Saturday, February 18, 2012

¿MIS NIETOS, NO SON CUBANOS?

                                  

Gaby y Rauly son simpatiquísimos, hermosos y ocurrentes. Gaby amorosa y Rauly tierno y muy pendiente de su hermana, en todo lo que ella hace. Ellos pronto serán bilingües. Son mis nietos del alma. Los únicos por ahora. Pero ninguno de los dos es cubano de nacimiento. Ella nació en Cochabamba, Bolivia y él vino al mundo en Miami, EE. UU, tres años después.
¿Qué sucedió?  ¿Por qué esa enorme distancia geográfica entre los lugares de nacimiento de uno y del otro?  No fue el deseo de mi hija procrearlos así, en medio de un recorrido tan escabroso.  Eso sí, ella me había dicho una vez:
-Papi no tengo deseo de que mis hijos nazcan aquí, en Cuba. Quisiera algo mejor para ellos.
Fue muy triste asimilar esa decisión de ella. Las nuevas generaciones se muestran reacias a procrear en la tierra de sus padres, porque a diferencia de nosotros no tienen nada que soñar, no tienen ningún futuro que dibujar. No hay nada detrás del horizonte visible. Ahí termina todo. Salvo que si te paras justo de frente al norte, más allá, a lontananza, permanece una posibilidad todavía, muy difícil, pero alcanzable, Estados Unidos.
Yo vivía preocupado y llegue a pensar que mi hija tenía algún problema con su pareja que impedía que pudiese quedar embarazada. Qué alegría aquella noche cuando leí un e-mail de Lissette donde me anunciaba que por fin traía una nueva vida en su vientre. Ella estaba en Cuba y según sus propósitos tenía que acelerar su partida. Empezó la carrera contra el reloj.
¡Qué curiosidades tiene la existencia! Cada sorpresa que recibes es el resultado de los actos de la vida, de los cuales en muchos casos, uno ni se acuerda qué fines tenía. Mi hija, con siete meses de embarazo, fue a parar a Cochabamba con su esposo y su mamá debido a fallas en sus planes de llegar a Estados Unidos por la frontera con México. En esta hermosa ciudad boliviana, a unos 2600 mts de altura, nació Gaby, a más de 5,900 Km (3,700 millas) de Reynosa, la ciudad fronteriza mexicana por donde 10 meses después, finalmente, alcanzarían los cuatro el codiciado territorio estadounidense.  
Todavía guardo en mi mente las imágenes de aquella despedida desde la terraza del aeropuerto Jorge Wilsterman de Cochabamba, cuando Mario Javier se apretó a mi cuerpo y me balbuceó, aun tenia la voz chilloncita de su adolescencia:
-Papi, ¿volveremos a ver pronto a Gaby y Lissette, y también a Raulito? ¿Papi, tú crees que podamos estar en Miami cuando cumpla su primer año?
Tenía los ojos cargados de lágrimas, pero no brotaba ninguna. El siempre había sido así, muy machito. Cuando aquella horrible fractura en su brazo izquierdo mientras jugaba futbol en el patio del  colegio en Cochabamba, tampoco había podido llorar.
En ese instante, ante pregunta tan espinosa, no sabía que responder, mi cuerpo vibraba por el frio que había en la terraza, mientras buscaba unas consoladoras palabras. Entramos a un saloncito con una temperatura más cálida y agarrándolo por los hombros le dije:
-Mayi pronto estaremos juntos y tu podrás visitar a tu hermana, a Gabi y a Raulito. Lo mejor es reunirnos todos en Miami, para qué vivir separados. ¿No crees? La familia es lo más importante. Afirmación trascendente.
Y así fue, después de un aventurado viaje, con prisión incluida en México, llegamos a Estados Unidos unos seis meses después que la “expedición” de Lissette y compañía.
Finalmente vinimos para la “YUMA”, llegamos sanos y salvos, Mayi, Mary (su mamá), y yo, (el abuelo). Después de 45 días de nuestra salida de Bolivia, tras una calurosa y emotiva despedida de nuestros amigos en ese bello país, atravesando riesgos insospechados, soportando la prisión y el aislamiento de los tres, y  por sobre todo, gracias a la protección de una gran amiga guatemalteca y de una media prima residente en México con su amable esposo, podemos hacer el cuento ahora y pronunciar la frase célebre “la familia es lo más importante”.
Y esa es una de las lecciones más trascedentes que se sacan de estas peripecias a la que nos hemos visto obligados miles de cubanos durante cinco décadas.
Sin embargo, no todas las familias cubanas que se fragmentaron han tenido la suerte de reagruparse de nuevo. Miles han perdido sus vidas antes de alcanzar ese sagrado propósito, otros miles fueron superados por la dureza del sacrificio y sencillamente crearon otras familias. No pocos han sido capaces de crear nuevos hogares y, por tanto, nuevos núcleos familiares con personas de otras razas y costumbres donde en cada plato, infusión y refresco se puede hallar la huella nuestra.
Mis vivencias me provocan pensar en Cuba, mi tierra. No poseo una evidencia importante que demuestre que mis experiencias son similares a la de miles de cubanos, pero me voy a atrever a adelantar una conjetura y quizás con la participación de los que me lean pudiera enriquecer mi punto de vista.
Estamos ante una verdadera crisis de la cubanía. Cuba, como país, está sufriendo un desgajamiento humano muy grande. Sus principales fuerzas civilizatorias se han debilitado al extremo.  Nuestra nacionalidad languidece, evidente. La familia mayor, la nación, está en el camino de una extinción lenta, y por ello más destructiva y dolorosa. La nación ya no es joven y vigorosa. Una de las pruebas más fehacientes está en los datos demográficos oficiales que ilustran el envejecimiento de la población cubana.
“La población cubana decreció por tercer año consecutivo en 2008, al bajar a 11,24 millones, casi 700.000 menos que en 2007, informaron hoy fuentes oficiales. Medios informativos estatales destacaron que la reducción se produjo como resultado de un aumento de la mortalidad y a pesar de que los nacimientos crecieron en 2008. Según la Agencia de Información Nacional (AIN), es un hecho natural que guarda relación con el envejecimiento de la ciudadanía, cuya edad promedio se ha incrementado hasta contar con aproximadamente dos millones de habitantes que superan los 60 años de edad” (casi la mitad de ellos con más de 70). En la historia de Cuba hay sólo dos momentos anteriores de disminuciones poblacionales: en 1899, tras acabar la guerra de independencia de España, y en 1980, por una emigración masiva….”,  agrega la agencia oficial.  Son espeluznantes y asombra el cinismo con que el oficialismo cubano maneja los argumentos para explicar este desastre. Pero, sobre ellos escribiré más adelante.

Mario Morales.

NOTA.-El autor de éste trabajo, viejo amigo y mi compañero de claustro hace algunos años, tiene un doctorado en Historia de la Universidad de La Habana y fue profesor titular de esa especialidad en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona. Actualmente reside en Miami.

En interés de los seguidores de éste "blog" me congratulo en anunciar que contaré, a fin de elevar la calidad de sus contenidos, con su participación y la de su esposa; la también profesora María Teresa Betancourt. Agradezco a los lectores de Collage Cubano su atención. Para mí la contribución al ejercicio de una labor educativa y seria constituyen una prioridad insoslayable. Gracias.

José A. Arias 



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