emigrante sean económicas. Nunca ha sido diferente; pero cuando las cosas cambian a consecuencia de la situación política, según sucede, la decisión del emigrante adquiere otra dimensión donde la libertad conculcada ya no es sólo el deseo de mejorar económicamente y de lo que se trata es de hacer prevalecer la independencia del ser sobre el estado totalitario. No es casual que oleadas de personas se muevan, bajo severas condiciones de riesgo, de los lugares donde impera el totalitarismo hacia donde intuyen y creen que pueden hacer valer sus decisiones personales.

Del Magreb o el África subsahariana, el este y  el sudeste de Asia –donde China no es excepción- América del Sur, en fin; de todos los territorios culposamente maltratados por el populismo de socialistas y compañeros de viaje bajo la conceptualización tercermundista – en lo político- y el uso del término subdesarrollo –en lo económico- las personas manifiestan, ya por mucho tiempo, una invariable propensión a querer escapar. Con el facilismo de la pueril actitud que les caracteriza, la crápula de tiranos, dictadores y políticos corruptos que suelen repartirse el poder como si se tratara de una eterna dádiva providencial, culpan al "otro mundo" de todos los males e inmersos en la verborrea de una función periódica pura –donde matemáticamente el cero es infinito- prometen y se comprometen a cambiar las cosas. ¿Cuánto tiempo ha de transcurrir para que tales promesas se hagan realidad? Ante la inmediatez de las vicisitudes, la respuesta parece ser inexistente y la reacción evidente .

Para quien sabe lo que supone el desarraigo a contrapelo, algo sobre lo que no es necesario argumentar, está muy claro que la vida tiene un límite sobre la magnitud indefinida del tiempo a sabiendas de que el que se ha perdido es irrecuperable e irreversible; menos, si de salvarla se trata como en el caso de quienes la sienten amenazada por sus creencias y en medio de la horripilante sucesión de cabezas que ven rodar ante el espanto de sus miradas. Detrás de todo siempre está la voluntad omnímoda del represor a quien no le tiembla la mano para abrir o cerrar la puerta del predio, creando lo que suele definirse como una “situación humanitaria” y en lo que vociferan e inculpan a terceros con el afán de justificar su demagogia y su presencia ad infinitun en usufructo del poder.

Luego todo se convertirá en una discusión bizantina dirimida en foros, organizaciones, comités de “solidaridad” y lo peor, en estadísticas sin nombre de los que no consiguen el propósito de huir a pesar de intentarlo. Siempre habrá alguien dispuesto a hablar de "éxodos masivos" basándose en los parámetros sociológicos y presentarlos como algo inevitable mientras la riqueza esté concentrada en pocas manos y sean muchos los que viven en pobreza. ¿Y quiénes se encargan de la distribución de tal riqueza en los territorios de donde suelen venir los emigrantes?, ¿no es contradictorio que en muchos de esos lugares se autodefinan como soberanos e irrestrictos defensores de “la libre determinación de los pueblos”? Entonces, ¿qué es lo más cercano a la verdad?

El propósito no es tratar casos específicos. Los vectores que apuntan a explicar el fenómeno migratorio en la contemporaneidad fueron enunciados y es factible comprobar que siempre se trata de las mismas razones. El Planeta se ha hecho más pequeño en función de la tecnología y su incesante desarrollo, pero también se han achicado los reductos tras esos límites que llaman fronteras para dar cabida al creciente número de personas que pretenden escapar. Piense usted, lector, en cada caso; quizás en el suyo propio y en el de todos los involucrados en eso que festinada y tibiamente suele verse como una "trágica situación humanitaria” algo que sería mucho más certero definir como el peor de los problemas del siglo en curso.

José A.Arias-Frá

Septiembre 7, 2015.   

No comments:

Post a Comment