El proceso de paz en Colombia inaugurado en noviembre de 2012 en La Habana,
viene resultando en una negociación en extremo difícil y, como tal, incluye
aspectos básicos que no resulta posible solventar; al menos en el corto plazo.
Durante los cuatro últimos períodos presidenciales –incluido el de Álvaro
Uribe- se han producido intentos de negociación cuyos resultados no exhibieron
logros. Aún sigue siendo improbable que el actual esfuerzo bajo la presidencia
de Juan Manuel Santos, pueda acarrear resultados diferentes y definitivos y la
razón está en el enfoque que las dos partes envueltas en el proceso le dan al
asunto. En el “arte” de enfrentar los presupuestos del adversario, más que en
la sapiencia, suele estar la clave del éxito en muchos de estos casos.
Las guerrillas de las FARC y el ELN han operado en el país, al menos,
durante los últimos 50 años y aunque las condiciones han cambiado, ninguno de
los protagonistas del conflicto, a saber, gobierno y guerrilla, ha podido
capitalizar resultados a su favor. Preguntarse las razones convertiría el
propósito en un intento demasiado extenso. Baste saber que el aparente punto de
confluencia de ambos es, precisamente, este nuevo intento.
El punto de vista de ambos extremos en la antípoda, acusa causas y en
algunos casos, como en el de la guerrilla, está matizado de un contenido ideológico que en la post modernidad,
resulta obsoleto: no se puede hablar, como hacen los líderes guerrilleros
Timochenko y Gabino de justicia social encaramándose en una estrategia
sistemática e inocultable de terror y victimización puesta en práctica en
defensa de una ideología a destiempo. Para el gobierno, la defensa de intereses
político-económicos y en medio de ese largo período, también ha tenido
fluctuaciones que han determinado la crítica sana y cívica desde adentro y,
como es normal y debe ser, en situación de competencia democrática.
Pero el criterio ideológico (es
necesario insistir en ello) que la guerrilla dice defender y en efecto
defiende, aferrándose a él, produce la existencia de una zona vaga de
definiciones y crea, a más de menoscabar la posibilidad de un entendimiento,
las condiciones para la propia incongruencia de sus argumentos. ¿Quiere esto
decir que la paz no puede resultar posible? Desde luego que sí.
De hecho, en tres de los cinco aspectos que se trazaron desde el inicio
como caminos de amplia y doble vía (en eso consiste el hecho de negociar) y a
pesar del sinnúmero de bifurcaciones que puedan acusar, ha habido acuerdo en
los tres primeros y las “conversaciones” se aproximan a entrar en su fase más
crítica y potencialmente disruptiva: la reparación a las víctimas del conflicto
y el desarme y posterior implementación de los “acuerdos”
Pedirle a los representantes de la guerrilla que, como ideólogos, gozan de
menor autonomía y aunque supuestamente estén investidos de ella, que se
conviertan en actores de una vida en paz después de haber vivido en la
violencia; sus lacras y sus secuelas durante medio siglo, es casi como pedir
peras al olmo y el gobierno, en tanto, tendrá –aunque esta vez lo ha venido
haciendo desde el principio- que ser muy cuidadoso en manejar desde su óptica
la consecución de sus objetivos: 1.-demostrándole a todos la ausencia de argumentos
impuros, amañados y tendenciosos en sus posiciones, y 2.-presentar los
mecanismos de concertación existentes entre los grupos de diferentes tendencias
políticas a favor del proceso de paz, como un importante logro más allá de los
criterios de la guerrilla.
Es precisamente lo anterior, lo que ha convertido la actuación de Santos en
una propuesta de nueva cuenta que lo diferencia de intentonas anteriores. En
ese argumento puede reposar la posibilidad de seguir avanzando, porque mientras
los ideólogos del movimiento
guerrillero se aferran a la inercia de sus presupuestos superados por su propia
actuación y la temporalidad de las circunstancias; la movilidad que puede
caracterizar la presentación de los objetivos del gobierno, puede muy bien
poner la pelota en el terreno de la guerrilla.
Veamos un ejemplo: “no hay en el
discurso del presidente Santos ninguna evidencia de cambios estructurales, el
problema no es acabar con la guerra, se trata de garantizar una paz que se
convierta en algo peor que la guerra misma. Se trata de remover las estructuras que han convertido al pueblo en
objeto de abuso permanente y en sus
víctimas…” (1) Esto es lo que ha dicho Rodrigo Londoño (Timochenko) y
ha sido avalado por Nicolás Rodríguez (Gabino) a nombre de las FARC y el ELN,
respectivamente. Creo que los planteamientos se explican por sí mismos,
graficados en su intención y a la luz del análisis.
Marta Lucía Ramírez, ex -candidata presidencial y líder conservadora, casi
al socaire de tales argumentos, ha expuesto:
“…con la justicia que garantice el imperio de la ley, el desarrollo del campo, el
acceso a la educación, la defensa de la familia o la búsqueda de una paz
verdadera, con condiciones, con justicia, sin reclutamiento de niños, sin uso
de minas, ni atentados terroristas, justificaría el apoyo del partido (conservador,
n. de a.) a las iniciativas del gobierno”
(2)
Si realmente entendemos la democracia y cómo funciona, debemos dar crédito
a los resultados de un proceso electoral que separó al ganador (Santos) del
perdedor (Zuluága) por poco menos de un millón de votos (7 816 986 vs 6 905 001)
debe concluirse que la intención de generar un gobierno de coalición, sin
despropósitos, es justa de ambas partes y de ello puede depender en gran medida
el resultado final de las conversaciones. Ya lo he dicho antes, no podemos
creer y mucho menos pensar que somos fuertes, si como verdaderos demócratas no
somos capaces de demostrarlo. Allá quienes se aferran al pasado que, dicho sea
de paso, no son siempre los que viven presos de ideologías incongruentes,
armados de fusiles y metidos en la selva.
José Antonio Arias.
Agosto1, 2014.
Notas.-
(1).-Rodrigo Londoño Echeverri (alias Timochenko) en comunicado leído y
presentado en las “redes sociales” a raíz del discurso de Santos en la
presentación del Senado de la República de Colombia para su nuevo mandato.
(2).-Marta Lucía Ramírez en declaraciones a “El Tiempo” sobre la
posibilidad de la integración de una coalición partidista en respaldo de Santos
durante su nuevo período.
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