Wednesday, June 11, 2014

LA COPA DE LAS VICISITUDES





En nueve años a partir de 2007, Brasil, ese gigante en crecimiento del continente suramericano, ha organizado tres eventos deportivos internacionales: los Juegos Panamericanos, La Copa Oro y ahora el Mundial de Futbol; pero sus aspiraciones en acaparar glorias trascendentales en el ámbito deportivo no concluyen con la convocatoria del máximo evento del deporte rey, en breve plazo -2016- tiene sobre la testa de sus más de 180 millones de habitantes el peso de organizar una Olimpíada. ¿Está preparado el país para encarar el reto que ello representa? Sin ánimo de  minimizar el esfuerzo creo que no. Veamos.

La acumulación de compromisos a puesto al descubierto la crisis interna de las instituciones brasileñas y las lagunas de una administración que desde los más altos niveles enfrenta la pujanza de una relación fatal entre demagogia política y capitalismo salvaje. Todos conocemos la raíz del Partido en el poder hace ya algunos años,  el PT, con Lula primero y su discípula Dilma ahora, ha tenido como uno de sus pilares a nivel social, la participación popular a través de los sindicatos de grandes sectores de la sociedad productiva; pero la compra de imagen a través de las apariencias que suelen ser traicioneramente engañosas, ha catalizado la debacle política, trastrocando en evidencias contundentes la gran contradicción que éste fenómeno implica. No es posible “agarrar a cuentas” sin saber cómo y cuando se va a pagar.

Recién ahora los Estados Unidos y Europa, han empezado a dar señales de una recuperación económica de la gran debacle que comenzó a gestarse en 2005 y años siguientes hasta el hundimiento casi total a partir de 2010 y hasta fines del 2013. Escuché comentarios muy favorables acerca de que dicha crisis no parecía haber afectado a países como Brasil o China; algunos expertos en relaciones económicas internacionales no podían contradecir con argumentos inmediatos tales alegatos, pero hubo unos pocos que se atrevieron a preconizar lo que en este momento es un hecho basándose en las evidencias; Brasil enfrenta un problema social cuyas raíces se hunden en factores hasta ahora no resueltos, primero: la dispersión sobre su basta superficie territorial de una población que se concentra en emporios costeros con la excepción de Sao Paulo (alrededor de 27 millones de habitantes y constituye la urbe más poblada de América Latina después del área del Distrito Federal en México que por supuesto incluye la ciudad Capital) y Brasilia, la Capital política. Esa diferencia entre nivel social y poder adquisitivo entre zonas rurales y centros urbanos al que tampoco es ajeno el gigante asiático -China- es un problema que ofrece pasto reverdecido a las agitaciones sociales en los conglomerados citadinos más importantes. Del caso Chino no voy a hablar porque a la vista saltan las diferencias y su análisis merece un tratamiento aparte y diferenciado. Siempre en estos casos la migración interna se mueve en la dirección campo-ciudad, creando de inmediato nuevos bolsones de pobreza que se suman a los ya existentes con todas sus secuelas.

Los observadores versados, adelantaron que la resaca de la crisis vendría de todas maneras y pudieron hacerlo porque tuvieron en cuenta que, al disminuir la capacidad de inversión de EE. UU. y Europa, fijarse tazas de cambio en connivencia con la situación que se produjo y a la vez tratar de poner a buen recaudo los recursos conque se contaba -algo lógico- el efecto inmediato fue la disminución de las importaciones y la consiguiente reducción del crecimiento, mientras; Brasil y su gobierno Socialista (con o sin las salvedades que ello conforma) ya estaba envuelto en los compromisos deportivos magníficos, por demás, con los que se ha visto obligado a cumplir y aún está por producirse la máxima cita olímpica en 2016. Para el común, es evidente que en última instancia, a ellos les tocará pagar la mayor parte y cargar con los resultados de una supuesta cosecha que no existe. Ante los ojos del resto del Planeta se pone de manifiesto y de manera inocultable, el gran problema que todo lo anterior está acarreando.

Como era común escuchar en mi terruño: el gobierno brasileño “compró cabeza y le cogió miedo a los ojos” Si se tiene en cuenta que otro fenómeno de terrible incidencia como la corrupción político-administrativa, el nepotismo y las lacras que de todo ello se desprenden ha sido una constante en la gestión del PT; la taza, simplemente, se desborda. Los eventos deportivos de gran envergadura sugieren el empleo de cuantiosos recursos económicos y una planificación pormenorizada a futuro que evidentemente no ha existido en el caso de la Copa FIFA. Los plazos de las construcciones no fueron cumplidos, o su cumplimiento ha sido cuestionable y el vaticinio de un efecto dominó es visible para la opinión pública en general que ha tenido y tiene puestos los ojos en lo que muchos no logran entender desde una óptica común que tiende a prescindir de los argumentos que aquí se manejan. ¿Cuál es la estrategia inmediata?: el gobierno asume boca afuera, las responsabilidades   a riesgo de un alto costo político y la Presidenta, para paliar los efectos de la huelga de transportistas en Sao Paulo -solo a 48 horas del pitazo inicial para el partido Brasil vs Croacia- pongamos por caso, se compromete a “conversar” con los sindicatos después que termine el clásico. Evidentemente cualquier cosa es preferible -aún  desde el punto de vista del gobierno- antes que permitir que el sinfín de reporteros de todo el Mundo presentes, matice sus crónicas con los efectos de una parálisis casi total de la ciudad donde comenzará a rodar el balón. Aunque en una escala menor, fue lo mismo que hizo cuando se suscitaron las protestas en torno a la celebración de la Copa Oro y la evidencia de que a la larga nada fue resuelto, es esta nueva ola de protestas en torno a una situación mucho más comprometedora por su trascendencia. Me pregunto: ¿qué habrá de suceder en poco más de un año cuando se les vengan arriba las Olimpíadas? Para los brasileños, que a pesar de amanecer con el esférico entre los pies y acostarse con él bajo la almohada, esto puede ser una pesadilla con el estómago vacío.

