Hay una pregunta que me parece interesante: ¿Qué sucedería con una persona perteneciente a la comunidad LGBT –lesbianas, gays, bisexuales y transexuales- que asuma una actitud crítica y pública en contra del régimen en Cuba?
¿Sería condenado por su pertenencia a dicha comunidad, por su opinión política, o por ambas cosas? Seguramente a la condena y el rechazo de su opinión política le colgaría un vestigio de homofobia que sería difícil de ocultar. No he estado al tanto de la ponencia de Mariela Castro –flamante directora del CENESEX- sobre “la comunidad LGTB y su importancia en la cuestión política”, parece que desde el punto de vista participativo, aunque puedo imaginar que debe existir una defensa a priori del derecho de opinión y que, como en otros casos se dilucida sólo en torno a las opiniones favorables a conceptos basados en el soporte ideológico de los intereses que representa, debe anular una buena parte del asunto. Probablemente algunos de los que formen parte de su auditorio, y por pueril ignorancia, ni siquiera piensen en ello.
La ponente representa un régimen que no tiene nada que aportar en el sentido de las libertades concebidas en el ámbito de lo político porque su condición de pertenecer a la dinastía del poder en Cuba, sencillamente se lo impide. El derecho de participación es discutible aunque no necesariamente inevitable. Se sabe, además, lo que han representado los eventos de LASA. No es para nada recomendable, sin embargo, superponer opiniones sin traer a la palestra argumentos contundentes; si discutimos si debe estar o no en el medio donde expone sus incongruencias estaremos dejando a un lado lo medular de nuestra opinión y, ante cualquier argumento festinado y a priori, damos, como casi siempre, la espalda al verdadero debate. En gran medida sucede lo mismo con las participaciones de otros personeros, el caso de Eusebio Leal, por ejemplo, y al que prefiero no referirme ahora, puesto que ya lo hice en otro trabajo anterior. En esencia es la misma cosa.
Lo que en cualquier caso me parece desquiciado es que obviemos la confrontación en el terreno de las ideas. Al fin y al cabo estas personas vienen aquí a exponer criterios que se deben contrarrestar y combatir en medio de una discusión democrática y en la que obviamente, deberán llevar la peor parte. No faltará quien diga que no merece la pena hacerlo; creo que si no es posible enfrentar esta gente en su medio, cuando se aventuran a buscar apoyo fuera de él y nada menos que en “territorio enemigo” se nos presenta la gran oportunidad de confrontarlos. En cierto modo ellos se arriesgan y deben chocar con una realidad contundente y no con actitudes asumidas a priori, y si esa no fuera la alternativa, quizás fuera mejor ignorarles; el final de su camino siempre tiene como refugio la obediencia a sus progenitores, que en el caso de Mariela debe ser tomado en el sentido más literal de la frase.
Pero no es dable dejar sin respuesta la pregunta originalmente expuesta. En muchos casos, ha sido ampliamente respondida por miembros de esa misma comunidad que Mariela defiende –manipula y utiliza- y que no pertenecen a los tiempos de la UMAP (1), en que se reprimían abiertamente y en nombre de la revolución, no sólo a los homosexuales, sino también a los religiosos, los “lumpens” y cualquiera que pudiera parecer un protestante en ciernes y/o potencial; parece que todavía hoy y de la misma manera que no se puede ser buen revolucionario si se tienen opiniones diferentes (disidentes o divergentes), tampoco se puede ser un “buen gay”. Es muy probable que siendo así, la interpretación de Mariela Castro sobre la participación de la comunidad LGBT se parezca mucho aún, a aquello de que “dentro de la revolución todo, fuera de ella nada”. Caben, por último, algunas preguntas más: ¿Por qué en el auditorio que escuchó la ponencia de Mariela, no habían miembros de la comunidad LGBT en capacidad de hacer preguntas incómodas?, ¿Acaso el auditorio fue escogido a la medida y los deseos de la ponente?, ¿Cuál fue la causa de los arrestos llevados a cabo entre miembros de esa comunidad –LGTB- que emitieron sus opiniones desde el exterior del recinto y a los que la policía arrestó y condujo esposados como delincuentes? Hasta donde sé, nadie estaba allí produciendo un escarceo o alentando a la violencia y algún que otro cartel es parte de la tradición afianzada en la conciencia norteamericana acerca de la protesta pública.
Al tiempo que todo lo anterior ocurre, y a contrapelo de envolvernos en el verdadero debate, nuestra óptica de la cuestión se minimiza entre opiniones que nada tienen que ver con el meollo del problema mientras seguimos en campaña electoral. Mariela no sólo es Castro, su segundo apellido es Espín y de casta le viene al galgo, pero sus apellidos son la parte menos importante del asunto; lo peor son las ideas que representa y defiende.
José A. Arias.
Nota.-UMAP: Unidades Militares de Ayuda a la Producción. Cualquier interesado puede encontrar en INTERNET, amplia información al respecto.
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