Tuesday, February 22, 2011

La historia y la invalidez del argumento ideológico.(Segunda parte).

Otros territorios en el continente asiático o en África, tampoco estuvieron aptos o preparados para competir con occidente (*). Es el caso de India y China; el primero nación colonial hasta 1948, y el segundo que transitó de una economía feudal al comunismo totalitario, alternativa que en lo político, aún se mantiene vigente y es un lastre aparentemente insoluble a consecuencia de la preeminencia del argumento ideológico. Es cierto que en este último caso, se produce una combinación que de nueva cuenta devela una situación inédita, sin embargo, recientemente escuchaba al ex presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, quien al ser interrogado sobre la alternativa del llamado “modelo chino” respondió que entre totalitarismo político y economía capitalista y de mercado existe una incongruencia de origen que a la larga no resulta superable. (5)

Lo anterior equivale a una competencia dentro de un ambiente –sociológicamente visto- que aún mantiene problemas intrínsecamente no resueltos como el de la densidad de población y su concentración (falta de compensación entre áreas urbanas y rurales) y su nivel de participación en la sociedad y la cultura, ya no en la vida política, cerrada por naturaleza. Otro factor de argumentación, el caso iraní, que acusa la gravitación permanente del elemento ideológico en lo religioso y lo político, tampoco ha sido escenario capaz de generar competencia. Allí, entre la fuerza bruta del poder ejercido desde arriba y el horror que atenaza los sectores más avanzados y democráticos de la sociedad, los gobernantes se conforman con tratar de destruir lo que no pueden conquistar, mucho de lo que no es ajeno a la mayor parte del mundo árabe; independientemente del signo político de los gobiernos en cada caso.

A esta traspolación que sufre el territorio más álgido del planeta –el oriente medio- es que debe su importancia el estado israelí porque resulta una respuesta contundente en la interpretación a cerca de la necesidad de compensar el valor de las ideas frente a quienes apuestan por el terror. Es válido recordar que el antisemitismo como una actitud racista no es un engendro de origen islámico, allí el problema resultó ser primeramente religioso (asunto de la confrontación sionismo-islamismo), carácter que no ha perdido, ni perderá, sólo para agravarse hoy con la inclusión del argumento racial. Antes, y en el corazón de Europa, tras el fin de la Primera Guerra Mundial, los hebreos en tanto etnia dispersa territorialmente, tuvieron que enfrentarse a la para ellos tan conocida práctica, de sufrir una nueva diáspora, aún más atomizante que la decretada en época del Imperio Romano y con la consecuente persecución que concluyó con el fatal evento del Holocausto.

De las frustraciones encaradas por Alemania como consecuencia de la derrota frente a la Entente aliada, la imposición de drásticas sanciones por parte de la Liga de Las Naciones y la diseminación de la influencia de las potencias triunfantes de occidente sobre nuevos territorios coloniales; se comenzó a gestar la revancha germánica amparada bajo la ideología del nacional socialismo que por vía de una plena identificación produjo una absoluta connivencia con el “fascio di combattimento” y el falangismo, así como con el derrotero asumido por Japón y su anhelado y a la vez casi vital expansionismo en el área asiática continental y el Pacífico sur.

(*).-La historia de muchos de estos países se vincula a un régimen de explotación llevado a cabo por otros del llamado primer mundo y en medio de una diferenciación que tiene como base la teoría marxista elaborada al respecto por el historiador francés Pierre Jaleé; en mi análisis no me refiero al enfoque contemporáneo de la cuestión, sino más bien al elemento histórico encarado desde el punto de vista antropológico y en consecuencia social. (N.de A.). La referida teoría ha sido y es argumental en el contenido histórico de los materiales de divulgación ideológica ampliamente utilizados.

