Es imposible sustraerse al propósito de emitir una opinión sobre la noticia de
las conversaciones Cuba-Estados Unidos, el asunto del restablecimiento de las
relaciones diplomáticas y lo que, según se estima, serán sus resultados. Tras la
avalancha de opiniones, hay poco que decir y nada nuevo que informar. Se impone
entonces interpretar aquellos criterios que parecen lógicos, mejor hilvanados, e imparciales
hasta donde es posible.
Después de los dos días transcurridos a partir de la noticia y las
respectivas comparecencias públicas de sus protagonistas principales – Barack Obama
y Raúl Castro- hoy escuché tres análisis, que sin ser coincidentes, me
parecieron convincentes. Sus expositores: Guillermo Cochez, ex embajador de
Panamá ante la OEA, Sebastián Arcos Cazabón, Director adjunto del Centro de
Investigaciones sobre Cuba en la FIU (Florida Internacional University) y el
periodista venezolano Rafael Poleo. En ningún caso se trata de personas a las
que pueda atribuírsele parcialidad, al menos, si la mala intención de denostar no preside
el propósito y se tiene en cuenta el historial de cada uno de ellos.
De lo que le escuché decir a Cochez, me pareció certero su juicio sobre lo
que él considera que gana Estados Unidos al minimizar, mediante la iniciativa
tomada por Obama, la opinión negativa y de imagen, injustificada; pero
constantemente reforzada por los representantes de la izquierda latinoamericana
en el poder y allí donde ello sucede, sobre el papel de los Estados Unidos en
sus relaciones con América Latina.
Cubano de origen, hijo de un conspicuo disidente y sobrino de otro no menos
importante, ambos fallecidos y exponente en sí mismo de lo que significa vivir
bajo la multiforme y omnímoda estrechez de una tiranía, Arcos Cazabón expuso su
criterio radialmente argumentado desde
una consecuente óptica cubana. Coincido con su interpretación de que, si para
el gobierno de Raúl Castro, la tabla de salvación es buscar un acercamiento con
el gobierno norteamericano; ello viene a ser como firmar el acta de defunción
de la Revolución, al menos, eso fue lo que me pareció entender ¿Es posible
imaginar qué pasa por la mente de los defensores a ultranza del semisecular
socialismo cubano? Todo lo que defendieron a capa y espada, puede tener un
final inesperado y abrupto ante la puerta de las respectivas embajadas por
abrirse y lo que puede sobrevenir en consecuencia, aún a pesar del “oxígeno” de
que hablan los que asumen una actitud crítica y, en ámbito democrático, no
menos respetable.
La opinión de Poleo, a quien he escuchado varias veces emitir juicios muy certeros, no parece festinada; más bien
lógica, porque al incluir el argumento de lo que sí representa verdaderamente
una traición: la de Raúl Castro a sus acólitos del ALBA, pone el dedo en la
yaga. Allá en Cuba, solía utilizarse uno de esos sarcásticos apotegmas
generados en el ingenio popular y que define muy bien la situación; sobre todo
la de Maduro, inmerso como de costumbre entre diatribas y frustraciones en contra del
“imperialismo yanqui” “Agárrate de la brocha, que se cayó la escalera”,
decíamos para graficar las peores circunstancias de una situación embarazosa y
comprometedora y es simpático, por decir poco, que Evo haya declarado que “los
yanquis, al fin rectificaron, al darse cuenta de que se estaban quedando solos”
Es evidente que de lo anterior se infiere que entre la realidad de la noticia
y la perplejidad de sus receptores, el efecto no fue muy positivo para estos
últimos.
Combinando estos tres argumentos ofrezco mi opinión que, ni aspira a ser
definitiva, ni abarca todos los vectores del tema y mucho menos me sitúa como simpatizante
o adepto, adscripto a un partido político o seguidor de un líder, hace mucho y por voluntad propia,
concluí que tal término –líder- dejó de ser afín a mis ideas y como ahora, sólo
lo empleo para dejar saber a los demás que es así.
Ante todo, los Estados Unidos no son dueños del mundo, más bien es al revés
(aclaro que le he tomado la frase a Poleo, irónico, pero certero) y en
consecuencia es el mundo quien exige y determina una actitud consecuente, que
no se haga fácilmente vulnerable mediante diatribas de escandalosos y
perogrullos de ocasión. Decía Poleo que Obama fue “fino y sagaz”, creo que
tiene razón. Cochez, por ejemplo, dejó entrever lo mismo y si queremos hacer
gala de patriotismo e imparcialidad es necesario entender que la actitud de los
Estados Unidos no puede definirse en los términos de un conflicto bilateral que
parece interminable y donde durante el tiempo transcurrido, Cuba llevó la mejor
parte utilizando el antiimperialismo como bandera. Claro, no van a dejar de
hacerlo; pero ahora el asunto es, encontrar quién les crea.
El resto, lo defino mediante aquello de, “en que parte de la cancha está el
balón” ¿Pueden imaginarse –críticos y simpatizantes, todos- el nivel de expectativa
que la noticia de las relaciones crea entre la población cubana? Si como afirmó
Arcos Cazabón, en Cuba nada cambia, algo que parece probable, ¿cuál será la
reacción del común? El que nació antes de 1961, cuando sobrevino la ruptura y
Cuba entró en especie de glaciación antediluviana, o el joven “underground” que
se declara abiertamente anti-revolucionario (que no es lo mismo que
contrarrevolucionario, vocablo fuera de contexto y quizás, únicamente aplicable
hoy con toda racionalidad, a los Castro, sus ministros, los “históricos” y los miembros del Buró Político y el Comité
Central del PCC) Ya Mariela, la hija del General, se adelantó a declarar que
los que piensen en el regreso del capitalismo a Cuba, están soñando. De ser así
su papel ha sido muy parecido al de La Bella Durmiente, porque hasta donde
puede colegirse, personalmente nunca ha vivido fuera del capitalismo y con la
gran ventaja que semejante circunstancia representa para la exigua y selecta
minoría de quienes consiguen hacerlo dentro del socialismo.
Entretanto y retomando el asunto del balón, tan cerca de “la puerta” del “cancerbero
Raúl” (me permito citar a Ramiro Valdés, que utilizó esas mismas palabras
durante un discurso en Santiago de Cuba en celebración del 26 de Julio al
expresar que: “…el compañero Raúl era el mejor cancerbero de Fidel”) el general tiene que
tener mucho cuidado y que; entre seducidos, abandonados, frustrados y hasta
opositores y académicos, cuyos enjundiosos y profundos análisis aún estamos
por recibir, no le vayan a marcar un autogol.
Mientras, los rebullones –se acuerdan de Juan Primito, el fiel servidor de
Doña Bárbara que solía evocarlos en la novela de Gallegos- parecen empeñados en mantenerse en vuelo
sobre Punto Cero. Fatídico presagio ante la paradoja de que los yanquis estén intentado
regresar y el can cerbero (separo las palabras con toda la intención) le esté abriendo
la puerta y a la vez, tenga que cerrar alguna bóveda importante.
¿Quién gana?, ¿quién pierde? Eso sólo el tiempo lo dirá.
José A. Arias Frá
12/20/2014.
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