Si a todo lo anterior sumamos la influencia de la información a la mano  sobre los entretelones de los manejos turbios de las entidades (supuestamente organizaciones “non-profit”) como la FIFA; la gente necesita, reclama, exige; respuestas satisfactorias. A Joseph Blatter -que ahora aspirará a un nuevo período al frente de la entidad, ya a sus 78) nadie le pide responsabilidad por el hecho de que el evento mundialista promete dejar al mínimo ganancias por 4000 millones de dólares -cuatro billones- para FIFA y el equipo que resulte campeón recibirá solamente !alrededor de 37! y ¿qué del resto?. Si se compara el gasto estatal -costo del evento para el país- ni siquiera el precio de una habitación de hotel tres estrellas en Río -por ejemplo- por encima de los $1000.00 -lo cual no deja de ser abusivo- hace que “la lista coincida con el billete” Todo el mundo sabe que es así y que la FIFA desde ya ha vendido los derechos de auspicio y patrocinio del  mundial 2022 a Qatar, rico emirato petrolero del oriente medio, pero país sin tradición futbolística al nivel que se pretende y enclavado en medio de un desierto donde las temperaturas alcanzan niveles por encima de los 50 grados (C) en la temporada de la realización del evento.

Hoy el inefable Dieguito, abrió la boca en una conferencia de prensa para la cadena Telesur y dijo, usando esas frases lapidarias (algunas buenas, otras no tanto) y que matizan la sorna de sus planteamientos, que Blatter y la FIFA se “estaban comiendo la pelota”; tiene razón,  y ¿qué con eso?; a lo mejor se le olvida poner en recuadro el contubernio entre el gobierno socialista del PT -sus amigos- y los corruptos de la FIFA. No voy a esperar que Diego, digno representante de su alcurnia futbolística y su etnia, dé su brazo a torcer, pero cada quien le escucha asimilando la parte de su discurso que se hace manejable sobre todo sacando las cosas fuera de contexto para arrimar la sardina al bracero, asunto en el que ese pulpo que llaman “Media” goza de gran experticia. Pero la Copa añade otros matices que respaldan el título de éste trabajo en lo estrictamente futbolístico; veamos que le añade más leña al fuego.

Confieso que no soy un fanático a tiempo completo del balompié y menos un conocedor profundo de sus interioridades, pero me admira la ortodoxia casi religiosa y militante de los hinchas argentinos, las torcidas brasileiras y los cabezarrapadas ingleses, mácula de la flemática diplomacia social británica y capaces de emular a Jack el Destripador si alguien se les interpone en el camino de sus pasiones por el esférico, rodando entre piernas y patadas en las canchas de sus devaneos. Por dinero, y según coinciden los expertos, los “amistosos” en fechas anteriores a la copa -aún al momento de escribir este trabajo, a Portugal le queda uno por celebrar antes de la gran cita- han sido más frecuentes que en ocasiones anteriores y en cotejos, según agregan, con equipos intrascendentes que, al no tener nada que perder se esfuerzan por conseguir al menos un empate frente a los clasificados, estos han arriesgado a sus jugadores estelares produciéndose lamentables bajas de algunos de ellos y a los que el público esperaba ver en acción. Lo cierto es que aunque no siempre por la causa referida, no estarán en el Mundial Falcao, Ribery y otros jugadores de selecciones nacionales con menores posibilidades como en el caso de Ecuador, Chile e inclusive; Cristiano Ronaldo no llega en plenitud de condiciones producto de algo que definen como “cansancio muscular” en sus piernas y Messi sigue vomitando quizás a consecuencia del estrés que le producen sus desvaríos monetarios en España, ahora incrementados por una acusación de prestarse para lavar fuertes sumas de dinero de dudosa procedencia utilizando el “reality” de ”Messi y sus Amigos” como pantalla, mientras el uruguayo Luis Suárez tiene apenas tres semanas después de haberse operado un menisco en una de sus rodillas.

¿Existe realmente la cortesía necesaria por el gran hacedor del espectáculo? Ese que llaman “el respetable”, compuesto por quienes  malviven y llegan hasta el ayuno ocasional durante cuatro años para tratar de conseguir hospedaje y pasaje y estar allí para vivir la epopeya sin lograr el rédito necesario a su esfuerzo? Baste decir que los propios brasileños serán indirectamente victimizados por el “schedulle” creado por la FIFA, que sólo le concederá el honor a los Cariocas -la gente de Río- de ver en Maracaná a su selección nacional si llega a la final. Todo el país espera que así sea, pero ¿y si no?; muchos habrán enterrado su aspiración de no conformarse con menos que el sexa-campeonato, frente a las pantallas de los televisores. La condición de anfitriones pone una responsabilidad más sobre las ya normales que cualquier equipo enfrenta envuelto en una competencia como esta; para el país sería un paliativo a las heridas abiertas y una especie de necesaria pausa antes de que la sal vuelva a caer sobre ellas en 2016. Parece que nunca antes gobierno alguno hubo de necesitar con tanta vehemencia una victoria de sus jugadores para contrarrestar la presión que resiste por concepto de una imagen deteriorada ante propios y extraños.

José A. Arias.
Junio 10, 2014





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