Tuesday, June 9, 2015

EDUCACION VS. ADOCTRINAMIENTO.


Aunque desde tiempos ya remotos y superados, fue siempre igual; la ignorancia de lo que bajo ciertas circunstancias políticas se define como “masas” al tratar de equiparar el concepto con el de pueblo, ha sido un pecado de apreciación de los llamados socialistas marxistas y todos los que pretenden parecérseles. Por esa vía sólo es posible alcanzar la insensatez que a muchos les causa estupor e inexplicablemente motiva la hilaridad como parte de la crítica cuando las consecuencias pueden ser muy preocupantes y las razones, aún más.

Al hablar de “masas” el entorno en el uso del concepto suele tener cabida y amplia aplicación entre los que se conciben y se ven a sí mismos como redentores a la vez que gestores de una “justicia” que no pervive en la realidad, siempre estructurada ventajosamente tras hacerse con el poder. Es el caso de los socialistas marxistas y de los comunistas, pero no solamente en esas circunstancias “las masas” son engañadas por imberbes que toman ventaja de las coyunturas –absolutas o relativas- y en el caso de los dictadores de derecha, el mecanismo sociológico de la coerción a partir de la ignorancia, es premisa capaz de determinar resultados semejantes. A veces, dependiendo de las circunstancias, algunos gobernantes que dicen ser demócratas se valen de la demagogia para llevar a cabo sus propósitos. Sobraría citar los ejemplos de quienes se amparan en el populismo para cebarse en la corrupción sin ambages, ni pudor.

De manera que si enfocamos el análisis de la situación como una simple ecuación en la que se hace posible cancelar algunos términos, llegamos a la conclusión de que la ignorancia colectiva y la superficialidad en el entendimiento –o su ausencia absoluta- son un producto inmediato de la falta de educación que, de no existir o ser mal interpretada como parte del adoctrinamiento colectivo, siempre e invariablemente tendrá las mismas consecuencias.

Una simple observación de las evidencias nos permite la afirmación anterior. En medio de regímenes dictatoriales y totalitarios de izquierda o derecha, hay solo tres tipos de ejecutantes: (1).-aquellos que gobiernan y alegan proceder de ese sector que constituye una amalgama conceptual a partir de la que suelen acumular ventajas y no sin cierta osadía que les es característica y común, alegan representar, (2).-los oportunistas de ocasión que distinguen entre las ventajas del uso y disfrute del poder absoluto y terminan por darle prioridad, a contrapelo de lo difícil que resulta alcanzar objetivos personales a corto plazo en medio de la competencia verdaderamente democrática y (3).-las víctimas, que como pedestal para su ascenso y la consecución de espurios objetivos le sirven de plataforma y sostén a los dos grupos anteriores. Desgraciadamente, el último grupo interactúa sin conciencia de los efectos de su incapacidad.

A veces y con bastante frecuencia el adoctrinamiento se confunde con educación y suele ser aceptado como una ventaja loable en sociedades de corte social-marxista y totalitario. Para evadir los peligros de esa trampa habría que distinguir entre educación, liberalmente interpretada –uso el término fuera de cualquier contexto político- y educación de “las masas”, no por casualidad encarada como el instrumento que las haga capaces de responder en una sola dirección. Para quienes saben de lo que se trata, es absolutamente explicable esa supuesta gratuidad de que tanto blasonan los regímenes totalitarios porque en la interpretación de quienes gobiernan es la única manera de crear una infraestructura educativa que responda a sus intereses y descarte como insustancial, por ejemplo, el ejercicio de la libre cátedra en las universidades. Aquí, la falta de una verdadera educación se pone de manifiesto como parte de una cadena de efectos que van estableciendo sus límites e imponiendo sus conceptos: el sujeto, no es educado intelectualmente para ser capaz de llevar a cabo una interpretación; es adoctrinado para que responda a criterios pre-establecidos sin dejarle la más mínima opción.