Otra fue la historia de Europa oriental y la Rusia Imperial, donde tras la derrota de la monarquía, la instauración del gobierno de Kerenski y el secuestro del poder por los bolcheviques encabezados por V.I.Lenin; tomó cuerpo la teoría del eslabón más débil, para tratar de revisar el marxismo a lo tradicional y que no fue capaz de reivindicar los postulados teóricos en la praxis –para decirlo en el propio lenguaje que suelen asumir los neo marxistas en la época postmoderna- y en medio de un largo hiato cronológico que fue testigo de la existencia de la URSS y el mundo comunista, al que sometió a un absoluto control, a través de diferentes mecanismos. En reñida competencia en contra de la realidad histórica –aún vista dentro de los propios cánones del marxismo tradicional-Lenin se encargó de crear un país artificial, demasiado diverso, aún en lo religioso e idiomático, que nunca dejó de serlo hasta que se produjo la debacle del derrumbe que comenzó en Berlín en 1989 y siguió en Moscú en 1992. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, nación del stalinismo y clímax de una pretendida fuerza ideológica; a fuero de justificar el terror dio vida al Gulak, cuya mención recreada vivamente y de primera mano por su principal cronista, A. Solchenitzen; el resto de la humanidad reconocerá más allá que cualquier influencia positiva que puedan haber tenido las sinfonías de Stravinski o las novelas de Gorki que, además de muchos otros elementos, conformaron la corriente cultural propuesta “para el uso y disfrute de la clase obrera” en el contexto del “realismo socialista”.

En la etapa previa al estallido de la Segunda Guerra Mundial, la Alemania bajo el Tercer Reich agitaba los pendones del revanchismo y el antisemitismo dando rienda suelta al desenfreno ideológico que caracterizó esa etapa. La URSS bajo el stalinismo hacia esfuerzos por mantenerse aislada (recuérdese el Pacto Ribentrop-Molotov) tratando de validar un régimen totalmente cerrado en lo político e ineficaz en lo económico y cuyos recursos tendrían que ser utilizados en función de la guerra; al otro lado del mundo, en occidente, comenzó a producirse la llegada de científicos e investigadores que en ambos medios comenzaron a sufrir persecución y discriminación si cuento. Otros, simplemente por estar fuera del escenario bélico directo, prefirieron venir a los Estados Unidos, cuyas universidades les abrieron las puertas y les brindaron un acogedor ambiente de trabajo. Finalizado el conflicto, y después de la derrota de los países del eje fascista, el arribo de personalidades del mundo de la cultura y la ciencia se hizo aún más notorio; es esa la verdadera razón de los triunfos de occidente, sobre todo en lo relacionado con las investigaciones relativas a la descomposición del átomo y el uso pacífico y militar de la energía nuclear durante el período de la guerra fría. La malhadada historia de “el robo de cerebros” no ha sido más que una fábula contada por los artífices ideológicos de la contracultura.

Así las cosas, la imposibilidad absoluta de una alianza entre los Estados Unidos y los países de Europa Occidental, con el mundo comunista; dejó las puertas abiertas para el inicio de la Guerra Fría en medio de la cual la competencia por el dominio de las nuevas tecnologías no evadió el más mínimo subterfugio utilizable para que en el mundo bipolar de entonces, terminara por imponerse la superioridad cultural, económica y científica de occidente. Desde El Álamo y las investigaciones que condujeron a la creación de la bomba de hidrógeno y después al desarrollo de la bomba atómica –aún antes de terminada la Guerra y ser firmado el armisticio con Japón-, hasta el inicio en los finales de los 50 y principios de los 60, de la carrera por la conquista del espacio, siempre occidente llevó la delantera, y si bien es cierto que los soviéticos se adelantaron con la puesta en órbita del primer satélite artificial del Planeta –el Sputnik I-y llevaron al espacio sideral al primer hombre –Y.Gagarin- y la primera mujer-V.Tereshkova- los Estados Unidos respondieron al reto con el programa Apollo que llevó a N. Anstrog y sus compañeros de tripulación a la luna. Lo demás, hasta hoy, es historia, donde aquel gigante de pies de barro que conformó el ambiente ideológico comunista sucumbió bajo el peso de su propia ineficacia.

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