Sunday, September 13, 2015

¿DIFERENDO FRONTERIZO O MADURO VS. SANTOS?


Para tratar de crear justificaciones siempre hay argumentos, sobre todo si se cuenta con el control absoluto del poder y explorar el lado más vulnerable de la coyuntura se ofrece como garantía de un resultado aparentemente redituable. Esa es la conclusión del gobierno venezolano al introducir, una vez más, el asunto del sensible tema de la frontera con Colombia.

Sensible, porque se trata de un límite geográfico sobre el que ambas partes han mantenido una falta de control que ha hecho porosa y vulnerable la actividad que, en lo económico, es vital en el caso de los dos países y en condiciones de normalidad debería resultar armónicamente provechosa. Mucho antes de permitir que el asunto se viera politizado en extremo y se halle –como es el caso- convertido en argumento de rivalidad por Venezuela, debió imponerse la previsión y el gobierno colombiano sentirse compelido a asumir sus responsabilidades en el asunto. Aquí, permitir el margen al “dejar hacer” favorece la malsana intención de Maduro y su gobierno.

Sensible, además, porque se trata de una confrontación en que la visión ideológicamente  totalitaria no permite opciones a la hora de componer las cosas y culposamente utiliza los compromisos para manejarlos a su antojo. En consecuencia, Maduro ha tomado la iniciativa y abiertamente presiona a Santos: “…estoy dispuesto a dialogar, pero las condiciones las pongo yo” ha dicho Maduro. Sin embargo, tras haberse celebrado dos encuentros oficiales entre cancilleres en Cartagena de Indias y Quito, -más uno extra-oficial en Costa Rica- en el escenario de los acontecimientos las cosas no parecen haber cambiado.

La reunión en Quito tuvo carácter privado; pero el canciller ecuatoriano, Ricardo Patiño, se permitió hacer declaraciones a la prensa exaltando el “buen tono” para el entendimiento y la posibilidad concreta de que se produzca una reunión entre los mandatarios de ambos países. Posiblemente en los próximos días, quede determinado dónde y cuándo. Para el gobernante venezolano, más que para Santos, significa arribar al punto culminante de su estrategia.

El diferendo actual es, según alega Maduro, el resultado de la copa derramada por la gota que la colmó – la agresión a tres militares y un civil por un grupo de “sicarios paramilitares” procedentes de Colombia en San Antonio del Táchira. La determinación del agredido; cerrar varios kilómetros de frontera y decretar estado de emergencia en ellos y otras diez poblaciones fronterizas. De inmediato el “agredido” se convirtió en agresor y amparado en la búsqueda –aún sin resultados concretos- de los ejecutores del crimen, ha trocado el hecho en una cuestión en defensa del honor patrio; algo muy conveniente para él ante el desgaste interno del gobierno del PSUV y visa vi las elecciones del próximo 6 de diciembre para diputados en la Asamblea Nacional. Manifiesta ha resultado la intención de querer atribuir a los problemas internos de Venezuela, un origen foráneo. No es de absoluta garantía que pueda lograrlo, pero detrás de la hipocresía diplomática que caracteriza a los organismos regionales –OEA y UNASUR- el “irrestricto respeto a la autodeterminación de los pueblos” sigue siendo un argumento válido a la vez que intangible, un argumento de la demagogia y las campañas de las ONG, agua que se vierte en un canasto. Para Maduro, es más fácil desarmar autodefensas que combatir criminales.

Aunque Santos ha endurecido su discurso con frases como “la revolución bolivariana se está autodestruyendo” o “…hay alguien empeñado en echar pólvora al conflicto...”, sabe que otros caros propósitos de su gobierno como las próximas elecciones regionales de octubre y el más importante: las conversaciones de paz con las FARC en La Habana, Cuba; se pueden ver afectados tangencialmente como resultado de la presión ejercida desde Venezuela. La opción que Maduro pergeña es la de ganar-ganar; ganar tiempo, tratar de legitimar sus propósitos envolviéndose en la bandería del chauvinismo, desplazar el vórtice de la catástrofe de su gestión a un conflicto de carácter internacional y tratar de revertir en lo posible el fracaso evidente de su mandato. Lo que busca son resultados a corto plazo, enmarcados en un “timing” que, según entiende, se proyecta en su favor. Es seguro que cualquiera que pueda ser el resultado, el resto de su guión ya está escrito.

Habrá acuerdos, apretones de mano e interpretaciones a futuro de polémicas cuasi seculares basadas en el derecho internacional y que serán remitidas a las instancias pertinentes. En cualquier caso, Maduro verá cumplido su objetivo porque a diferencia de Santos y por razones obvias, la “legalidad” en Venezuela está determinada por él y con espetar cualquier adjetivo capaz de minimizar la opinión disidente y según ha sido la costumbre, reafirmará su imagen entre sus seguidores. Habrá que esperar al resultado de una contienda electoral donde los vaticinios no suelen coincidir con la realidad y abundan los émulos de Houdini.

Mientras, los colombianos y venezolanos en la frontera cargarán, de la misma manera que han hecho con los precarios enseres rescatables, el pesado fardo de la culpabilidad que se les ha impuesto.

José A. Arias-Frá

Septiembre 12, 2015.

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