El arquetipo puede aparecer bajo el concepto de una “formación” teóricamente austera e intelectualmente amañada y el cerco sobre el individuo comienza a establecerse a partir de argumentos netamente políticos como la falta de libertad de expresión concomitante con la falta de información y la carencia de libertad de prensa, por ejemplo; de ahí el afán de comenzar por la aplicación de un férreo y estricto control sobre los medios, común a todos los regímenes totalitarios. De ello, y como cura de una enfermedad crónica que suelen atribuir a la democracia, la cuidadosa dosificación en las políticas de publicación de lo que las personas puedan leer, decir, mirar, escuchar y aún pensar; constituye un caro objetivo del adoctrinamiento a cualquier nivel. Aunque cuestiones como aquello del “hombre nuevo” y otras entelequias por el estilo que parecen hoy parte de la pre-historia de la post- modernidad no se tomen al pie de la letra, no significa que pueda dejar de ser el propósito cardinal que se persigue y que tales afanes hayan dejado de constituir el aliento de quienes ejercen el poder (siempre agrupados en los dos primeros sectores que anteriormente acotaba)

Desde épocas remotas el advenimiento y aplicación de la democracia, entró en contradicción con el ejercicio del poder totalitario –baste echar una mirada a la historia de Grecia en tiempos de la polis y la democracia ateniense, contrapuesta a los afanes totalitarios del militarismo espartano y la dictadura de Solón. Aunque no es necesario historiar al respecto, el efecto de los cambios y desde aquellos tiempos, condujo a un deterioro del desarrollo cultural que puso en vilo sus conquistas. Luego, el oscurantismo medieval -concepto amañado y muy relativo- caracterizó una buena parte del Medioevo europeo y no fue hasta que se liberaron del oprobio cultural las fuerzas productivas con el advenimiento del capitalismo, que las cosas empezaron a cambiar. En consecuencia, si seguimos con la propuesta de concebir y conducir el análisis cancelando los términos de una ecuación que en teoría es cultural y socialmente válida; llegamos a la conclusión de que el adoctrinamiento es a su vez, premisa y resultado para el ejercicio del control de “las masas”

¿Es acaso casual que el pensamiento expresado en otras direcciones dentro de estas sociedades se considere pecaminoso e inviable? Por supuesto que no. El que disiente paga muy caro su osadía al trascender los límites –ahora sí, políticos- de lo conceptualmente delimitado y permitido y llega a ser y parecer tan soez la oposición a la discusión y el diálogo, que ambos efectos –posibles y plausibles en cualquier otro contexto- quedan sepultados bajo la soberbia –siempre abyecta e ilimitada- de los conculcadores del derecho, otro concepto que no ha lugar sin que se halle complementado por una caterva de adjetivos incongruentes que nada tienen que ver con su significado real. ¿Es posible explicar la virulenta oposición a la expansión mediática –entre defectos y virtudes- que los avances tecnológicos han favorecido en la contemporaneidad inmediata? Por supuesto que sí, todo ello se traduce en un recurso muy difícil de neutralizar para los “comisarios”, artífices del adoctrinamiento.

Por último creo necesario considerar el doble efecto negativo que causa confundir educación y adoctrinamiento. Lo primero predispone y arma al hombre de argumentos comparativos comprobables y factibles de ser corroborados o descartados –ello representa la validez intangible del concepto sociológico, ontológico; de la interpretación en las sociedades abiertas y democráticas. Lo segundo, es degenerativo y tiende a la involución; como es el caso y resulta observable, en el deterioro absoluto de la verdadera educación como contraparte del adoctrinamiento en sociedades estructuradas sobre la base del ejercicio totalitario del poder. La degeneración de las costumbres, la falta de valores y la minimización inconsciente de su importancia en las sociedades víctimas del adoctrinamiento, son la imagen única que puede ser capaz de ofrecer el empecinado esfuerzo de limitar el pensamiento y conducirlo en unívoca, amañada y equivocada dirección.

El asunto, por momentos, llega a parecer ridículo e inexplicable por el hecho de que ignorantes oportunistas ejerzan el poder; pero, sin dudas, es más preocupante de lo que parece; denota muchas lagunas en la formación de nuestros pueblos que han debido padecer, o aún padecen, la voluntad de histriones de escasa talla intelectual, pero; ¿y qué con los que los apoyan? No debe ser normal que la ignorancia se expanda como la verdolaga en un potrero y “las masas” pierdan la capacidad de distinguir entre ser víctimas y liberarse. Ello es precisamente lo que pretenden los adoctrinadores de oficio. Los pueblos no conforman una masa maleable y manoseada que termina convertida en hogaza de pan digerible por el apetito de los ignorantes; tienen su historia, su identidad, su folclor y sobre todo, deben tener principios que no pueden ni deben olvidar.

José Antonio Arias-Frá.

Junio 09/2015.

        

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